“Actualmente, poner en marcha el motor de un automóvil consiste sólo en dos cosas: girar una llave y tirar del botón del aire. El resto funciona automáticamente. El proceso seguido en aquellos días era más complicado y requería no sólo una buena memoria, un brazo fuerte, un carácter angelical y una fe ciega, sino también cierta dosis de magia.”

John Ernst Steinbeck

  

"Ahora era un animal, para ocultarse, para atacar, y vivía únicamente para preservarse y para preservar a su familia."

John Steinbeck
La perla
  


“Aron, esto pasará. Sólo tienes que esperar un poco. Ya sé que no es un gran consuelo, porque no te lo crees, pero es lo mejor que puedo hacer por ti. Trata de comprender que las cosas no son ni tan buenas ni tan malas como ahora te parecen.”

John Ernst Steinbeck




"Bajo su caparazón de cobardía, el hombre aspira a la bondad y quiere ser amado. Si toma el camino del vicio, es que ha creído tomar un atajo que le conduciría al amor."

John Steinbeck



“Bien, aquí tienes la caja que querías. Dentro he guardado casi todo lo que tengo, y todavía no está llena. En ella hay dolor y pasión, buenos y malos sentimientos y buenos y malos pensamientos, el placer del proyecto, algo de desesperación y el gozo indescriptible de la creación. Y, por encima de todo, la gratitud y el afecto que siento por ti. Y aun así la caja no está colmada.”

John Ernst Steinbeck


"Cayo estaba a una milla y media de donde anclamos, y parecía ennegrecer incluso el aire de su alrededor. Ésta era la primera vez que el Sea-Cow podía prestarnos un gran servicio; precisamente para tales ocasiones lo habíamos comprado. Aquel día nos mostramos amables con él... egoísticamente, por supuesto. Le dijimos cosas bonitas y lo colocamos con dulzura en la popa del botecillo, pretendiendo esperar que funcionara, que ni siquiera soñábamos con que lo hiciera. Pero no lo hizo. Tuvimos que remar el bote — y el Sea-Cow — hasta Cayo. Hay mucho de extraño en esa isleta, y vamos a escribirlo. Casi todo son preguntas, pero quizá algún lector sabrá las contestaciones y nos las dirá. No hay ningún sitio para desembarcar; todos los accesos están sembrados de rocas, que incluso con el mar en calma, destrozarían el casco de un barco. En su parte oriental, por donde nos acercamos, se levanta un acantilado detrás de una playa rocosa, donde hay grandes aros de hierro y trozos de cadenas tan oxidados, que se desintegraban en nuestras manos. En el acantilado, a unos ocho pies de altura, habían también anillas de hierro de ocho pulgadas de diámetro. Parecían muy antiguas, pero la atmósfera húmeda del Golfo y la rápida oxidación causada por ella, hacían imposible determinar sus años. En las cuevas que se abrían en las rocas quedaban restos de chimeneas, y en ellas se apilaban miles de conchas de almejas y tortugas, como si estos animales hubieran llegado allí para quemarse. El misterio de todo se esconde aquí. No hay almejas por las inmediaciones y las tortugas no abundan. Tampoco hay madera en la isla para hacer fuego, ni agua. Cuando se llega no se puede anclar. Por qué la gente ha traído almejas y tortugas, madera y agua a un lugar donde no existe protección, no lo sabemos. Una milla y media más allá habrían encontrado todo lo necesario y habrían podido fondear. Es un enigma que no podemos descifrar, como tampoco podemos adivinar la razón de los grandes anillos de hierro. Era imposible que hubieran servido para amarrar barcos, porque éstos no podían anclar en aquella agua tan poco profunda. Trepamos por el acantilado utilizando una senda tallada en las rocas, y en su cima hallamos unas matas de hierbas color marrón y algún cactus. Nada más. Un cuervo negro, al vernos llegar graznó con antipatía, y cuando nos acercamos a él, echó a volar en dirección a la isla de San José.
Los acantilados tenían un color bruñido. Es imposible saber por qué la distancia hace que Cayo parezca negro. Las rocas y piedras eran de un material rojizo, y la isla, como toda la región, era de origen volcánico.
Como ya sabíamos, en aquellas rocas hallamos una fauna muy infeliz. Los animales eran pequeños. La estrella Heliaster era diminuta y pálida. Había anémonas, unos cuantos pepinos, y conejitos de mar. A la única especie que parecía gustarle el Cayo era a la de los Sally Lightfoot. Estos hermosos grejos se arrastraban por las rocas y dominaban la vida de región. Cogimos algunos Aletes (caracoles en forma de gusanos), gusanos serpúlidos, dos o tres clases de caracoles, y unos cuantos isópodos.
Subió la marea, poniendo en peligro nuestro bote, que habíamos contrapesado con una roca. Volvimos remando al Western Flyer, mientras uno de nosotros tiraba furiosamente en la popa de la cinta del Sea-Cow. Sentíamos deseos de haberlo dejado colgando por la hélice en una de las anillas del acantilado. A su malvado y misterioso magneto le habría gustado."

John Steinbeck
Por el mar de Cortés



“¿Cómo podemos vivir sin nuestras vidas? ¿Cómo sabremos sobre nosotros sin nuestro pasado?”

John Ernst Steinbeck



“Comprendo que un sistema construido sobre un molde determinado trate de destruir el espíritu libre, porque éste representa una amenaza para su supervivencia. Por supuesto que lo comprendo, pero lo detesto, y lucharé contra ello para preservar lo único que nos diferencia de las bestias incapaces de crear. Si la gloria puede ser aniquilada, estamos perdidos.”

John Ernst Steinbeck


"Con el alma pasa lo mismo que con las batallas: sólo los vencedores son recordados."


John Ernst Steinbeck



“Creo en esto: que la exploración de la mente humana con total libertad es la cosa más valiosa del mundo.”

John Ernst Steinbeck



"Cuando llegó el calor, las mujeres se sentaban en el porche protegidas del sol y cosían. Prepararon todo con meses de antelación. Cortaron una pieza alargada de muselina cruda que serviría para envolver la cadera de Elizabeth, le hicieron el borde y la guardaron. Cuando llegó junio, ya estaban hechas las almohadas de plumas de ganso y todas las colchas.
No hablaban más que de niños, cómo nacían y todos los accidentes que podían ocurrir y cómo los dolores del parto se borran pronto del recuerdo de una mujer y cómo los niños y las niñas son diferentes desde sus primeros hábitos. Había anécdotas sin fin. Rama recordaba historias de niños nacidos con cola, con más miembros, con la boca en la espalda; pero no había por qué asustarse porque Rama sabía por qué ocurrían esas cosas. Algunas eran fruto de la bebida, otras de la enfermedad, pero las peores, las peores monstruosidades venían de concebir durante la menstruación.
En ocasiones, Joseph llegaba a casa con briznas de hierba en los cordones de los zapatos y manchas verdes en las rodillas de sus pantalones vaqueros y la frente brillante de sudor. Se quedaba de pie acariciándose la barba y escuchando la conversación. Rama se dirigía a veces a él para que corroborara lo que decía.
Joseph trabajó extraordinariamente durante aquella primavera tan pródiga. Castraba a los ternerillos, apartaba las rocas que impedían que crecieran las flores y salía a buscar al ganado para marcarlo con su nueva marca de hierro «JW» en la piel. Thomas y Joseph trabajaban juntos en silencio, tendiendo vallas de alambre en los límites de la finca, pues resultaba más fácil cavar los agujeros para los postes en una primavera húmeda."

John Steinbeck
A un dios desconocido


"¿De qué vale gozar del calor del verano, si no podemos recordar el frío del invierno?"

John Ernst Steinbeck


“De todos los animales de la creación, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir.”

John Steinbeck



“Delante de nosotros hay mil vidas distintas que podríamos vivir, pero cuando llegue, sólo será una.”

John Ernst Steinbeck



"Dos horas más tarde recordaron a qué habían venido.
El estanque de las ranas era cuadrado: cincuenta pies de ancho por setenta de largo y cuatro de profundidad. Lozano césped crecía en sus bordes; una pequeña zanja llevaba hasta él el agua del río, y otras más pequeñas llevaban al huerto el agua del estanque. En el estanque había miles de ranas. Su croar rasgaba la calma de la noche. Las ranas cantaban a las estrellas, a la luna menguante, al ondulante césped. Entonaban cantos de amor y se cruzaban desafíos. Los hombres, protegidos por la obscuridad, avanzaron hacia el estanque. El capitán llevaba un jarro casi lleno de whisky y cada hombre tenía un vaso. El capitán les había proporcionado linternas. Hughie y Jones llevaban unos sacos. Cuando estuvieron cerca, las ranas los oyeron venir. Todo quedó repentinamente silencioso. Mack y los muchachos se sentaron en la hierba para beber otro vaso y para trazar su plan de campaña. Y el plan era audaz.
Durante los milenios en que hombres y ranas vivían casi en las mismas circunstancias, es probable que los hombres cazaran ranas. Y desde entonces se ha desarrollado un plan de ataque: el hombre, armado de red, arco, lanza o rifle, se desliza silenciosamente, a su parecer, hacia la rana. Las reglas requieren que la rana permanezca inmóvil y espere el último segundo: cuando la red desciende, cuando la lanza está en el aire, cuando el dedo oprime el gatillo, y entonces salta, se zambulle en el agua, nada hasta el fondo y espera allí hasta que el hombre se marcha. Éste es el modo de hacerlo, el modo como se ha hecho siempre. Las ranas tienen derecho a esperar que siempre suceda así. De vez en cuando la red es demasiado rápida, la lanza traspasa, el rifle dispara y la rana perece, pero todo ello es justo y de acuerdo con las reglas. Las ranas no se quejan. Pero, ¿Cómo habían de prever el nuevo método de Mack? ¿Cómo habían de imaginarse el terror que sobrevino: las repentinas luces, los gritos de los hombres, los pasos precipitados? Todas las ranas saltaron, se zambulleron en el agua y nadaron hasta el fondo. Entonces los hombres saltaron al estanque y comenzaron a moverse en todas direcciones. Histéricamente, las ranas salieron de sus plácidos refugios y nadaron huyendo de los terribles pies, pero los pies las perseguían. Las ranas nadan bien, pero no tienen mucha resistencia. Llegaron hasta el final del estanque y se amontonaron junto al borde. Y los pies las siguieron hasta allí."

John Steinbeck
Los arrabales de Cannery



“El arte del descanso es una parte del arte de trabajar.”

John Steinbeck



“El cambio viene como una pequeña brisa que agita las cortinas al amanecer, viene como el discreto perfume de las flores silvestres, escondidas en la hierba.”

John Ernst Steinbeck


"El diminuto camarote del pequeño buque de carga era viejo, pero cómodo y bien conservado. A un lado, una pequeña mesa para comer, con el correspondiente reborde; buenas sillas giratorias atornilladas al suelo, y botellones y vasos colocados en armazones en un pequeño aparador. Las paredes estaban recubiertas por artesones de madera obscura bien barnizada y lustrada durante muchos años, y el material de bronce se veía reluciente. Junto a una de las paredes, bajo capotes marinos colgantes, había una ancha caja tapizada que servía de banco. Dos hondos sillones de cuero estaban frente a una pequeña rejilla de estufa en una chimenea de teja, y sobre la repisa de ésta descansaba el modelo de una goleta completa y preciosa por sus detalles; junto a ella había un árbol artificial de Navidad decorado con oropeles y plata y globos rojos de vidrio. En el pequeño hogar había un enrejado que servía de sostén para las herramientas de la chimenea; un atizador corto y pesado, una pala y pinzas. En la pared, por debajo de los ojos de buey, colgaban los trofeos de muchos viajes a distintos sitios: azagayas y knobkerries de África, mazas de guerra y venablos con dientes de tiburón de la Polinesia meridional, dagas y estiletes, una o dos máscaras de brujos, y una cabeza reducida, negra y triste, colgando del pelo."

John Steinbeck
La llama viva


“El dinero es muy fácil de hacer si no se quiere otra cosa. Pero con unas pocas excepciones, lo que los hombres quieren no es dinero, sino lujo, amor y ser admirados.”

John Ernst Steinbeck



“El hombre, a diferencia de cualquier cosa orgánica o inorgánica del universo, crece más allá de su trabajo, sube a las estrellas de sus conceptos, y emerge al frente de sus logros.”

John Ernst Steinbeck


"El hombre era antes dueño de su saber. Su saber es hoy su dominio."

John Steinbeck



“El hombre es el único zorro que instala una trampa, le pone una carnada y luego mete la pata.”

John Steinbeck



“El miedo se infiltraba en las casas donde estaban alojados y las hacía tristes, y se cernía sobre las patrullas y las hacía crueles.”

John Ernst Steinbeck



"El rostro de Mamuchka se ensombreció al decir esto, y fue la única vez que le nombró, y era su único hijo.
Junto a una pared había una antigua máquina de coser Singer, cubierta con un trozo de estopilla; y, contra otra pared, una cama estrecha con una alfombra a modo de manta. En el centro de la habitación había una mesa larga, con bancos a los lados. Hacía mucho calor en la casa. Las ventanas no se podían abrir. Decidimos que si podíamos, sin parecer descorteses, dormiríamos en el establo. Porque en el exterior las noches eran frescas y deliciosas; dentro de la casa nos asfixiaríamos.
Fuimos al patio y nos lavamos, y al momento la cena estaba servida.
Mamuchka es una cocinera muy famosa en el pueblo, y realmente muy buena. Sus comidas eran increíbles. La de aquella noche comenzó con vasos de agua llenos de vodka, pepinillos y pan negro casero, y shashlik ucraniano que Mamuchka hacía muy bien. Había un gran cuenco de tomates y cebollas y pepinos; había tortitas fritas llenas de cerezas amargas, sobre las que se vertía miel, un delicioso plato nacional. Había leche fresca, y té, y después más vodka. Comimos demasiado. Comimos las pequeñas tortitas de cereza y miel hasta que se nos salieron los ojos de sus cuencas.
Estaba empezando a oscurecer, y pensamos que esta era la última comida del día."

John Steinbeck
Diario de Rusia



“El tiempo es el único crítico, sin ambición.”

John Ernst Steinbeck



“El truco de moda es la alergía. La alergía es caer enfermo ante cualquier cosa que no se desea hacer. He conocido mujeres alérgicas al agua de lavar platos.”

John Ernst Steinbeck


“En la soledad absoluta un escritor intenta explicar lo inexplicable.”

John Ernst Steinbeck


“En medio de la duda, estoy seguro de que por debajo de las capas superficiales y exteriores de fragilidad, los hombres desean ser buenos y quieren ser amados. Verdad es que muchos de sus vicios no constituyen más que atajos que intentan abrir para llegar al amor.”

John Ernst Steinbeck



"Es casi imposible leer algo bello sin sentir deseos de hacer algo bello."

John Steinbeck


"Es curioso lo lejana que resulta una desgracia cuando no nos atañe personalmente".

John Steinbeck



“Fue educado en los asuntos mundanos por un hombre joven y sin experiencia, y ello le dio la capacidad para generalizar que sólo poseen las personas poco experimentadas.”

John Ernst Steinbeck


"-He aquí el futuro -dijo la mujer. He aquí la muerte de la caballería.
-¿Qué quieres decir, señora mía? Este es un deporte de rústicos.
-Es verdad -dijo ella-. Pero dáme a veinte de estos rústicos deportistas y puedo detener a veinte caballeros.
Le mostró entonces la mujer como una flecha puede atravesar la mejor armadura.
-Qué reflexión tan atroz -dijo sir Ewain-. Si hombres sin linaje pueden medirse con los que han nacido para el mando, la religión, el gobierno, el mundo se derrumbará en pedazos.
-Eso es lo que ocurrirá -dijo ella-. Eso es lo que ocurrirá.
(...)
Montó a caballo y se alejó, y el triunfo le dejó en la garganta un regusto de acritud y aflicción.
-Sin embargo, no quedaba otro remedio -se dijo-. Era un peligro, el pobre -y en su memoria vio los aterrados ojos del monstruo niño, y supo que el miedo es la herida más desgarradora."

John Steinbeck
Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros



"Henry desvío la vista hacia el cobertizo del tractor y cuando volvió a posar los ojos en ella, volvían a ser los suyos.
—Sacaré el coche. Puedes ponerte el abrigo mientras arranco.
Elisa entró en la casa. Oyó a su marido llegar con el coche hasta la entrada y dejar el motor encendido, y se tomó un buen rato para ponerse el sombrero. Lo estiró por un lado y lo apretó por otro. Cuando Henry apagó el motor, ella se puso el abrigo y salió.
El pequeño coche descubierto enfiló la carretera de tierra de la orilla del río, espantando a los pájaros y haciendo esconderse a los conejos entre los matorrales. Pasaron aleteando pesadamente dos cigüeñas sobre la hilera de sauces y se posaron en el lecho del río.
Elisa vio una mancha oscura a lo lejos, en la carretera. Supo lo que era.
Procuró no mirar cuando pasaron, pero sus ojos no la obedecieron. Susurró para sí con tristeza: «Podría haberlos tirado fuera de la carretera. No le habría costado mucho hacerlo, desde luego. Pero se quedó la maceta —alegó—. Tenía que quedarse la maceta. Por eso no podía tirarlos fuera de la carretera».
El coche tomó una curva y Elisa vio el carromato delante. Se volvió completamente hacia su marido para no ver el pequeño carro cubierto y el tiro dispar cuando el coche los adelantara."

John Steinbeck
Los crisantemos



"La alegría es caer enfermo ante cualquier cosa que no se desea hacer. He conocido mujeres alérgicas al agua de lavar platos."

John Steinbeck



“La cálida intimidad y la confianza que le demostró su padre eran cosas dignas de ser recordadas. Incluso llegó a decirle: Tengo confianza en ti. Ante este pensamiento, se sintió mucho más reconfortado.”

John Ernst Steinbeck



“La disciplina de la palabra escrita castiga tanto la estupidez como la falta de honradez.”

John Ernst Steinbeck



"La enfermedad del manager es una epidemia suscitada por la agujas del reloj y transmitida por las agendas."

John Steinbeck



“La profesión de escritor hace que las carreras de caballos parezcan negocios estables.”

John Ernst Steinbeck



“La tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria.”

John Steinbeck



“Las ideas son como los conejos. Usted recibe una pareja y aprender a cuidarla, y muy pronto tiene una docena.”

John Ernst Steinbeck


"- Lo sentimos. No somos nosotros, es el monstruo. El banco no es como un hombre.
- Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.

- No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que los hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar."

John Ernst Steinbeck






“Los escritores están un poco por debajo de los payasos y un poco por encima de las focas entrenadas.”

John Ernst Steinbeck


"Los misterios causaban mala impresión a Ed Ricketts. Odiaba todas las ideas y manifestaciones de misticismo con una intensidad que demostraba una creencia básica e invencible en él. No quería nunca que le dijeran la buenaventura, ni que le leyeran la palma de la mano, aunque fuera en broma. Jugar con un tablero Ouija le producía una ira nerviosa, y las historias de fantasmas le ponían tan furioso, que cuando las oía, abandonaba la habitación donde las estaban explicando.
En el transcurso del tiempo, el padre de Ed murió. Un teléfono interior comunicaba el sótano con el despacho de arriba, y una vez, después de la muerte de su padre, Ed me contó que sufría una pesadilla, soñando que el teléfono sonaba, y que cuando lo descolgaba, oía la voz de su padre al otro extremo del hilo. Este sueño se estaba convirtiendo en una obsesión. Le sugerí que sería una buena idea desconectar el aparato, pero él aún fue más lejos, y quitó toda la instalación.
—Sería peor si estuviesen desconectados — dijo—. No lo podría soportar.
Creo que si alguien le hubiese gastado una broma respecto al teléfono, Ed se habría puesto enfermo del susto. Las flores blancas le perturbaron mucho.
He dicho que su mente no tenía horizontes, pero eso no es cierto. Ed no quería pensar en cuestiones metafísicas, y no podía evitarlo.
La vida en Cannery Row era curiosa, simpática y cruel. Frente a los Laboratorios Biológicos del Pacífico, estaba el burdel más grande, más elegante y más respetado de Monterey. Su dueña era una gruesa mujer, por la que todos sentían cariño y confianza, a excepción de aquellos cuyo entendimiento estaba retorcido por una virtud limitada. Poseía un gran corazón, y era una buena ciudadana en todos los aspectos, excepto uno: violaba las confusas leyes contra la prostitución. Pero como a la policía no parecía importarle, ella se sentía tranquila, e incluso hacía regalos en varios sentidos.
Durante la crisis, Madam pagó las cuentas de comestibles de la mayoría de familias necesitadas de Cannery Row. Cuando la Cámara de Comercio recolectaba dinero para lo que fuera, mientras los hombres de negocios se subscribían con diez dólares, ella lo hacía con ciento. Lo mismo sucedía con las instituciones de caridad, y con las recaudaciones de ayuda a las viudas y huérfanos de policías y bomberos. Contribuía siempre a todo con una suma diez veces superior a la que daban muchos de los ciudadanos que ignoraban su existencia. Al mismo tiempo, sabía escuchar con comprensión y tolerancia. Todos le contaban sus cuitas, pero no podían engañarla porque lo descubría siempre.
Ed Ricketts mantenía relaciones de respeto y amistad con Madam. No era parroquiano de su casa, porque su vida sexual era demasiado complicada para eso; pero ella le consultaba muchos de sus problemas, y Ed le daba sus mejores consejos y conocimientos, tanto científicos como profanos.
Por lo visto, las chicas de su establecimiento tenían tendencia a la histeria. No sé si son las propensas al histerismo las que eligen la profesión, o si es la profesión la que produce el histerismo. Pero Madam enviaba a menudo a alguna chica al laboratorio para que hablara con Ed. Éste escuchaba con gran interés sus problemas, que eran extrañamente complicados, y luego le hablaba con suavidad y ponía alguno de sus discos favoritos en el gramófono. Por regla general, la chica se marchaba reanimada. Ed nunca moralizaba en ningún sentido. Examinaba el problema con cuidado, calma y claridad, y hacía desaparecer los aspectos desastrosos del asunto. La chica descubría de pronto que no estaba sola, que mucha otra gente tenía los mismos problemas en el mundo, que su desgracia no era única... y entonces, generalmente, se sentía mejor.
Existía un tácito pero fuerte afecto entre Ed y Madam. Ella no tenía permiso para vender licores. Bastante a menudo, Ed se quedaba sin cerveza a unas horas de la noche tan intempestivas, que todo estaba cerrado, excepto la casa de Madam: Entonces realizaban un ritual, con el que los dos disfrutaban mucho. Ed cruzaba la calle y le pedía a Madam que le vendiera alguna botella de cerveza. Ella rehusaba invariablemente, explicando que no tenía permiso. Ed se encogía de hombros pidiendo disculpas por la molestia, y regresaba al laboratorio. Diez minutos después, se oían unos pasos silenciosos en las escaleras, un ligero golpe en la puerta, y Ed, tras esperar un intervalo decente, encontraba un paquete con seis botellas de cerveza helada en el umbral. Nunca mencionaba esto a Madam, porque hubiera sido romper las reglas del juego. Pero la recompensaba dedicándole horas de su tiempo, cuando ella necesitaba su ayuda. Y su ayuda era considerable."

John Steinbeck
Ed Ricketts


“Los narradores de historias de las ciudades falsean de tal manera la vida, que la hacen aparecer dulce a los ojos de los perezosos, de los estúpidos y de los débiles, y eso sólo contribuye a reforzar sus flaquezas, sin enseñarles nada, ni hacerles el menor bien, ni engrandecer su corazón.”

John Ernst Steinbeck



“Me habló de cómo un hombre, un hombre de verdad, no tiene que permitir que la pena lo aniquile. Me repitió una y otra vez que estaba seguro de que el tiempo la suavizaría. Me lo repitió tanto, que me di cuenta de que estaba vencido.”

John Ernst Steinbeck



“Me parece que si tú o yo debemos escoger entre dos cursos de pensamiento o acción, debemos pensar antes en nuestra muerte e intentar de tal forma que nuestra muerte no le traiga placer al mundo.”

John Ernst Steinbeck



“Me pelearía contra toda idea, religión o gobierno que limitara o destruyera la noción de individualidad.”

John Ernst Steinbeck



“Me pregunto por qué el progreso se ve más que la destrucción.”

John Ernst Steinbeck


"Me vengaré de ti de la forma más cruel que puedas imaginar: te olvidaré."


John Ernst Steinbeck



"Muchos viajes continúan mucho después de que el movimiento en el tiempo y en el espacio hayan cesado."


John Ernst Steinbeck


“Nadie desea consejos, sólo corroboraciones.”

John Steinbeck



“No; al intendente no se le puede detener. El intendente es una idea concebida por hombres libres, y eludirá la detención.”

John Ernst Steinbeck



"No es bueno querer tanto una cosa. A veces, ahuyenta a la suerte. Hay que quererla exactamente lo suficiente, y hay que ser muy discreto con Dios, o con los dioses."

John Steinbeck
La perla



“No hay mejor trampolín que una mala conciencia para saltar a la filantropía.”

John Ernst Steinbeck



“No hay preguntas desagradables, excepto las que vienen envueltas en condescendencia.”

John Ernst Steinbeck



"—¿No piensas en qué pasará cuando lleguemos? ¿No temes que quizá no sea tan bonito como pensamos?
—No —replicó con rapidez. No lo temo. No debes hacer eso.
-Yo tampoco. Es demasiado, es vivir demasiadas vidas. Delante de nosotros hay mil vidas distintas que podríamos vivir, pero cuando llegue, sólo será una. Si voy adelante en cada una de ellas, es excesivo."

John Steinbeck
Las uvas de la ira


"Nos pasamos la vida buscando la seguridad y cuando la conseguimos nos aburrimos de ella."


John Ernst Steinbeck


"Para mí, la vitrina siempre había sido el sagrado lugar de los parenti: máscaras romanas de los ancestros, los lares y pe­nates, un meteorito o una roca desprendida de la luna. Tenía­mos incluso una raíz de mandrágora: un hombrecillo perfec­to, brotado del esperma de un ahorcado en el momento de la muerte, y también teníamos una sirena harto verosímil, bas­tante decrépita, pero confeccionada de un modo sumamen­te hábil, utilizando la parte superior de un mono y la parte inferior de un pez debidamente cosidas una con la otra. Con el paso de los años se había encogido, se le veían las punta­das en los bordes, pero en sus dientecillos afilados aún aso­maba una sonrisa feroz.
Supongo que en todas las familias hay algo mágico, una especie de continuidad que enciende el ánimo, que es fuente de consuelo y de inspiración, una generación tras otra. En nuestro caso era... ¿cómo diría? Era una especie de piedra traslúcida, quizás de cuarzo, o de jade, o de esteatita. Tenía forma de círculo, de unos diez centímetros de diámetro y casi tres en la punta redondeada. Tallada en la superficie se veía una figura interminable, entrelazada, que parecía moverse, pero que no iba a ninguna parte. Tenía vida, pero carecía de cabeza y pies, de principio y fin. La superficie pulida de la piedra no era lisa al tacto, sino ligeramente adherente, como la carne, y siempre estaba cálida. Se veía su interior, pero no de través. Supongo que algún viejo marino de la familia se la habría traído de China. Era mágica: agradable de mirar, de tocar, de frotar contra la piel, de acariciar con los dedos. Esta piedra mágica y extraña vivía en el interior de la vitrina. De niño, de joven, de adulto, se me permitía tocarla, jugar con ella, manipularla, pero no llevármela a otro lugar. Su color y sus volutas, su textura misma, cambiaba según cambiaran mis necesidades. A veces me parecía un seno femenino; de chico se me antojaba el yoni, inflamado y dolorido. Es posi­ble que más adelante evolucionara y que se convirtiera en un cerebro, incluso en un enigma, en algo carente de principio y fin, en algo en constante movimiento, la pregunta que es completa en sí misma, que no necesita respuesta que la des­truya ni fronteras que la delimiten."

John Steinbeck
El invierno de mi desazón



“Pero yo creo que la mente libre e investigadora del individuo es la cosa más valiosa del mundo. Y por eso lucharé a favor de la libertad de pensamiento, para que pueda seguir la dirección que desee, sin imposiciones ni ataduras. Y lucharé contra cualquier idea, religión o gobierno que limite o destruya al individuo.”

John Ernst Steinbeck



"Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo."

John Steinbeck



“Por eso estoy hablando con usted. Usted es una de esas raras personas que son capaces de separar sus observaciones de sus prejuicios. Usted ve lo que es, mientras que la mayor parte de la gente ve lo que espera ver.”

John Ernst Steinbeck



“¿Por qué se empeña tontamente en hablar de leyes, coronel? Entre ustedes y nosotros no hay leyes. Esto es la guerra.”

John Ernst Steinbeck



“Puede que hiciera algo bueno con ese dinero. No hay mejor trampolín que una mala conciencia para saltar a la filantropía.”

John Ernst Steinbeck



“— ¡Qué labor nos ha tocado!, ¿eh?”

John Ernst Steinbeck




“Quienes ganan las batallas son los borregos, pero que quienes ganan las guerras son los hombres libres. Ya verán ustedes que así es, coronel.”

John Ernst Steinbeck


"Si tienes problemas, estás herido o necesitas a alguien, acude a los pobres. Ellos serás los únicos que te ayudarán, los únicos."

John Ernst Steinbeck


"Solo puedes entender a la gente si las sientes en ti mismo."

John Ernst Steinbeck


“Sólo somos animales. Vivimos tratando de ser menos solitarios. Uno de los métodos antiguos es contar una historia que comienza con algo como Esa es la forma que es, o por lo menos, la que pienso que es. Usted no está tan solo como piensa.”

John Ernst Steinbeck



“Sólo tenemos una historia. Todas las novelas, la poesía entera, están edificadas sobre la lucha interminable entre el bien y el mal que tiene lugar en nuestro interior.”

John Ernst Steinbeck



“Suprimió las sábanas de la cama y dormía entre mantas. ¿Qué utilidad tenía limpiar la casa si no había nadie para verla?”

John Ernst Steinbeck


“Tiene que seguir adelante, haga lo que haga, o aunque no haga nada. Aun en el caso de que deje que la tierra se convierta en barbecho, no podrá evitar que crezcan las hierbas y los zarzales. Siempre brotará algo.”

John Ernst Steinbeck



“Tienes que saber que el soldado es el más santo de todos los humanos, porque es el que más pruebas tiene que pasar, más que todos.”

John Ernst Steinbeck



"Toda clase de gente empezó a interesarse por Kino —gente con cosas que vender y gente con favores que pedir—. Kino había encontrado la Perla del Mundo. La esencia de la perla se combinó con la esencia de los hombres y de la reacción precipitó un curioso residuo oscuro. Todo el mundo se sintió íntimamente ligado a la perla de Kino, y ésta entró a formar parte de los sueños, las especulaciones, los proyectos, los planes, los frutos, los deseos, las necesidades, las pasiones y los vicios de todos y de cada uno, y sólo una persona quedó al margen: Kino, con lo cual se convirtió en el enemigo común. (...) En la perla veía como iban vestidos: Juana con un chal muy tieso por lo nuevo y una nueva falda, bajo cuyo borde Kino podía ver unos zapatos. Todo estaba en la perla, que brillaba incesante con ricas imágenes de ensueño. Él también llevaba ropas nuevas, un sombrero mejor, no de paja sino de fieltro negro, y zapatos de ciudad. Y Coyotito llevaba un traje azul de marino estadounidense y una gorra blanca como Kino había visto una vez a bordo de un yate de recreo en el estuario. Todo esto estaba en la perla, y Kino siguió diciendo:
—Tendremos vestidos nuevos.
La música de la perla era ya en sus oídos como un coro de trompetas triunfales.
Luego fueron apareciendo en la centelleante superficie gris de la joya las cosas que Kino necesitaba: un arpón que sustituiría al perdido hacía un año, un arpón nuevo, de hierro, con una anilla al extremo de la barra; y su mente casi no podía atreverse a sonar tanto — un rifle —pero, ¿por qué no, siendo tan rico? Y Kino se vio en la perla con una carabina Winchester. Era el sueño más loco de su vida y el más agradable. Sus labios vacilaban antes de darle forma audible:
—Un rifle —declaró—. Puede que un rifle.
El rifle echaba abajo todas las barreras. Era una verdadera imposibilidad, y si podía pensar tranquilamente en ello, horizontes enteros se disgregaban y se veía libre de toda atadura. Porque se dice que los humanos no se satisfacen jamás, que se les da una cosa y siempre quieren algo más. Y se dice esto con erróneo desprecio, ya que es una de las mayores virtudes que tiene la especie y la que la hace superior a los animales que se dan por satisfechos con lo que tienen.
Los vecinos, apretujados y silenciosos dentro de la cabaña, asentían a sus declaraciones fantásticas. Un hombre murmuro:
—Un rifle. Tendrá un rifle.
La música de la perla ensordecía a Kino. Juana lo miro y sus ojos se admiraban de su valor y su fantasía. Una fuerza eléctrica le había invadido en el momento de descubrir la derrota de los horizontes. En la perla veía a Coyotito sentado en un pupitre del colegio como el que había visto una vez a través de una puerta entreabierta. Coyotito vestía chaqueta, cuello blanco y ancha corbata de seda. Más aún, Coyotito escribía sobre un gran trozo de papel. Kino miro a sus vecinos casi desafiador."

John Steinbeck
La perla



“Todo el mundo se sintió íntimamente ligado a la perla de Kino, y ésta entró a formar parte de los sueños, las especulaciones, los proyectos, los planes, los frutos, los deseos, las necesidades, las pasiones y los vicios de todos y de cada uno, y sólo una persona quedó al margen: Kino, con lo cual se convirtió en el enemigo común.”

John Ernst Steinbeck




“Un alma triste puede matar más de prisa que un germen.”

John Ernst Steinbeck



“Un hombre estaba tan enfadado conmigo que terminó su carta diciéndome: tenga cuidado, usted no saldrá vivo de este mundo.”

John Ernst Steinbeck


"Un poco de amor es como un poco de buen vino. Demasiado de uno o de otro enferman al hombre."

John Steinbeck


“Un soldado debe desear hacer las cosas que tiene que hacer, o por lo menos, sentirse satisfecho con ellas. Yo no podía hallar razones lo suficientemente buenas para matar hombres y mujeres, ni tampoco podía entender las explicaciones que nos daban para hacerlo.”

John Ernst Steinbeck



“Un viaje es como el matrimonio. Uno se equivoca si piensa que tiene todo controlado.”

John Ernst Steinbeck


“Una ciudad se parece a un animal. Posee un sistema nervioso, una cabeza, unos hombros y unos pies. Cada ciudad difiere de todas las demás: no hay dos parecidas. Y una ciudad tiene emociones colectivas.”

John Ernst Steinbeck



“Una pregunta es una trampa, y una respuesta pone el pie en ella.”

John Ernst Steinbeck



“Una verdad a la que no se da crédito nos hiere mucho más que una mentira. Requiere un gran valor respaldar una verdad inaceptable para nuestra época; conlleva siempre un castigo, que suele ser la crucifixión.”

John Ernst Steinbeck



"Unas millas al sur de Soledad, el río Salinas se ahonda junto al margen de la ladera y fluye profundo y verde. Es tibia el agua. porque se ha deslizado chispeante sobre la arena amarilla y al calor del sol antes de llegar a la angosta laguna. A un lado del río, la dorada falda de la ladera se curva hacia arriba trepando hasta las montañas Gabilán, fuertes y rocosas, pero del lado del valle los árboles bordean la orilla."

John Steinbeck
De ratones y hombres


“Usted ya no es un hombre; es usted un soldado. Sus preocupaciones no tienen importancia, teniente, y tampoco su vida tiene mucha.”

John Ernst Steinbeck


"... y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la vendimia."


John Steinbeck



“Y entonces siento que soy un hombre. Y también que un hombre es algo muy importante, acaso más importante que una estrella. Esto no es teología. No me siento inclinado hacia los dioses. Pero experimento un nuevo amor por ese resplandeciente instrumento que es el alma humana; es algo maravilloso y único en el universo, siempre atacada y jamás destruida, gracias a ese tú podrás.”

John Ernst Steinbeck



“Y no era guapa. Quizá no llegaba ni a bonita, pero poseía ese encanto que hace que los hombres vayan tras una mujer, con la esperanza de que algo de él se les transmita.”

John Ernst Steinbeck



“Y también pienso que el mal debe engendrarse a sí mismo constantemente, mientras que el bien, la virtud, son inmortales. El vicio muestra siempre un rostro juvenil, mientras que la virtud es más venerable que ninguna otra cosa en el mundo.”

John Ernst Steinbeck