"El primer vaso corresponde a la sed; el segundo, a la alegría; el tercero, al placer; el cuarto, a la insensatez."

Apuleyo 


"En primer lugar, sus cabellos, abundantes y largos y vueltos un poco hacia dentro, se dispersaban promiscuamente sobre su cuello divino y caían con suavidad. Una corona de muchas formas, hecha de flores diversas, envolvía la cima sublime de su cabeza y en el medio de la corona, justo encima de la frente, había un orbe liso que parecía un espejo o, mejor dicho, una luz blanca refulgente, que indicaba que ella era la luna. Víboras que surgían a la manera de surcos rodeaban la corona del lado derecho y el izquierdo y también se extendían desde arriba espigas de maíz. Su ropa era de muchos colores y estaba tejida con el mejor lino y en un momento dado relucía con un esplendor blanco, en otro era amarilla como la flor del azafrán y en otro enrojecía, con una rojez sonrosada. Sin embargo, lo que más me deslumbró fueron unas vestiduras muy negras, que refulgían con destellos oscuros y que, después de desplegarse y pasarte por debajo del lado derecho y ascender hasta su hombro izquierdo, subían protuberantes como el centro de un escudo, mientras que la parte pendiente de las vestiduras caía en muchos pliegues y, al tener nuditos de flecos, fluía con gracia en los extremos. Había estrellas brillantes dispersas por la orla bordada de las vestiduras y por toda su superficie, y la luna llena que brillaba en medio de las estrellas dejaba escapar fuegos llameantes. Sin embargo, una corona compuesta exclusivamente por todo tipo de flores y frutas se adhería con una conexión indivisible al borde de aquellas vestiduras llamativas en todas sus ondulaciones. Lo que llevaba en las manos también eran objetos de una naturaleza muy diferente, porque en la mano derecha llevaba, por cierto, un cascabel de bronce [un sistro], con una capa fina en forma de campana atravesada por varillas que producían un triple sonido agudo por el movimiento vibratorio de su brazo. De la mano izquierda le colgaba un recipiente alargado, con forma de embarcación, en cuya asa, en la parte más evidente, un áspid alzaba la cabeza erguida y el gran cuello hinchado. Unos zapatos tejidos con las hojas de la palmera de la victoria le cubrían los pies inmortales» . El color verde alude a la vegetación que cubre la faz de la tierra y, por consiguiente, representa la vestidura de la naturaleza. El negro representa la muerte y la corrupción como camino hacia la nueva vida y la generación. «El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios». (Juan 3, 3) [38] . El blanco, el amarillo y el rojo representan los tres colores principales de la medicina alquímica, hermética y universal, una vez desaparecida la negrura de su putrefacción. Los antiguos daban el nombre de Isis a una de sus medicinas ocultas: por consiguiente, la descripción que damos aquí está algo relacionada con la química. Su ropa negra también representa que la luna, o la humedad lunar —el mercurio universal sófico y la sustancia que actúa en la naturaleza, según la terminología alquímica—, no tiene luz propia, sino que recibe del sol su luz, su fuego y su fuerza vitalizadora. Isis era la imagen o la representante de las grandes obras de los sabios: la piedra filosofal, el elixir de la vida y la panacea universal."

Apuleyo 
Sobre Isis
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 171


"He rozado los confines de la muerte; después de pisar el umbral de Proserpina [Perséfone] he retornado conducido a través de los elementos. En medio de la noche he visto brillar el sol; he podido contemplar cara a cara a los dioses infernales y a los dioses celestes, y les he adorado desde muy cerca."

Apuleyo 


“La moralidad de un hombre es el testimonio más seguro, y si alguien ha perseverado constantemente en la virtud o en el mal, ése debe ser el argumento más fuerte para perseguirle o para justificarle.”

Apuleyo 


"La muchacha hermosa, aunque sea pobre, ya tiene bastante dote."

Apuleyo


"Llegué a las fronteras de la muerte, pisé el umbral de Proserpina y a mi regreso crucé todos los elementos; en plena noche, vi el sol que brillaba en todo su esplendor; me acerqué a los dioses del infierno y del cielo; los contemplé cara a cara y los adoré de cerca. Ésas son mis noticias: aunque las has oído, estás condenado a no entenderlas."

Apuleyo
El asno de oro



"Mira. […], yo, conmovida por tus plegarias, estoy aquí contigo: yo, que soy la naturaleza, la progenitora de las cosas, la reina de todos los elementos, el origen primigenio de los tiempos, la divinidad suprema, la soberana de los espíritus de los muertos, la primera de los celestiales y el prototipo uniforme de los dioses. Yo, que gobierno con una inclinación de cabeza las cumbres luminosas de los cielos, las brisas salubres del océano y los silencios lúgubres de los infiernos y cuya única divinidad todo el orbe de la tierra venera bajo diversas formas, con distintos ritos y gran variedad de denominaciones. Por eso, los frigios primigenios me llaman Pessinuntica, la madre de los dioses: los habitantes del Ática me llaman Minerva Cecropia; soy la Venus de Pafos para los chipriotas, Diana para los cretenses portadores de flechas: los sicilianos trilingües me llaman Proserpina estigia, y para los eleusinos soy la antigua diosa Ceres. Algunos me llaman Juno; otros Bellona; soy Hécate para unos y Ramnusia para otros. Y aquellos a los que la divinidad solar ilumina en cuanto sale con sus rayos incipientes, es decir, los etíopes, los arios y los egipcios, expertos en el conocimiento antiguo y que me adoran en ceremonias perfectamente apropiadas, me llaman por mi nombre verdadero: reina Isis."

Apuleyo
El asno de oro


"¡Oh Egipto, Egipto…! De tu sabiduría solo los mitos sobrevivirán, increíbles para las generaciones siguientes."

Apuleyo

"¿Qué es esto? ¿A qué obedece ese espanto? ¿Has cometido un crimen?"

Apuleyo


“Te prometemos que en la alegría y la risa del festival nadie osará dar una interpretación siniestra a tu repentina vuelta a la forma humana.”

Apuleyo


"Todos deberían saber que no se puede vivir de ninguna otra manera que cultivando el alma."

Apuleyo


"Uno a uno, todos somos mortales; juntos, todos somos eternos."


Apuleyo