“A veces pienso que me caí de otra galaxia.”

Ana María Matute


"Al principio, la madre le compró algunos juguetes, que la niña agarraba con la mano izquierda, levantaba gravemente hasta la altura de los ojos y observaba con cierta ensoñación. Luego, escarbaba con sus uñitas en ejes, junturas, ruedas y ensambles. En ocasiones, se hacía con un destornillador, martillo o navajita.
Todo esto no era demasiado raro, aunque a la madre le preocupase. Oía quejas parecidas, expuestas por dolientes madres. Pero nunca con tan matemática y casi imperturbable insistencia.
La niña era alta, de pelo negro y liso, ojos redondos y piernas cubiertas de cicatrices, parches y postillas. Andaba siempre de un lado a otro, con aire vago, tocando lo que no debía, manchándose, hiriéndose, rompiendo, metiendo los dedos en lugares inadecuados. Desde siempre —desde que la miró, recién nacida— la madre experimentó sensaciones distintas a las que, según había oído, inspiraban los hijos. Fue como si en aquel momento se estrellaran todas las teorías leídas o escuchadas acerca del sublime sentimiento de la maternidad. Aquel ser no tenía mucho que ver con ella.
No es que no quisiera a la niña. Naturalmente, al principio, su amor era confuso, una contradictoria mezcla de asombro, soterrada alegría, susto, y una cierta pereza ante los acontecimientos. Pero estaba claro que aquella criatura no era el famoso «pedazo de su carne» que tan prolijamente le fuera ponderado como el máximo premio a alcanzar en una femenina vida. Lo que estaba bien claro era que aquel pedazo de carne —no demasiado hermoso en honor a la verdad— era en sí mismo su propio e intransferible pedazo de carne.
La niña se llamó Claudia, por ser este nombre el de una heroína de novela que a la madre le gustó, en su ya lejana adolescencia. Pero de aquella romántica Claudia de sus admiraciones, la nueva Claudia no heredó nada. Resultó una niña (aunque este epíteto no se lo confesara la madre abiertamente) prácticamente funesta, que muy pronto dio señales de un carácter especial.
Entre otras cosas, Claudia comía desaforadamente. Estaba provista de un estómago envidiable, aunque su paladar no pudiera calificarse de refinado: le daba lo mismo una cosa que otra. Primero, contemplaba el plato con expresión concentrada, no exenta de cierta melancolía. Y luego se lanzaba sobre él, y lo reducía a la nada.
Durante los primeros años, la madre luchó con Claudia, intentando inculcarle ciertos modales, explicarle lo que se tiene por comer bien y comer mal. Hasta que, fatigada, hubo de contentarse ante la idea de que Claudia, en puridad, no comía mal. Simplemente, fulminaba la comida, como fulminaba cuanto se pusiera a su alcance. Y como era de gran agilidad y rapidez, trepaba y llegaba a donde nadie imaginaba treparía y llegaría.
A los ocho años, la madre llevó a Claudia a un psiquiatra. Salió de allí llena de confusiones. No creía haber frustrado a Claudia, ni haberle prohibido algo demasiado severamente, ni que su clima familiar perjudicara a la niña, pues tanto su marido como ella eran vulgares y sanos. No recordaba ni tenía noticia alguna de abuelos sádicos, inventores o poetas. Todos fueron modestos comerciantes, sin demasiada ambición.
Claudia entró y salió del psiquiatra sin inmutarse. Poco habladora, persiguiendo seres y objetos con la mirada de sus ojos amarillos (que, a veces, se teñían de una profunda melancolía) sufrió con aire ajeno tests, provocaciones, caricias y análisis.
En ocasiones, al parecerle que Claudia se sumía en una misteriosa, recóndita tristeza, la madre indagaba."

Ana María Matute
Algunos muchachos



“Allí estaban de nuevo los bosques de robles, en las laderas los chopos orgullosos, afilándose, verdes. En grupos, y, no obstante, cada uno de ellos respirando su soberbia soledad, como los mismos hombres. Aquellos hombres de Artámila.”

Ana María Matute



"Creo en las mujeres escritoras, pero no en la literatura femenina, porque tampoco creo en la masculina. Desde que han entrado estos señores del márketing… Voy a decir una palabrota como aquella vieja gallega: “¡Judiose!”."

Ana María Matute


"Durmieron en el mismo chozo de barro, bajo los robles, aprovechando el abrazo de las raíces. En el chozo sólo cabían echados y tenían que entrar a gatas, medio arrastrándose. Pero se estaba fresco en el verano y bastante abrigado en el invierno. El verano pasó. Luego el otoño y el invierno. Los pastores no bajaban al pueblo, excepto el día de la fiesta. Cada quince días un zagal les subía la collera: Pan, cecina, sebo, ajos. A veces, una botella de vino. Las cumbres de Sagrado eran hermosas, de un azul profundo, terrible, ciego. El sol, alto y redondo, como una pupila impertérrita, reinaba ahí. En la neblina del amanecer, cuando aún no se oía el zumbido de las moscas ni crujido alguno, Lope solía despertar, con la techumbre de barro encima de los ojos. Se quedaba quieto un rato, sintiendo en el costado el cuerpo de Roque el Mediano, como un bulto alentante. Luego, arrastrándose, salía para el cerradero. En el mismo cielo, cruzados como estrellas fugitivas, los gritos se perdían, inútiles y grandes. Sabía Dios hacia qué parte caerían. Como las piedras. Como los años. Un año, dos, cinco."

Ana María Matute
Pecado de omisión




“El día que yo piense que he escrito algo perfecto, estaré muerta (como escritora).”

Ana María Matute



“El dolor es más llamativo que la felicidad.”

Ana María Matute



“El escritor nace, no se hace: es una cuestión de ser o no ser.”

Ana María Matute



“El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida, porque acaba siendo verdad.”

Ana María Matute



“El que no inventa, no vive.”

Ana María Matute



“El ser humano no ha evolucionado tanto. Ha evolucionado la tecnología, pero el hombre sigue llorando como en la Edad Media, sigue odiando, sufriendo y muriendo de amor como Aranmanoth. Han cambiado las formas externas del amor. Los chicos de ahora no aman de la misma manera que Romeo y Julieta, pero el sentimiento de quien ama de veras es el mismo.”

Ana María Matute


“En un ser humano la lealtad es muy importante.”

Ana María Matute



"Entonces, Zazu pareció despertar. Bruscamente se apartó de él. Sus manos estaban abiertas sobre el pecho de Marco y notaba en las palmas los latidos de su corazón. «Su corazón, lleno de sueños. Su corazón, un gran velero incierto, sobre un mar de arena. Su corazón, un velero perdido en la arena seca, sedienta, resbaladiza y traidora, que lo tragará». Bruscamente, quiso apartar de sí aquel corazón, deseó no haber escuchado jamás aquel corazón. Le empujó con violencia, y Marco, sorprendido, vaciló sobre sus pies ridículamente. Estuvo a punto de caer al suelo.
Zazu se sintió liberada, y empezó a reír.
—¡Oh, Marco, pobre Marco! —dijo, con burla—. Parecías un pobre polichinela con los hilos rotos.
Marco palideció de ira. Por un momento su rostro adquirió un tinte terroso. Pero casi en seguida, toda señal de cólera desapareció, y un frío cansancio ablandó sus facciones. «Los globos de colores caen a la tierra picoteados de pájaros». Marco volvió desdeñosamente la espalda y se alejó en dirección a Oiquixa. Zazu quedó mirando las huellas que sus pies dejaban en la arena. Luego escupió sobre ellas, con rabia.
Sin embargo, cuando ya no le veía, fue ella siguiendo lentamente aquellas mismas huellas. Se hirió en un pie con una concha afilada, y, sobre el oro pálido de la arena, fue trazando un sutil caminillo de sangre.
Cuando las grandes sombras oscurecieron Oiquixa, Marco habló a Ilé Eroriak:
—Muchacho, ha llegado nuestra hora. ¿Recuerdas lo que te dije en cierta ocasión? Yo dije: «Recorreremos el mundo, como dos hermanos». Bien, pues ese día ha llegado ya. Huyamos, Ilé Eroriak, huyamos de estos muros de piedra, de estas sombrías callejuelas. ¡Tú aún no sabes lo que es libertad! Escúchame: cuando la luz del alba dore las tejas del campanario —señaló la torre de la iglesia—, partiremos para no volver. ¡Oh, mi querido Ilé Eroriak, alma blanca, espíritu inmóvil! ¡Querido hermano, tú jamás me abandonarás! ¿Qué nos importa a ti y a mí la estupidez humana, el egoísmo, la dureza? ¿Qué se nos da de sus problemas, de sus almas pequeñas, de sus huecas ambiciones? Tú y yo, Ilé, no lo dudes, somos como dioses entre tanta estulticia.
Marco se detuvo para tomar aliento, pensativo. Él mismo quedó algo impresionado por el tono de su voz.
Poco a poco, fue apagándose, y se relajaron sus músculos. Hasta que, al fin, apoyó la cabeza sobre la fría piedra y empezó a llorar ásperamente."

Ana María Matute
Pequeño teatro



“Es un tópico decirme que me identifico más con el libro que estoy escribiendo en este momento. Pero no solo me pasa con los libros que escribo, sino también con los que leo, incluso de mis autores favoritos. Hay momentos en que una se siente más cercana a determinados libros, es algo variable.”

Ana María Matute



“Escribir es siempre muy difícil, sobre todo hacerlo de forma aparentemente sencilla.”

Ana María Matute


"Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo."

Ana María Matute



“Escribir es también una forma de protesta. Casi todos los escritores comparten el malestar con el mundo.”

Ana María Matute


“Escribir es un deseo de recuperar todo lo que se ha vivido y se ha perdido.”

Ana María Matute



“Escribir no es solamente una profesión y una vocación: es una forma de ser y de estar.”

Ana María Matute


"Escribir para mí no es una profesión, ni siquiera una vocación. Es una manera de estar en el mundo."

Ana María Matute


“Escribo en castellano porque mi madre nos hablaba en castellano y la madre siempre influye más en la educación. Luego vino la guerra civil y después de la guerra en el colegio estaba prohibido hablar catalán. Hablo catalán, mal, pero lo hablo aunque no lo puedo escribir. Escribo en el idioma que pienso. Yo no sé si me siento muy catalana, lo que sé es me siento bien en Cataluña. Me siento en casa.”

Ana María Matute



“Hablar de lo que uno está escribiendo es como destapar un frasco de un perfume precioso: el aroma se evapora. Hay que mantenerlo cerrado y escribir, es lo mejor.”

Ana María Matute


“Hacer llorar es el único pecado en el que creo.”

Ana María Matute



“La ilusión por la vida nos hace soportar la proximidad de la muerte.”

Ana María Matute



“La infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, poético y también cruel, pero sin babosidades.”

Ana María Matute



“La literatura es el sentido mágico de la vida.”

Ana María Matute



“La palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros.”

Ana María Matute



“La palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva.”

Ana María Matute



“La verdadera traición que él temía era secreta e inconfesable: la traición a sí mismo.”

Ana María Matute
Aranmanoth, 2000




“La vida de papel es una vida múltiple y privada a la vez que sólo puede proporcionar las páginas de un libro.”

Ana María Matute



“Lo peor en este mundo es sobrevivir.”

Ana María Matute


“Lo políticamente correcto casi nunca es literario.”

Ana María Matute



“Maestros, modelos, estudios nunca estorban y pueden ayudar; pero no crean.”

Ana María Matute



“Me parecería una auténtica falta de cortesía que dios no existiera.”

Ana María Matute


"Me prometí que jamás volvería a participar en una vida que no era mi vida; que no me mezclaría y confundiría a una raza que subsiste y trepa a fuerza de golpes, artimañas, renuncias, desesperación, odio, amor y muerte. «No moriré, no envejeceré jamás… -me repetía, en un júbilo casi doloroso-. Nunca harán de mí un odre mordido, sacrificado a la incuria del espíritu, humillado por la estupidez, calcinado por el terror."

Ana María Matute
La torre vigía


“Mientras haya un poeta, la poesía existirá.”

Ana María Matute



“No debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad.”

Ana María Matute



“No van a darme el Cervantes, aunque me encantaría.”

Ana María Matute



“Para un escritor, no hay universidad ni escuela que enseñe lo que enseña la vida.”

Ana María Matute




“Si no hubiese podido participar del mundo de los cuentos y si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto.”

Ana María Matute



“Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida.”

Ana María Matute


“Soy independiente, una francotiradora. Nunca me he adscrito a movimientos y menos a modas.”

Ana María Matute


“Tanta tecnología no supone una mejor educación para los niños. En la escuela les privan de conocer la Historia: si no saben ni quién fue Franco, todavía menos Felipe II.”

Ana María Matute


"Tú eres Aranmanoth, Mes de las Espigas, porque en ese mes fuiste engendrado. Y es el mismo mes en que voy a desaparecer yo. Hace muchos años cometí una grave ofensa a mi especie: amé a un hombre, una criatura humana. Un hada no puede permitirse esos caprichos. A lo largo de todo este tiempo he intentado recobrar los atributos de mi condición, pero no me ha sido posible, y el plazo de mi vida se acaba. Muy pronto te enviaré al que te engendró en mí. Espero que él se apiade de ti más de lo que los de mi especie se han apiadado de mí. Soy tu madre y bien sé que no te será fácil vivir entre dos mundos. Aún eres muy joven, casi un niño, y antes de que yo me vaya para siempre, escucha cuanto debo legarte:
Aranmanoth, no ames como aman los humanos. Por tu media naturaleza será fácil que caigas en sus redes, pero no lo olvides: no ames como los humanos, hijo mío...
Ahí la voz y el recuerdo se extinguían y, con ellos, la silueta casi transparente de su madre. Aranmanoth no acababa de entender el consejo del hada, y todo en él eran dudas y preguntas a las que nadie podía responder. No conocía bien el significado de la palabra amor. La había escuchado alguna vez de los labios de las mujeres y también en las canciones de aquel poeta que pasó por su casa una tarde, pero el muchacho sólo reconocía la belleza y la emoción que parecía contener y transmitir cuando se pronunciaba. Para Aranmanoth el amor era un enorme misterio que, en aquel momento, tras las palabras de su madre, cobraba vida y se acercaba como una sombra amenazante.
El muchacho siguió recordando. Su memoria se alzaba como un jardín frondoso donde se veía a sí mismo: un niño inocente, de largos cabellos del color de la paja que se trenzaban en las puntas recordando a las espigas. Y se vio entonces conducido por un hombre desconocido, un hombre viejo con aspecto de campesino, que le llevaba de la mano hasta la misma puerta de la casa de Orso, su padre y Señor de Lines."

Ana María Matute
Aranmanoth



“Un libro no existe en tanto alguien no lo lea. Y nunca nadie lee el mismo libro.”

Ana María Matute



“Yo en la novela digo que a veces la infancia es más larga que la vida.”

Ana María Matute



“Yo no escribo para ganar dinero, pero si escribo y tengo que comer, es mejor si me pagan.”

Ana María Matute



“Yo soy una desarraigada nata. Yo voy conmigo a todas partes. Mi mundo soy yo, mis sueños. Cuando voy a un país o a cualquier sitio, yo lo transformo en lo que a mí me interesa, y dejo lo que no me interesa: no lo veo.”

Ana María Matute