“Algunas personas obtienen fama, otras la merecen.”

Doris Lessing


“Bien mirado, ¿por qué los varones poseen pechos y pezones si no tuvieron uso en algún momento? Quizá alumbraban por el ombligo.”


Doris Lessing



"Cien años es dos veces mi edad, te sientes como si hubieras estado en aquellos campos de batalla, o curando a aquellos soldados. Con Walt Whitman, quizás…"

Doris Lessing


"¿Cómo podemos saber si vieron lo que nosotros vemos? Quizá cuando miraron las colinas, valles, árboles, se hicieron con lo que vieron en una forma que nosotros no comprendemos, como los aborígenes en Australia pueden ser parte de un paisaje a través del canto. Quizá, avizorando, de espaldas a las pinturas que habían ejecutado, ellos eran el paisaje, eran lo que veían. En ocasiones la gente de hoy tiene destellos o momentos, que son como si formaran "parte de todo", emergen en "todo"; ondean en árboles, plantas, suelo, rocas y pasan a ser uno con ellos. ¿Cómo sabemos que esta condición, que se consigue sólo temporal y ocasionalmente, y por rara gente, no fue su estado permanente?"

Doris Lessing
Una merienda en el campo


"¿Cómo puede haber una orgía –incluso emplearse esta palabra– cuando ni siquiera se han insinuado los límites, debilidades o preferencias, ni tan sólo los hábitos y costumbres?"

Doris Lessing


"Con una biblioteca eres libre, no estás confinado por el clima político del momento. La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo."

Doris Lessing


“Creo que nosotros, me refiero a la raza humana, tenemos una idea falsa, creemos que podemos controlarlo todo, y no es así. Somos expertos en adaptarnos al cambio, ahora a la guerra, a las enfermedades que van surgiendo, a los virus... Nos vamos adaptando a todo. Creo que eso es admirable, por eso sobrevive la raza humana.”

Doris Lessing


"Cuando se cuenta la historia a los jóvenes – tienen un nombre, se los denomina los guardianes de la memoria – primero se expone entre nosotros, y uno dirá No, no fue así, y otro Sí, así fue, y en el momento en que todo el mundo está de acuerdo podemos estar seguros de que la historia no contiene ninguna falsedad.

Doris Lessing


"Digo pienso, pero ¿pensábamos entonces?"

Doris Lessing



"El gran secreto que comparten todos los viejos es que casi no cambias en setenta u ochenta años. Tu cuerpo cambia, sí, pero tú no cambias en absoluto."

Doris Lessing



"El hecho de que el destino de todos nosotros, envejecer, o incluso hacernos mayores, es tan cruel, que mientras gastamos todas y cada una de nuestras energías en intentar despistarlo o posponerlo, en realidad raramente conseguimos que su constatación no nos hiera aguda y fríamente."

Doris Lessing


"El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia."

Doris Lessing



"En algún momento de la edad adulta, la mayoría de la gente cae en la cuenta de que un siglo no es más que el doble de sus años. A partir de este pensamiento, toda la historia se precipita junta y a partir de este momento viven ya dentro de la historia del tiempo, en vez de mirarla desde fuera, como observadores. Sólo hace diez o doce veces su vida, Shakespeare estaba vivo. La Revolución francesa fue el otro día. Hace cien años, no mucho más, fue la Guerra Civil norteamericana. Antes parecía como algo de otra época, casi de otra dimensión del tiempo o del espacio. Pero una vez has dicho: Cien años es dos veces mi edad, te sientes como si hubieras estado en aquellos campos de batalla, o curando a aquellos soldados. Con Walt Whitman, quizás.
En primer lugar estaba el hecho de que ella estaba enamorada. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estar enamorada es una condición poco importante, o incluso cómica. No obstante, hay pocos estados más dolorosos para el cuerpo, el corazón y –peor aún– la mente, pues es la mente la que observa cómo la persona que se supone que la rige se comporta de una manera loca e incluso vergonzosa. La realidad es –pensó ella, mientras se negaba a permitir que sus ojos se vieran arrastrados hacia Bill y se quedaba sentada y hablando con Stephen, feliz por tener esta distracción– que hay un espacio de la vida demasiado terrible como para que lo reconozcamos. Porque las personas se enamoran con frecuencia y no se enamoran en condiciones de igualdad, ni tan siquiera al mismo tiempo. Se enamoran de gente que no está enamorada de ellas como si existiera una ley al respecto, y esto lleva a que… si el estado en que se encontraba ella no se viera seguido de cerca por un inocuo “enamorarse”, entonces sus síntomas habrían sido los de una auténtica enfermedad.
A partir de esta idea o espacio central salían distintos senderos y uno de ellos era el hecho de que el destino de todos nosotros, envejecer, o incluso hacernos mayores, es tan cruel, que mientras gastamos todas y cada una de nuestras energías en intentar despistarlo o posponerlo, en realidad raramente conseguimos que su constatación no nos hiera aguda y fríamente: de ser esto –y miró a su alrededor a la gente joven– uno pasa a ser aquello, una cáscara sin color, sobre todo sin lustre, sin brillo. Y yo, Sarah Durham, sentada aquí esta noche rodeada principalmente de jóvenes (o gente que me parece joven), me encuentro exactamente en la misma situación que la innumerable masa de gente que es fea, deforme o lisiada, o que padece terribles problemas de piel. O le falta aquello tan misterioso que se denomina "atractivo sexual"."

Doris Lessing
De nuevo el amor 


“En la universidad no les dicen que la ley más importante de todas es aprender a tolerar a los tontos.”

Doris Lessing


"En septiembre del año en que cumplió once, Ben ya empezó a ir a la escuela secundaria. Era el año 1986.
Harriet se preparó para recibir la llamada telefónica del director. Pensaba que telefonearía hacia finales del primer trimestre. El nuevo centro había recibido un informe sobre Ben, de la directora que tan tenazmente se había negado a reconocer que hubiera en él algo fuera de lo común. «Ben Lovatt no tiene facilidad para el estudio, pero…» ¿Pero qué? «Se esfuerza.» ¿Eso lo explicaría? Pero hacía mucho que había dejado de entender lo que le enseñaban, apenas sabía leer y escribir más que su nombre. Seguía intentando adaptarse, imitar a los demás.
No hubo llamada telefónica, ni carta. Al parecer, Ben (al que examinaba todas las tardes cuando volvía de clase, en busca de señales de golpes) había ingresado en el mundo duro (y a veces brutal) de la escuela secundaría sin problema.
—¿Te gusta este colegio, Ben?
—Sí.
—¿Más que el otro?
—Sí.
Como es bien sabido, todos estos centros tienen una capa, como un sedimento, de alumnos ineducables, inasimilables, los casos perdidos, que van pasando de curso en curso, a la espera del día feliz en que puedan dejar el colegio. Y es muy frecuente que no vayan a clase, para alivio de sus profesores. Ben se convirtió en seguida en uno de éstos.
A las pocas semanas de empezar el curso, llevó a casa a un joven moreno, grande y tosco, todo bondad. Harriet pensó «John» Y después:
¡Tiene que ser hermano de John! No; era indudable que se había sentido atraído por aquel muchacho sobre todo por sus recuerdos de lo bien que lo había pasado con John. Pero se llamaba Derek, y tenía quince años, pronto dejaría el colegio. ¿Por qué aguantaba a Ben, que era varios años más pequeño que él? Harriet les observó mientras sacaban cosas de la nevera, se preparaban la merienda, se sentaban delante de la televisión, más hablando que viéndola. En realidad, Ben parecía mayor que Derek. Ambos la ignoraban. Igual que cuando Ben era la mascota, el cachorrillo de la pandilla de jóvenes, de la pandilla de John, parecía no tener ojos más que para John, ahora su atención se centraba exclusivamente en Derek. Y pronto lo haría en Billy, en Elvis y en Vic, que llegaban en grupo al salir del colegio y se sentaban por allí y se servían comida de la nevera.
¿Por qué les gustaba Ben a aquellos chicos mayores?
Harriet les observaba a veces desde las escaleras cuando bajaba al salón, un grupo de jóvenes grandes, o delgados, o rechonchos, morenos, rubios o pelirrojos (y Ben con ellos, regordete, fuerte, cargado de hombros, con aquel pelo amarillo de punta que le crecía de aquella forma peculiar y aquellos ojos vigilantes de criatura extraña) y pensaba: «¡Pero si en realidad no es más pequeño que ellos! Es más bajo, sí. Pero da la impresión de que les domina.» Cuando se sentaban en torno a la gran mesa familiar, hablando a su modo, a voces, chillando, haciendo bromas y chistes, todos miraban siempre a Ben. Aunque él hablaba poquísimo. Cuando decía algo, nunca era mucho más que «Sí» o «No». ¡Coge esto! ¡Agarra aquello! Dame (lo que fuera, un bocadillo, una botella de coca). Y siempre les miraba fijamente. Era el jefe de la pandilla; supiéranlo o no.
Ellos eran un grupo de adolescentes larguiruchos, pecosos, inseguros; él era un adulto joven. Tuvo que llegar al fin a esta conclusión, aunque durante un tiempo había creído que a aquellos pobres niños, que se mantenían unidos porque se les consideraba estúpidos, torpes, incapaces de alcanzar el nivel de sus coetáneos, les gustaba Ben porque era más torpe incluso y más incapaz de expresarse que ellos. ¡No! Descubrió que «la pandilla de Ben Lovatt» era la más envidiada del colegio y que había muchos chicos, no sólo los que hacían novillos y los que habían abandonado los estudios, que querían pertenecer a ella.
Harriet contemplaba a Ben y a sus seguidores y trataba de imaginarle entre un grupo de su propia especie, acuclillados a la entrada de una cueva en torno a la hoguera crepitante. ¿O en un poblado de chozas en la selva? No, la gente de Ben se hallaba en su medio bajo tierra, de eso estaba segura, en las profundidades de la tierra, en cavernas oscuras iluminadas con antorchas… era lo más probable. Seguramente aquellos ojos peculiares suyos estaban adaptados a condiciones de luz totalmente distintas.
Harriet se quedaba sentada a veces en la cocina, sola, mientras ellos estaban al otro lado del tabique divisorio, en el salón, viendo la tele. Podían pasarse horas allí repantigados, toda la tarde. Se hacían la merienda, atacaban la nevera, iban a comprar galletas o patatas fritas o pizzas. Parecía no importarles lo que veían; les gustaban los seriales de la tarde, no apagaban los programas infantiles; pero disfrutaban sobre todo con el menú sanguinario de la noche. Tiroteos y asesinatos y torturas y peleas: éste era su alimento. Ella les observaba mientras veían la televisión… aunque parecía más que participaran realmente en las historias de la pantalla. Se crispaban y se relajaban sin darse cuenta, su expresión pasaba de la mueca burlona a la triunfal o cruel; y soltaban gruñidos o suspiros o gritos de emoción: «¡Eso es, dale!» «¡Rájale!» «¡Mátale, liquídale!» Y los gritos de participación emocionada cuando las balas agujereaban un cuerpo, cuando saltaba la sangre, cuando la víctima torturada gritaba.
Por entonces, las noticias de robos, detenciones y asaltos llenaban los periódicos locales. A veces, la pandilla, y Ben con ellos, se pasaba un día entero, o dos o tres, sin ir por casa de los Lovatt."

Doris Lessing
El quinto hijo


“Es una idea absurdamente sentimental pensar que las mujeres pueden hacer más por la paz que los hombres. No hay pruebas históricas. Siempre ha habido mujeres muy guerreras y muy racistas.”

Doris Lessing


“Escribir te hace más humano.”

Doris Lessing



“Eso es el aprendizaje. Usted entiende algo de repente y entiende toda su vida pero de una forma nueva.”

Doris Lessing


“Espacio o de la ciencia ficción se ha convertido en un dialecto de nuestro tiempo.”

Doris Lessing


"Este lugar, antiguamente honrado por su vínculo con la muerte y presumiblemente con una deidad de algún tipo, hizo que Maira reflexionara sobre lo que sabía de él. No demasiado. La elevada colina o cima, tal vez volcánica en su origen, albergaba, del lado del mar, la Grieta, por donde las flores rojas se deslizaban cuando llegaba la estación. Ahora creemos que la Grieta era la deidad, que emulaba el rojo del flujo de las grietas, asociado a la luna. Cuando volvemos la vista atrás, al origen de nuestros dioses, no siempre resulta fácil definir con precisión qué era divino. ¡Nadie pretende escalar las laderas del monte Olimpo! ¡Ni ver a Venus abrirse paso entre las olas!
Pero aquella Grieta exhalaba un aire de espanto, de temor, a pesar de que no era difícil coronar su cima. Por el lado del mar se hallaban la Grieta y la cueva entre cuyas hendiduras y resquicios podían apreciarse los esqueletos, las calaveras, el polvo blanco de los huesos. Pero por el otro lado se abría un pequeño camino, a cuyo final había un borde, y no muy por debajo de éste había una plataforma sobre la que muchas muchachas habían permanecido temblando antes de ser arrojadas al osario. Algo más que un olor putrefacto emergía desde las profundidades: había vapores que al principio confundían y después anestesiaban a las muchachas, inconscientes en el momento de ser empujadas. La razón por la que nosotros, los varones, creíamos que esta práctica había cesado era precisamente porque Maira y Astrea y sus aliadas no pensaron en este lugar cuando intentaron desentrañar los planes de las féminas ancianas. Es probable que hiciera tanto tiempo que los sacrificios habían tenido lugar que todo el mundo los hubiera olvidado.
Cuando llegó la luz pudieron ver un largo camino desde las llanuras del mar hasta la montaña que conducía al valle de los muchachos. Ni un movimiento. Lejos, en su costa, manchas y puntos diminutos mostraban que no todas las muchachas habían partido a la recolección de almejas. Una pareja de águilas volaba alrededor de la montaña. Y entonces, pero no sucedió hasta el mediodía, un grupo de las muchachas enemigas llegó desde sus rocas, sin prisa, tomándose el tiempo que necesitaban, y se detuvieron en la Roca de la Muerte, como si no estuvieran dispuestas a seguir adelante. ¿Cuántas eran? El término empleado es «varias». Abandonaron la Roca despacio y se dirigieron a la base de la montaña. Comenzaron a escalar. Ninguna de aquellas muchachas había estado antes en el valle, aunque algunas acompañaron a la fémina anciana que había querido ver las cosas por sí misma. Estuvieron demasiado ocupadas sosteniendo a la fémina anciana, calmándola, para fijarse en el camino. Su ascenso fue muy lento, posiblemente porque las águilas les chillaban. Cuando llegaron a la cumbre se quedaron allí, mirando hacia el valle y su temible río. ¿Por qué se detuvieron? Desde el valle llegaban alaridos y gritos, y en un momento los muchachos emprendieron el camino hacia allí arriba. Las muchachas agitaban sus pechos y meneaban seductoramente las caderas, a las que tal vez daban uso por primera vez. Quedó claro, finalmente, que las féminas ancianas, o al menos una de ellas, habían entendido lo que Maira les había explicado. Habían dicho a las muchachas que sedujeran a los chorros, que los conquistaran. Pero ¿con qué fin?"

Doris Lessing
La grieta



"Gerald se había transformado en padre o hermano mayor de los niños. Les conseguía alimentos. En parte lo solicitaba en los mercados. La gente era generosa. Esto era lo extraordina­rio, que la ayuda mutua y el espíritu de sacrificio estuviesen presentes al lado del cinismo. Por otra parte, hacía excursiones al campo para obtener provisiones que aún era posible adquirir o robar. Por último, lo mejor de todo, estaba el gran huerto en el fondo de la casa, que Gerald enseñó a cultivar a los niños. Este huerto era guardado día y noche por los niños mayores, armados de revólveres o garrotes, arcos y flechas u hondas.
Allí estaban, pues, el calor, el afecto, la familia.
Emily creía haber adquirido una familia ya formada.
Y en este punto comenzó una época nueva, extraña. Vivía conmigo, «bajo mi cuidado», lo cual era un chiste, pero a la vez, la razón por la cual seguíamos juntas. Sin duda seguía vi­viendo con su Hugo, a quien no se resignaba a dejar. Todas las noches, no obstante, después de comer temprano (y yo llegué a disponer la hora de esta comida de tal manera que le fuera más fácil seguir la nueva vida), me decía: «Me voy aho­ra, si a usted no le importa», y sin esperar respuesta y con una leve sonrisa culpable y a la vez maliciosa, partía, después de haber besado a Hugo en una pequeña ceremonia privada que era como un pacto o una promesa. En general, volvía a casa mediada la mañana siguiente.
Me preocupaba, desde luego, un posible embarazo, pero las convenciones impuestas por nuestra relación me impedían hacerle preguntas, y de todos modos sospechaba que lo que yo veía como una carga imposible, que la arrastraría con­sigo, la destruiría, sería acogido por ella con estas palabras: «¿Qué tiene de malo? Otras han tenido niños y se las arregla­ron, ¿no?». Me preocupaba, asimismo, que su relación con su nueva familia se hiciera tan estrecha que simplemente se ale­jara de nosotros, de Hugo y de mí. Allí estábamos nosotros, los dos, esperando. Esperar era nuestra ocupación. Nos ha­cíamos compañía. El hecho era, no obstante, que el animal no era mío, saltaba a la vista que no lo era. Esperaba, escuchan­do, a Emily, con los ojos verdes fijos y vigilantes. Siempre es­taba preparado para levantarse y recibirla en la puerta —yo sabía que estaba a punto de llegar minutos antes de que apareciera, porque Hugo husmeaba u oía o intuía su presencia cuando todavía estaba a varias manzanas de distancia—. Junto a la puerta los dos pares de ojos, los verdes y los castaños, se li­gaban en un deslumbrante haz de emociones. Luego Emily lo abrazaba, lo alimentaba e iban a bañarse. Todavía no había baños ni duchas en la comuna de Gerald. Después se vestía e inmediatamente se dirigía a la acera.
También este período pareció prolongarse de forma inter­minable. Fue un verano largo con tiempo invariable, día tras día. Fue caluroso, sofocante, ruidoso, polvoriento. Emily, así como las demás muchachas, había vuelto, con el tiempo calu­roso, a formas anteriores de vestirse y había abandonado las gruesas prendas que antes usara para abrigarse. Volvió a insta­lar la vieja máquina de coser y se confeccionó vestidos vistosos con ropa vieja de los puestos callejeros, o bien usaba directa­mente los vestidos viejos."

Doris Lessing
Memorias de una superviviente



"He estado siempre en el borde, observando, deslizándome hacia la salida; detesto pertenecer…"

Doris Lessing


"Idealmente, lo que debería decirse y repetirse a todo niño a través de su vida estudiantil es algo así:
Estáis siendo indoctrinados. Todavía no hemos encontrado un sistema educativo que no sea de indoctrinación. Lo sentimos mucho, pero es lo mejor que podemos hacer. Lo que aquí se os está enseñando es una amalgama de los prejuicios en curso y las selecciones de esta cultura en particular.
La más ligera ojeada a la historia os hará ver lo transitorios que pueden ser. Os educan personas que han sido capaces de habituarse a un régimen de pensamiento ya formulado por sus predecesores. Se trata de un sistema de autoperpetuación.
A aquellos de vosotros que sean más fuertes e individualistas que los otros, los animaremos para que se vayan y encuentren medios de educación por sí mismos, educando su propio juicio. Los que se queden deben recordar, siempre y constantemente, que están siendo modelados y ajustados para encajar en las necesidades particulares y estrechas de esta sociedad concreta."

Doris Lessing
El cuaderno dorado


“(...) Julia, la protagonista, es un ama de casa un poco anticuada, autocrática, muy estricta, no entiende nada de lo que está pasando. Me he preguntado más de una vez de dónde sale este personaje con semejantes ideas. Quizá yo soy un poquito Julia.”

Doris Lessing


“La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo.”

Doris Lessing


“La diferencia en las grandes personas es que tratan a las cuestiones importantes como cuestiones importantes y a los asuntos insignificantes como asuntos insignificantes.”

Doris Lessing


"La ferocidad del mío ; de algún lugar debió de llegar, dado que su existencia resulta evidente y, por lo que sabemos, siempre nos ha acompañado. ¿Siempre?"

Doris Lessing

“La literatura es el análisis después del evento.”

Doris Lessing




"La pasión por aprender es lo que mueve a las personas."

Doris Lessing



“La risa es, por definición, saludable.”

Doris Lessing

"La ternura no es una de las cualidades que acostumbremos a asociar a la juventud. La vida nos la inculca a fuerza de golpes, nos hace más dulces y dúctiles de lo que nuestro orgullo juvenil nos había permitido."

Doris Lessing

“Las cosas pequeñas divierten a las mentes pequeñas.”

Doris Lessing



“Lo más importante es aprender de la vida.”

Doris Lessing


"Lo que vemos necesitamos conquistarlo; lo que sabemos que existe también tenemos que conocerlo."

Doris Lessing


"Los contadores de historias nos llevan atrás y más atrás en el tiempo, a un claro del bosque donde crepita un gran fuego y los viejos chamanes cantan y danzan; el patrimonio de nuestros relatos surge del fuego, la magia y el mundo de los espíritus. Y ahí es donde aún se conserva. Pregunta a cualquier narrador contemporáneo y te dirá que siempre hay un momento en el que es tocado por el fuego, con eso que llamamos inspiración, y eso va atrás y más atrás hasta el origen de nuestra especie, a los grandes vientos que nos dieron forma a nosotros y al mundo."

Doris Lessing
discurso de aceptación
Tomada del libro de Javier Sierra

El fuego invisible, página 7




"Los hombres, en comparación con las mujeres, son inestables e imprevisibles."

Doris Lessing


“Los préstamos no son mucho mejor que la mendicidad, al igual que los préstamos con intereses no son mucho mejor que robar.”

Doris Lessing


"Los soles de los largos principios de verano del siglo pasado sólo presagiaban paz y abundancia, por no hablar de la prosperidad y la felicidad. Nadie recordaba nada de esos días de estío cuando el sol siempre brillaba. Un millar de memorias y novelas afirmó que esto era así, y por eso puedo asegurar que en esa tarde de sábado de 1902, en el pueblo de Longerfield, lucía una tarde espléndida. La ocasión fue la celebración anual de la Allied Essex Suffolk, y el lugar era un vasto campo prestado cada año para la ocasión por el granjero Redway.
Hay diferentes enfoques acerca de la actividad reinante. Al final del campo, los niños jugaban. Una larga mesa de caballetes cargada de todo tipo de viandas estaba bajo unos robles. El escenario principal era un partido de cricket, y alrededor de las figuras vestidas de blanco lustrado se sentaban la mayor parte de los espectadores. Toda la escena estaba a punto de ser absorbida por las sombras de los olmos grandes que dividían el campo desde el lado donde habían sido expulsadas las vacas. Los jugadores se arremolinaban con afán en medio del polvo, conscientes de que todas las miradas estaban depositadas sobre ellos."

Doris Lessing
Alfred y Emily



"Los varones dan por sentado que aquello que arruinamos, las mujeres lo remiendan."

Doris Lessing


“Me he vuelto muy intolerante con las ideologías. Pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, y lo que ha ocurrido es que ha habido mucha sangre. He observado a gente de mi generación que tenía grandes esperanzas y ahora la veo muy rezagada respecto a sus expectativas. Ya no creo en esos sueños perfectos y maravillosos.”

Doris Lessing


“Ninguno debe pedir nada, salvo todo, pero sólo durante el tiempo que lo necesite.”

Doris Lessing


"No confíes en un amigo sin defectos y ama a una mujer, no a un ángel."

Doris Lessing


“No hay leyes para escribir una novela. Nunca hubo ni habrá.”

Doris Lessing



“Pero hay un misterio que no comprendo: Sin ese impulso de otredad -diría incluso que de maldad- sin esa terrible energía que se oculta detrás de la salud, la sensatez y el sentido, nada funciona ni puede funcionar. Te digo que la bondad -lo que nuestro Yo vigílico cotidiano denomina bondad- lo normal, lo decente, no son nada sin ese poder oculto que mana ininterrumpidamente de nuestro lado más sombrío.”

Doris Lessing


“¿Pero qué puedes hacer? La muerte está ahí, llegará, es inevitable.”

Doris Lessing



“Piensa mal, pero en todos los casos, piensa por ti mismo.”

Doris Lessing


"… Porque las personas se enamoran con frecuencia y no se enamoran en condiciones de igualdad, ni tan siquiera al mismo tiempo."

Doris Lessing



"Pregunta a cualquier narrador contemporáneo y te dirá que siempre hay un momento en el que es tocado por el fuego, con eso que llamamos inspiración, y eso va atrás y más atrás hasta el origen de nuestra especie."


Doris Lessing

Tomado del artículo de Javier Sierra, La fuente de todo arte, en la revista Año Cero nº 324, página 98




“¿Qué es un héroe sin amor por la humanidad?”

Doris Lessing


"Reconsideras tu vida conforme la vas viviendo, de la misma forma que si estuvieras escalando una montaña y continuamente vieras los mismos paisajes desde distintos puntos de vista."

Doris Lessing


"Se tienen menos necesidades cuanto más se sienten las ajenas."

Doris Lessing



“Sí, la vejez es un aburrimiento, pero la vida no es aburrida. Todo me interesa.”

Doris Lessing


"Siempre me ha parecido gracioso que se venere a las diosas mientras que, en la vida cotidiana, a las mujeres se las relega a una posición secundaria y se las considera inferiores."

Doris Lessing



"Siempre queda leche en nuestros senos. Nuestro pechos son útiles. No como los vuestros."

Doris Lessing

“Sólo se puede aprender a ser mejor escritor escribiendo.”

Doris Lessing


"Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estar enamorada es una condición poco importante, o incluso cómica. No obstante, hay pocos estados más dolorosos para el cuerpo, el corazón y –peor aún– la mente, pues es la mente la que observa cómo la persona que se supone que la rige se comporta de una manera loca e incluso vergonzosa."

Doris Lessing


"Todo refugiado debe estar inscrito en un partido para recibir raciones de comida. Esto significa que quienes no son miembros de un partido no están inscritos y se mueren de hambre, o deben ser alimentados por familiares que ya tienen poca comida. Para ponerlo más claro: algunas personas con mente independiente, que no quieren ser definidas por un partido, pueden morir de hambre o tener muchas dificultades para alimentarse y alimentar a sus hijos.
No todos los refugiados están en los campamentos. Pasamos un par de días visitando gente que ha encontrado algún agujero en la misma Peshawar. Construyen colmenas de casitas de barro en un solar o se acomodan de cualquier forma en las calles.
Pronto comenzaron los enredos y problemas que algunos veteranos daban por sentado —y con los que incluso parecían disfrutar— como parte inevitable de la Experiencia Peshawar. Puesto que las mujeres guerreras de Afganistán seguían eludiéndonos, pues no llegamos a tener noticias de ellas, decidimos filmar y entrevistar a mujeres instruidas. Un partido nos había asignado un joven para que nos cuidase y enseñase todo. (Había sido muyahid, pero lo enviaron aquí para que atendiese a las familias en el campamento.) Aseguró que ninguno de nosotros tendría problemas, incluso León podría filmar a las mujeres. Salimos con él en busca de las calles indicadas. Cuando llegamos, todos nos quitamos los zapatos y nos sentamos intercambiando fórmulas de cortesía con varios hombres; luego a las tres mujeres nos llevaron a la zona de mujeres. Se trataba de dos habitaciones pequeñas con un pequeño patio; todo era pobre, limpio, frugal. Estaban amuebladas al estilo afgano, con cojines y colchones a lo largo de las paredes, y esteras en el suelo. Las paredes eran de ladrillo y encalado blanco. Había dos mujeres jóvenes y una mayor, y muchos niños, todos simpáticos, correteando alrededor, ansiosos por hablar. Uno se siente cohibido al conversar con los muyahidin, pues han convenido en presentarse siempre como intrépidos y heroicos, pero con las mujeres no sucede nada de eso. Enseguida te cuentan cómo ha ido todo, lo terrible, lo pavoroso, cuánto han sufrido, cuánto sufren ahora. Hablan entre sollozos, recuerdan todos los detalles que los periodistas ansían recabar y que son tan difíciles de oír de boca de los hombres.
Esta familia llegó hace cuatro años cruzando las montañas. Su pueblo, lleno de mujeres y de niños, fue bombardeado por los rusos; los hombres se habían ido a luchar. «En nuestro pueblo no quedó nada en pie —nos explican—; guardábamos nuestras provisiones en el sótano de la casa. Bajamos allí y nos salvamos, a pesar de que bombardearon nuestro hogar. Del pueblo salió un grupo de cien personas; siete eran de nuestra familia, incluyendo esta niña». Una preciosa criatura de unos nueve años, Nadala, dice que recuerda perfectamente aquella terrible jornada. «Había nieve y hielo, pero no agua, los niños tenían la lengua hinchada por la falta de agua. Tardamos dos semanas; los rusos nos bombardearon durante todo el camino, tiraban bombas de día y de noche. Esta chica —una de las jóvenes— iba a caballo con un crío en brazos, un aeroplano ruso pasó muy bajo y ella sintió que le corría sangre; era del bebé. Se cayó del caballo, el crío estaba muerto. Muchos tenían los pies congelados. De los cien que salimos solamente diez logramos cruzar las montañas y llegar a Pakistán. Ahora vivimos aquí. Los hombres vinieron por nosotras unas semanas más tarde. Luego, cuando vieron que estábamos bien, regresaron para combatir junto a los muyahidin."

Doris Lessing
El viento se llevará nuestras palabras



"Una rebelde tiene como único premio la vida
porque de ella nadie se apropia en ella nadie la usurpa
porque es la única tierra propia de cada rincón donde duerme
su rebeldía alcanza siempre a cobijar el desánimo del progreso y si de paso una rebelde tiene la alegría 
en soledad ha vencido al mundo." 

Doris Lessing


"Yo solo poseo una de las menos importantes cualidades necesarias para escribir: la curiosidad."

Doris Lessing