“¿Acaso puedo ocultar mi pensamiento a la mujer a la que más respeto, de la que no he recibido sino ternura y toda la bondad del mundo, a la mejor de las madres?”

Sir Hugh Seymour Walpole




“(...) Así pues, refrenó las inclinaciones de su corazón, y no se permitió concesiones a la piedad. El siguiente sentimiento que se apoderó de su alma fue una exquisita maldad.”

Sir Hugh Seymour Walpole



“Avanzaba sin hacer ruido, en la medida que su impaciencia se lo permitía, aunque se detenía a menudo y aguzaba el oído para saber si la seguían. En uno de esos momentos pensó oír un suspiro. La sacudió un temblor y retrocedió unos pocos pasos. Creyó oír andar a alguien. Se le heló la sangre, pues dedujo que se trataba de Manfredo.”

Sir Hugh Seymour Walpole



“¡Cómo! ¿Creéis acaso, encantadora doncella, que aceptaré salvar mi vida atrayendo calamidades sobre la vuestra? Antes soportaría mil muertes.”

Sir Hugh Seymour Walpole


"Cuando la miré, surgió dentro de mí una alegría tan grande que no pude tener conciencia de ningún otro sentimiento. Y aquí debo intercalar esto: que a través de todos los incidentes que siguieron, horribles, burlescos, aterrorizantes o hermosos, mi propio sentimiento fue principalmente de felicidad. Si esta crónica no trata de la muerte y de la anticipación de la muerte tan seriamente como debiera, lo siento, y me disculpo, pero el hecho es que, a través de esa noche increíble, la muerte me parecía completamente sin importancia tal como me había sucedido en ciertos grandes momentos de la guerra. Pero como verán, no parecía desprovista de importancia para Hench, por ejemplo, y ni por un momento para Pengelly. En realidad, la forma en que su inminencia actuó sobre todos nosotros de diferente modo es uno de los motivos de esta narración. Por mi parte sólo puedo decir que desde el instante en que encontré nuevamente a Hellen hasta el último momento enloquecido entre los techos y las chimeneas, aunque experimenté también muchas otras emociones, la principal fue la de sobrecogedora, casi triunfal felicidad."

Hugh Walpole
En la plaza oscura



“El actuar con sentido común según el momento es la mejor sabiduría y la mejor filosofía.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“El horror de aquel espectáculo, la ignorancia de los circunstantes sobre cómo había acaecido la desgracia y, ante todo, el tremendo fenómeno que tenía ante él, dejaron al príncipe sin habla.”

Sir Hugh Seymour Walpole




El mundo es una comedia para los que reflexionan y una tragedia para los que sienten.

Sir Hugh Seymour Walpole




“En ese mismo momento, un trueno sacudió el castillo hasta sus cimientos. La tierra se estremeció, y por atrás se oyó el entrechocar metálico de una armadura sobrenatural. Federico y Jerónimo creyeron que el día postrero había llegado. El segundo, arrastrando con ellos a Teodoro, corrió al patio. En el momento que salió Teodoro, los muros del castillo a la espalda de Manfredo se derrumbaron por efecto de una poderosa fuerza, y la silueta de Alfonso, dilatada hasta una inconcebible magnitud, apareció en el centro de las ruinas.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“La Iglesia es una madre indulgente, así que mostradle vuestras angustias, pues sólo ella puede llevar consuelo a vuestra alma, bien satisfaciendo vuestra conciencia o, tras el examen de vuestras reservas, devolviéndoos la libertad y poniendo a vuestro alcance los medios lícitos para la continuidad de vuestro linaje.”

Sir Hugh Seymour Walpole



“Las puertas de vuestra prisión están abiertas. Mi padre y sus criados se han ausentado, pero pueden regresar pronto. ¡Poneos a salvo y que los ángeles del cielo os guíen! ¡Sin duda vos sois uno de esos ángeles!”

Sir Hugh Seymour Walpole



“No se había internado mucho cuando creyó oír los pasos de alguien que parecía precederle. Firmemente convencido de cuanto nuestra sagrada fe nos enseña, Teodoro no creía que las buenas personas sean abandonadas sin causa a la maldad de los poderes de las tinieblas. Consideró más probable que el lugar estuviera infestado de ladrones antes que de esas criaturas infernales que, según cuentan, molestan y aterrorizan a los viajeros.”

Sir Hugh Seymour Walpole



“¡Oh, Dios! ¿Acaso dudáis de que es mi hijo? ¿Podría experimentar esta angustia si no fuera su padre? ¡Salvadlo, buen príncipe, salvadlo, y haced conmigo lo que queráis!”

Sir Hugh Seymour Walpole




“(...) Puedo olvidar las injurias; jamás los favores.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“Si el cielo me cierra el corazón de mi padre, paga con creces mis escasos méritos con el amor de mi madre.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“Si logro encontrarlo, podré escapar; si no, valeroso forastero, temo haberos mezclado en mis desdichas: Manfredo sospechará que sois cómplice de mi fuga, y seréis víctima de su resentimiento.”

Sir Hugh Seymour Walpole


“Sois un hombre prudente, y aunque el ardor de mi temperamento me traicione con algunas expresiones impropias, honro vuestra virtud y deseo deberos la tranquilidad de mi vida y la conservación de mi familia.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“Todo el secreto de la vida es estar interesado en una cosa profundamente y en otras tantas un poco.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“Un terrible silencio reinaba en aquellas regiones subterráneas, salvo, de vez en cuando, algunas corrientes de aire que golpeaban las puertas que ella había franqueado, y cuyos goznes, al rechinar, proyectaban su eco por aquel largo laberinto de oscuridad.”

Sir Hugh Seymour Walpole





“Vuestro propósito es tan odioso como despreciable vuestra ira. Volved por donde habéis venido o pronto sabremos qué ira es más terrible.”

Sir Hugh Seymour Walpole




“¡Yo soy tu asesino! ¡He sido yo quien ha hecho recaer sobre ti esta hora de infortunio!”

Sir Hugh Seymour Walpole