“Algo hemos avanzado en los últimos años, pero seguimos siendo toreros y flamencos, figurantes de Carmen, frailes torvos, conquistadores sanguinarios.”

Antonio Muñoz Molina
Vanguardia y bata de cola, Babelia, 5/1/2008
Tomada del libro GuiaBurros Las mejores citas (Las Mejores Citas De Pensadores Españoles) de Delfín Carbonell, página 35



“Callarse es un acto de prudencia, una medida terapéutica, una silenciosa afirmación.” 

Antonio Muñoz Molina



“Cuanto más larga es la ausencia más duradera es la extrañeza de volver.” 

Antonio Muñoz Molina



"Cumplí mi parte de la crueldad y destrucción y merecí la vergüenza. Los efectos del amor o de la ternura son fugaces, pero los del error, los de un solo error, no acaban nunca, como una carnívora enfermedad sin remedio. He leído que en las regiones boreales, cuando llega el invierno, la congelación de la superficie de los lagos ocurre a veces de una manera súbita, por un golpe de azar que cristaliza el frío, una piedra arrojada al agua, el coletazo de un pez que salta fuera de ella y al caer un segundo después ya es atrapado en la lisura del hielo."

Antonio Muñoz Molina
Beltenebros


"De vez en cuando, mientras comía tarta o intentaba hacer que ardiera el puro, yo miraba a Ataúlfo de soslayo, y él estaba observándome a mí, o bien un poco ausente, sin agregarse ya a las efusiones de los otros ni hacer caso a las bromas sobre su ideología, un poco sudoroso, con el mechón caído sobre la frente, con las piernas separadas en una esquina de la mesa y sosteniendo su largo vaso de whisky y su cigarrillo rubio, siempre en la misma mano, la izquierda. Es así como lo he recordado todos estos años, en la actitud inmutable que tenía entonces, y que no cambió ni al final de su vida, cuando le prohibieron el tabaco y el alcohol sin que él hiciera ningún caso, intuyendo tal vez que de un modo u otro la ruina de su salud no tenía remedio.
El cigarrillo americano de contrabando entre el índice y el corazón, la copa sostenida por el anular y el meñique y sujeta por el pulgar, y la mano derecha libre para las gesticulaciones, las palmadas, los puñetazos dialécticos sobre las barras de los bares, el gesto rápido de firmar un cheque, el de llamar a un taxi o el de sacar un billete de mil pesetas del bolsillo del pantalón, pues no llevaba cartera ni monedero.
Un rato antes me caía de hambre: ahora, cuando todos nos pusimos en pie, me caía de hartazgo y de sueño. El gordo se despidió de mí sacudiéndome enérgicamente la mano, diciéndome algo sobre las luchas y las esperanzas de la juventud, que eran, según él, la parte más bonita de la vida. El clérigo, aunque con la cara roja, adoptó conmigo una frialdad de jerarquía eclesiástica, mirándome como muy desde el interior de sus ojos. En cuanto a la mujer, cuyo escote emergía ahora, aún más opulento y más blanco, de un abrigo de pieles, me pellizcó la cara, volvió a decir que yo era un niño y me besó en los labios, dejándome en ellos un rastro cremoso de carmín y el rápido escalofrío de la lengua. Un camarero vino a decir que el coche de los señores estaba esperando abajo. Antes de irse, cuando ya se oían por el corredor los pasos de los otros, la mujer se volvió hacia Ataúlfo y le dijo algo que yo no llegué a escuchar, aunque advertí que le apretaba fugazmente una mano. Ataúlfo se quedó un instante parado junto a la puerta de vaivén, pero enseguida salió de su ensimismamiento y le pidió un whisky a uno de los camareros que recogían la mesa."

Antonio Muñoz Molina
El dueño del secreto


"El cura se ha detenido junto a un semáforo, esta rojo para él y sin embargo va a cruzar, quizás no distingue la luz o no entiende las señales o anda tan distraído que no se da cuenta de todo el tráfico que hay. Dan ganas de pronto de acercarse a él, tomarlo del brazo y ayudarle a cruzar, permítame, padre; con la voz tan suave, a los viejos se les pone enseguida una sonrisa idiota, siempre quieren un chico bondadoso y servicial que les preste la ayuda de su juventud, el hijo modelo que tuvieron o perdieron o no llegaron a tener nunca, papas o abuelitos o tíos por delegación, por chochez. Pero se queda atrás, y el cura pasa al otro lado de la calle atolondrado y suicida, provocando los bocinazos de un camión, con la prisa que tiene uno y, sin embargo, los viejos..., parece que no existe el tiempo para ellos, hay que temerles cuando se ponen a cruzar, y te descuidas y le das a uno y ya te has buscado una ruina, como si no hubiera bastantes viejos en el mundo, agonizando al sol de los parques o entre las humaredas de tabaco del Hogar del Pensionista, cobrando pagas hasta los cien años, cagándose y meándose sin ninguna vergüenza, comiendo como leones y sin pillar ni un catarro.
Cruza él también, y otro bocinazo muy violento lo estremece, como si lo despertara de un sueño en el que no sabía que hubiera caído, sonámbulo sin darse cuenta, por tantas noches de dormir poco o no dormir nada, por el pelotazo del ron y la excitación nunca mitigada del secreto inviolable. La conductora de un coche lo increpa por la ventanilla abierta, agitando una mano con pulseras y unas rojas, «pasmado», le dice, «¿no tienes ojos en la cara?», y el enrojece hasta las raíces del pelo, esta vez sí, colorado como un idiota, le pica el cuerpo entero, la espalda, las ingles, las palmas de las manos, se hinca las uñas en ellas con los dos puños cerrados, una tía tenía que ser, piensa, dice en voz baja mientras alcanza la otra acera, se vuelve para maldecirla y el coche ya ha pasado, pero él ve desde atrás a la mujer todavía furiosa que mueve las manos, y a dos niños de seis o siete años que lo miran con un aire idéntico de indiferencia y de burla, las caras aplastadas contra el cristal trasero, niño y niña con uniforme de colegio de monjas, como no, niños pijos, hijos de papá, de médico, seguro, de director de Caja de Ahorros, el coche es un Volvo, seguro que el carbón que lo compro no tiene que levantarse a las cuatro y trabajar más horas que el reloj para pagar las letras: que sentiría la tía, tan soberbia, con sus pulseras y sus uñas rojas, si el niño o la niña bajaran a la calle y tardaran en volver, si no volvieran nunca."

Antonio Muñoz Molina
Plenilunio



“... en este oficio, en mayor o menor grado, todos somos nadie, a no ser que salgamos mucho en la televisión, lo cual tampoco salva de la invisibilidad, porque solo sirve para que la cara de uno les resulte familiar a un número inmenso de personas que jamás van a leerle.”

Antonio Muñoz Molina
La vida por delante, 2002



“En un ambiente donde la corrupción es normal es más fácil ser corrupto.”

Antonio Muñoz Molina
Todo lo que era sólido, 2013




"Hay una deliberación estética en todo lo que hace, una naturalidad meditada y fluida, como la improvisación de un músico que tiene al mismo tiempo en la conciencia la forma general y el paso que va a dar a continuación, aunque tal vez no el siguiente. Vive atenta a cada detalle de su presencia y a los objetos diarios que hay cerca de ella. Se mira de soslayo pero muy a conciencia en cada espejo y en cada escaparate. Y anda a la vez ensimismada y curiosa, errabunda en la ciudad de su vida, que es para ella un espacio tan conocido y tan íntimo como su casa. Su sentido estético se hace alerta espiritual en su observación de los otros. Es tan sensible al modo en que otras personas pueden verla como a los signos del carácter o de la vida interior que revelan en sus gestos o en sus actitudes, en sus palabras y más todavía en el modo en que las dicen o en la expresión que tienen mientras hablan. Está dotada de sensores de extrema precisión para captar las variaciones más sutiles en los otros seres humanos, los más próximos y también los conocidos y los desconocidos con los que se cruza una sola vez. Imita sin dificultad voces y expresiones faciales, posturas en la mesa, maneras de andar, gestos que para otros también son visibles pero en los que solo ella parece fijarse. Para imitar una voz se imagina que está en el interior de la persona imitada, que mira con sus ojos y mueve su boca y sus músculos faciales, adheridos en ese momento a su propia cara como una máscara."

Antonio Muñoz Molina
Un andar solitario entre la gente



“Entre un hombre y una mujer es peligroso siempre trazar límites muy claros de culpa o inocencia, y ni siquiera la muerte borra de nosotros la responsabilidad de nuestros actos.”

Antonio Muñoz Molina
La vida por delante, 2002


“La excelencia puede ser emulada igual que la mediocridad.”

Antonio Muñoz Molina
Todo lo que era sólido, 2013




"Las cosas existen sólo si hay alguien, un interlocutor o un testigo, que nos permita recordar que alguna vez fueron ciertas. Por eso él decía que la peor desdicha de un amante no es perder el amor, sino quedarse sólo con su memoria." 

Antonio Muñoz Molina



“Las épocas que imaginamos sucesivas, se superponen y descabalan, y una irrupción de pasado puede malograr los frutos frágiles y bellos del provenir.” 

Antonio Muñoz Molina



"Leer es el único acto soberano que nos queda." 

Antonio Muñoz Molina



“Lo mejor no es lo que se va buscando, sino lo que se encuentra por sorpresa.” 

Antonio Muñoz Molina



“Lo que tarda tanto en llegar es igual que si no hubiera llegado, peor incluso, porque el cumplimiento a destiempo de lo que tanto se deseó acaba teniendo un reverso de sarcasmo.” 

Antonio Muñoz Molina



“Los efectos del amor o de la ternura son fugaces, pero los del error, los de un solo error; no se acaban nunca, como una cavernícola enfermedad sin remedio.” 

Antonio Muñoz Molina


“Me saca de quicio la indiferencia moral ante la crueldad.”

Antonio Muñoz Molina
Juan Ramón Iborra, Confesionario, 2001



“Nada dura, salvo la ignorancia, y lo más nuevo se vuelve enseguida obsoleto...”

Antonio Muñoz Molina



“Nada es tan sólido que no pueda desvanecerse mañana mismo en el aire.”

Antonio Muñoz Molina
Todo lo que era sólido, 2013



“… no hay mayor falacia que pedir perdón por el pasado cuando se actúa con parecida soberbia o ceguera en el presente.”

Antonio Muñoz Molina
La vida por delante, 2002



“Quien lo pierde todo de pronto y, en vez de rendirse, decide que ha de empezar de nuevo genera una energía que renueva el mundo en torno a él.”

Antonio Muñoz Molina
La vida por delante, 2002




"Sin disciplina no hay arte: tampoco lo hay sin arrebato. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje."

Antonio Muñoz Molina



“Todo lo valioso tarda en aprenderse, y por eso es tan necesario el sosiego y la lentitud, que también se aprenden, porque lo natural en nosotros quizá sea el apetito atolondrado, el deseo de la fruición instantánea.”

Antonio Muñoz Molina
La vida por delante, 2002




"Usted, que no conoció aquel tiempo, que tenía el derecho de carecer de memoria, que abrió los ojos cuando la guerra estaba ya terminada y todos nosotros llevábamos varios años condenados a la vergüenza y a la muerte, desterrados, enterrados, presos en las cárceles o en la costumbre del miedo. Ama la literatura como ni siquiera nos es permitido amarla en la adolescencia, me busca a mí, a Mariana, al Manuel de aquellos años, como si no fueramos sombras sino criaturas más verdaderas y vivientes que usted mismo. Pero ha sido en su imaginación donde hemos vuelto a nacer, mucho mejores de lo que fuimos, más leales y hermosos, limpios de la cobardía y de la verdad."

Antonio Muñoz Molina
Beatus ille