Cada sector tiene en sí las características que le faltan al sector directamente opuesto, y carece a su vez de aquello que posee el sector opuesto. En la economía del círculo zodiacal, como en la economía de la naturaleza, de la vida y de la historia, cada fase que lleva de la vida a la muerte, y de la muerte a una nueva vida, está regulada por fuerzas específicas, indispensables todas y distribuidas de manera diversa. Cualquier elemento que refuerce un determinado sector del Zodíaco, lo hace en detrimento del sector opuesto, restableciendo, no obstante, un profundo equilibrio en el todo, donde los contrarios acaban por transformarse en complementarios.

Lisa Morpurgo
Introducción a la Astrología, pág. 28



LA PRIMERA CASA



La propia personalidad, la forma en que uno se presenta ante los demás, la apariencia física. El cuerpo, la salud, la vitalidad. Tradicionalmente asociada con la esperanza de vida por mediación de los planetas emplazados en la casa y del regente del Ascendente.

Todos los significados tradicionales que acabo de citar parecen funcionar en la interpretación de la carta, aunque corno es habitual, no se ve fácilmente por qué.
        La primera casa es el espacio del cielo que ocupa el Sol durante las dos horas, aproximadamente, que preceden a su salida. En función de los ciclos biológicos humanos, este periodo es el punto bajo del día. A partir de ello, es obvio que, aunque sea potente, la primera casa no puede serlo en la medida en que tradicionalmente se le ha atribuido.
        La casa uno es la última que ocupa cada cuerpo celeste antes de salir. Representa por tanto, energías que, aunque sigan operando principalmente en el hemisferio personal del horóscopo, determinan también la relación del área personal de la vida con el área social. La primera casa es una frontera entre dos ámbitos de la existencia, y regula el flujo de las energías entre uno y otro. Por ello corresponde a todos los puntos de conexión que tienen que ver con la transmisión de energía desde dentro del yo hacia afuera.
        En el nivel psicológico la primera casa corresponde a la personalidad, es decir, al conjunto de pautas psicológicas que regulan el flujo de energía desde el interior de nosotros mismos hacia el mundo exterior. “Personalidad” se deriva de persona, una palabra latino-etrusca que significa “máscara”. La personalidad es la cara que presentamos al mundo.
        La casa uno tiene mucho que ver con la autoexpresión individual, pero es también una casa de relación. La expresión del yo que significa se da siempre en relación con los demás. En los asuntos de la primera casa no se obra en el vacío: se es la persona activa en relación con los demás. Si en la casa uno hay una tensión planetaria grave, ésta afectará a las relaciones intimas del nativo con tanta intensidad como las tensiones existentes en las casas llamadas “de relación”, corno la séptima y la undécima.
        En el nivel fisiológico, la primera casa corresponde al cuerpo, en especial la piel y la apariencia física. Ciertamente, de acuerdo con la tradición, con muchos los factores que afectan a nuestra apariencia: no sólo los planetas en la casa uno, sino también los que forman aspecto con los planetas emplazados en la primera, los que están en aspectos con el Ascendente y así sucesivamente. No se pueden establecer correlaciones simplistas entre los signos o planetas en ascenso y la apariencia física, y se han de considerar también las características raciales. Es más probable que el simbolismo de la primera casa, por planetas y por signo afecte a la impresión que nuestro cuerpo produce en los demás, y no simplemente a la apariencia que tenemos.
        La salud es también una cuestión de la casa uno, en cuanto el cuerpo es el medio con que contamos para transmitir al mundo nuestras intenciones, nuestra voluntad y nuestros deseos. La enfermedad no es únicamente incomodidad, sino también la incapacidad de influir en el mundo que nos rodea tan vigorosamente como quisiéramos. La enfermedad nos convierte en seres desvalidos y dependientes en diversos grados.
        El cuerpo es también un receptor de las energías que nos llegan del mundo y la enfermedad puede ser el resultado de un fracaso en nuestra adaptación al mundo exterior. Pero esta captación de energías pertenece más bien a la sexta casa que a la primera, que tiene más que ver con el envío de las energías hacia afuera.

El nivel interno  En el nivel psicológico la primera casa simboliza la parte del yo que escogemos como mediadora entre nosotros y el mundo. Nos creamos un rostro y después lo confundimos con lo que somos. Así, la primera casa representa la imagen que tenemos de nosotros mismos en no menor medida que la que presentamos a los demás. Y no se trata tanto de una representación errónea de nosotros mismos como una expresión incompleta.

El nivel de relación  La mayor parte de los significados tradicionales de la casa uno se encuentran en el nivel de las interacciones entre el interior y el exterior: la personalidad, la apariencia física, uno mismo en cuanto opuesto a los demás... La primera casa representa nuestro sentimiento de estar polarizados en relación con alguien o algo que forma parte del entorno. Somos nosotros mismos en cuanto agentes activos en reí ación con otras personas: en este nivel la casa no tiene significado alguno aparte de nuestra relación con los demás

El nivel externo  En él esta casa significa el grupo propio por oposición a otro grupo. Nosotros frente a Ellos. No me refiero a la habilidad global del individuo para relacionarse con grupos; ese es el dominio de la casa once. La primera significa el propio grupo sólo en relación con un grupo externo. Esta faceta de la primera casa se ve claramente en astrología horaria, en la que -en relación con competiciones deportivas- la casa uno significa "nuestro equipo" por oposición al "equipo adversario".

Los planetas en la primera casa  Significan energías que forman parte de la autoexpresión del individuo en relación con los demás. Es probable que una concentración de planetas en la casa uno incremente la tendencia de una persona a la subjetividad. Se trata de gente que tiende a tomar la iniciativa y a quien le resulta difícil cooperar por el hecho de tener tantos planetas dedicados a volcar su energía en el mundo más bien que a experimentar las energías de los demás. Ser tan capaz de reaccionar ante los otros como de actuar es esencial para poder mantener relaciones de cooperación.
        Algunos planetas en la primera casa tienden a disminuir el énfasis en el yo. Neptuno, por ejemplo, suele empanar la conciencia de la forma en que se proyectan energías sobre los demás, y el nativo puede llegar a mostrar personalidades múltiples, de modo que los demás nunca saben realmente quién es. No me refiero a las escisiones de la personalidad, en las que el individuo no controla el proceso, sino más bien a las personas que dan invariablemente la impresión de estar representando un papel.
        Cuando Saturno está en la primera, el nativo puede estar tan preocupado por la responsabilidad y las exigencias externas que le resulta difícil colocarse por delante de los demás. Las proyecciones de la propia energía en el mundo tienden a estar dominadas por una fuerte noción de la corrección o de lo que está bien o mal. 




LA SEGUNDA CASA



El dinero y los bienes muebles (por oposición a los bienes inmuebles). Los valores, la actitud hacia la riqueza y la propiedad.

La antigua interpretación de esta casa como la del dinero y los bienes muebles funciona bastante bien en la descripción práctica del horóscopo, pero está claramente orientada hacia la adivinación y nos deja en la oscuridad en lo que se refiere a un significado interior que esclarezca la psicología del individuo. Los autores más recientes se acercan más a una interpretación psicológica de la segunda casa, ampliando su significado para referirlo a los valores del individuo y a su actitud hacia las posesiones. Pero, tal como están las cosas, esta interpretación tiene dos fallos.
        En primer lugar, para demasiados astrólogos ha dado como resultado una alteración del simbolismo de Venus y de Tauro, ambos identificados comúnmente con la segunda casa, de modo que de ellos también se afirma que rigen los valores y la actitud hacia la riqueza. Esto parece formar parte de la tendencia general a olvidar que Venus es principalmente el símbolo del amor, el afecto y el arte.
        En segundo lugar, el concepto de “valores” como idea central de la segunda casa está mal definido. ¿Se alude con ello a los valores morales? La segunda casa, ¿es la de cualquier cosa que podamos valorar? ¿Incluye la propia reputación, la posición social, los seres queridos? Si es así, el significado de la casa se expande mucho más allá de lo que estaba implícito en el antiguo significado, más simple aunque fuera adivinatorio. Nociones tan amplias hacen que la casa dos se superponga de forma grotesca con otras. Es necesario mantener la mayor nitidez posible en los símbolos astrológicos, porque de otra manera lo que hay que interpretar es una masa 'amorfa. De una casa podemos sacar casi cualquier cosa que nos permita explicar algo que ya sabemos, pero no hay manera de tamizar las múltiples posibilidades para descubrir algo nuevo.
        Sin embargo, si precisamos y aclaramos un poco las cosas, la asociación del concepto "valores" con la segunda casa no es del todo inoperante. En vez de considerarlos como algo, que tenemos, veámoslo como cosas que hacemos. ¿Cuál es la función que cumplen? ¿Por qué las hacemos? ¿Por qué la preocupación de mucha gente por el dinero va bastante más allá de su necesidad de seguridad material?
        Valorar es un proceso de identificación. Cuando valoramos algo, extendemos nuestro ego hasta ese algo y lo consideramos como parte nuestra. Imagínese que tiene un coche nuevo y, alguien se lo destroza con un martillo. ¿Cómo se sentiría? Probablemente, su sensación sería muy semejante a la que le produciría un ataque personal. Cuando a alguien le entran ladrones en casa, el afectado dice que se ha sentido personalmente violado. Cuanto más nos identificamos con algo como parte de nosotros1 más lo valoramos y más semejante a esta es nuestra reacción. Si usted no responde intensamente cuando le roban o rompen algo de su propiedad, es que no lo ha hecho parte de sí mismo. En otras palabras, no lo valora.
        La identificación de algo externo a nosotros con nosotros mismos, por lo menos en un nivel psicológico inconsciente, es un proceso de apego. Los budistas dicen que esta es la causa del sufrimiento humano, lo que nos mantiene en la rueda de la vida, encarnándonos y reencarnándonos. Creo que en esta idea reside el verdadero significado de la casa dos. Los planetas y los signos emplazados en la segunda simbolizan aquellas energías mediante las cuales nos aferramos al universo que hemos elegido.
        A diferencia de algunos místicos orientales y occidentales, yo no creo que nos encarnemos como resultado de un error cósmico, una tragedia o un accidente. Aunque en general no estamos en contacto con la parte de nuestro ser que toma tales decisiones, creo que nos encarnamos intencionadamente por necesidad de enfrentarnos con ciertas experiencias. El hecho de que nos encarnemos no es afortunado ni desafortunado: simplemente, decidimos hacerlo por nuestras propias razones.
        Al decidir encarnarnos, y al acceder a jugar de acuerdo con las reglas del universo que hemos escogido, debemos apegarnos a ese universo. Al hacer nuestra una parte suya, nos comprometemos con él. Este es el proceso que simboliza la segunda casa. Indudablemente, si no nos apegamos eliminamos mucho sufrimiento, pero cuanto menos apegados estemos, menos comprometidos nos sentimos con cualquier cosa que suceda en nuestro universo. El truco está en comprometernos, pero dándonos cuenta que el compromiso es simplemente una elección nuestra y por lo tanto podemos cambiarla. Dicho de otra manera, debemos ser los amos de nuestros compromisos, en vez de dejar que ellos nos dominen. La tragedia de la gente excesivamente posesiva es que se convierten en los objetos de sus apegos: la mayor parte de su individualidad es prisionera de lo que valoran.
        Hay algunos entes a los que nos apegamos y que no pertenecen propiamente a la segunda casa. Los seres queridos son un ejemplo. Aunque se los puede tratar como si fueran posesiones, transformándolos así en cosas de la casa dos, al hacerlo los privamos de su individualidad y los convertimos en simples extensiones de nuestra propia identidad. Por más que valoremos a nuestros seres queridos, si de verdad los amamos no intentaremos arrebatarles su independencia ni su identidad aparte. El amor es la recíproca valoración de dos personas, sin que el yo de ninguna de las dos se extienda hasta invadir el de la otra. En el amor, dos personas pueden identificarse la una con la otra sin por eso destruir mutuamente sus identidades. Se trata de un proceso reciproco, a diferencia de los que se dan en la segunda casa, que se limitan normalmente a los objetos físicos, porque la mayoría de las personas estamos de acuerdo en que éstos no tienen identidad propia.
        El honor y la posición y el prestigio también son cosas que valoramos y que no corresponden a la casa dos. No son cosas hasta las que nuestro ego pueda extenderse, sino que forman parte de nuestro ego. Son aspectos de nuestro sentimiento del propio valor, tal como los experimentamos en nuestras interacciones sociales. Nuestro yo no está jamás en la segunda casa: por definición, uno no se puede "poseer" a sí mismo.
        Tampoco admito que los valores morales pertenezcan a la casa dos, porque también ellos son aspectos del propio ego, no entidades externas sobre las que proyectamos nuestro ego. No hay un solo símbolo para los valores morales: Júpiter significa el honor, la integridad y la franqueza; el Sol, la propia valía y la integridad; Saturno, la responsabilidad y el mantenimiento de los compromisos; la casa nueve, los valores filosóficos y religiosos, y la décima, el honor social y el prestigio que se adquiere en función de la propia moralidad. La moral en lo que se refiere a las relaciones está simbolizada por los planetas, signos y casas que afectan a nuestras relaciones, y así sucesivamente.

El nivel interno  En este nivel, totalmente dentro de la psique, la segunda casa significa la parte del ego que está dispuesta a fluir más allá de los límites del cuerpo y a apegarse a entes externos, convirtiéndolos en parte del propio ser. Rara vez consciente, este proceso de apego es algo que en general el individuo acepta como dado. Así nos identificamos inconscientemente con nuestro coche y nuestra cuenta corriente, y cuando aquello a lo que nos hemos apegado no está sometido a trastornos ni amenazas, nos sentimos seguros. Que, además, lo que poseemos puede ser realmente útil y permitirnos ser más eficaces es una consideración que no deja de ser secundaria para la extensión del ego.

El nivel de relación  En el nivel de la interacción con el mundo externo, la segunda casa significa nuestra actitud hacia las posesiones y otras cosas a las que estamos apegados, y muestra de qué manera actuamos sobre ellas y cómo las experimentamos. Simboliza las relaciones que tenemos con nuestros apegos y la expresión afectiva de nuestra valoración tal como se manifiesta en nuestro comportamiento. También puede simbolizar la conciencia de aquello a lo que estamos apegados, por oposición a aquello a lo que están apegados los demás. Un ejemplo es nuestro dinero en contraposición con el de otras personas. Y puede representar la conciencia y la vivencia de nuestros apegos por oposición a las energías que nos desapegan de ellos.

El nivel externo  En el nivel que está fuera del yo tenemos el significado tradicional de la segunda casa, es decir, las cosas o entidades en sí mismas: la riqueza, las posesiones físicas y los recursos. La casa dos puede ser fundamentalmente el proceso de valoración en un nivel interno, pero en el nivel externo representa las cosas que están en juego.

Los planetas en la segunda casa  Varios planetas en esta casa tienden a incrementar la necesidad de posesión, es decir, el número y las clases de cosas a las que podemos llegar a apegarnos. Pero ciertos planetas en la casa dos reducen el grado del apego. La gente que tiene aquí a Urano tiende a querer liberarse de los apegos en el plano físico, porque limitan su libertad de movimiento. Evidentemente, Urano en la segunda también puede indicar que se tienen posesiones uranianas, es decir, cosas que permiten al nativo llevar una vida nada convencional.
        Júpiter, si forma aspectos que destaquen su amor a la libertad, también puede tener este afecto. Pero si está asociado con otras energías posesivas, puede incrementar muchísimo el instinto de posesión del nativo.
        Marte puede ser causa de que se actúe de forma temeraria con los recursos. Quizá parezca que éstos no le importan, pero no es más que una apariencia. Lo que está haciendo en realidad el nativo es demostrar su propio control sobre los recursos, al disponer de ellos de cualquier manera que se le ocurra.





LA TERCERA CASA




La mente inferior, es decir, la que opera en el nivel normal y cotidiano. La interacción rutinaria con los demás. La comunicación. Los viajes y desplazamientos cortos. Los hermanos, las hermanas, los vecinos y los familiares a excepción de los padres.

La casa tres simboliza un número mayor de conceptos aparentemente sin relación entre sí que cualquier otra casa, salvo la quinta. El hilo mediante el que la mayoría de los astrólogos modernos han intentado conectar estos conceptos lo constituyen “las interacciones con el entorno inmediato”. La única dificultad con esto es que se trata de una descripción puramente externa de una casa que, al estar por debajo del horizonte a debería tener una dimensión interna particularmente fuerte.
        El significado tradicional de esta casa como “la mente inferior” sugiere, sin embargo, un simbolismo interior, personal y psicológico. Pero, ¿qué es exactamente "la mente inferior"? En ninguna época de la astrología se ha aludido con esta expresión a que la mente esté dominada principalmente por las emociones y la irracionalidad. Ni tampoco es nada parecido al "ello" freudiano, una conciencia animal que nos motiva para hacer sólo aquello que queremos en el más primitivo de los niveles. El resultado de la mente inferior son generalmente acciones más o menos razonables, aunque no se trate del nivel de conciencia que reflexiona y juzga. Su función es el trato con la existencia cotidiana.
        La mente de la casa tres puede ser consciente. Se puede reflexionar sobre ella a voluntad. Si así lo decidimos podemos observar nuestra actitud y nuestra disposición mental en cualquier situación dada para ver lo que sucede. Mientras hablamos, con lo cual ejercitemos una función de la tercera casa, podemos seleccionar y escoger cuidadosamente nuestras palabras si así lo deseamos. Lo más probable, sin embargo, será que miremos al mundo sin tener conciencia de nuestra actitud ni de nuestra disposición anímica. Nuestras palabras seguirán las pautas que hemos empleado rutinariamente durante toda la vida y que en general parecen suficientes, La tercera casa es un nivel de la mente que la mayoría de las veces funciona de forma inconsciente, pero que puede hacerse consciente cuando así lo decidimos. No es inconsciente porque no podamos mirarlo, sino porque normalmente no nos decidimos a hacerlo. Yo llamo mente inferior al nivel de la conciencia que no se reconoce.
        La mente inferior es una capacidad importante. Es como un piloto automático. La interacción normal con el mundo no requiere ninguna atención especial: es algo que se puede atender de manera rutinaria. En realidad, debemos atenderlo de este modo: no podemos permitirnos el lujo de consumir nuestra energía consciente examinando todo lo que hacemos y decimos durante el día. Ocasionalmente podemos encontrarnos en alguna situación en la que no podamos funcionar en este nivel. Quizá nos hallemos en un entorno que desconocemos, sintamos que alguien esta juzgando cada uno de nuestros movimientos o estemos en alguna situación de tensión que nos obligue a ser conscientes de todo. Cada vez que algo así sucede, nos damos cuenta que necesitamos una tremenda concentración. Son pocas las personas que tienen la energía necesaria para funcionar durante largo rato en este nivel de conciencia. A todos nos hace falta contar con algo de tiempo durante el cual podamos relajarnos y funcionar automáticamente sin ser conscientes de nosotros mismos
        Hay actividades en las que el pensamiento consciente estorba. Habilidades físicas como caminar o ir en bicicleta sólo se dominan cuando se las ha aprendido tan bien que los procesos que las integran se vuelven inconscientes (en este punto se vuelven parte de la mente lunar). Uno puede optar por ser consciente de estos procesos, pero si trata de dirigirlos fundamentalmente mediante un intento consciente, lo más probable es que los desbarate. Para que algunos procesos funcionen, es preciso integrarlos en las pautas inconscientes del cuerpo, por más que se hayan iniciado en la mente consciente.
        La comunicación es una parte importante del funcionamiento semiconsciente de la tercera casa.  Como las habilidades físicas, el uso del lenguaje se vuelve en buena medida inconsciente. Cuando hacemos un pedido a una tienda por teléfono no es el momento de reflexionar sobre el mecanismo del habla. Además, normalmente la comunicación es el acto de establecer conexiones con nuestro entorno inmediato para concretar interacciones rutinarias. Cuando en la comunicación interviene una expansión o un salto de la conciencia, la actividad pertenece más bien a la novena casa que a la tercera.
        Los viajes cortos son una proyección de la función de la tercera casa sobre el plano físico. Se trata simplemente de moverse en el mundo cotidiano. Son viajes que no nos sacan del mundo con el que estamos familiarizados en nuestra experiencia diaria. Si un viaje nos lleva a un mundo nuevo y desconocido que nos exige una gran cantidad de reflexión y consideración conscientes para poder enfrentarnos con él, no es una vivencia de la casa tres, por mas corta que sea la distancia física. Durante mucho tiempo, para distinguir los viajes de la tercera casa de los que pertenecen a la novena, los astrólogos trataban de medir el tiempo empleado o la distancia recorrida. Yo creo que el criterio es cómo nos aleja del ámbito de la experiencia cotidiana el viaje. Quienes en los años sesenta experimentaron con LSD tuvieron la vivencia de viajes de la casa nueve sin haberse levantado siquiera de su asiento; no por nada llamaron a esa experiencia trip, es decir, “viaje”.
        Más difíciles de encajar en el esquema de la “mente inferior” son los hermanos, las hermanas y los familiares. Aquí nos vemos envueltos en un problema común en astrología. Aunque con frecuencia parece que las casas simbolizaran a otras personas y entidades, sólo simbolizan nuestra vivencia de ellas. Dicho de otra manera, las casas simbolizan, en el nivel interpersonal y ambiental, nuestras relaciones con estas personas y entidades. La tercera casa no representa a nuestros hermanos, hermanas y familiares, sino que indica nuestra relación con algo que ellos tienen en común, es decir, que son personas de nuestro entorno con las que tratamos de forma más o menos automática. Nuestras relaciones con ellos no son especialmente conscientes ni han sido conscientemente escogidas, como la pareja en la casa siete o los amigos en la once. Simplemente, están ahí formando parte de nuestro mundo. Además, estas relaciones no implican ningún tipo de interacción que pueda situarlas en las Casas cuarta o décima.
        Esto implica que si hemos tenido hermanos, hermanas u otros familiares que no formaron parte de nuestro entorno en la niñez, o con quienes no hemos llegado a establecer el tipo especial de relación íntima e inconsciente que generalmente tenemos con los parientes, estas personas no estarán simbolizadas por la tercera casa. Y sin embargo, aun cuando nunca los hayamos visto antes, es frecuente que al conocer a un hermano, una hermana u otro familiar, la relación asuma un estilo particular.
        Los vecinos, como los parientes, forman parte de las interacciones humanas diarias a las que me he referido más arriba. Lo importante no es la proximidad física, sino el hecho de que la relación sea lo bastante familiar como para que pueda darse con un mínimo de consideración consciente.

El nivel interno  En su nivel de manifestación más profundo, la tercera casa simboliza los aspectos de la mente que se encargan de las funciones mentales y físicas aprendidas conscientemente y las hacen funcionar de forma automática. Como base inconsciente de la disposición mental fundamental de un individuo, la casa tres simboliza el aspecto subconsciente que más influye en la vivencia de la realidad cotidiana. La tercera casa es así, junto con la cuarta, uno de los dominios determinantes de los hábitos. La parte que corresponde a la casa tres es la configuración de la energía psíquica que estructura el hábito, es decir, los procesos psicológicos que de hecho suceden cuando actúa el hábito. Algo muy semejante a la estructura de un programa de ordenador, por oposición a su propósito. La casa cuatro representa el hábito como respuesta a las condiciones o al condicionamiento al comienzo de la vida.

El nivel de relación  En el trato con el mundo exterior, la mente funciona con el "piloto automático" puesto en las interacciones cotidianas. Este nivel se manifiesta como el habla y las comunicaciones rutinarias, y sirve para mantener la relación con el mundo cotidiano. Representa no sólo la expresión de nuestras actitudes y nuestros probaras básicos de comportamiento, sino también la vivencia que tenemos de las actitudes y los programas de comportamiento de quienes configuran nuestro entorno inmediato.

El nivel externo  La mayoría de las descripciones tradicionales de la tercera casa pertenecen al nivel de los entes externos. Los hermanos, las hermanas los demás familiares y los vecinos forman parte de nuestro mundo íntimo y personal. La tercera casa representa también las situaciones y los lugares que constituyen ese mundo: el supermercado del barrio por oposición a Calcuta. Los viajes cortos no son más que un ejemplo del hecho de movernos en nuestro propio mundo personal y de establecer conexiones rutinarias con los demás.
        En resumen, la tercera casa simboliza cualquier aspecto de la vida que no nos exija una expansión de la conciencia por el hecho de encontrarnos con algo que no nos es familiar. Indica asuntos que podemos manejar adecuadamente valiéndonos de nuestras pautas de pensamiento y de comunicación habituales e inconscientes.

Los planetas en la tercera casa  Una concentración de planetas en esta casa indican que se participa en muchas pequeñas interacciones con el entorno personal, en lugar de refugiarse en un rincón para pasarse el día meditando. Hay demasiada energía mental para no permitirle que rebose y se vierta en el mundo externo inmediato. Con frecuencia no se tiene la sensación de estar comunicando nada importante: es como si se quisiera simplemente descargar un exceso de energía mental. Un ejemplo son las personas que charlan y chismorrean en una cháchara interminable. Otros se muestran físicamente inquietos. No se sienten bien quedándose en un lugar dentro de su mundo personal, aunque quizá no necesiten alejarse con frecuencia de su esfera cómoda y familiar.
        La mayoría de los planetas simplemente manifiestan sus energías en asuntos de la tercera casa, pero unos pocos parecen alterar la naturaleza de esta casa o sentirse incómodos cuando están emplazados en ella, por ejemplo, la Luna, cuyo carácter emocional puede interferir en las funciones de la casa tres en cuanto nubla y confunde la comunicación. Lo que se dice puede ser tan emocional y tan personal que ni siquiera los más próximos al nativo pueden relacionarlo con su contenido.
        Neptuno representa problemas similares. En este caso no es el carácter personal de la comunicación lo que dificulta el contacto con los demás a sino más bien su oscuridad. En general, las energías de la tercera casa funcionan de forma lineal, es decir que una idea a una acción o una percepción sigue secuencialmente a otra. Con Neptuno, la secuencia puede ser oscura y difícil de seguir. Con frecuencia, esto se debe a que el planeta abre la mente a un tipo de percepción que no es fácil de comunicar en términos lineales. 





LA CUARTA CASA



Ah, lo maravilloso de una casa no es que ella nos abrigue, que nos caliente, ni que uno sea dueño de sus muros. Sino más bien que haya depositado lentamente en nosotros estas provisiones de dulzura. Que ella forme, en el fondo del corazón, ese macizo oscuro del cual nacen los sueños como aguas de manantial.

Saint Exupery



El hogar. La Vida más personal e íntima. La propia familia, tanto en la infancia como en la vida adulta, el padre y la madre, los antepasados, la tierra natal. El pasado y la relación con la tradición. Los bienes inmuebles y las tierras. El final de la vida.

El significado esencial de la caga cuatro se aclara un poco a partir de las interpretaciones tradicionales. Es una casa de vida interior y personal, por oposición a las preocupaciones externas y sociales.
        Es también la casa de todo aquello que sirve de apoyo para la propia existencia, tanto en el nivel físico como en el emocional. Se trata de un apoyo diferente del que ofrece la segunda casa. El dinero y los recursos materiales constituyen un apoyo para nuestra existencia, pero lo esencial de la casa dos es el apego a los recursos como extensiones de nosotros mismos, no como apoyo. La casa principal del apoyo es la cuarta.
        Sin embargo, el simbolismo esencial de la casa cuatro es aún más profundo. Para hallarlo tenemos que considerar el significado de la cúspide de la cuarta casa, el Imun Coeli, que, como dije en la sección sobre Tauro, es la dirección de la Tierra desde nuestro propio lugar de nacimiento, en la medida en que tal dirección se puede mostrar en el zodiaco. Y la Tierra es la base de todo apoyo de la vida que hay sobre ella. En el sentido más literal, es donde apoyarnos los pies. En un sentido más amplio, es el último soporte de nuestra existencia física. Es la Gran Madre: de su sustancia proviene nuestro cuerpo, y después nuestros alimentos, nuestra ropa y nuestro hogar. Se puede demostrar que todo el simbolismo de la cuarta casa se genera en este tipo de imágenes de la Tierra.
        Muestro hogar, tanto físico como emocional, es nuestro trozo de la Tierra, donde nos asentamos y arraigamos. Es el lugar de la vida personal e íntima donde nos refugiamos después de un día de enfrentamientos con el mundo externo, con la sociedad. Nuestra familia constituyen, o por lo menos así debería ser, personas con quienes no sólo tenemos raíces comunes, sino que también nos brindan apoyo emocional, como nosotros a ellas. Nuestra comunidad es una extensión de la familia, como lo es nuestra tierra natal. Y no se trata de un gobierno ni de un orden político, sino de la propia tierra como lugar físico al que pertenecemos.
        El concepto de pertenencia es importante para distinguir la cuarta casa de la segunda. Lo relacionado con la casa dos nos pertenece, pero nosotros pertenecemos a lo que simboliza la casa cuatro.
        Los bienes inmuebles son nuestro trozo privado de la Tierra, son la tierra sobre la que construimos nuestro hogar. Pero dudo que la cuarta casa tenga nada que ver con la tierra que se compra para especular; ésta más bien parece caer dentro de la quinta, que se relaciona con la especulación, o de la segunda, que tiene que ver con las posesiones. El aspecto más discutible de la casa cuatro es su conexión con uno de los Padres. ¿A cuál de ellos debemos asignarla, al padre o a la madre? Por razones que para mí no son nada claras ni teórica ni empíricamente, la mayoría de los astrólogos sitúan al padre en la cuarta y a la madre en la décima. Pero hay una tradición casi igualmente fuerte que invierte este orden.
        Yo considero que tanto el padre como la madre pueden estar simbolizados por la casa cuatro, dependiendo del papel que cada cual desempeñe a los ojos del niño. La cuarta casa simboliza a aquel de los padres que proporciona el sistema de apoyo en los primeros años de vida mientras que la décima simboliza al que aparece como la figura autoritaria que impone disciplina. Ambos, en diversos momentos, asumen la función de la cuarta casa. De acuerdo con el papel que nuestra cultura todavía sigue atribuyendo a cada sexo, generalmente es el padre quien proporciona el apoyo físico mientras que por lo común la madre ofrece apoyo emocional y se ocupa de forma más afectiva del cuidado de los hijos. Y en la medida en que ambos padres hacen respetar la disciplina' los dos son figuras de la décima casa.
        Para mí, brindar afecto y proporcionar un sistema de apoyo son las actividades que configuran el aspecto maternal de la función parental mientras que enseñar e imponer disciplina constituyen el aspecto paternal. Pero estas dos facetas de la función parental no están necesariamente vinculadas con el sexo biológico de los padres. Creo que a esto se debe que haya confusión sobre cuál de los dos está simbolizado en cada una de estas casas.
        Encerrados en el seno de la Tierra están las huellas de nuestro pasado: estratos rocosos de remotísimas edades, vestigios de antiguas civilizaciones. De manera semejante, la cuarta casa significa nuestro pasado y nuestra relación con la tradición. Simboliza las estructuras físicas, las pautas psicológicas, las actitudes y los recuerdos que heredamos de la raza humana, de nuestros antepasados y de la vida en y más allá del útero.
        Y lo más importante es que la cuarta casa representa lo que está sepultado en el sentido psicológico: el inconsciente. No nos referimos a la noción freudiana de un inconsciente personal como a la idea jungiana de un inconsciente colectivo, que es común a toda la humanidad por el simple hecho de que todos somos biológicamente similares. No se origina en la experiencia individual, sino que nos llega ya sea mediante la herencia ya sea en virtud de experiencias que son absoluta e inevitablemente comunes para todos nosotros, con independencia de las variaciones culturales o individuales. Se genera en procesos cerebrales que tienen lugar por debajo del nivel de la conciencia, de modo que aunque queramos no podemos hacerlos conscientes. Algunos de ellos son funciones del sistema nervioso autónomo; otros son simplemente aspectos del funcionamiento del cerebro de los que jamás tomamos conciencia como no sea por mediación de pautas simbólicas en nuestros sueños, fantasías y mitos. Los símbolos de la astrología funcionan en este nivel: cada planeta representa un conjunto de símbolos en el inconsciente colectivo.
        El inconsciente colectivo sirve, entre otras cosas, para conectarnos a todos los unos con los otros, y esta es su relación con la cuarta casa. Aunque Jung no lo afirmó claramente, en la astrología y en los sistemas del ocultismo está implícita la idea de que en algún nivel del inconsciente todos somos en realidad una única entidad, y de que no hay fronteras que separen a los individuos y, posiblemente, ni siquiera a las especies. Lo único que no nos permite ver nuestra conexión con la unidad de la vida es nuestra confianza en la mente consciente. En cierto nivel estamos siempre conectados con todo, tenemos siempre nuestro hogar en todas partes. El inconsciente colectivo, simbolizado por la cuarta casa, es el cordón umbilical que nos conecta con la totalidad de la vida.
        La casa cuatro, en cuanto final de la vida, también está claramente simbolizada por la Tierra. No sólo nacemos de ella; en la muerte le devolvemos nuestra sustancia física. La tierra es a la vez útero y tumba. Y corno veremos en el capítulo siguiente, a la cuarta casa se la puede ver al mismo tiempo como el comienzo y el final del ciclo de las casas.

El nivel interno  En el nivel más intimo, la cuarta casa simboliza las funciones psíquicas que nos conectan con el resto de la vida. Rige los sentimientos de pertenencia, de "sentirse en casa en" y de estar conectado. Es nuestro vínculo con el inconsciente colectivo, con las pautas psicológicas que compartimos con todos los seres humanos. Simboliza también las estructuras psicológicas que forman parte de nuestra herencia genética o que se generan en los primerísimos días de la vida, que son de adquisición preverbal y están ligadas a lo que somos que es imposible verlas directamente: sólo las deducimos a partir de sus productos, como pueden ser los sueños o algunas formas extrañas de comportamiento. Estos aspectos de la psique son como la Tierra, de la cual, en cuanto astrólogos, somos en buena medida inconscientes. Probablemente porque la Tierra es hasta tal punto parte de nosotros, quizá porque es el planeta más próximo5 nos olvidamos de ponerla en la carta.

El nivel de relación  En el nivel de nuestra relación consciente con otros seres, la cuarta casa simboliza nuestros vínculos más íntimos, que incluyen a la familia y a otras personas que nos apoyan y nos nutren afectivamente, y en etapas posteriores de la vida a aquellos a quienes nosotros apoyamos y nutrimos afectivamente. La casa cuatro nos muestra así los aspectos más personales e íntimos de nuestra existencia social, los que generalmente no ven las personas que no forman parte de nuestro círculo más íntimo.
        Como la cuarta casa simboliza este tipo de relación de intimidad, se relaciona con vivencias infantiles o incluso prenatales cuyas consecuencias son inconscientes y que se convierten en parte del nivel interno de la casa. Son experiencias que pueden -o no- ser fuentes de dificultad cuando en la vida adulta afloran como hábitos y pautas de comportamiento cuya función no es clara. Así como los hábitos de la casa tres son pautas que una vez fueron conscientes y cuyo origen olvidemos cuando están profundamente arraigadas, el origen de los hábitos de la casa cuatro nunca llega a ser consciente.

El nivel externo  El nivel más exterior de la cuarta casa incluye a personas como aquel de los padres que nos nutrió con su afecto, y a otras con quienes tenemos relaciones típicas de la casa cuatro. Incluye también la vivencia que se tiene de la propia casa, del hogar, de la familia, tanto la de la infancia como la de la edad adulta, de la comunidad, el pueblo o la ciudad natal, la nación y así sucesivamente.

Los planetas en la cuarta casa  Una concentración de planetas en la casa cuatro indica la probabilidad de que el nativo tenga una manera muy personal y subjetiva de tratar con el mundo. Son personas qué tienden a ser reservadas, y sin ser exactamente retraídas, les gusta estar solas en su propio espacio, o con las personas de su circulo intimo. Es con frecuencia una indicación de introversión, en todos los sentidos de la palabra.
        Si no se las nutre afectivamente al comienzo de su vida, más adelante estas personas pueden mostrarse retraídas, emocionalmente inseguras y posesivas. En caso contrario, luego pueden convertirse a su vez, en figuras capaces de brindar protección y afecto. Tienen con frecuencia, independientemente de su sexo, un fuerte impulso maternal.
        Las personas con planetas fuertes y que funcionan bien en la cuarta casa tienen un sentimiento de pertenencia. Para sentirse bien no necesitan demostrar nada a nadie ni salir a conquistar el mundo. Aceptan las circunstancias de la vida y no es fácil que se alteren por los cambios inesperados. Poseen un equilibrio y una estabilidad psicológica de los que carecen la mayoría de la gente.
        Pero Saturno, Urano, Neptuno o Plutón en la cuarta, en especial si están mal aspectados, pueden indicar dificultades para dar o recibir afecto y apoyo. Saturno tiende a restringir el flujo de esta casa, de modo que el nativo siente que el afecto que se le brinda es limitado o reducido. Urano significa que el flujo es irregular, imprevisible, o que da de maneras poco comunes. Neptuno suele proporcionar el sentimiento de que el afecto que se recibe es débil, falto de vitalidad, o que se da en un nivel abstracto y no físico. Plutón en la cuarta no restringe especialmente el caudal de energía: es más, puede incrementarlo hasta el punto en que el nativo se encuentre atrapado o limitado por sus afectos, lo que da como resultado la persistencia de problemas de la infancia o de un comportamiento infantil en la vida adulta.





LA QUINTA CASA



El juego y las diversiones. La autoexpresión y la creatividad. Las aventuras amorosas. La natalidad y los hijos. Los juegos de azar, la especulación y las inversiones.

Esta mezcla de ideas no permite distinguir fácilmente ningún significado esencial para la quinta casa, y sin embargo hay uno que se deriva de los significados tradicionales de “juego” y "autoexpresión". El juego y las diversiones es una manera moderna de decir esencialmente lo mismo, pero así se le confiere dignidad. Además añade a la idea de juego un elemento que en realidad es inherente a la palabra, pero que se ha perdido en nuestras actitudes modernas. Para mucha gente de hoy, el juego es trivial: una actividad de la que todos disfrutamos, pero que no nos tomamos en serio. En la última parte del siglo XX, sin embargo, se considera a la autoexpresión casi con tanta seriedad como el trabajo. En realidad, somos muchos los que trabajamos duro para alcanzarla, lo cual es absurdo si nos paramos a pensarlo. Como el juego y la autoexpresión constituyen la esencia de la casa cinco, los analizaremos con un poco mas de atención.
        Para subsistir, generalmente hemos de cumplir ciertas funciones: ganarnos el pan, asegurarnos el techo, etcétera. También hacemos muchas cosas para salir adelante o simplemente para sobrevivir en sociedad. Lo que todas estas actividades tienen en común es que no se practican como un fin en sí mismas. Se las hace solamente por necesidad (real o imaginaria) o para servir a algún otro fin distinto de la actividad misma.
        Pero hay algunas actividades que practicamos por sí mismas. Las hacemos sólo porque queremos hacerlas, nos gusta hacerlas y decidimos hacerlas. Son actividades que no sólo liberan nuestras energías, sino que también dicen algo sobre quiénes somos y lo que nos proponemos. Sin embargo, su propósito no es enunciar nada; lo importante de estas actividades es que constituyen su propio objetivo y son autosuficientes.
        Podemos explorar los misterios del universo simplemente porque queremos saber lo que hay; podemos desarrollar habilidades atléticas para disfrutar de la exuberancia de nuestro cuerpo; podemos crear obras de gran belleza o de un profundo significado: el arte por el arte. Hay incluso quienes viven su vida como una obra de arte.
        Evidentemente, se trata de autoexpresión, y además son actividades lúdicas. Se practican por sí mismas. Y aunque de forma subsidiaria puedan hacerlo, en un sentido primario no sirven a ningún otro fin.
        La ciencia -es decir- la ciencia pura por oposición a la tecnología- es esencialmente un juego. Por más recursos retóricos que se prodiguen sobre la utilidad de expandir nuestro conocimiento (lo cual a menudo es útil), en su origen la ciencia es la actividad de personas que se divierten haciéndose preguntas sobre el universo. Muchos astrólogos, yo entre ellos -y yo-, tenemos la misma motivación. Tanto la ciencia como la astrología nos exigen que trabajemos, pero el trabajo esta- puesto al servicio de la actividad fundamental, que es el juego.
        En realidad, el papel del trabajo en general consiste en ayudarnos a jugar. Optar por vivir es, en sí, la decisión de jugar al juego de la vida. E incluso si, como enseña el cristianismo, el propósito de la vida es glorificar a Dios, en realidad se está al servicio de un Dios que juega.
        El juego no es trivial ni insignificante. De hecho, es lo que es el ser. El trabajo, aunque sea necesario, es secundario: está al servicio del juego. Toda actividad debe ser su propia motivación, o bien debe servir en última instancia al propósito de otra actividad que es su propia motivación.
        La quinta casa se relaciona estrechamente con la primera, que forma parte también de la triplicidad personal de las casas. Pero, a diferencia de la primera, la quinta no implica una realidad exterior en la que se libera energía. Es simplemente el dominio de aquellas energías inherentes al yo que quieren liberarse porque sí. La fuerza de estas energías puede ayudar a un individuo a canalizar energía hacia el mundo por mediación de la casa uno, pero las energías de la quinta no son inherentemente sociales.
        Esto nos lleva a hablar de las aventuras amorosas, de las que se podría esperar que pertenecieran a una casa orientada hacia las relaciones. Entonces, ¿cómo es posible que estén asociadas a una casa de autoexpresión personal, con una mínima dimensión social? La respuesta es que la casa cinco se relaciona solamente con un aspecto de las relaciones amorosas: el del simple disfrute, la diversión, una actividad que se practica por sí misma, sin pensar a dónde nos conduce. En su forma pura, no contaminada por otras consideraciones, el amor romántico es complacerse en una situación sin otro motivo que lo bien que se siente uno con ella.
        E idealmente, el amor estimula la autoexpresión. A través de los ojos de una persona enamorada, se descubren nuevos aspectos del propio ser, aspectos que, al ser apreciados por el otro, florecen. Una enorme proporción de nuestras manifestaciones artísticas ha nacido de la autoexpresión de los enamorados.
        La casa cinco no significa encuentros amorosos y cortejo, con el placer y la diversión consiguientes. Es la etapa en que cada una de las dos personas disfruta simplemente de ser ella misma y de estar con la otra, y en que poco piensan en esforzarse seriamente por funcionar como pareja, lo cual es del dominio de la casa siete. Una relación de la quinta es menos seria y menos comprometida y no significa un contacto tan intimo de persona a persona.
        Una generaci6n atrás el acto legal del matrimonio establecía la transición de una relación predominantemente de la quinta casa a una que pasaba a ser principalmente de la séptima. Pero entre mucha gente joven ya no hay un acto definitivo que marque este paso. Irse a vivir juntos puede ser como un matrimonio legal, pero también se puede hacer de forma tan causal que la relación todavía no ha pasado de verdad a la casa séptima.
        Evidentemente, el carácter de una relación amorosa no es de forma tajante de la quinta o de la séptima: todas son una mezcla. El más recíprocamente dedicado de los matrimonios puede tener este aspecto de dos personas a quienes simplemente les gusta estar juntas, y en la más casual de las relaciones entre dos personas se produce algún intercambio dialéctico.
        Otro significado quizá difícil de relacionar con la autoexpresión y el juego son los hijos, una fuente innegable de responsabilidad. ¿Cómo puede ser "juego" tener un hijo? Es obvio que no lo es en un sentido trivializado. Pero si lo es en cuanto actividad que es un fin en sí misma y la liberación de una energía interior que expresa qué y quién es uno.
        Para la mayoría de las personas, tener un hijo no sirve a ningún fin práctico, un hecho que se ha subrayado últimamente en gran parte de la bibliografía adversa a que se los tenga. Y sin embargo la gente se decide a tener hijos. Incluso muchachas adolescentes que no deberían tenerlos a causa de su edad y de su inmadurez los tienen con frecuencia porque significan algo para ellas, algo que no se puede expresar fácilmente en términos prácticos. Se puede afirmar que tener hijos es una forma de autoexpresión, mediante la cual las personas crean variaciones sobre sí mismas y transmiten además algo de lo que son. Además, por mediación de los hijos restablecen el contacto con la tendencia lúdica y la forma exuberante de autoexpresión de propia niñez.
        Tener hijos es inequívocamente juego en el sentido expandido, pero no es para diversión. Como pesa con cualquier otro juego, lleva consigo un trabajo (piense en el entrenamiento de un atleta, que también es un trabajo subsidiario del juego) y con frecuencia incluso dolor, empezando por los dolores del parto que son los dolores de la creación, que las madres y los artistas comparten. Sacar del yo lo que ha de ser expresado no es siempre fácil, ni lo que se expresa es siempre hermoso: los hijos no siempre salen bien, y las tragedias como Hamlet son otra forma de juego (en inglés, play significa a la vez juego y representación teatral).
        Hasta el siglo XX, en astrología natal, la quinta casa no era la única que simbolizaba a los hijos, ni siquiera la principal. En los libros antiguos las casas décima, undécima, cuarta y quinta, en ese orden, representaban a los hijos. Tanto la cuarta como la décima significaban variantes de la actividad parental, y en cuanto tales se relacionan también con aquellos con quienes desempeñamos ese papel. La undécima significa relaciones con todo tipo de grupos, y la propia familia es el principal ejemplo de uno de ellos. La quinta casa significa concretamente el acto creativo de traer hijos al mundo. Esta antigua manera de considerar a los hijos a través de los horóscopos del padre y la madre abarca la condición parental como un proceso de múltiples aspectos, y me parece mucho más completa que limitarse sólo a mirar la quinta casa.
        Los significados restantes de esta casa son los juegos de azar, la especulación y las inversiones. Todos ellos son esencialmente juegos de azar (yo limitaría las inversiones de la quinta casa sólo a las especulaciones), y en cuanto tales, tienen cabida en la quinta casa como formas de diversión.
        Cabe preguntarse si el elemento aleatorio que hay en los juegos de azar se relaciona con el significado central de la quinta casa. Quizás. Ciertamente, hay un elemento aleatorio en la creación de un hijo: qué espermatozoide llega primero al óvulo no deja de parecerse a una carrera de caballos o a una jugada en la ruleta. Y ni el artista ni los futuros padres pueden estar seguros de cuál será el producto de su autoexpresión creativa. Como el jugador, uno echa sus energías al mundo con cierta temeridad y sin poder estar nunca del todo seguro de las ganancias.

El nivel interno  La quinta casa simboliza aquellas partes de la psique que desean expresar la naturaleza del yo. En cuanto símbolo del ser, esta casa es "ser yo mismo", y significa el impulso de representar el papel que uno ha escogido.
        En otro sentido, simboliza el impulso de crear. La quinta casa es un lugar de energías que están dentro del individuo y tratan de salir, a medida que lo consiguen, le proporcionan el sentimiento de estar vivo y de ser único. Estas energías pueden -o no- necesitar de otra persona para expresarse por completo.

El nivel de relación  En el nivel del yo y el otro, la quinta es la casa de todas las relaciones que se forman principalmente por placer o por necesidad de autoexpresión. Esto incluye los amoríos y también el mero goce de estar con una persona que nos gusta.
        La casa cinco significa también la relación con el producto de nuestra actividad creativa espontánea. Esta es una de las maneras en que la quinta se relaciona con el hecho de tener hijos. Es la casa que principalmente hay que consultar respecto de cómo resultará el hecho de tener hijos, por oposición a la actividad de criarlos y educarlos. (Para esto último, véanse las casas diez y cuatro.)

El nivel externo  En este nivel se da nuestra experiencia de aquello que pertenece a la vez al mundo externo y a la quinta casa1 como los lugares de diversión, los juegos de azar y la especulación. Y también en este nivel se halla el componente perteneciente a la quinta casa de la vivencia que tenemos de nuestros hijos.
Los planetas en la quinta casa  Una preponderancia de planetas en esta casa significa que el nativo tiene una fuerte necesidad de liberar abundantes energías. Con frecuencia tiene mucho que dar -ideas, creatividad y energías exuberantes-, pero no es tan bueno para recibir lo mismo de los demás. Generalmente, se trata de personas a las que les gusta divertirse, pero esto depende de los planetas que haya en juego.
        Mientras que la mayoría de los planetas significan simplemente qué clase de energía se incorporará a la propia autoexpresión creativa, Saturno es notoriamente contrario a la naturaleza de la quinta casa. Las personas con este emplazamiento pueden tener dificultades para liberar las energías de la quinta. Es probable que sean más serias que la mayoría, o que les resulte difícil encontrar placer en algo a menos que tenga una razón “importante” y “práctica” para hacerlo. 




LA SEXTA CASA




El servicio, la servidumbre, los sirvientes. El trabajo, los empleados. La enfermedad. La higiene, la nutrición. Los animales pequeños.

La servidumbre y el trabajo están entre las cosas que niegan al individuo una gratificación inmediata en favor de una necesidad inmediata, Así como la quinta es una casa de autoexpresión, a la sexta se la puede considerar como una casa de autonegación en lo que se refiere al deseo del ego de tener algo ahora mismo. La casa seis simboliza todas las actividades que el nativo no realiza por sí mismas (como las de la quinta), sino en aras de alguna otra cosa, que tanto puede ser una necesidad externa que no ha elegido conscientemente como determinadas circunstancias que limitan su libertad de elección.
        El significado de la sexta casa no suele ser placentero; pero, como la energía de Saturno, es necesario para la felicidad humana. Cualquier actividad que se haga sin más interés que ella misma debe contar con el apoyo de otras que colaboren en su funcionamiento. En la sección dedicada a la quinta casa mencione al atleta que se somete a un entrenamiento riguroso para disfrutar de la práctica de un deporte. Al tener presente la actividad placentera que ese trabajo les proporciona, la mayoría de los individuos son capaces de negarse a breve plazo la gratificación inmediata con el fin de obtener un mayor beneficio más adelante.
        La gente tiene problemas con la casa sexta cuando la actividad de apoyo, es decir, el trabajo, está demasiado alejada de la actividad placentera a la que sirve de apoyo. Entonces el trabajo se vuelve opresivo, se convierte en una negación del juego en vez de constituir uno de sus apoyos. Este es un problema común en una cultura que respeta más el trabajo que la autoexpresión. Tendemos a considerar el trabajo como un fin en si mismo y a perder de vista el hecho de que finalmente todo trabajo, de forma directa o indirecta, sirve a la libre autoexpresión del individuo, que es el objetivo último del trabajo. Cuando la relación de una actividad con su sentido o propósito se oscurece, la actividad pierde sentido. El juego y la autoexpresión siempre tienen sentido; la única actividad sin sentido es el trabajo que, en última instancia, no sirve a ningún propósito de autoexpresión.
        Aquí cabría plantear una objeción. ¿Que- hay del autosacrificio, del altruismo, de las personas que trabajan en beneficio de otras? El autosacrificio voluntario es una opción libre que hace un individuo como acto de expresión de sí mismo. Si yo le doy a alguien algo mío para su beneficio, aunque yo no parezca obtener de ello beneficio alguno e incluso quizás me provoque un daño, de esa manera afirmo quién soy y cuál es el sentido de mi vida. El propósito al que sirve la acción es el hecho de hacer una afirmación puramente por sí misma, quizá por algo en lo que creo, lo cual, después de todo, es un aspecto de lo que soy.
        Lo mismo puede decirse de algunas personas que dan la impresión de trabajar constantemente. Para ellas, eso no es realmente trabajo. Algunas de las personas más trabajadoras tienen muy marcada la quinta casa, no la sexta, porque para ellas lo que otros pueden considerar trabajo es su forma de jugar. Pero la gente con un Saturno fuerte o una casa seis muy acentuada, con frecuencia se siente compelida a dar a los demás la impresión de que trabaja, porque el trabajo parece una actividad más noble; son los pequeños juegos a los que todos jugamos.
        Los antiguos llamaban a la sexta casa de la esclavitud. Al hacerlo apuntaban a su principal patología, es decir que las actividades de esta casa pueden llagar a perder su carácter de apoyo del yo y de su autoexpresión. La esclavitud es, por definición, obligar a la gente a trabajar incesantemente por fines que no les sirven de nada a ellos, sino siempre a algo o alguien más.
        El hecho de que la sexta se relacione con empleados y sirvientes nos revela algo más sobre esta casa. Es no sólo la casa de las propias actividades laborales, sino también la de recibir los beneficios del trabajo de otras personas. Dicho de otra manera, es la casa de nuestra relación con el trabajo y el servicio en general.
        La enfermedad es otra de las cosas que atañen principalmente a la sexta casa. Así como la primera tiene más que ver con la fuerza y las características físicas del cuerpo, la sexta se relaciona más con los factores que interfieren en el buen funcionamiento corporal. Algunos astrólogos relacionan la enfermedad con las otras funciones de la sexta, y la llaman la casa de la eficiencia; según su razonamiento, la salud es simplemente la eficiencia del cuerpo.
        Creo que con esto se pierde de vista lo esencial de la casa seis, es decir, los factores en la vida interior o exterior del individuo que niegan la autoexpresión. La enfermedad no sólo inhibe la autoexpresión física, sino que puede surgir cuando la autoexpresión, en cualquier nivel, se ve frustrada.
        Para entender más a fondo esta idea, recuerde que las actividades de la casa seis no siempre tienen un fin o propósito claramente definido. Lo que no se suele conocer en la bibliografía astrológica moderna es la posibilidad de que la sexta casa describa factores que aparentemente interfieren de forma gratuita en la autoexpresión. Es obvio que incluso la enfermedad puede tener un propósito en el contexto de la totalidad de una vida (o hasta de vidas pasadas, si se quiere). Pero la conciencia normal del ego generalmente ve la enfermedad como innecesaria. Si adoptamos este estrecho punto de vista, puede parecernos que los asuntos de la sexta casa interfieren inútilmente en nuestra vida.
        Aquí es importante la relación de una actividad de la sexta casa con su propósito. Si hay un propósito, siempre se ha de tratar de entender su relación con la actividad de la casa seis. Si no lo hay, es necesario crearse uno, porque, de no hacerlo, el resultado puede ser la enfermedad, que generalmente se instala en un cuerpo dañado por una clase de actividad inadecuada o por un estado psicológico que lo debilita. Por ejemplo, la enfermedad puede resultar de un trabajo (también asunto de la sexta casa) que no sirve a los intereses del individuo o que le exige demasiadas energías para el beneficio obtenido. Con frecuencia, cuando la persona entiende las razones de la enfermedad, puede mejorar enormemente su estilo de vida.
        Algunos de los que practican la astrología médica han llegado a la conclusión de que la relación de la sexta casa con la enfermedad es, en el mejor de los casos, limitada si se la compara con la octava. Ciertamente, esta última casa -tradicionalmente la de la muerte- tiene más relación con las enfermedades que ponen en peligro la vida. Aunque considero que la sexta tiene que ver con las enfermedades, también creo que intervienen en ello la octava y la primera. (y la duodécima).
        Parece que la nutrición y la higiene se relacionan con la salud y la enfermedad, y en cierto sentido -en cuanto mantienen la salud- es ciertamente así. Pero en lo fundamental son actividades subsidiarias, necesarias para el mantenimiento del cuerpo y la mente de modo que el individuo pueda funcionar y autoexpresarse. En cuanto tales, se relacionan más bien con el aspecto de la sexta que con el sanitario.
        El último significado que nos resta de esta casa, los "animales pequeños", es probable que provenga de los días en que se tenían animales pequeños como perros y gatos principalmente para cazar alimañas o guardar la propiedad. En la medida en que estos animales son como sirvientes pertenecen a la sexta, pero en cuanto animales de compañía (es decir, cuando se los tiene sin otro propósito), están mejor simbolizados por la quinta.

El nivel interno  La sexta casa simboliza los factores psicológicos que nos permiten aplazar la gratificación. Este es probablemente el equivalente más próximo a Saturno en el nivel de la casa.
        Como la primera, la sexta está justo debajo del horizonte. Situada en el hemisferio inferior, que corresponde en el nivel interno a la parte interior de la psique, se encuentra, sin embargo, en el lugar inmediato al hemisferio superior. Por ello, está influida por la conciencia de las situaciones externas. Representa la parte del inconsciente que absorbe energías e influencias que desde la experiencia descienden al yo interior. Es la casa donde la experiencia se incorpora a la psique.
        Ello constituye, indudablemente, una de las bases para que sea una casa de la enfermedad, puesto que ésta puede ser un síntoma de las energías que se incorporan al yo interior y que la a la mente o al cuerpo le resulta difícil manejar.

El nivel de relación  El hecho de que la sexta casa esté inmediatamente por debajo del horizonte también tiene su importancia en el nivel de relación. Si consideramos que las energías descienden a la esfera personal atravesando el horizonte occidental, podemos ver que esta es la casa que tiene que absorber la experiencia en un nivel consciente. Sin duda a eso se debe que tenga que ver con las necesidades que se originan en circunstancias externas. En este nivel es donde la sexta es la casa del trabajo y de otras actividades que no se practican teniendo como meta la autoexpresión del individuo.
        Con respecto a las relaciones, la sexta simboliza todas aquellas en las que nos subordinamos a otras personas o éstas se subordinan a nosotros. Indica también las relaciones que se establecen más bien por necesidad, deber o responsabilidad que por placer o autoexpresión.

El nivel interno  En el nivel objetivo, la sexta casa representa la experiencia que tenemos con jefes y empleados. Nuestra actitud hacia la necesidad y el servicio afecta a la forma en que reaccionamos ante estas personas. Si tenemos dificultades para relacionarnos con nuestro propio mundo laboral en el sentido amplio del término, también las tendremos para relacionarnos con quienes están a nuestro servicio y con aquellos a quienes debemos servir.
        La sexta casa se refiere también a las actividades cotidianas de la profesión, es decir, a las tareas concretas que hemos de desempeñar. Sin embargo, nuestro trabajo como expresión de quién somos en la sociedad, pertenece a la casa diez. La sexta es el ámbito principal que determina la profesión sólo si esta es principalmente un medio de subsistencia que no satisface nuestro propósito en la vida. Por ejemplo, es más probable que el trabajo del empleado en una tienda de comestibles, a menos que sea una persona excepcionalmente dedicada a tal actividad e identificada con ella, tenga su indicador en la sexta casa que en la décima. En casos así la casa diez simbolizará cualquier actividad de la que uno se valga para dar un significado a su vida, independientemente de que le represente o no un ingreso.

Los planetas en la sexta casa  Una abundancia de planetas en esta casa indica la probabilidad de que el problema del trabajo ocupe una gran parte de la conciencia, pero no significa necesariamente que el nativo ame el trabajo o sea muy trabajador. Por el contrario, puede que sienta con frecuencia que el mundo le exige demasiado y que le queda muy poco margen para lo que realmente quiere hacer. Pero si hay indicaciones de que el individuo encuentra la manera de autoexpresarse en el trabajo, un tipo fuertemente marcado por la casa seis disfrutará haciéndolo.
        Una acentuación de esta casa también puede significar una gran preocupación por la salud. Esto coincide con el simbolismo de la casa seis y está de acuerdo con mi experiencia. Es frecuente observar que los nativos que tienen muy marcada la sexta se esfuerzan tanto por mantenerse sanos que jamás llegan a estar en contacto con aquello para lo que nos sirve la salud: el placer de vivir. Es posible llevar demasiado lejos el axioma de “Comer para vivir, no vivir para comer”, y éste es un ejemplo clásico de las funciones de la sexta casa que dejan de estar en contacto con el propósito al que sirven.
        Contrariamente a lo que señalan textos más antiguos, yo no encuentro que los tipos de la sexta casa tiendan a ser más enfermizos. En realidad, debido a su preocupación por cuidarse, pueden estar realmente muy sanos.
        De todos los planetas, Saturno es el que se encuentra más a gusto en la sexta, salvo en cuanto puede significar alguien que se olvida de la razón del trabajo. Los demás planetas, en esta casa suelen significar de dónde puede venir el trabajo o con qué áreas de la vida se asocia.
        Si bien quizás el Sol no sea tan exuberante y auto expresivo en la sexta como en otras casas, de hecho consigue que uno se comprometa intensamente en cualquier cosa en la que haya de trabajar. Ninguno de los planetas interfiere realmente en el simbolismo básico de la sexta casa. Incluso Urano, en general significa sólo que el trabajo se realiza en condiciones o con entidades uranianas. 



LA SEPTIMA CASA



Amar es encontrar en la felicidad de otro la propia felicidad. 

Leibnitz




El matrimonio, las asociaciones. Los enemigos y conflictos manifiestos, los procesos jurídicos. Las relaciones con consejeros.

El hecho de que tanto el matrimonio como los enemigos manifiestos estén simbolizados por la séptima es una clave para la comprensión de esta casa, que representa cierta especie de relación que es común tanto al matrimonio como a dos personas trabadas en combate.
        Para entender de verdad la séptima casa tenemos que contrastaría con su opuesta, la primera. Ambas simbolizan la relación entre yo y el otro, pero mientras que la primera pone el acento en el yo, la séptima enfatiza al otro, y en particular al otro en cuanto intimo, con quien el individuo establece un tipo de vinculo de intimidad que convierte, en la medida de lo posible, a dos personas en una.
        En la casa uno el yo proyecta la energía hacia afuera, en el mundo; en la siete su vivencia es, de forma tan íntima como sea posible, la del mundo que devuelve esta energía al yo. La séptima casa está a la vez por encima del horizonte y en el hemisferio occidental, factores que hacen de ella una casa que representa la vivencia de los demás. Esto nos lleva a un punto importante, que ya está implícito en lo que llevamos dicho, pero que ahora hemos de expresar de forma explícita.
        La bibliografía astrológica tradicional da la impresi6n de que la séptima casa describe a nuestra pareja o a nuestro oponente. Pero todas las casas que dan la impresión de describir a otras personas describen en realidad las energías cuya vivencia uno tiende a tener por mediación de ellas, no la realidad objetiva de las personas en sí Es más, es probable que los planetas emplazados en la casa siete describan tanto las energías que uno aporta a las relaciones íntimas como las que recibe de ellas. La diferencia entre la séptima y la primera reside en que generalmente las energías de la casa uno se transmiten al mundo en su totalidad tal como el individuo lo percibe, mientras que las de la casa siete se vuelcan sólo en las relaciones de intimidad.
        Si se parte exclusivamente de la carta natal, no es posible decir si una persona manifestará las energías de la séptima casa en función de la acción o de la experiencia. A la mayoría de las personas, la vivencia de las energías de la séptima parece que se les da a través de otras personas, pero esto es algo que el astrólogo no puede dar por supuesto. Se trata de una de las situaciones en que acierta más si pregunta que si intenta descifrarlas.
        Algo que muchos textos antiguos no aclaran es que no todas las facetas del matrimonio tienen su indicador en la casa siete. El matrimonio es un conjunto de energías relacionadas con la séptima casa y unidas con otras que, tanto psicológica como físicamente, se relacionan con la sexualidad del individuo. El concepto de asociación se aproxima más al matrimonio que el significado esencial a la casa siete.
        En una relación de la casa siete, dos personas establecen una dialéctica íntima, un intercambio en el que se usan recíprocamente como puntos de referencia para autodefinirse ante sí mismas, o bien se valen de la relación para crear una unidad. El primer tipo de dialéctica incluye el conflicto y las relaciones con consejeros; el segundo, la asociación y el matrimonio. En ambos casos, las dos personas sienten que están cara a cara en todos sus contactos mutuos. A partir de esto se debería ver con claridad que dos personas trabadas en una competición directa también tienen una relación de la casa siete, y de ahí los significados de "los enemigos y conflictos manifiestos" y "los procesos jurídicos".
        La séptima se distingue de la undécima en que esta última es principalmente una casa de las relaciones de uno mismo con mucha gente. Cuando indica una amistad, en ésta no hay la sensación de que las dos personas sean una, ni de que se encuentren cara a cara. Si la hay, la amistad se ha convertido en una relación de la casa siete.
        En las relaciones con consejeros, ya se trate de psicólogos o de astrólogos, nos valemos de otra persona para que nos ayude a definir nuestra propia posición. Por medio de la mirada penetrante del consejero, al vernos a través de sus ojos, llegamos a tener una idea más clara de dónde nos encontramos. Una visión objetiva del propio yo por mediación de un enfrentamiento íntimo con otra persona es un concepto importante de la casa siete, simbolizado por el hecho de que la séptima y la primera estén en oposición, que es el aspecto de la confrontación y de la toma de conciencia.
        La faceta más importante de la séptima casa se origina en la naturaleza misma de las relaciones, que son oportunidades de tener la vivencia de partes de nosotros mismos que hemos preferido no ver interiormente. Para que hayamos tomado tal decisión hay dos razones.
        La otra razón es que el juego de la vida exige que tengamos tanto la vivencia del objeto como la del sujeto. La conciencia requiere que haya una dialéctica entre nuestro yo interior y nuestras experiencias externas: si no hay algo de lo que podamos tener conciencia, no puede haber conciencia. Al mismo tiempo, poblamos el ámbito de las experiencias posibles con nuestras propias energías, porque verlas como algo externo a nosotros al mismo tiempo que somos ellas es una poderosa manera de establecer contacto con lo que somos. Solo cuando negamos nuestra contribución a la llamada realidad "objetiva" nos convertimos efectivamente en víctimas de lo que en realidad son aspectos de nosotros mismos. La séptima casa es el más intimo de los enfrentamientos entre sujeto y objeto. En su nivel más alto, esta casa es el símbolo de la dicotomía sujeto-objeto, en la que ambos de hecho son uno.

El nivel interno  En el nivel psicológico, la casa siete simboliza aquellos aspectos de nosotros mismos que se manifiestan cada vez que el mundo exterior se nos aproxima verdaderamente. Como ya se ha visto, las energías de la séptima casa tanto pueden colorear nuestra vivencia de lo que parece ser la realidad externa como determinar la forma en que reaccionamos cuando nos enfrentamos de una forma realmente próxima con otra persona. Mediante las relaciones que establecemos con los demás, nos definimos ante nosotros mismos. Un ejemplo es cuando nos enfrentamos con otra persona para medir qué es lo que somos capaces de hacer en comparación con ella. Aun cuando generalmente experimentamos las energías de la séptima como algo que proviene de otras personas, esta casa es casi tan importante como la primera para indicar la naturaleza de la propia personalidad.

El nivel de relación  En este nivel, la casa siete significa la forma en que nos aproximamos a los demás para establecer relaciones personales de intimidad que hacen que dos personas sean una pareja. Este es el nivel principal de la séptima casa como algo inherente a la relación, en vez de tener total conciencia de que son nuestras o de experimentarlas como provenientes de otra persona.

El nivel externo  En este nivel confundimos nuestra vivencia del otro con su realidad objetiva, de modo que la casa siete da la impresión de que describiera la naturaleza de nuestro cónyuge, de nuestro socio, de nuestros enemigos o de cualquiera con quien hayamos decidido competir. Una vez que establecemos cualquier tipo de relación de la séptima casa, tendemos a considerar a la otra persona como la causa de nuestra propia experiencia. Muchos que han tenido un mal matrimonio tras otro culpan al sexo opuesto en su totalidad, pasando por alto el hecho de que es probable que sus parejas funcionen muy bien en ese tipo de relaciones. Lo que hay que recordar es que, sea cual fuere el modelo que se repite una y otra vez en nuestras relaciones intimas, en realidad nos dice algo sobre nosotros mismos.
        En las relaciones plurales, así como la primera casa es "nosotros", la séptima es "ellos". Esto sólo es aplicable cuando se tiene la sensación de un enfrentamiento directo entre "nosotros" y "ellos"; es decir, que en el sentido plural "ellos" deben ser "vosotros". En vez de significar adversarios personales, en este caso la séptima casa significa los que se oponen a un grupo con el que uno se identifica.

Los planetas en la séptima casa  Una buena cantidad de planetas en la séptima indican a alguien que, solo, se siente incompleto y pugna por llenar el vacío con asociaciones o confrontaciones intimas. Esas personas funcionan mejor en interacción con otras. No son necesariamente pasivas o dependientes, sino que pueden hacerse valer y asumir la iniciativa en el establecimiento de relaciones. Incluso pueden animar a los demás para que confíen en ellas, con lo cual mantienen la relación que necesitan.
        Para llenar el vacío de su vida, algunas personas que tienen muy marcada la casa siete escogen parejas con las que se pelean continuamente. Para ellas, librar una buena batalla es mejor que estar solas. Si otros factores de la carta lo confirman, un individuo con esta casa muy marcada puede ser discutidor. La séptima no es realmente una casa venusiana, al contrario de lo que dan a entender los que la equiparan con Libra y Venus. Este planeta se refiere en efecto a las relaciones, pero sólo a las que son afectuosas y cálidas, y la casa siete no tiene ninguna conexión inherente con el amor.
        La mayoría de los planetas en la séptima sólo significan los tipos de energías que se experimentan por medio de las relaciones, pero Neptuno y Saturno pueden alterar el estilo normal de esta casa. Neptuno nos puede nublar la conciencia de tal modo que no tengamos, por mediación de las relaciones, una imagen más clara de nosotros mismos. La naturaleza de la interacción entre los dos participantes en la relación es probable que sea completamente incierta. Además, Neptuno puede perturbar el equilibrio entre ambos participantes. En general, una relación de la casa siete se da entre iguales, pero cuando interviene Neptuno puede suceder que uno se sienta muy por encima o muy por debajo de su compañero. Además, es probable que elija a personas neptunianas.
        En la séptima Saturno puede simbolizar relaciones poco frecuentes. Esto se debe a que el nativo siente un tremendo abismo que lo separa de los demás o a que se siente abrumado por un sentimiento de responsabilidad hacia el otro en sus relaciones, y le resulta más fácil no comprometerse. Otra alternativa es que la persona con quien se establece la relación sea saturnina, o que uno de los participantes sea mucho mayor que el otro.




LA OCTAVA CASA




El mundo está lleno de esos seres incompletos que andan en dos pies y degradan el único misterio que les queda: el sexo. 

D. H. Lawrence




La muerte. Las herencias. El dinero de los demás. La sexualidad.

El principal significado tradicional de la casa ocho es un remanente de la era en que la astrología formaba parte de las artes adivinatorias, y en que los astrólogos les preocupa mucho el cuándo y el cómo de la muerte de sus clientes. Actualmente, y por diversas razones, la predicción de la muerte se ha convertido en un tabú. En primer lugar, supone que el destino es algo fijo, cosa que hoy pocos astrólogos están dispuestos a admitir. En segundo lugar, como muchas personas piensan en la muerte con miedo, el astrólogo corre el riesgo de darle literalmente un susto de muerte a su cliente por el hecho de predecírsela.
        Las investigaciones modernas sobre la muerte y los moribundos han comprobado que el hecho de que quienes rodean a la persona esperen su muerte puede ser un importante factor que la precipite.
        Es obvio que sólo con sus significados tradicionales, la casa ocho es de utilidad limitada para los astrólogos modernos. Pero a la luz de su significado esencial, asume una importancia vital.
        Esencialmente, la octava es la casa de las transformaciones, de las que la muerte no es más que una clase y no aquella con la que más a menudo se tropieza. Es indudable que la energía de la casa ocho puede ser fuerte cuando alguien muere, pero la mayoría de las veces una energía fuerte de la octava apunta a otros tipos de transformación. En estas ocasiones muere algo, pero en general no alguien.
        La octava no es solamente una casa de muerte, sino también de resurrección. Se extingue un orden antiguo y se inicia uno nuevo; hay tanta renovación como destrucción. Existen razones para tener esperanzas cuando nos encontramos con un fuerte simbolismo en la casa ocho, porque con frecuencia indica que algo que ha dejado de ser útil desaparece de la vida, lo que asegura al individuo una nueva libertad.
        Al estar encima del horizonte, es probable que la vivencia de la octava casa se dé en relación con otras personas. También está en oposición con la segunda, lo que implica que la casa ocho es para el otro lo que la segunda es para el yo. De ello proviene uno de los significados de la octava: el dinero de los demás. Pero otra de las cosas que nos dice es más importante: que las transformaciones del individuo relacionadas con esta casa se producen mediante la dialéctica entre el yo y lo que no es el yo. Igual que con la séptima, nos encontramos con energías que reflejan aspectos internos del yo que hemos preferido no experimentar interiormente. Si la segunda es la casa de los apegos, entonces la octava significa los factores que tienden a liberarnos de aquello a lo que estamos apegados. Veamos ahora esta idea en relación con la muerte y la transformación.
        El mundo físico es inflexible por naturaleza: la materia se resiste al cambio. Decimos que algo perteneciente al mundo físico es material cuando nos ofrece resistencia si intentamos atravesarlo con la mano. Incluso el aire ofrece resistencia. Por lo tanto, cuando nos apegamos a cualquier cosa en el mundo material y, por extensión, a cualquier cosa que no es material, hasta cierto punto nos molesta y limita nuestra capacidad de cambiar.
        Necesitamos ciertas ataduras que nos sirvan de anclaje, y algunas, como el dinero, que nos permitan obrar con eficacia en el universo físico. Pero en última instancia las ataduras nos sirven más de limitación que de apoyo, especialmente cuando se resisten a los cambios que acompañan al crecimiento. Somos  como cangrejos que, cuando el caparazón les resulta insuficiente, deben desprenderse de él para seguir creciendo. Esta es la acción de la octava casa. Puede que sea nuestro propio poder lo que nos obliga a deshacernos de lo que ya no necesitamos en la vida, pero más común es que sean las circunstancias externas, en especial las relaciones. Autores como Zipporah Dobyns han observado la conexión entre esta casa y las relaciones de intimidad. Pero el encuentro entre yo y el otro, mientras que en las relaciones de la casa séptima nos permite definir lo que somos, en las de la octava es causa de transformación.
        Muchos astrólogos han relacionado la casa ocho con la sexualidad, pero no es la única que tiene tal relación. Como una actividad placentera que puede buscarse como un fin en sí, la sexualidad pertenece a la quinta casa, y en cuanto nos ayuda a fortalecer una relación interpersonal se conecta con la séptima. Pero en el orgasmo hay una pérdida momentánea de conciencia y una sensación como de muerte que en realidad pertenece a la octava.
        Las energías de la casa ocho son intensamente emocionales. Parecen misteriosas, extrañas y sobre todo tienen un carácter de predestinación. A ello se debe que, aunque puedan afectar a las consideraciones materiales, funcionen en última instancia en un profundo nivel interior cuya vivencia es, generalmente, emocional.
        La octava casa se asocia con el ocultismo y la videncia. El poder que nos capacita para transformar nuestra propia vida puede capacitarnos también para transformar el mundo que nos rodea, como por arte de magia. Pero en cuanto es una casa que deshace los apegos o ataduras que establece el ego, la octava niega a este último. Generalmente, parece que la voluntad consciente no pudiera controlar las energías de la casa ocho, y es difícil poner estas energías "mágicas" de transformación al servicio de las intenciones del ego. Pero es posible usarlas si nos convertimos en el vehículo de las energías que trascienden el ego dentro del yo. En este aspecto, la casa ocho se parece mucho a la doce.
        Volvamos a la octava como la casa del dinero de los demás o, tal como la he descrito, la de los apegos de los demás. Esto proviene en parte del significado de la casa ocho como los factores que nos obligan a desprendernos de nuestros apegos, en cuanto estos factores suelen pertenecer al mundo exterior, pero no completa del todo la asociación. La razón principal para que este significado esté asociado con la casa ocho proviene de que, por oposición a un significado intrínseco de la casa, éste es derivado. La transformación y el renacimiento son el significado intrínseco; el derivado proviene de que la octava es la segunda casa (el dinero) a partir de la séptima (la pareja, el otro). En la astrología tradicional todas las casas tienen tanto significados derivados como intrínsecos, pero sólo la octava se considera de forma tan destacada un significado derivado como uno intrínseco. Esto se debe probablemente a que la muerte, el significado intrínseco tradicional de la casa ocho, no es aplicable en la mayoría de los casos. Sin embargo, es común que en la vida nos encontremos con el significado de la octava como transformación y renacimiento, y creo que en la mayoría de los casos este significado es preferible al derivado.
        Los significados derivados e intrínsecos se combinan en la casa ocho en "las herencias", es decir, el dinero de otra persona que nos llega por causa de su muerte. Es probable que la octava se refiera a las herencias, pero no se puede dar por sentado que signifique necesariamente una herencia. Primero es preciso establecer que tal herencia es posible.

El nivel interno  La octava casa se relaciona con todas las energías interiores que obligan al individuo a avanzar hacia el crecimiento y el cambio. Dentro de la persona están las fuerzas psicológicas que pugnan por salir a tener la vivencia del mundo. Estas fuerzas interiores son la causa de que nos desprendamos de cualquier cosa que hayamos asumido, y que restrinja nuestra experiencia y el crecimiento resultante. Esto se refiere especialmente a las ataduras físicas cuando comienzan a limitarnos.
        Estas energías son irresistibles porque se originan en nuestra propia dinámica interior. No provienen de un destino externo, sino de nuestro plan de crecimiento: resultan de nuestras opciones vitales. Si las energías de la casa ocho parecen predestinadas, se debe en parte a que nuestras experiencias más inevitables son el resultado de nuestras opciones más firmes. Y también a que rara vez se trata de opciones conscientes, y con frecuencia sentimos nuestros aspectos inconscientes y trascendentales como si no nos pertenecieran.

El nivel de relación  En este nivel, la octava casa significa nuestro enfrentamiento con circunstancias externas que reflejan el dinamismo interior que nos empuja al cambio. Muchos astrólogos han observado la octava en este nivel como una casa de relaciones, porque las relaciones íntimas pueden producir un cambio interior, y con frecuencia de los más radicales. A este nivel pertenece la vivencia de la muerte y renacimiento del orgasmo, y también nuestra capacidad para usar la experiencia como una guía para el cambio.

El nivel externo  En este nivel, la casa ocho simboliza nuestra experiencia de todos los acontecimientos y circunstancias del mundo exterior que aportan o representan transformación: la muerte de otras personas y las situaciones que conllevan crisis, decadencia y renacimiento. Simboliza también las circunstancias que nos obligan a desprendernos de nuestros apegos o a tratar con los apegos de los demás. Es este aspecto de la octava casa el que le da el significado del dinero de los demás.

Los planetas en la octava casa  Una buena cantidad de planetas en esta casa significa alguien cuya vida gira en gran medida en torno del cambio: es decir, una persona a quien le resulta aburrida cualquier situación que se prolonga y que, consciente o inconscientemente, urde las circunstancias que periódicamente transformen su vida por completo. Las crisis que de ello resultan les puede parecer difíciles a los demás, e incluso al propio individuo, pero es frecuente que estas personas sólo se sientan verdaderamente vivas cuando les está sucediendo este tipo de catástrofes.
        Hay ciertos planetas que en la octava casa significan de qué manera abordamos el cambio y la transformación. Por ejemplo, Saturno en esta casa se resiste a las transformaciones, razón por la cual los astrólogos de antaño asociaban este emplazamiento con una muerte difícil. Pero no es tanto un signo de muerte difícil como de resistencia a la idea de cualquier tipo de cambio. 




LA NOVENA CASA



La mente superior. La filosofía, la religión, el derecho. Los viajes largos.

La mejor forma de entender la casa nueve es considerar su oposición con la tercera. Como vimos, la casa tres sintoniza la parte de la mente que se ocupa de las cosas rutinarias y cotidianas. Aunque pueden ser conscientes, estas funciones mentales actúan generalmente en un nivel inconsciente.
        Por contraste, la casa nueve simboliza aquellas funciones mentales que se ocupan de todo lo que no es rutinario no cotidiano. Es la casa por cuyo intermedio nos llegan las ideas, percepciones y formas de pensamiento nuevas: una casa de expansión de la conciencia. Para ser eficaces, estos procesos deben funcionar en un nivel consciente. Siempre que tenemos conciencia de que estamos pensando en algo, esto pertenece a la casa nueve.
        El estilo de percepción de la casa nueve no sólo es consciente; es mas bien sintético que analítico. Se esfuerza por percibir lo que relaciona las partes con un todo y cuál es la pauta que organiza cualquier grupo de entidades. No se satisface con percibir simplemente un hecho: también le interesa su significado. Le importa lo que está "ahí fuera" y la relación del yo con lo que está "ahí fuera".
        La novena casa simboliza la religión, la filosofía y el derecho porque todas estas actividades no sólo interesan por las pautas de relación de las cosas en el universo externo, sino también por la forma en que el individuo encaja en ellas. La religión se ocupa de lo que relaciona al género humano con el universo. Las filosofías, por lo menos las de antaño, describen la organización del universo sobre las bases no sólo naturales, sino también morales y éticas. El derecho es un estudio del contrato social mediante el cual los seres humanos rigen las relaciones que tienen los: unos con los otros.
La novena casa posee un fuerte carácter social, en cuanto los factores externos o las otras personas suelen ser fuentes de ideas nuevas. Pero no es una casa de relaciones en el sentido convencional de la palabra: no buscamos en ella cómo relacionarnos con los demás, a no ser de la más indirecta de las maneras. Es más bien una casa a la que le interesa entender de qué forma las cosas se integran en sistemas. En el nivel de las casas corresponde a Júpiter. Aunque carece del aspecto jupiteriano de amante de la libertad, comparte con este planeta su interés por la verdad.
        La casa nueve se asocia tradicionalmente con los viajes largos, por oposición a los viajes cortos de la tercera. Los viajes largos nos ponen en una situación que no nos es familiar, y por eso nos expanden la conciencia. Tal como dije al hablar de la casa tres, la diferencia esencial entre los viajes de ésta y los de la nueve no depende de su duración, sino de la medida en que nos saquen de nuestro ambiente normal y cotidiano. Es probable que la distinción original entre los viajes de la tercera y los de la novena se haya generado en una época en que recorrer una distancia, la que fuere, significaba inevitablemente entrar en un mundo extraño. Incluso las comarcas adyacentes solían ser muy distintas. Pero en la actualidad es posible recorrer miles de kilómetros sin salir de la homogeneidad de una cultura industrial que abarca la mayor parte del planeta.
        En su mejor expresión, las energías de la casa nueve aportan una visión anticipada. Al proyectarse en la distancia para ver mucho más alía' de las preocupaciones ordinarias del individuo, estas energías pueden detectar anticipadamente lo que se está aproximando desde el mundo exterior. Esto permite que no nos dejemos atrapar por sorpresa cuando los acontecimientos se aproximan lo suficiente como para afectar a nuestra vida íntima y cotidiana.
        Aunque la novena sea una casa dirigida hacia lo externo y situada por encima del horizonte, sus energías pueden en ocasiones orientarse hacia adentro en un intento de auto-comprensión. Desde el punto de vista de la conciencia normal, nuestro ser interior puede resultarnos tan ajeno como alejado está el mundo exterior de la experiencia ordinaria. A menos que las energías de los planetas y signos de la casa nueve permiten otra cosa, sin embargo, la comprensión obtenida por el hecho de indagar en el interior de esta casa puede ser puramente intelectual. Se necesitan diversas funciones planetarias para traducir las intuiciones de la casa nueve al nivel de comprensión visceral que se necesita' para sacar utilidad de tal información.
        A la novena casa se la suele considerar la casa de la educación superior, y a la tercera la de la escuela elemental y secundaria. Esto no es necesariamente así. En la medida en que actúa expandiendo la conciencia de un individuo, toda educación pertenece, por naturaleza, a la casa nueve. En la medida en que la educación no sirve mas' que para imponer disciplina a un individuo y para inculcarle las costumbres de la sociedad sin expandir su conciencia de la verdad, no pertenece a la novena casa. En ese caso es una mezcla de las funciones de la diez (imposición de disciplina), la sexta (trabajo), la cuarta (cuidado de los hijos) y la tercera (programación). Esto ejemplifica el principio de que las casas no significan absolutamente nada en el mundo real: sólo significan las funciones que el individuo puede experimentar, y las relaciones que establece con las cosas que percibe en el mundo externo.
        Por más adecuado que pueda parecer considerar la casa nueve como la de la inteligencia en el sentido de coeficiente intelectual, este significado no es nada seguro. El coeficiente intelectual es una medida de la capacidad para resolver bien las pruebas que se realizan para medir el coeficiente intelectual. Aunque puede tener cierta correlación con el éxito académico, no demuestra necesariamente capacidad para triunfar en el mundo. Quizá la verdadera inteligencia tenga más que ver con la capacidad de crear, innovar y profundizar en la propia vida. Como en realidad no sabemos lo que es la "inteligencia", sugiero que no se asigne este término a la novena casa. Yo prefiero considerarla, en cambio, una casa (y no la casa) de la sabiduría. Creo que la sabiduría es saber lo que es verdad para nosotros y para el mundo y actuar de tal manera que otorguemos a cada cosa lo suyo y no más. Los sabios no están constantemente abrumados por señales interiores que los urgen a hacer cosas que, a juzgar por los resultados, son inadecuadas.

El nivel interno  La novena y la décima son las dos casas más relacionadas con la mente consciente. Pero mientras que la décima tiene que ver con su acción sobre el mundo, la novena simboliza la mente consciente que percibe, experimenta y comprende lo que percibe. Aunque lo que principalmente le concierne no es la acción, la casa nueve tampoco es totalmente pasiva: sus energías hacen que queramos abrirnos a la percepción del mundo que nos rodea. Si los planetas y los signos conectados con esta casa no se oponen a tal apertura, existe el deseo de tener tantas experiencias como sea posible.
        Como casa de la experiencia activa, la novena es el hogar de aquellas pautas psicológicas que modifican nuestras percepciones e influyen en ellas. Nadie observa pasivamente el mundo; la estructura de nuestra conciencia condiciona lo que percibimos y cómo lo percibimos. Por medio de las energías de la casa nueve nos construimos un marco que nos sirve para organizar la experiencia: una filosofía, una visión del mundo, incluso un sistema de la realidad.

El nivel de relación  En el nivel interior-exterior tenemos al individuo que mira hacia afuera, hacia el mundo. Aquí, la casa nueve sintoniza las experiencias de las que nos valemos para configurar nuestra visión de la realidad. Entre ellas puede estar el viaje como forma de expansión de la conciencia, tal como antes lo he definido.

El nivel externo  En este nivel, la casa nueve significa todas las entidades que parecen alejadas de la experiencia cotidiana: los países extranjeros; las filosofías, religiones y formas de vida que en ellos se encuentran, o las personas de formación extranjera o cuyos puntos de vista o estilo de vida son muy diferentes de los nuestros. En este nivel la novena simboliza también a los maestros más bien en el sentido del que enseña, del guru, que de quien impone disciplina. He aquí un excelente ejemplo de cómo la manifestación de una casa en el nivel externo es siempre una proyección de las energías del nivel interno: en última instancia, nuestro maestro no es nada más ni nada menos que la vivencia externa de una energía que llevamos dentro.

Los planetas en la novena casa  Tener varios planetas en la casa nueve es un claro signo de una mala disposición a aceptar los límites del mundo cotidiano en el que el nativo ha sido educado. Son personas que siempre se esfuerzan por tener la vivencia de los nuevo y lo no familiar, por saber más sobre el mundo y la verdad. Con frecuencia se interesan por las disciplinas que expanden la conciencia, como la religión, la filosofía y el derecho, o bien optan por viajar mucho en el plano físico más bien que en el mental.
        Los planetas emplazados en la casa nueve influyen en la forma en que vemos la vida y en nuestro trato con las ideas. Por ejemplo, Urano en la novena indica una persona que se siente cómoda con las ideas nuevas y radicales y que tiende a rechazar lo tradicional. Neptuno en la misma casa puede indicar alguien a quien atraen las percepciones y los conceptos religiosos y espirituales y también, posiblemente, a una persona cuya filosofía de la vida no es clara. Saturno en la novena podría indicar un individuo cuyas ideas son definidas, fijas y de naturaleza práctica, y Venus a alguien cuyas ideas están más influidas por la estética que por la lógica. Cada planeta puede imponer el sello de su propia energía al estilo de concepción del mundo del nativo. 




LA DECIMA CASA



La carrera o la profesión. La posición social, el honor o la reputación del nativo. Nuestro padre o nuestra madre. Las personas que tienen poder sobre nosotros, ya sean jefes, patrones o funcionarios del gobierno.

Por la lista que antecede se ve que la décima es una casa externa, que condiciona mucho el hecho de estar en el mundo. Este es uno de los lados de la casa diez el otro es que, como todas las casas desde la siete hasta la doce, a la décima se la entiende mejor en función de su casa opuesta. Simboliza aquellas energías que contrapesan a la casa cuatro y nos sacan de las preocupaciones impuestas por ésta.
        Tal como vimos, la cuarta simboliza lo que hay de más personal en nuestro mundo, el trasfondo de donde provenimos, el lugar donde nos refugiamos y lo que fue nuestra precoz experiencia del cuidado y el afecto. A lo largo de la vida, simboliza todo lo que hay en nosotros de más intimo y más alejado del mundo exterior. Esto incluye el inconsciente.
        La décima, por su parte, simboliza nuestra salida al mundo, las personas que nos guían en ella y los aspectos de la mente que más se relacionan con el mundo externo.
        Para que el individuo pueda pasar de la condición de niño a la de un adulto que desempeña un papel en el universo social, tiene que haber energías que lo atraigan fuera del útero y del hogar de su infancia, generando una interacción creciente con el mundo exterior. Estas son energías de la décima casa.
        En la niñez la vivencia de estas energías se da por medio de los padres, en cuanto ellos disciplinan al niño, apoyan sus esfuerzos por crecer y le enseñan cómo arreglárselas en el mundo. Aunque esto lo hacen en cierta medida ambos padres, la casa décima simboliza por lo común a la persona (sea o no biológicamente el padre o la madre) que más desempeñó este papel. Según mi experiencia, la décima es la casa de la función parental, pero ésta no siempre está relacionada con el padre biológico.
        Aquellos a quienes en los primeros años uno siente como figuras de la casa diez son, ciertamente, figuras de autoridad, y la vivencia que se tiene de ellas da la pauta para la vivencia de todas las figuras de autoridad posteriores. Esta es la razón por lo que la décima casa representa a las personas que ejercen autoridad sobre nosotros, e incluso la relación que tenemos con el gobierno como un todo.
        Las figuras de la casa diez ayudan también a encontrar los propios objetivos en la vida: algo que llegar a ser, un papel que desempeñar. Mientras que la cuarta significa un modo de ser que está fundamentalmente satisfecho consigo mismo, la décima significa a menudo un estado al que se aspira, pero que todavía no se ha alcanzado. Así, el tema de la insatisfacción con el lugar donde nos encontramos en la vida es inherente al simbolismo de la casa diez. De modo similar, mientras que la cuarta es una casa en la que sólo tenemos que existir sin necesidad de demostrar que valemos, la décima está fuertemente asociada con la idea de realización, de hacer algo y de desempeñar un papel por el que podamos ser identificados.
        Generalmente, a la pregunta: "¿Tú qué eres?", la gente responde con una descripción de lo que hace para vivir. De esto viene la asociación de la décima casa con la carrera o la profesión. Aquí no se trata del trabajo de la sexta, que realizamos simplemente para ganarnos la vida, sino del trabajo que proporciona un papel social, con el que podemos identificarnos y por el cual nos identifican. Si el trabajo no proporciona este sentimiento de identidad, es probable que lo obtengamos en algún otro ámbito. Por ejemplo, podría ser que alguien se ganara la vida como funcionario de correos y que fuera nacionalmente conocido como coleccionista de Bellos. SI esta afición le proporciona un sentimiento de identidad, y es el principal rasgo por el cual se lo conoce, entonces la actividad de la casa diez es la de coleccionista, no la de funcionario de correos.
        Por todo ello debería ser evidente por qué la décima casa significa la posición social, el honor y la reputación de una persona. En realidad, la astrología ponía antaño más énfasis en la casa diez como signo de posición social que como determinante de la carrera.
        En esto está implícito, aunque no se lo precise en la bibliografía existente referida a la casa diez, algo que para mí es sumamente importante. La décima casa puede ser la clave para entender nuestro modo de autotrascendencia: es decir, en qué dirección debemos evolucionar para llegar a vivir y expresar en su nivel más alto y consciente el simbolismo de nuestro propio horóscopo, con todas las diversas energías que componen el yo integradas recíprocamente en el grado más elevado posible.
        ¿Por qué ha de ser así? Llegar a establecer una interacción con el mundo exterior es algo que pertenece a la naturaleza de nuestra pauta evolutiva. Así es el juego de la encarnación en el universo físico. A partir de la matriz vamos pasando al hogar y a la familia, a la escuela, al mundo, y después a desempeñar un papel social propio, y no es necesario que nos detengamos ahí. ¿Por qué, si cuentan con el apoyo del entorno, estas mismas energías de la décima casa no habrían de conducirnos a mundos que trascienden el universo social? Si la Tierra es la matriz de la existencia física, y la casa décima simboliza las energías que nos hacen salir del útero, entonces esta casa también ha de simbolizar lógicamente las energías que nos guían a adentrarnos en el entendimiento trascendental. ? Mientras que la novena significa el maestro interior que nos lleva a salir fuera y a entender más, la décima simboliza nuestra búsqueda de un papel que desempeñar en el mundo guiados por nuestro maestro. La casa diez puede ser una profesión que trascienda el mero trabajo con que nos ganarnos la vida.
        Como es natural, en términos prácticos la décima casa se limita generalmente al papel social. Pero considero que si se mira su simbolismo desde un punto de vista metafísico, se pueden obtener datos válidos sobre cómo podemos crecer tanto en el plano espiritual como en el mental. Por lo menos, la casa diez nos puede guiar para hacer que nuestro trabajo sea más eficaz y gratificador.
        Así como otras casas significan la vivencia que tenemos de los demás cuando cumplen con su papel, la décima significa también la forma en que desempeñamos las funciones de la casa diez para los demás: nuestra manera de hacer de guía o de figura autoritaria o que impone disciplina. Como dije en relación con la quinta casa, antiguamente la décima solía ser una de las cuatro casas que representaban a los hijos. Así como significa la vivencia que tenemos de la persona que ha desempeñado en nuestra vida el papel de padre, también puede indicar nuestra propia capacidad para asumir ese mismo papel con nuestros hijos. (Tenga presente que cualquiera de los dos progenitores puede desempeñar el papel de padre según las circunstancias.)

El nivel interno  Incluso en este nivel, la décima casa no funciona en un vacío totalmente aparte de otras personas. En su interés por contestar a las preguntas "¿Quién soy?", "¿Qué soy?", "¿Qué estoy haciendo?" y "¿A dónde voy?", requiere normalmente un marco social a fin de poder llegar a sus definiciones del yo.
        Mientras que la casa nueve simboliza la mayor conciencia posible de lo que no es yo, la décima representa la mayor conciencia posible del yo. Y mientras que la novena simboliza la mente consciente que se abre a la experiencia del mundo externo, la décima representa la mente consciente que se abre para actuar en el mundo externo, para desempeñar un papel en él.
        En este nivel, la casa diez también puede indicar la interiorización de energías que originariamente eran externas. Por ejemplo, he dicho ya que la décima puede indicar nuestra capacidad para asumir con otra persona, especialmente con un hijo, el papel de padre o de figura guía. Esto es el resultado de una interiorización de nuestra propia vivencia del padre: la figura paterna, independientemente de quién haya sido, se convierte en un aspecto de nuestra propia mente. De este nivel proviene el superyó freudiano, que corresponde aproximadamente a la conciencia, el ámbito interno que decide entre el bien y el mal.

El nivel de relación  La décima casa significa todas las relaciones entre nosotros y los demás en que haya desigualdad donde una persona desempeña un papel dominante con respecto a la otra, que explícita o implícitamente asume el papel de un niño o de alguien dependiente. La esencia de una relación como ésta es que la persona que desempeña el papel dominante enseña o guía a la otra. La desigualdad inherente en estas relaciones es, en general, normal y adecuada más bien que patológica. El conocimiento superior de la figura guía y la orientación que ésta proporciona son útiles y necesarios para quien los recibe.

El nivel externo  En este nivel se da la experiencia de aquellos que actúan como guías, de los que imponen disciplina, de las figuras de autoridad o de las personas que tienen poder sobre nosotros, como jefes, patrones y funcionarios del gobierno. La vivencia que tenemos de estas personas se relaciona con la forma en que experimentamos en nuestros primeros años a la figura paterna. Ciertas indicaciones planetarias sugieren que se puede tener reacciones fuertes ante maneras de ejercitar la función paterna que encarnan la energía de ese planeta, o que quizá tendamos a atraer a figuras de autoridad con las que tengamos dificultades. Esto hace pensar que las dificultades que tenemos con nuestro padre u otras figuras paternas (que con mucha frecuencia incluyen a la madre) son la fuente, o quizá más exactamente la primera manifestación, de nuestra pauta personal en el trato con esa clase de personas a lo largo de la vida. Si no hacemos ningún esfuerzo por tomar conciencia de ello y superarlo, podemos pasarnos toda la vida librando las mismas batallas que libramos con nuestros padres.

Los planetas en la décima casa  Una buena cantidad de planetas en la casa diez significa una fuerte orientación paterna en la personalidad, que se expresa como una necesidad de logro, de ser una persona importante en el mundo y reconocida como tal, de que haya otros que dependan de uno y de autojustificación por la magnitud y la calidad de lo que se realiza. Una casa diez activa no garantiza la fama, pero generalmente indica que uno tiene -o intenta tener- su destino en sus manos.
        Saturno en la décima trata de actuar con los demás, en el nivel profesional, como una figura paterna. El resultado suelen ser maestros que insisten en la disciplina y en el desempeño de un papel correcto en la sociedad en vez de subrayar la expansión de la conciencia (que corresponde al estilo didáctico de la casa nueve).
        Neptuno en la casa diez puede indicar a alguien que tiene dificultades para hallar su papel o su dirección en la vida. Con frecuencia, la mejor resolución para este problema está en interesarse por algo que trascienda la propia importancia individual, y que puede ser una causa, una búsqueda espiritual o simplemente ayudar al prójimo. Piscis en esta casa tiene un efecto similar.
        Urano en la décima puede indicar a alguien que se siente incómodo con la idea general de la casa, y con frecuencia se expresa como una vocación o una orientación vital fuera de lo común. 



LA UNDECIMA CASA



Los amigos y el círculo social. Las esperanzas, los deseos y las ambiciones del nativo.

Hay dos temas distintos en los significados tradicionales de la casa once, y la relación entre ambos no es obvia. "Los amigos y el círculo social" se pueden entender a partir del hecho de que la undécima casa está por encima del horizonte, en oposición con la quinta. Pero el origen de "las esperanzas los deseos y las ambiciones" es oscuro. Esperanzas, deseos y ambiciones (o, colectivamente, aspiraciones) están en una casa situada por encima del horizonte, pero no se ve enseguida con claridad de qué manera se relacionan con el contacto social, o qué sentido tienen en función del hecho de que la undécima está en oposición con la casa del juego. Sospecho que parte del misterio viene de que al hablar de "aspiraciones" se usa el término en un sentido demasiado amplio. Es probable que la casa once no indique aspiraciones en general, sino más bien una especie particular de aspiración que si se adecue a su otro significado central. Tras haber considerado éste, es probable que se aclare cómo es que las aspiraciones tienen que ver con las relaciones sociales.
        Que la undécima casa esté en oposición con la quinta hace pensar que constituyen alguna clase de polaridad: que la casa once es de alguna manera el otro polo de la autoexpresión personal y el juego u otra actividad que se persiga como un fin en sí. Pero generalmente no pensamos en los amigos como algo que se opone al juego en realidad, es frecuente que amigos y juego vayan juntos.
        La polaridad existe en la idea de autoexpresión personal. La quinta casa está casi completamente centrada en sí misma. Incluso cuando tiene que ver con aventuras amorosas, se relaciona con el disfrute personal de estos amoríos y con la propia capacidad del ser uno mismo cuando se esta con el otro. Igual que la quinta, la undécima es una casa sumamente autoexpresiva, pero la expresión está socializada; es decir, ocurre en un contexto social, y la autoexpresión se ve modificada por las exigencias que impone la relación con los demás. La casa once no nos exige en general que reprimamos nuestra propia identidad; más bien, ésta se integra en la identidad de un grupo, y con frecuencia se expresa como parte de ella.
        Así como la séptima casa simboliza las relaciones de persona a persona, a la undécima se la puede considerar como símbolo de las relaciones de un individuo con muchas personas. Esto incluye a las amistades, porque aunque sólo se suele tener una pareja, generalmente se tienen varios amigos. La séptima casa significa una intensa confrontación cara a cara; en cambio, la undécima es más casual e indirecta.
        Además de las amistades, la casa once significa relaciones como las que se dan al participar en sociedades, organizaciones y otros grupos sociales. Por ejemplo, la relación que tenemos con los otros miembros de una sociedad a la que pertenecemos estará significada por la undécima casa.
        Lo que hay que recordar es que esta casa describe nuestra capacidad de manejar cualquier situación en la que hayamos de relacionarnos con varias personas simultáneamente y donde sea necesario modificar nuestro propio comportamiento para salir adelante. Al mismo tiempo, los amigos o el grupo deben en cambio apoyar al individuo.
        La casa once está por encima del horizonte, indicando su naturaleza social, y es también una casa sudecente, lo que significa que tiene algo que ver con los recursos. Es útil considerarla como una casa los vínculos sociales, por contraposición con la segunda, que es una casa de vínculos personales y con frecuencia físicos. Así como la segunda nos proporciona un anclaje en el universo físico, la undécima nos lo ofrece en el universo social. La idea de la casa once como expresión de vínculos sociales tiene sus raíces en la astrología hindú, que usa básicamente los mismos significados de las casas que nosotros, pero con algunos añadidos y supresiones. La versión hindú de la undécima significa cómo se gana uno el dinero. La segunda se convierte entonces en la casa del dinero que uno tiene y no de la forma en que lo ganó. Ganar dinero y obtener recursos es una función directa de nuestra integración social, y para conseguirlo es necesario que haya interacción social.
        Volvamos ahora a la casa once en su sentido de esperanzas, deseos y ambiciones o, tal como lo sintetizamos, aspiraciones. Primero, creo que la mayoría de las interpretaciones de la "ambición" no pertenecen propiamente a la undécima casa. Sí la definimos como la necesidad de ser eficaz en general, la ambición pertenece a la primera, la casa por medio de la cual incidimos en nuestro entorno inmediato. El indicador de la ambición profesional es generalmente la décima.
        La ambición social o el deseo de ser una persona importante pertenece también a la décima, según la tradición la casa de la posición social y el honor. Probablemente, no se debería usar "ambición" como palabra clave para la casa once.
        Hablar de "esperanzas y deseos" implica como ideales, y de ahí que a la undécima se la llame frecuentemente la casa de los ideales. Estoy de acuerdo en que hay ideales asociados con esta casa, pero yo la considero en primero término como una casa de ideales. Prefiero asignar los ideales intelectuales y filosóficos a la novena, y los morales y espirituales a la duodécima.
        Pero nuestros ideales y aspiraciones están sujetos a la influencia de nuestro circulo de relaciones, nuestra clase social, nuestros amigos y nuestros socios en cualquier tipo de actividad. De hecho, formar realmente parte de un grupo significa compartir los ideales y aspiraciones de ese grupo. Por lo menos, significa tener ideales y aspiraciones compatibles con las del grupo. Uno pertenece a grupos para colaborar en aquello en lo que todos sus integrantes creen. Así, la casa once se convierte no en una casa de ideales y aspiraciones en general, sino de ideales y aspiraciones compartidos, que resultan influidos y modificados por los grupos a los que pertenecemos. Esto no modifica tanto como se podría creer la forma habitual de entender esta casa, porque los ideales y las aspiraciones rara vez se dan en el vacío; generalmente están condicionados en mucha mayor medida de lo que creemos por las relaciones de grupo.

        El nivel interno  En este nivel, la casa once significa nuestra necesidad de abrirnos para establecer contactos con los demás e integrarnos en un grupo. Aunque es una de las casas más sociales, sigue teniendo una dimensión interna, es decir, un nivel de energía que existe dentro del individuo, previamente a cualquier manifestación externa. Esto queda claro cuando algunas energías planetarias emplazadas en esta casa (Saturno, por ejemplo) indican una mala disposición a conectarse con grupos, y las razones para esta renuncia sólo se pueden ver en función de criterios íntimos y personales.
        También en este nivel se encuentran los ideales y las aspiraciones que se comparten. Puede parecer que se originan por lo menos parcialmente en la experiencia externa, y sin embargo la once, como casa situada al este, es una casa en donde la acción en el mundo tiene primacía sobre la experiencia. Dicho de otra manera1 uno tiene los ideales y las aspiraciones que ha de compartir con los demás antes de encontrar con quienes compartirlos. Después, los ideales pueden ser modificados por la interacción resultante.
        Si miramos la casa once en el nivel interno como una casa de apegos a grupos sociales, se puede ver que significa nuestra propia capacidad para identificarnos con otras personas y para hacer de la identidad del grupo como totalidad una parte de nuestra identidad personal. Esto relaciona a la undécima casa con la segunda, que significa nuestra tendencia a convertir los objetos del mundo exterior en parte de nuestra propia identidad.

El nivel de relación  En este nivel, la undécima casa significa tanto relaciones leves de amistad como otras en las que formamos parte de un grupo. Tales relaciones son casi siempre más superficiales que las de compañerismo, pero en ocasiones pueden convertirse en confrontaciones intimas de la séptima casa, como sucede cuando dos amigos se sientan a hablar con el corazón en la mano.

El nivel externo  En este nivel, la casa once significa las personas y los grupos con quienes nos relacionamos. Como ocurre en todas las casas que funcionan en el nivel externo, estas personas encarnan energías que provienen de nuestro interior.

Los planetas en la undécima casa  Una buena cantidad de planetas en esta casa significa generalmente una persona que actúa y experimenta una gran parte de su vida en reí ación con amigos o grupos sociales. No suelen ser individualistas a ultranza, porque necesitan el apoyo del grupo para sentirse bien con respecto a su posición en la vida. Pero por lo común no son tampoco de los que siguen a un líder (salvo Neptuno quizá) Formarán parte activa de los grupos a los que apoyen, en los cuales a su vez hallarán apoyo. Además, compartirán la mayor parte de sus ideales y aspiraciones con el grupo. En relación con la idea general de la undécima como casa de esperanzas y deseos, he visto pocas pruebas de que las personas que tienen una casa once fuerte tengan ni más esperanzas ni más deseos que la mayoría de la gente.
        En general, los planetas en la undécima casa indican la clase de amigos a quienes atraemos, o las energías planetarias que nos afectan en los contactos de grupo. La mayoría de los planetas no modifican mucho los efectos de esta casa ni inhiben la formación de contactos de grupo, salvo Saturno.
        Saturno en la casa once puede indicar solitarios que se resisten a establecer amistades. Estas personas suelen tener la sensación de que los amigos o los grupos sociales les exigen demasiado gasto de energía y les niegan la oportunidad de expresarse. Para ellos es más fácil estar solos, y tener por lo menos la libertad de hacer lo que desean. Cuando encuentran a un amigo o un grupo que no los inhibe demasiado, sus amistades o relaciones de grupo pueden ser muy duraderas. También es posible que Saturno en la undécima indique simplemente una preferencia por amigos saturninos.
        Urano en la casa once puede indicar dificultad para formar contactos de grupo. El uraniano suele ser demasiado independiente para avenirse a seguir los ideales de un grupo. Pero lo más común es que Urano en la undécima indique a alguien que establece contactos con grupos o individuos uranianos.
        Si Plutón está en la casa once y aspectado de tal manera que indique el riesgo de luchas de poder o por el poder, también puede significar perturbaciones en los contactos del nativo con grupos.
        Por otra parte, el Sol o la Luna en la undécima casa indica una necesidad especialmente fuerte de interacción en grupo o de tener amigos. Si se dan otras condiciones que lo refuercen, estos individuos sólo estarán realmente bien cuando vivan en un clima de aspiraciones e ideales compartidos, que los apoye en su proyecto de vida.




LA DUODECIMA CASA




Hemos hallado al enemigo y somos nosotros.

Pogo




Autonegación, sacrificio, karma. Secretos, enemigos ocultos. Hospitales, instituciones de confinamiento o prisiones.

Hay pocas interpretaciones tradicionales de la casa doce que podamos contemplar con auténtica esperanza. Esta casa no sólo tiene reputación de maléfica, sino que además es tradicionalmente la más débil de modo que se supone que cualquier planeta emplazado en ella de poco o nada sirve al individuo. Sin embargo, por las dificultades que tiene la gente con los planetas en la duodécima casa, ya se ve que no es una casa débil. Los planetas emplazados en ella significan con frecuencia las dificultades más graves con que el nativo tropieza, lo que no podría suceder si estuvieran debilitados.
        En épocas más recientes, el trabajo de Gauquelin ha demostrado que como indicador de la profesión y del temperamento, por lo menos, la casa doce es uno de los dominios más fuertes de la carta. Es obvio que se impone la necesidad de alguna especie de reevaluación de esta casa, y eso es lo que intento hacer aquí.
        Como mostraré en el capítulo siguiente, podemos considerar las casas como una secuencia de etapas evolutivas no sólo en el orden tradicional opuesto al movimiento de las agujas del reloj, empezando por la primera, sino también en el mismo sentido de las agujas del reloj, comenzando por el Imum Coeli, y retrocediendo a partir de ahí a la tercera, la segunda, la primera, la duodécima... y así sucesivamente hasta regresar a la cuarta.
        Planteo desde ahora este punto porque, de todas las casas, la duodécima es la que más se aclara gracias a este esquema. Los planetas pasan a ella desde la primera, después de haber cruzado el horizonte en el este. La casa doce es el lugar donde está el Sol inmediatamente antes del amanecer. Este hecho no-cuadra con la visión tradicional de la duodécima como una casa oscura, oculta y secreta. ¡La aurora no es oscura! Pero sí es el primer intento de manifestación de la energía que acaba de asomar desde el hemisferio interior y personal que está debajo del horizonte. La duodécima casa es donde por primera vez sacamos nuestras energías al mundo. Cierto que son energías inmaduras, inexpertas, vulnerables y fáciles de derrotar, pero su efecto sobre la personalidad no es débil. Por el contrario, están en un punto critico y por consiguiente su efecto es fuerte, aunque a veces esté oculto. Si estas energías se convierten en el foco de una crisis temprana en la vida, las consecuencias negativas de esta crisis pueden ser especialmente graves. Veámoslo de la siguiente manera.
        Consideremos que las recién emergidas energías de la casa doce son los primeros intentos vacilantes del individuo por proyectar algo hacia afuera, hacia el mundo. Como vulnerables e inexpertos que son, tales intentos son fácilmente contrarrestados por energías más establecidas y con frecuencia se ven frustrados. En ese caso, ya sea consciente o inconscientemente, el individuo reprime dentro de sí mismo estas energías de alas aun' débiles y sin plumas.
        Cuando una persona decide conscientemente no expresar una de estas energías, la convierte en uno de sus secretos individuales. Pero lo más común es que no pueda aceptarla como parte de sí misma, y la reprima en el inconsciente.
        Sin embargo, inaceptables o no, las energías deben manifestarse. Si la mente consciente está mal dispuesta a aceptarlas o no es capaz de hacerlo, sólo les quedan otros dos lugares para aflorar a la superficie: el cuerpo, en cuyo caso la duodécima se convierte en una casa de enfermedades similar a la sexta, o el entorno, y entonces las energías se manifiestan en otros individuos que encarnan aquello que tememos. Dicho de otra manera, los aspectos del mundo que actúan en contra de nosotros -los enemigos secretos u ocultos, tanto individuos como circunstancias- no son más que encarnaciones de aspectos nuestros que hemos rechazado. Lo que los hace malignos no es su naturaleza intrínseca, sino el hecho de que los rechacemos, un fenómeno que ha sido observado por los estudiosos de la psicología profunda. Cualquier aspecto de nuestra energía psíquica que no se integra en la totalidad del sistema de energías psíquicas que constituye nuestro ser se emancipa, volviéndose autónomo y ajeno. Entonces la vivencia que tenemos de él es o bien la de algo interior que sentimos como externo (por ejemplo, la de estar poseídos por un espíritu), o bien la de algo que vemos como totalmente externo (una circunstancia o una persona)
        La duodécima, en la medida en que es una casa de energías reprimidas y por consiguiente no integradas, es una casa de lo inconsciente, del inconsciente personal, de nuestro propio y privado montón de basura. No se trata del inconsciente de la cana cuatro, el inconsciente colectivo, que es el aspecto de la psique que es inherentemente inconsciente, y no inconsciente debido a la represión.
        Las energías que se han visto sometidas al proceso de represión de la casa doce forman parte del yo, pero no de la identidad consciente. Nos limitan porque se oponen a que nos expresemos. Socavan el ego porque éste las niega. Mientras estemos apegados a nuestro propio ego (o, más exactamente, mientras seamos un ego en vez de tenerlo) y consideremos que nuestra identidad social es lo que verdaderamente somos, las energías reprimidas de la duodécima funcionarán en contra de nosotros. Sólo si podemos llegar a desprendernos del ego, nos será posible conseguir que estas energías operen en nuestro favor. Desde el punto de vista del ego, se trata de un verdadero sacrificio.
        En términos prácticos, esto quiere decir que para tratar con las energías de la casa doce que han sido fuente de dificultades, puede ser necesario trabajar con ellas de una manera en la que no hay lugar para honores ni recompensas. Esto significa un trabajo altruista, hecho por el bien de otros o por una causa que trasciende a cualquier individuo. Si trabajamos en un nivel superior al que puede entender la conciencia ordinaria, esta actividad integrará en nuestra vida las energías de la casa doce, engrandeciendo y fortaleciendo nuestro ser. Por esta razón muchos astrólogos asocian la duodécima casa con el sacrificio, el trabajo espiritual e incluso la iluminación.
        De la misma fuente deriva el karma como uno de los significados de la casa doce. Creo que cualesquiera que sean las energías que anteriores, las pautas con ellas asociadas se replantean esta vida. Si es un karma difícil, es probable que estas das con algún tipo de dificultad en la casa doce.
        Quisiera aprovechar esta oportunidad para condenar lo que se ha llamado “astrología kármica”. Muchos de los que la practican se han aficionado a interpretar la duodécima casa en función del karma negativo, es decir, de las condiciones que limitan y estructuran esta vida sin que el individuo pueda hacer otra cosa que soportar las consecuencias. Y con demasiada frecuencia se considera que una limitación en esta vida es un castigo por pecados cometidos en una vida pasada.
        Esta práctica tiene varias consecuencias perniciosas. La primera, que por lo común es una proyección sobre el cosmos de la propia -y en general primitiva moral judeo-cristiana del astrólogo, quien se expresa como un virtuoso profeta que transmite al cliente la "palabra de Dios". Esto hace que el cliente se sienta malo e incapaz, y de hecho empeora los problemas asociados con la casa doce, que es, para empezar, la casa de los aspectos rechazados del propio yo.
        En segundo lugar, como no hay manera fiable de validar una encarnación anterior, se pone a los clientes en la situación de tener que creerse o no lo que les ha dicho. Si no se lo creen, todavía puede acosarlos alguna duda que debilitará su capacidad para enfrentarse con el problema. Si se lo creen, se ven privados de la posibilidad de hacer nada para resolverlo, ya que, después de todo, ¿qué se puede hacer con el castigo divino? Además, si está preocupado por causas kármicas, es menos probable que esté en contacto con experiencias de esta vida que más adelante puedan arrojar luz sobre el problema y permitirle hacer algo al respecto. Los astrólogos existimos para ayudar a la gente que quiere entender su vida y hacer algo positivo con ella, no para dispensar juicios divinos.
        La mayor parte de lo que he dicho supone que las energías de la casa doce se han visto derrotadas en crisis resultantes de la represión y la alienación del yo por el yo, pero no siempre es así. En muchas personas, las energías de la duodécima casa se convierten en fuente de fuerza y no de dificultades, y llegan a volverse dominantes en su personalidad y en su vida. Esto explica por qué puede ser una causa que determine la profesión y, lo que es aún más importante, ciertas características psicológicas dominantes, como han demostrado las investigaciones de Gauquelin.
El nivel interno  Así como en la primera casa tenemos el potencial para sacar nuestra energía al mundo, en la duodécima tenemos las energías que efectivamente sacamos. Estas energías pueden convertirse al comienzo de la vida en fuente de derrotas o victorias, cualquiera de las cuales puede llegar a dominar nuestra trayectoria vital. Cuando se las frustra se convierten en parte de nuestro yo reprimido o desautorizado, y su falta de integración en el yo consciente puede ser causa de que actúen contra nosotros y afloren, por lo tanto, como nuestros miedos. A nosotros, estos aspectos del yo nos parecen malos o, en el mejor de los casos, los vemos como debilidades. Con frecuencia, ni siquiera los vemos, sino que apenas los podemos deducir de nuestro comportamiento o de las circunstancias que atraemos.
        Para resolver los problemas de la casa doce, suele ser útil que el ego se sacrifique de una manera simbólicamente apropiada a las energías que están en juego. Entonces el individuo puede integrarlas en el yo en un nivel superior al del ego. Así, la duodécima casa puede decirnos tanto como la décima sobre la autotrascendencia. La casa diez puede significar la dirección que tome ésta, mientras que la doce puede decirnos lo que tenemos que hacer para avanzar en esa dirección.

El nivel de relación  La duodécima casa es muy importante en el nivel de nuestra relación con los demás, porque con frecuencia proyectamos los aspectos ocultos de nosotros mismos en nuestras relaciones más intimas. En realidad, muchas veces la duodécima nos dice tanto como la séptima sobre las relaciones de intimidad, en cuanto a menudo nos vemos empujados a tratar con personas que encarnan aquello que tenemos en nosotros mismos. Es como si nuestras partes no integradas estuvieran buscando reunirse con el resto de nosotros volviendo a cobrar vida por mediación de otro individuo. Innecesario es decir que tales relaciones suelen ser difíciles, porque al estar alienados de nuestros propios aspectos de la casa doce, tendremos dificultades con cualquiera que los encarne. Las personas con quienes nos relacionamos de esta manera suelen ser como espejos que, una vez que los aceptamos, pueden decirnos mucho sobre nosotros mismos. Sin embargo, a menos que aceptemos que son una manifestación nuestra, nos veremos como víctimas de su actividad.
        También hay relaciones positivas de la duodécima casa, en las que se sirve a otra persona, no porque se sea víctima de ella o por espíritu de mártir, sino por devoción. En estas relaciones, hay una trascendencia de las energías negativas de la casa doce en la medida en que se convierten en símbolos de algo que está más allá del individuo.

El nivel externo  En este nivel de la duodécima casa se encuentran todas las circunstancias y situaciones sociales que son difíciles porque las encontramos debilitantes. También son proyecciones de nuestros miedos y de nuestro sentimiento de incapacidad.
        Asimismo, la duodécima puede representar entidades y circunstancias sociales que nos ayudan a superar las consecuencias de nuestras energías de la casa doce. Tales entidades incluyen los hospitales y otras instituciones que nos cuidan cuando tenemos problemas con nosotros mismos. Incluyen también a los maestros y las instituciones espirituales. Por medio de ellos podemos vencer nuestras dificultades con la casa doce aprendiendo a trascender nuestro ego, a recuperar las partes perdidas de nosotros mismos y a expandirías para ser capaces de digerir y asimilar que una vez fueron inaceptables.

Los planetas en la duodécima casa  Unos cuantos planetas en la casa doce significan que algunos de ellos están en una etapa crítica. Como la mayoría de las personas tenemos dificultades para manejar simultáneamente varias situaciones de crisis, es probable que alguien con varios planetas en la duodécima no consiga resolver algunas crisis y que los planetas que las representan se conviertan entonces en parte de las energías de la casa a las que ya me he referido.
        En general, no se puede deducir sin otra base que la carta si una energía de la casa doce será una fuerza positiva o negativa. Al contrario de lo que creen muchos astrólogos, una energía de esta casa no es necesariamente difícil, y cuando funciona de forma positiva no se limita a actividades espirituales, de autonegación o ascéticas. Tomemos por ejemplo el Sol en la doce' un emplazamiento, cuya descripción habitual indica a un individuo retraído y encerrado en sí mismo, que prefiere estar solo y a quien no le gusta llamar la atención. Sin embargo, de acuerdo con los datos de nacimiento generalmente aceptados, tanto Jimmy como Rosalym Carter tienen al Sol en la casa doce, y Henry Kissinger también. Sin duda, Kissinger ha trabajado en un clima de sigilo, y los Carter tienen fuertes convicciones religiosas y un sentido de la intimidad que supera al de la mayoría de los políticos. Pero de ninguno de ellos se puede decir que le disguste llamar la atención (y menos aún de Kissinger, que parece haber disfrutado mucho siendo una figura pública). Tanto estos tres casos como los datos de Gauquelin indican claramente que las energías planetarias de la casa doce no sólo pueden ser muy evidentes en una personalidad, sino que también pueden operar en favor, y no en contra, de la expresión del ego individual, siempre que no hayan sufrido ninguna derrota importante en una época temprana de la vida.
        Sin embargo, se ha de reconocer que las energías de la duodécima casa suelen ser difíciles de manejar, y que son muchos los que jamás aprenden a usarlas con eficacia, a no ser, posiblemente, de forma altruista y sin preocuparse demasiado por el beneficio personal. Cada planeta en la casa doce puede indicar una energía de la que se está alienado.
        Esto vale especialmente si las condiciones culturales o sociales tienden a oponerse a la expresión de esa energía planetaria en el individuo. Por ejemplo, para quienes creen en los papeles sexuales tradicionales, Marte es una energía demasiado masculina para que la expresen las mujeres. Por lo tanto Marte en la casa doce, sumado a los estereotipos sexuales dominantes, duplica la probabilidad de que una mujer se encuentre alienada de su propia energía marciana, y de que en cambio la viva a través de los hombres a quienes atrae, y que pueden ser fuertes, dinámicos e independientes, o -lo que es más probable- ásperos, dominantes y arrogantes. Por lo común las características marcianas vividas de esta manera son negativas, porque así lo Marca la represión que la casa doce simboliza. Para los hombres, la Luna o Venus en la duodécima pueden ser difíciles, por lo menos en sus relaciones con mujeres, también porque las tendencias represivas de una casa doce negativa refuerzan el condicionamiento social que deja a los hombres fuera de contacto con su parte femenina.