“Además, yo les enseñaría a los niños a ser buenos, con una bondad que yo conozco. (...), cuando sea maestro. Les enseñaría a encontrar la felicidad que tienen tan cerca, aunque no lo parezca...”

Henri Alain-Fournier


“Así transcurrieron semanas y meses. ¡Época pretérita! ¡Felicidad perdida! Aquella era el hada, la princesa y el amor misterioso de toda nuestra adolescencia; a mi me tocaba darle el brazo y decirle lo necesario para mitigar su pena. Mi amigo, en cambio, había huido. De esa época, de aquellas conversaciones por la tarde, una vez terminadas las clases que yo dictaba en la cuesta de Saint-Benoist-des-Chames; de esos paseos durante los cuales el único tema del cual habríamos podido hablar era el único al cual estábamos decididos a no referirnos; ¿Qué podría decirles ahora? No me queda más que el recuerdo, y aún éste semíborrado ya, de un bello rostro enjuto, de dos ojos cuyos párpados descienden lentamente al mirarme, como si ya sólo quisieran contemplar un mundo interior.”

Alain Fournier 




“Deben venir de lejos en bicicleta, ya que tenía la espalda embarrada hasta la mitad.”

Alain Fournier



En la góndola, de Miracles

En la góndola
una sombrilla
de satén.

De tonalidad roja
un agua oscila
esa mañana.

Bajo la tibia sombra
se dibuja un reflejo
de color esmeralda.

Y de los frescos prados
y de los bosques
apenas se percibe
el hálito.

Un ardiente mediodía estival,
una corriente clara, una torre,
te impide soñar, Isabelle,
con el sol y la libertad. 

Alain Fournier



“Era la primera vez que hacía un viaje tan largo en bicicleta. Pero hacía mucho que Jazmín, pese a mi rodilla enferma, me había enseñado a manejarla. Si para cualquier joven la bicicleta es una máquina tan divertida, ¿Qué no sería para mí, pobre muchacho que poco antes arrastraba todavía miserablemente la pierna, bañado en sudor apenas recorría cuatro kilómetros? Lanzarse desde lo alto de las pendientes, internarse en las profundidades del paisaje; descubrir, como en un aleteo, las lejanías del sendero que se abren y florecen al acercarse; cruzar en un abrir y cerrar de ojos una aldea, llevándosela entera en una mirada...Únicamente en sueños había conocido hasta entonces una marcha tan veloz, tan fascinante.”

Alain Fournier 


  
“(...) Hallamos la escuela desierta. Por encima del polvo de un banco carcomido y el agrietado barniz de un planisferio, resbalaba un frío rayo de sol. No perseguíamos permanecer allí, frente a un libro, sufriendo nuestra desilusión; todo nos llamaba afuera, el saltar de los pájaros, junto a las ventanas, persiguiéndose de rama en rama, la huida de los demás alumnos a los jardines y al bosque, y, especialmente, el obsesivo deseo de probar cuanto antes el rumbo incompleto controlado por el titiritero, que era el último recurso de nuestra bolsa casi exhausta, la última llave del llavero que nos restaba probar.”

Alain Fournier


"La máquina no explica todo: es un pretexto que se da el espíritu para pasar de una concepción a otra: de la concepción de un mundo donde se puede volar a aquella de un mundo en donde se vuela.
(...)
Quisiera, hijo mío, que conservaras en la memoria lo hermoso de estos días; tendrás necesidad de su recuerdo cuando, como yo, hayas entrado en edades sin retorno.
(...)
Este anochecer que había querido escamotear me pesa de manera extraña. Mientras pasan las horas y el día está por morir, y yo lo quisiera ya muerto, hay hombres que han cifrado en él todas sus esperanzas, todo su amor, sus últimas fuerzas. Hay hombres moribundos; otros que esperan un vencimiento y no querrían que nunca llegara mañana. Hay otros para quienes mañana asomará como un remordimiento. Otros, en cambio, se sienten fatigados, y esta noche no será nunca lo bastante larga como para proporcionarles el descanso que necesitan. Y yo, yo que he desperdiciado el día; ¿con qué derecho me atrevo a invocar el día de mañana?
Viernes por la tarde. Pensaba escribir a continuación: "No la volví *a ver más", y todo habría concluido.
Pero esta tarde, al llegar a la esquina del teatro, la vi. Fina y seria, vestida de negro, pero con la cara empolvada y un cuellito que le da el aspecto de un Pierrot culpable: Un aspecto doloroso y malicioso a la vez.
Vino para decirme que me dejará enseguida, que ya no volverá...
Y sin embargo, al anochecer, aquí estamos los dos, caminando de nuevo lentamente, juntos, por la arena de las Tullerías. Ella me cuenta su historia, pero con tantas vaguedades y reservas, que no la entiendo bien. Al referirse a ese novio con quien no se casó, dice "mi amante". Lo hace de intento, me parece, para producirme mala impresión y evitar que le tome afecto.
Me cuesta transcribir ciertas frases suyas:
-No ponga en mi ninguna confianza, pues no hago más que locuras -me dice.
Anduve sola por los caminos...
-Llevé a mi novio a la desesperación. Lo abandoné porque me admiraba demasiado; me veía según su fantasía, y no tal como yo era. En realidad, estoy llena de defectos; habríamos sido muy desdichados.
A cada instante la sorprendo presentándose como peor de lo que es. Pienso que quiere convencerse de que obró bien en otro tiempo, al cometer esa tontería a la que se refiere. Parece decirse que no debe experimentar ningún remordimiento, pues no merecía la dicha que le ofrecían."

Alain Fournier


“Las clases debían reiniciarse al día siguiente. A las siete de la mañana, ya había en el patio dos o tres niños. Vacilé largo rato antes de bajar y dejar que me vieran. Por fin aparecí, y cuando hacía girar la llave para abrir la puerta del aula enrarecida, cerrada desde dos meses atrás, ocurrió lo que tanto temía: el mayor de mis alumnos se alejó del grupo de muchachos que jugaban en la sala de recreo, para decirme que "la joven señora de los Arenales había muerto la noche anterior". Todo en mí se mezcla y confunde con este dolor. Tengo ahora la sensación de que jamás tendré ánimo para reanudar las clases. El solo cruzar el patio desierto de la escuela me produce tal fatiga, que siento como si se me fueran a quebrar las rodillas. Todo es pesadumbre, todo es amargura, porque ella ha muerto. El mundo ha quedado vacío; las vacaciones han concluido.”

Alain Fournier



“Mientras pasan las horas y el día está por morir, y yo lo quisiera ya muerto, hay hombres que han cifrado en él todas sus esperanzas, todo su amor, sus últimas fuerzas. Hay hombres moribundos; otros que esperan un vencimiento y no querrían que nunca llegara mañana. Hay otros para quienes mañana asomará como un remordimiento. Otros, en cambio, se sienten fatigados, y esta noche no será nunca lo bastante larga como para proporcionarles el descanso que necesitan. Y yo, yo que he desperdiciado el día; ¿Con qué derecho me atrevo a invocar el día de mañana?”

Alain Fournier




“(...) Pero, cuando se ha vislumbrado el Paraíso, ¿Cómo contentarse con la vida de todos? Lo que para los demás es la dicha, a mí me resultaba irrisorio. Y cuando, sincera y deliberadamente, decidí un día hacer como todos, coseché remordimientos para rato...”

Alain Fournier