“Con frecuencia me he preguntado quién sería aquel hombre y si era de verdad médico. Una vez le vi amputar un brazo con rapidez sorprendente; sabía, sin duda, algo de anatomía, pero parecía saber muy poco de vendar y desinfectar una herida, y sus instrumentos eran increíblemente primitivos. El farmacéutico inglés me dijo que escribía siempre las mismas recetas, a menudo con faltas de ortografía y dosis equivocadas. Yo creo que no era médico, sino un ex matarife o quizá el servidor de una ambulancia, y que había tenido buenos motivos para dejar el propio país.”

Axel Munthe


"Cualquier hombre puede resistir mucho si se resiste a sí mismo."

Axel Munthe



"Cuanto antes nos percatemos de que nuestro destino está en nosotros mismos, y no en las estrellas, tanto mejor para nosotros."

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“El amor es para una mujer mucho más que para un hombre; lo es todo. Y menos cuestión de los sentidos de lo que el hombre suele creer. Una mujer puede enamorarse de un hombre feo y aun de un viejo que sepa despertar su imaginación. Un hombre no puede enamorarse de una mujer si ésta no despierta su instinto sexual, que, contrariamente a la intención de la Naturaleza, en el hombre moderno sobrevive a su virilidad. Por eso no tiene límite alguno de edad para enamorarse.”

Axel Munthe



“El amor mismo es de corta duración, como una flor. En el hombre muere de muerte natural con el matrimonio; en la mujer sobrevive a menudo hasta el fin, transformado en puro cariño materno por el caído héroe de sus sueños.”

Axel Munthe


“El hombre fue creado para llevar su cruz; por eso fue provisto de fuertes espaldas.”

Axel Munthe


"El hombre puede aguantar mucho si aprende a aguantarse a sí mismo."

Axel Munthe



“Es mejor que guarde para sí cuanto ha visto de la vida y de la muerte. Es mejor que no escriba ninguna Memoria y que deje a los muertos en paz y a los vivos con sus ilusiones. Alguien ha llamado a La historia de San Michele una historia de la muerte. Quizá tenga razón, porque rara vez la muerte abandona mi pensamiento.”

Axel Munthe


“Iré lejos, muy lejos de esta vida humillante de charlatanería y de engaño. Muy lejos de toda esa gente artificial; iré a la isla encantadora, a la vieja Maria Portalettere, a mastro Vincenzo y a Gioconda, a purificarme el alma en la casita blanca, encima del acantilado.”

Axel Munthe



“La cruel bestia feroz no está detrás de los barrotes de la jaula, sino ante ellos.”

Axel Munthe


"Llegamos, por fin, a la cima de los setecientos setenta y siete escalones y pasamos bajo una bóveda con los grandes quicios de hierro de su primer puente levadizo, fijos todavía en la roca. Estábamos en Anacapri. Todo el Golfo de Nápoles se hallaba a nuestros pies, circundado por Isquia, Prócida, Posillipo, guarnecido de pinos; la centelleante y blanca línea de Nápoles, el Vesubio, con su rosada nube de humo; la llanura de Sorrento resguardada por el Monte Sant'Angelo y, más allá, los Apeninos cubiertos aún de nieve. Sobre nuestras cabezas, adosada como nido de águila a la escarpada roca, estaba una capillita en ruinas. Su abovedado techo se había hundido, pero enormes bloques de mampostería que formaban un extraño y calado dibujo simétrico sostenían aún sus bamboleantes muros.
—Roba di Timberio! —explicó la vieja María.
—¿Cómo se llama la capillita? —pregunté precipitadamente.
—San Michele.
—San Michele, San Michele! —repetía mi corazón. En el viñedo que había bajo la capilla, un viejo cavaba profundos surcos para las nuevas vides—. Buon giorno, mastro Vincenzo! —El viñedo era suyo y suya también la casita vecina; la había construido con sus propias manos, en su mayor parte con piedras y ladrillos de la roba di Timberio esparcida por el jardín. Maria Portalettere le contó todo cuanto sabía de mí, y mastro Vincenzo me invitó a sentarme en su jardín y a beber un vaso de vino. Miré la casita y la capilla. Mi corazón empezó a latir tan violentamente que me costaba trabajo hablar.
—Quiero subir allí ahora mismo —dije a María Portalettere. Pero ella me hizo notar que sería mejor que la acompañase primero a comer algo; de lo contrario, ya no encontraría nada. Impulsado por el hambre y por la sed, decidí, aunque de mala gana, seguir su consejo. Saludé con la mano a mastro Vincenzo y le dije que no tardaría en volver. Caminamos por algunas callejas desiertas y nos detuvimos en una piazzetta.
—Ecco la Bella Margherita!
La Bella Margherita puso sobre la mesa de su jardín una botella de vino color rosa y un ramo de flores, y dijo que los macarrones estarían preparados dentro de cinco minutos. Era rubia como la Flora del Tiziano; el rostro, de exquisita forma; el perfil, griego puro. Puso ante mí un enorme plato de macarrones y se sentó a mi lado, mirándome con risueña curiosidad. —Vino del párroco —decía con orgullo cada vez que me llenaba el vaso. Bebí a la salud del párroco, a la salud de
Margherita y a la de su hermana, la de los ojos negros, la Bella Giulia, que se nos había reunido con las manos llenas de naranjas que yo le había visto coger de un árbol del jardín. Se habían muerto sus padres, y el hermano Andrea era marino, y sólo Dios sabía dónde estaba; pero su tía habitaba en una villa propia, en Capri: seguramente sabría yo que se había casado con un lord inglés. Sí, naturalmente, lo sabía, pero no me acordaba de su nombre. —Lady Grantley —dijo con orgullo la Bella Margherita. Apenas me acordé a tiempo de beber a su salud, pero después ya no recordé sino que el cielo era azul como un zafiro, el vino del párroco, rojo como un rubí, y que la Bella Margherita estaba sentada a mi lado, con los cabellos de oro y los labios sonrientes."

Axel Munthe
La historia de San Michele



"Ningún hombre puede enamorarse de una mujer que no le despierte el instinto sexual."

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“¿No fue tu voz la que habló en mis Diez Mandamientos? ¿Quién temerá el fulgor de tu rayo, ¡Oh Señor! , si el trueno de tu cólera puede ser aplacado por el gorjeo de un pájaro?”

Axel Munthe


“Siempre has dicho que no puedes vivir sin música: ¿Quién cantará para ti, quién tocará para ti? —Los pájaros, en el jardín; el mar, en torno mío. ¡Escucha! Oye ese maravilloso mezzo-soprano: es la oropéndola. ¿No es más bella su voz que la de nuestra célebre compatriota Cristina Nilson o la de la misma Patti? Oye el solemne andante de las ondas: ¿No es más bello que el de la Novena Sinfonía?”

Axel Munthe


“Un hombre puede soportar su suerte mientras puede soportarse a sí mismo. Puede vivir sin esperanza, sin amigos, sin libros, hasta sin música, mientras pueda escuchar sus propios pensamientos y oír el canto de un pájaro fuera de la ventana y la voz lejana del mar.”

Axel Munthe