"ALBERTO.— Para lo cual le damos un cuarto de hora.
VIRTUDES.— Y estos señores...
ALBERTO.— Tienen que descubrirlo.
VIRTUDES.— Exacto.
ELISA.— Si lo descubrimos, usted ha perdido; si consigue que no lo descubramos, el crimen ha quedado impune y usted ha ganado.
VIRTUDES.— Muy bien.
ELISA.— Recuerde que tiene que ser un crimen posible. Va a ser preguntada y tendrá que haber obtenido una buena coartada.
VIRTUDES.— ¿Una buena qué?
EMILIO.— Coartada, nena. Imposibilidad de haber cometido el crimen de que te acusan.
VIRTUDES.— Ya.
ALBERTO.— Bueno. Empezamos. Cuando tenga usted el crimen ideado, nos avisa.
VIRTUDES.— Sí, señor.
(Alberto, Elisa y Emilio charlan. Virtudes se retira a un lado a reflexionar. Mercedes, que está dándole al coñac, la mira con interés.)
EMILIO.— ¿Ha completado usted su proyecto de la sucursal de Barcelona, don Alberto?
ALBERTO.— Digamos que sí, Palomos. Necesito allí un hombre de mucha confianza.
ELISA.— ¿Por qué no nombras a Palomos jefe de esa sucursal?
EMILIO.— Señora, usted me abruma.
ALBERTO.— No le oculto. Palomos, que estoy acariciando esa idea desde hace algún tiempo. (Virtudes ha cogido una
botella. Acciona con ella. Ahora va a la chimenea y coge el atizador. Lo levanta y lo descarga sobre un imaginario personaje, mientras los otros siguen hablando.) Usted es lo mejor que tengo en el negocio.
EMILIO.— Don Alberto...
ALBERTO.— Falta, claro, saber cómo encararía la responsabilidad de dirigir una sucursal.
EMILIO.— Me creo especialmente capacitado para ello. Y perdóneme la inmodestia. He estado estudiando los problemas de una sucursal y... (Virtudes finge ahora arrastrar un cuerpo hasta la ventana. La abre. Entra un viento helado. Se sube en una silla y salta por la ventana como si tuviera el cuerpo sobre los hombros. Los otros la contemplan de reojo, sin interrumpir la conversación.) Estoy convencido de que... podría rendir un gran servicio... en tal puesto.
ALBERTO.— (Acercándose a la ventana, por donde ha desaparecido Virtudes.) No lo dudo, Palomos. Pero una
sucursal... es una cosa... complicada.
ELISA.— (Igual.) Debías tenerlo en cuenta de todos modos.
EMILIO.— (Asomándose a la ventana.) Es usted muy amable, señora... No sé cómo agradecer la confianza que deposita en mí."

Alfonso Paso
Los palomos


"ANICETA.— Pues tiene usted razón, que hay algunos que pros­peran cuando se mueren. El tío Ventura, alias “Cachito de Cielo”, era un maestro en eso de poner el cazo y se casó, con una tía muy fea del pueblo. Y como todos los chulos tienen suerte, la pobre señora se murió a los dos años. Y en­traron a darle el pésame a “Cachito de Cielo”, y le dijeron: “Hay que ver cómo la ha cambiado la muerte”. Y “Cachito de Cielo” dijo: “A favor”. ¡Aquí está! (Le tiende un sobre al comisario. Luego se acerca a la derecha para ver si viene alguien.) Doña Mariel no quería que siguiéramos hablando de crímenes, ¿eh?
LOUIS.—
ANICETA.— ¿Está claro o no? La chica dibujó una be en el suelo. ¿Pero la dibujó ella o la dibujó el propio asesino?
LOUIS.—
ANICETA.— Sí. “Haz pronto mi cama”.
LOUIS.—
ANICETA.— ”El asesinato de Dums”.
LOUIS.—
ANICETA.— El criminal ponía la inicial del nombre de su ma­dre junto a las mujeres que estrangulaba.
LOUIS.—
ANICETA.— Un médico.
LOUIS.—
ANICETA.— Aston.
LOUIS.— ¿Qué nacionalidad tenía?
ANICETA.— ¿Me equivoco mucho si digo que era judío?
LOUIS.—
ANICETA.— No sé.
LOUIS.—
ANICETA.— Nada.
LOUIS.—
ANICETA.— Pues...
LOUIS.— ¿Y si te digo Separd?
ANICETA.— Oiga, está claro.
LOUIS.— No tan claro. Vamos despacio. El asesino de esa no­vela era hijo de una mujer de la vida y pretendía castigar la culpa de su madre en el resto de las mujeres. Es muy posible que el asesino de Mylene hiciera lo mismo; es muy posible que el asesino de Demonge hiciera lo mismo. Si es un criminal sádico, no tenemos por qué descartar que obra a efectos de un impulso. Las dos preguntas son éstas: ¿Ha leído el doctor Separd la novela “El asesinato de Dums”? ¿Qué hacía el doctor Separd la noche del treinta y uno de agosto al uno de septiembre? Y aún una tercera pregunta."

Alfonso Paso
Atrapar a un asesino


"ELENA:(Repentinamente lanza un suspiro largo y profundo) Ayyy... (Luisa la mira con impaciencia mientras ojea el periódico)
LUISA: Bueno...
ELENA: (En un bisbiseo) bis, bis, bis, bis…
LUISA: Mamá levanta la voz no hay forma de oírte!
ELENA: (Muy débil, muy desinteresada) Que ha hecho hoy Rusia?
LUISA: Es muy largo de contar, se opone a la conferencia de desarme.
ELENA: ¿Qué van a desarmar?
LUISA: Desarme mama, hay que rebajar las fuerzas armadas de todos los países. Europa tiene que garantizarse una paz duradera. Si Europa.
ELENA: Hija, me importa un pito Europa.
LUISA: Entonces para qué preguntas...?
ELENA: Porque si te pregunto la hora me dices las cinco, y se acabo.
LUISA: Mamá!
ELENA: No me quieres Luisita! No me quieres......!
LUISA: Bueno!
ELENA: Estoy más sola que un hongo. Desde que murió tu padre más sola que un honguito. Apenas te veo.
LUISA: Tengo que trabajar.
ELENA: No te hace falta pero tienes que trabajar. Mi hija es licenciada en Filosofía y Letras. Da clases. Y siempre está con las clases.
LUISA: Me redimiré de eso. Ya sabes que las academias te explotan. Algún día pondré mi propia academia.
ELENA: Pero si no lo necesitas, con mi renta…
LUISA: Hay que garantizarse un porvenir! El hombre se justifica trabajando, creando riquezas. Además prefiero que me en el momento oportuno me logres créditos para mi negocio. Te resultará fácil.
ELENA: Mi negocio! Tiene gracia! Así estoy yo. Nena.. Si ni siquiera te casas. Si te casaras por lo menos yo tendría un yerno con quien distraerme peleándome! ... Me muero Luisita, te lo advierto, me muero!
LUISA: Quieres leer otra vez la carta del Dr. Aguirre? (Blande un papel en su mano.) No tienes nada en el hígado.
ELENA: No? Pero me mareo y me duele aquí (se señala el abdomen, hacia la derecha)
LUISA: Tampoco tienes nada en el estomago.
ELENA: No...? Pues me late. Si, si me late el estomago.
LUISA: Pero cómo te va a latir el estomago? Lo que late es el corazón!
ELENA:(Confidencial) Si yo te dijera que lo que no me late es el corazón…
LUISA: Mama!
ELENA: Y por qué se me duermen las piernas? Eh? Y por qué en cambio, yo no me duermo?
LUISA: Estás sana mama, estas perfectamente sana. Lo dice el Dr. Aguirre que ha estudiado 7 años para decirlo.
ELENA: Me las piro Luisita. Te dejo.
LUISA: Ay, mamá que agonía! Si tienes 42 años.
ELENA: 45!!
LUISA: Bueno 45, Eres joven.
ELENA: Soy una vieja. Y tú lo sabes. Estoy mandada a retirar y en cuanto termine los cien lunes a San Cipriano, me retiro."

Alfonso Paso
Cosas de papá y mamá 


"Julia: Cree lo que quieras, Carlos, pero no sé que sería de mí si no mintiera. Tú estás en tu despacho, con tus libros y tus pleitos. Ves asesinos o señores que han firmado una letra. Charlas, te interesas por algo. Te suceden cosas. A mí no me ocurre nada. Nunca me ocurrió nada. He sido una niña que no tuvo el sarampión ni la tosferina. ¡Nada! y a veces es desesperante. La otra criada al menos era más habladora, más expresiva. Esta es tan decente... y las personas decentes o tienen poco que contar o se lo callan.
Carlos: En resumen, mientes porque te aburres.
Julia: No es eso exactamente.
Carlos:¡Ah, sí, sí lo es! Y yo me pregunto si coges ese maldito teléfono para contar un serial sobre mí a tu madre, ¿por qué no la llamas para tomar café o ir de compras?
Julia: Tomar café no es nada del otro mundo.
Carlos:¡Diablos!
Lorenzo: Cálmate, Julia. Yo te entiendo. Cuando inventas una historia es porque necesitas que ocurra algo desacostumbrado. Por ejemplo, no concibes que yo bese en General Oraa, esquina a Serrano a una chica que se llama Elena. No; tiene que ser sueca, campeona de natación y en Aranjuez.
Julia: Eso.
Lorenzo: Bueno, Carlos; a lo que tiene tu mujer se le llama concepto dramático de la existencia.
Carlos: A lo que tiene mi mujer se le llama una cosa que en atención a la fecha no digo.
Lorenzo: No seas paleto. Lo he leído yo. Hay seres que no se contentan con que todo ocurra normalmente e introducen en su vida el elemento dramático. No les basta un beso de cariño. El beso ha de ser de reconciliación.
Julia: Algo parecido.
Carlos: Pero si no se ha reñido.
Julia: Se busca el elemento dramático y se riñe.
Carlos: Oye... tú has oído que el conde de Surma tenía una divisa en su escudo: "Indiferente y hacia el cielo". Que Inglaterra tiene otra: "Dios y mi derecho". Bueno, pues la divisa de Julia es esa canción. "Ahora que estamos tranquilos, vamos a contar mentiras". Sí. Vamos a contar mentiras para intranquilizar a todo el mundo y lograr que riña el yerno con la suegra o que estalle la tercera guerra mundial... Ni el menor reparo moral. Señor... ¿a qué mujer se le ocurrió inventar una historia y poner unos pantalones en una butaca. Di...?"

Alfonso Paso
Vamos a contar mentiras


"La vida es como una naranja. Por fuera, bonita. Por dentro, puede resultar ácida, pero nuestra obligación es pelarla y comérnosla."

Alfonso Paso


“Las cosas bellas existen. Las cosas muy bellas no existen nunca.”

Alfonso Paso


"LIVINIO –Me llamo Livinio, pero al ser el mayordomo me hago llamar don Licinio porque llevo en esta casa desde que terminó la guerra.
VICENTA –Sí don Livinio, con su permiso (Sale por la derecha).
LIVINIO –(A Manolo) Es sufrida?
MANOLO –Y muy trabajadora.
LIVINIO –Eso está bien, hoy en día no es muy normal. Come mucho?
MANOLO –Lo normal.
LIVINIO –Es igual, perderá el apetito.
MANOLO –Qué?
LIVINIO –Hay poco que hacer aquí, la falta de ejercicio quita las ganas de comer.
MANOLO –Sí señor.
LIVINIO –Va al cine?
MANOLO –Poco.
LIVINIO –Pero habrá visto alguna película de miedo.
MANOLO –Alguna habrá visto, sí señor.
LIVINIO –Por ejemplo, de Drácula.
MANOLO –Ese que chupa la sangre?
LIVINIO –Sí, ese… pobrecito!
MANOLO –Pues creo recordar que me habló de Drácula alguna vez, ahora que usted lo dice.
LIVINIO –Muy bien.
MANOLO –Pasa algo con Drácula?
LIVINIO –Qué quiere usted que pase? Que tiene dos colmillos.
MANOLO –Sí, bien mirado…
LIVINIO –Puede usted visitar a su prima cuando guste, con la debida discreción, nunca más tarde de las nueve. A esa hora, por mucho que llame, no abriremos la puerta. Aquí cerramos a las nueve.
MANOLO –Y a qué hora abren?
LIVINIO –(Suspira) Abrimos a las seis… Le acompaño, joven (Sale con él por la derecha. Pausa. Sale Vicenta, el uniforme le está pequenísimo y la cofia es como un clavel blanco. Vuelve Livinio) Qué?
VICENTA –¿Era enana?
LIVINIO –¿Quién?
VICENTA –La otra criada.
LIVINIO –Aunque a usted le parezca mentira, cuando entró aquí pesaba setenta kilos y media uno setenta y tres.
VICENTA –Pues la vestían ustedes con mini uniforme.
LIVINIO –Se redujo mucho con el tiempo.
VICENTA –¿Cómo que se redujo?
LIVINIO –Sí, fue dándose de no, se achico. Hace una semana estaba echa una pavesita.
VICENTA –Vaya por Dios.
LIVINIO –La tuve que llevar a hombros hasta la ambulancia y me decían los enfermeros que si era difteria. Parecía una niña, una niñita, una desdichada e infeliz criatura (Saca un pañuelo y solloza)."

Alfonso Paso
¡Cómo está el servicio!