"Al despertar, lo noté molesto. No hubo comentarios y fuimos a desayunar. A las nueve abordamos el camión que nos llevaría a Cocula. En la calle, al ver una muchacha guapa que pasó, me dijo: "¡Pero mira qué cuerpo tan lindo! ¡Qué piernas!" "Ah, sí, muy buenas", le contesté y lo mismo hacía con cuanta hembra buena nos encontrábamos en el camino.
Su reacción me lastimaba; veía el ridículo final de mi soñado romance. Ya en mi casa, ocupamos la recámara del fondo. "¡Dos camas! ¡Qué bueno!", dijo él. Yo guardé silencio; ante su actitud, me desilusionaba. Mientras desempacaba las maletas, le iba diciendo: "Es tu casa, eres mi invitado. Puedes hacer lo que quieras. Perdóname lo de anoche. Aquí hay mujeres lindas. Haz cuanto quieras y trata de estar contento. En esta cartera hay dinero; toma el que necesites. Mañana comenzaremos a trabajar y por las noches nos divertiremos un poco".
Cuando bailaba en las fiestas me veía airoso y despectivo, como diciéndome: "Yo soy hombre. Me gustan las mujeres." Sus desdenes también aumentaron mi amor propio y así estuvimos largos días y noches. A la hora de ir a dormir, cada cual iba a su cama y, al apagar la luz —el apagador estaba de su lado—, me decía: "Buenas noches." "Buenas noches", le contestaba yo. Y en la oscuridad éramos dos inquietudes que no podían reposar en sus lechos. Toses, respiraciones fuertes, movimientos que hacían rechinar las camas y después el cansancio, el dormir intranquilo. Desdenes y presunción de machismo y en las noches dos inquietudes enemistadas que hablaban lo necesario.
El trabajo aumentaba y los días eran entretenidos y las noches sofocantes. El infierno crecía. Una vez, después del "buenas noches" acostumbrado, y las toses, respiraciones y movederas de las camas, nos quedamos dormitando. Por allá, a media noche, o al principio de la madrugada, escuché esos ruidos de los pies que truenan en el suelo, hasta sentirlos cerca de mí, y percibí cómo levantó mis cobijas y me dijo a media voz: "Yo ya no puedo", y nos abrazamos desnudos y llorando. En la ternura nació la calentura: saqué el lubricante y, con mi experiencia y mi amor resucitado, delicadamente penetré su cuerpo. Fue el milagro de mi amor y mi paciencia.
En adelante fuimos los seres más felices del mundo, y poco a poco aprendí a gozarlo y que al mismo tiempo él me gozara, hasta llegar exactos y simultáneos al orgasmo, para quedar desvanecidos y satisfechos en un remanso de quietud y de euforia. El sueño hecho sueño nos vencía."

Elías Nandino
Juntando mis pasos



“Al saber la vida de los enfermos -porque ellos mismos la cuentan para explicar sus males, dicen qué hicieron, cómo y por qué; es decir, sus secretos más íntimos- uno llega a ocupar el lugar de los confesores, y toda esa información, ese conocimiento del mundo le exige a alguien con sensibilidad...”

Elías Nandino



“Amo y al amar yo siento que existo, que tengo vida y soy mi fuga encendida en constante nacimiento.”

Elías Nandino



“Cada mañana, al despertar, resucitamos; porque al dormir morimos unas horas en que, libres del cuerpo, recobramos la vida espiritual que antes tuvimos cuando aún no habitábamos la carne que ahora nos define y nos limita, y éramos, sin ser, misterio puro en el ritmo total del Universo.”

Elías Nandino



“Corazón: no te atormentes porque traicionen tu amor, espera un tiempo mejor y jamás te desalientes.”

Elías Nandino



“Después de lo gozado y lo sufrido, después de lo ganado y lo perdido, siento que existo aún porque ya, casi a la orilla de mi vida, puedo recordar y gozar enloquecido: en lo que he sido, en lo que es ido...”

Elías Nandino



“El aire te pronuncia con sílabas de asedio, y estoy seguro que a mi lado vive, incorpórea y precisa, la huella misteriosa de tu forma alumbrando la noche del profundo universo de mi sangre.”

Elías Nandino



“El amor que no ha venido pronto vendrá, ten confianza, y sin medir la tardanza que en mí tu vigor perdure: que mientras la vida dure lugar tiene la esperanza.”

Elías Nandino




“Estás en mí, como latido ardiente, en mis redes de nervios temblorosos, en mis vetas de instintos borrascosos, en los mares de insomnios de mi frente.”

Elías Nandino




“Estoy solo, con mi soledad a solas, amoldado a ella como el vino a los muros de la copa...”

Elías Nandino




“Humana entraña de azúcar, efeba fruta de jade: ¡Cómo quisiera beberme el aroma de tu carne!”

Elías Nandino




“Mis dos profesiones siempre se complementaron porque siempre me nutria de intensas emociones. Por ejemplo, puedo decirle que el contacto con el dolor humano que conocí por medio de la cirugía, me hizo tomar a la muerte como la retórica de mi poesía.”

Elías Nandino



“¡Nada es tan mío como lo es el mar cuando lo miro!”

Elías Nandino



“No me importa cómo juzguen mi vida, yo traté de vivirla haciendo estrictamente lo que ella apetecía.”

Elías Nandino


Nocturno a tientas

A oscuras, yacentes
en el mismo lecho,
somos brasas despiertas
que vigilan
el pulso de sus lumbres.
Me animo y aventuro
mi mano por su cuerpo:
voy encontrando
laderas y llanuras,
asomo de pezones
y un par de lomas redondas
que en un precipicio
aparta,
haciendo entre las dos
una cañada.
A tientas
en su fondo palpo
un inasible vello
casi sueño…
Parece que ando cerca
de las puertas del cielo.
El merodeo prosigue
y después
de subidas y bajadas,
bajadas y subidas,
doy con algo
inédito y matrero.
– ¡Hallazgo afortunado
que al fin me queda
como anillo al dedo!-

Elías Nandino



“¿Qué es morir? Morir es alzar el vuelo sin alas sin ojos y sin cuerpo.”

Elías Nandino



“Sigue durmiendo sin verme que yo, despierto, a tu lado, vuelo al vuelo de tu sueño y estoy tan cerca de ti, que respiro por tu cuerpo.”

Elías Nandino


Silencio en poema

Para poder decirte lo que ansío
busco lo más sutil, lo más celeste,
lo que apenas se acerque al alba pura
de iniciar su existencia,
sin haber sido herido
ni por una mirada
ni tampoco por nadie imaginado.

El aroma del sueño,
la estela sin color que va quedando
cuando la nube avanza,
la oración que se eleva de la espuma
al nacer y morir,
la queja que pronuncia la corola
cuando vuela el rocío
o el íntimo gorjeo
del agua que abandona su venero:
no pueden ayudarme
porque ya están violados sus secretos
y opacan la avidez
del solo intento de querer pensar
lo que anhelo decirte.

No hay palabra, ni canto de paloma,
ni roce, ni suspiro, ni silencio,
que puedan expresar la frase virgen
con que yo quiero hablarte.
Es idioma que traigo sumergido
en estado naciente, inmaculado,
que lucha atravesando mis tinieblas
como la luz de estrellas ignoradas
que viene, desde siglos, descendiendo
para tocar la tierra…
Así es la profunda voz sedienta
que llevo atesorada
como raíz de antigua resonancia
en mi marino caracol de entraña,
y que vive conmigo, desde siempre,
brotando del amor inapagado
del amor primitivo de otros seres
que amaron antes, con el mismo amor,
y prosiguen en mí
fundidos en espera
enamorando aún lo inalcanzable.

Para poder decirte lo que anhelo
me falta lo inasible, lo perfecto,
y al no poder tenerlo:
con sombras duras, con dolor desnudo,
con el creciente caos de mi delirio
y el humo intacto del callar que oprimo,
escarbo el pozo donde entierro a solas
la forma del intento,
el inmóvil temblor
de quererte expresar los inexpresable.

Elías Nandino



“Sin mi cuerpo no hubiera yo tenido el infierno carnal que me dio temple, por eso en él me quedo, hasta que juntos, al mismo tiempo nos volvamos tierra.”

Elías Nandino




“Sobre tus ojos dormidos dejo mis ojos cerrados para dormir con tu sueño y salir de ti, contigo, por los remansos del aire, por los espacios sin tiempo.”

Elías Nandino



“Soy tuyo, madre tierra: me invade el parentesco inevitable y hondo de tu ritmo en mi sangre, porque pese a mi miedo, a mi apego a la vida, hay algo en mis adentros que espera y desespera por regresar a ti...”

Elías Nandino



“Su amor es como un grito que llevo aquí en mi sangre y aquí en mi corazón. Y soy, aunque no quiera, esclavo de sus ojos, juguete de su amor.”

Elías Nandino


Tengo miedo de ti...

"Tengo miedo de ti,
de mí,
del mundo, del aire,
del amor, de la sombra.
Tengo miedo de todo.
¡Tengo miedo del miedo!
Tengo miedo a caer
sin nombre,
sin memoria y sin cuerpo,
en la eternidad
del olvido y del silencio.

¿Para qué soy
si para siempre dejaré de serlo?"



Elías Nandino


“Un día la voz de la conciencia me laceraba tanto que, desperado, me coloqué frente al espejo y discutí... (Salí absuelto y los dos terminamos llorando...).”

Elías Nandino



Usted

"Usted es la culpable
de todas mis angustias
y todos mis quebrantos.

Usted llenó mi vida
de dulces inquietudes
y amargos desencantos.

Su amor es como un grito
que llevo aquí en mi sangre
y aquí en mi corazón.

Y soy, aunque no quiera,
esclavo de sus ojos,
juguete de su amor.

No juegue con mis penas
ni con mis sentimientos
que es lo único que tengo.

Usted es mi esperanza,
mi última esperanza,
comprenda de una vez.

Usted me desespera,
me mata, me enloquece,
y hasta la vida diera
por vencer el miedo

de besarla a usted."

Elías Nandino


Voz de mí

"No sé cómo mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé cómo gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida,
llamarte sin oírme la llamada;

y atado al corazón que no te olvida,
ser un muerto que tiene por morada

un cuerpo que no vive sin tu vida."



Elías Nandino



“Y atado al corazón que no te olvida, ser un muerto que tiene por morada un cuerpo que no vive sin tu vida.”

Elías Nandino