"A veces uno se horroriza de descubrirse a sí mismo en el otro."

Julien Green


“Admiro la tierra, la quiero, siempre la he querido. Siempre fui feliz de estar vivo. A pesar de la guerra, de las malas noticias, no puedo matar en mí la simple alegría de vivir.”

Julien Green



"¡Cuánta gente hay que lee y estudia, no por conocer mejor la verdad, sino realmente por aumentar su pequeño "yo"!”

Julien Green



“Dios no habla, pero todo habla de Dios.”

Julien Green



"El fin de la oración no es alcanzar lo que pedimos, sino transformarnos."

Julien Green


"El ingenioso suplicio de la identidad, crea un infierno mucho más sutil que el tórrido lugar inventado por la superstición. Salir de sí mismo, volverse otro, ¿no es de los sueños más inteligentes que haya tenido el hombre?. El alma está prisionera del cuerpo como el agua del barro."

Julien Green
Si yo fuera usted


"El reloj de correos marcaba las diez. Entró en un «drugstore» de las cercanías, donde bebió un vaso de leche y comió un bocadillo múltiple. Todo volvía a sonreírle. Al mirarse disimuladamente en un espejo, se encontró a la vez feo y elegante. En todo caso, su primo sufría de amores por su causa. Además tenía en su cajón lo suficiente para vivir durante varios años. Si quería, podría decirle a míster Schoenhals que dejaba el almacén para siempre.
Estos pensamientos que le rondaban por la cabeza se desvanecieron de golpe cuando el nombre de Schoenhals acudió a su mente. En efecto, ninguna parte del cuerpo le parecía tan bella como el cuello. Un cuello recto, redondo y liso que las manos podían aprisionar como una columna. El pecho, las caderas, las piernas no sugerían más que voluptuosidad; incluso la cabeza, la cara sobre todo... Pero el cuello era puro. El suyo era largo y vigoroso, de una blancura que resistía a la quemadura del sol; un cuello de bárbaro, le había dicho alguien un día, y esta expresión, cuyo sentido no veía del todo claro, se había grabado en su memoria. El cuello, por sí solo, era parecido a un cuerpo, pero un cuerpo inocente. En cuanto a los órganos del placer, tanto en la mujer como en el hombre, había que perder la cabeza para encontrarlos bellos. Sólo la crisis de locura provocada por el deseo podía hacer que mirase con indulgencia esas regiones que seguían siendo repelentes a sus ojos. Bruscamente, la frase que había leído en la «Imitación» cruzó su mente como un relámpago. Permaneció inmóvil, con el vaso medio vacío en la mano. «¿Qué le responderás a Dios, que conoce todas tus inquietudes, tú que a veces temes el rostro de un hombre encolerizado?»
Dejó el vaso, pagó y salió a la calle."

Julien Green
Cada hombre en su noche


"La noche es en cierto modo mi patria ¿Qué noche? La noche de los ríos subterráneos, recorrida por ángeles y demonios, que fascina y aprisiona; la noche de la cual habla Pascal: El hombre no sabe dónde ubicarse. Está visiblemente extraviado y ha perdido su verdadero lugar sin poderlo recuperar. Lo busca en todas partes, con inquietud y sin éxito, en medio de tinieblas impenetrables."

Julien Green
Diario


“La opinión pública, es la acción de los idiotas.”

Julien Green



"Las preguntas a las que se responde "si" o "no" rara vez son interesantes."

Julien Green


"Los favores envejecen antes que cualquier cosa."

Julien Green


"Nada envejece tanto como la muerte de aquellos que conocimos en nuestra infancia."

Julien Green


“No puede haber otro progreso auténtico que el interior. El progreso material no es nada.”

Julien Green


“Para Dios es más fácil entrar en un alma hundida en los vicios que en un alma atrincherada detrás de sus propias virtudes y méritos.”

Julien Green


"Se vistió. A decir verdad, el pantalón le apretaba más de lo que recordaba; la americana, en cambio, parecía hecha a medida: para verlo bastaba echar un vistazo al pequeño espejo de encima de la chimenea, pero Joseph no prolongó el examen más de algunos segundos, que imaginó el límite de lo permitido. Y volviendo la cabeza, permaneció inmóvil un instante sin saber qué hacer con un traje que consideraba demasiado elegante para él; luego se dirigió hacia la ventana con el rostro iluminado por una sonrisa de la que no era consciente. De repente, le asaltó un pensamiento: «¡Tus rezos!».
Enrojeció como si le hubiesen golpeado. Desde que se había despertado no había pensado en Dios. Era la primera vez desde hacía años, y sintió como un golpe en el pecho. Al mismo tiempo le volvió el recuerdo de esa extraña felicidad que había sentido la víspera, arrodillado al lado de David. Con la luz del día, el recuerdo se tornaba diferente.
Ahora se mantenía de pie junto al lecho. Dieron las siete en el reloj de una iglesia vecina; después, más lejos y con mayor desmayo, en la biblioteca de la universidad. Disponía aún de cincuenta minutos para rezar sus oraciones y leer un capítulo de la Biblia. Sin embargo, no se movía. Una idea singular acababa de surgir en el fondo de su mente y le turbaba. Bajando la vista, observó el traje de tela un tanto rígida que no tenía aún huella de arruga alguna, salvo en el pantalón, donde, por el contrario, cada pernera, ¡qué elegancia!, se encontraba dividida por una línea recta. Sus ojos se fijaron en esta línea. Por fin, tras una rápida resolución, se soltó el cinturón y dejó deslizar sobre sus largas piernas esa funda cuya perfección le intimidaba. Después de haberlo doblado cuidadosamente, lo colocó sobre la silla con gran respeto (en cambio, un poco antes…); después echó la llave de la puerta y volvió a arrodillarse junto a la cama. Apenas había recitado algunas palabras cuando volvió a ser presa de sus escrúpulos. ¿Cómo se presentaba ante Dios? Una chaqueta y las piernas desnudas. ¿Podría explicar lo estrafalario del atuendo? Podía hacerlo aunque le costara alguna humillación: el temor de arrugar su pantalón le había inspirado este extraño gesto. Así, pues, por vanidad… Rojo de vergüenza, se levantó.
Arrodillado de nuevo, pero esta vez vestido correctamente, permaneció rezando algo más que de costumbre, por espíritu de mortificación. Con la cara hundida en las sábanas, y las manos en las orejas como para apartar de su cabeza todo ruido exterior, permaneció más de un cuarto de hora en esa actitud; su cabellera que se volvía casi negra, manchaba de oscuro la blancura del lecho.
Cuando se incorporó, había tomado una decisión: abandonaría la casa para irse a la habitación que le proponía David. Así, la vecindad de los blasfemos no le molestaría más y no se enfadaría. Había también almas que salvar en otros lugares, y las salvaría con paciencia, con toda esa ternura que le invadía como una gran marea de dulzura en cuanto veía ciertos rostros. ¿Por qué se le resistían? Todos sus problemas con la gente le venían por lo mismo: no podía hacerles comprender lo extremadamente peligroso que eran sus comportamientos. No sabía hablar; Las palabras le eran hostiles y se formaban con dificultad en sus labios. En ocasiones, incluso decía cosas que no quería decir."

Julien Green
Moira

“Trato de llevar conmigo todo aquello…, esas colinas que hablan de paz, y de alegría de vivir. Colecciono los recuerdos de felicidad como otros las tarjetas postales.”

Julien Green


"Visto desde aquí, nuestro mundo parece estar dotado de una luz incierta, fría y siniestra como la primera palidez del alba. Despertamos de una pesadilla. La muerte, la enfermedad, las desilusiones amorosas, la ruina, nada es verdad en esa pesadilla. Todo está en otro lugar, amigos míos; todo lo que es verdad se encuentra en otro lugar."

Julien Green
Medianoche