"Al llegar a casa me expresó sus buenos deseos y me aconsejó que durmiera. Subí a mi pequeño cuarto y me desvestí sin darme cuenta. No logré, naturalmente, dormir. Mi situación era tan horrible que aún no podía acostumbrarme a considerarla real. Sentirse completamente solo en el mundo, abandonado de pronto por todos, bajo el peso de una vergüenza desconocida o de una condena silenciosa es algo más pavoroso y misterioso que la muerte. Yo no existía más para los hombres. Estaba solo y maldito. Yo era el mismo, pero todos los demás habían cambiado respecto a mí. Estaba solo, pero no sobre una isla o una balsa, como un Robinson o un náufrago, con la esperanza de la salvación o la visión del regreso, sino solo en medio de una gran ciudad, solo en medio de una multitud, solo en el centro de hombres que me rechazaban, me negaban, me expulsaban de sus vidas.
Al llegar la mañana comencé a dormir, pero comencé a soñar de tal manera que me desperté casi inmediatamente gritando y llorando horrorizado. No sé cómo tuve fuerzas para salir una vez más de casa.
La ciudad era siempre la misma, todo estaba como antes. Los hombres y las mujeres iban y venían, y cada tanto, como para contrariarme, pasaban junto a mí personas que yo conocía y ninguna de ellas me miraba, ninguna me sonreía, ninguna me saludaba. Yo era como un extranjero o llegado al azar ese día. Todo lo que a mí se refería había desaparecido de las mentes.
Yo no existía más en los otros, sino sólo en mí mismo. Me parecía que mi misma alma había sido amputada y que me restaba sólo un pedacito, un pequeño centro al cual podía dar todavía el nombre Yo. Me parecía que todos los que pasaban me pedían razón de mi existencia. Me parecía que de todas partes surgían voces urgentes y sorprendidas que preguntaban: “¿Quién es? ¿Quién es usted?”
Y la única variante residía en el pronombre —en el usted o en el él—, pero todos los que pasaban me arrojaban a la cara la cruel pregunta.
Entonces todas estas preguntas se fundieron como un coro, se volvieron una sola y enorme pregunta que yo mismo me hacía a mí mismo: ¿Quién eres? ¿Cuándo había tratado de responder a esta pregunta? ¿Cuándo se me había ocurrido confesarme a mí mismo quién era yo? Sabía mi nombre, mi edad, mi patria, mi estatura; conocía algo mi rostro pero menos todavía mi alma. Del futuro, nada sabía; del pasado, no me quedaban más que pálidos bloques de recuerdos yuxtapuestos. Nunca había intentado descubrirme, conocer mi secreto, aseverar cuál era mi verdadero nombre, el nombre de mi raza y no el ficticio y ridículo que me impuso mi padre en la fuente bautismal.
¿Quién eres?, me pregunté finalmente, y apenas sentí la gravedad y la grandeza de esta pregunta el resto desapareció. No recordó ni los insultos ni las carcajadas ni el abandono de los otros.
Separado de ellos, me enfrenté conmigo mismo y quise olvidar todo lo que la costumbre y la opinión ajena habían hecho de mi alma. Había vivido hasta entonces de una cierta manera porque los otros me habían guiado o aconsejado, porque se habían formado ciertas ideas sobre mí que me desagradaba desmentir, porque me había encontrado en medio de hombres de quienes, sin darme cuenta, había imitado sus gustos y adoptado sus valores. Ahora ellos renegaban de mí y afirmaban no conocerme, mientras yo renegaba de lo que había en mí de ellos y no quería reconocer como mío lo que ellos me habían impuesto. Y sin miedo, me preguntaba a mí mismo: ¿Quién eres?
Todas las otras voces se habían callado. Solamente mi pregunta me llenaba el alma. Y durante muchos días viví como en un sueño buscando fatigosamente el hallazgo de una respuesta segura.
Una noche, mientras soñaba con una multitud de ciegos que caminaban por un prado cubierto de espesas hierbas, insensiblemente, la respuesta surgió de improviso.
Yo soy alguien para quien los otros no existen. Esta ceguera, esta amnesia de los hombres hacia mí había sido un examen que de ninguna otra manera hubiera podido aprobar. Los hombres no me conocían más pero yo no había sido suprimido. Había vuelto a encontrarme a mí mismo y ahora podía recomenzar mi vida y conocer otros hombres, ya sin temores."

Giovanni Papini
El espejo que huye



"Amar puede consistir en las palabras que hacen sangre, en el reproche, o en la represión; lo que importa es la pureza de la intención".

Giovanni Papini


"Cada hombre es diverso, distinto de los demás, inefable, único, absolutamente personal. La igualdad humana es una ilusión intelectualista engendrada por un anhelo sentimental."

Giovanni Papini


"Contestar injuria con injuria es lavar el barro con el barro".

Giovanni Papini



“Cuando era joven leía casi siempre para aprender; hoy, a veces, leo para olvidar.”

Giovanni Papini


“El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.”

Giovanni Papini



“El amor no es capaz de ver los lados malos de un ser; el odio no es capaz de ver los lados buenos.”

Giovanni Papini



“El alma no puede tener secretos sin que la conducta los revele.”

Giovanni Papini



"El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga."

Giovanni Papini



"El arte más perfecto, la música, late, pasa y desaparece."



Giovanni Papini




"El cielo tiene influencia sobre mí y yo no puedo tenerla sobre él."



Giovanni Papini


"El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad."

Giovanni Papini




"El dinero es el estiércol del diablo."



Giovanni Papini


"El dinero no debe ser sino el más potente de nuestros esclavos".

Giovanni Papini


“El dinero, que ha hecho morir a tantos cuerpos, hace morir todos los días a miles de almas.”

Giovanni Papini



“El infinito no me aterroriza, me disgusta y me ofende. Para sufrir la humillación de mi pequeñez bastaba la tierra; la provocación del cielo estrellado es desproporcionada y vergonzosa.”

Giovanni Papini


"El martirio de la humanidad es doble: para el macho, la más dura fatiga: el pensar; para la hembra, la más espantosa tortura: el parir." 



Giovanni Papini


"El que siempre está disparando, alguna vez dará en el blanco".

Giovanni Papini



“El rico no se pertenece, sino que pertenece como una cosa animada a las cosas inanimadas. La horrible suerte del rico está en este doble absurdo: que para poder tener el poder de mandar a los hombres se ha convertido en esclavo de las cosas muertas; que para adquirir una parte –y una parte en resumidas cuentas ¡tan pequeña!- ha perdido el todo
        Ninguna cosa es nuestra mientras es solamente nuestra. El hombre no puede poseer nada (poseer realmente) fuera de sí mismo. El secreto absoluto para poseer las otras cosas es renunciar a ellas.”

Giovanni Papini



“En el mundo antiguo no hay lugar para el amor que destruye el odio y ocupa su lugar. De este amor ninguno habla antes de Jesús.”

Giovanni Papini


"En todos los grandes hombres de ciencia, existe el soplo de la fantasía, madre de las intuiciones geniales." 

Giovanni Papini


"En una cosa el odio es más inteligente que el amor, pues el odio es capaz de ver el lado bueno de la persona odiada, y el amor es incapaz de ver el lado malo de la persona amada."

Giovanni Papini


"Grande es la potencia del genio aunque esté contenido en la carne de un heridor, soldado, esclavo, contable, aventurero y preso; en un Miguel poeta andante y cortesano necesitado. Así pudo engañarnos la sombra consistente de Don Quijote. Hemos creído que su vida era un engaño y que él fue el traicionado por los hombres comedores de carne, por los tiempos debilitados y por los libros imposibles. Su vida fue verdaderamente engañosa, pero el engañador, el ficticio, fue él, y los traicionados, hasta ahora, hemos sido nosotros. Miguel hace de todo para ponernos delante – marioneta larguirucha armada de hierro viejo y de obsesión – un Don Quijote enloquecido por las malas lecturas, un Don Quijote engrandecido por su sabiduría discursiva y más aún por su demencia imitadora; un Don Quijote al que los nacidos después han podido adorar, mística víctima de un cristianismo puro, armado y burlado, lleno de odio por la vida universal y eterna de los paganos bautizados, para los que la regla es verdad; la pereza, sabiduría; la comodidad, bondad; el pan y la pitanza, única esencia reconocible de los días. Todo heterodoxo de la ley vulgar se ha tenido por caballero y ha sentido sobre sus propias espaldas los palos que dieron con él en tierra. En aquella serena sabiduría antigua, en aquel vano amor por el bien, vieron casi un reflejo de Sócrates, que tuvo que morir por voluntad de los hombres, porque era mejor que todos los hombres."

Giovanni Papini
Don Quijote del engaño



"Hasta las ciencias más adelantadas están saturadas de misterios y de preguntas sin respuesta."

Giovanni Papini


"Hay quien tiene el deseo de amar, pero no la capacidad de amar."

Giovanni Papini


"La civilización le ha corrompido, le ha hecho volverse humanitario y vegetariano." 



Giovanni Papini



"La civilización moderna, que ha destruido poco a poco los adelantos de la fantasmagoría trascendental, ha comenzado a practicar sin darse cuenta la egolatría. El deporte es la adoración del cuerpo."

Giovanni Papini


"La existencia es esfuerzo, es deseo, es dolor."

Giovanni Papini


"La fantasía rebasaba todos los cálculos: no pude resistir. Poco a poco conseguí comprar las pocas casas que no eran de mi propiedad y me encontré dueño absoluto de veinte acres de New York, más de ochenta mil metros cuadrados. Fueron necesarios seis meses para hacer salir a todos los habitantes y diez meses para derribar todas las casas. Quedaban, entre los escombros, algunas vías públicas sobre las cuales no tenía derecho. Fue necesario un año de gestiones e instancias cerca del municipio y del Estado de New York para que me cediesen aquellas calles para mi uso. No habiendo ya habitantes, las calles de acceso a las casas destruidas eran ahora inútiles. Tuve que hacer creer que destinaría a uso público el parque, para hacer desaparecer la última resistencia. Apenas estuvo todo en regla, obré como me pareció.
Los veinte acres fueron circundados de una gran muralla alta, sin ventanas, cancelas o portalones -- el ingreso para mí es subterráneo -- y un cuartel general de botánicos, de zoólogos y de ingenieros, después de tres años de trabajo, ha realizado el milagro.
En el lugar del asqueroso barrio habitado por obreros, pequeños empleados, pequeños tenderos, se halla ahora una especie de selva virgen con largos bosques, prados y canales, donde los pájaros cantan, donde los árboles florecen, donde apenas se oye, lejano y confuso, el rumor de la ciudad infernal. Una parte del terreno ha sido convertido en jardín zoólogico; leones y panteras rugen allí donde antes alborotaban los chiquillos y charlaban las comadres. En la parte destinada a bosque he hecho introducir liebres, ardillas y erizos, y nadie tiene derecho a matarlos. Las plantas traídas aquí ya adultas, defendidas con los métodos más seguros, están ya vigorosas y se multiplican, hasta el punto de formar umbríos senderos y dédalos pintorescos; la ilusión de estar apartado centenares de millas de la población mas inmunda de la tierra.
Aquí no hay casas, a excepción de algunos pabellones escondidos para los jardineros y los guardianes de las fieras. Quien pasa por el exterior no ve nada, no disfruta nada; tal vez por la noche, en las calles vecinas se oirá el rugido de un tigre o el canto del ruiseñor.
Yo sólo disfruto de este pequeño paraíso terrenal reconquistado. No hago entrar a nadie ni invito a nadie. No he gastado una parte importante de mis capitales para ser admirado o para oír cumplidos, sino solamente para contentar a aquel muchacho que llevó, hace ya tantos años, mi mismo nombre y sufrió el fétido amontonamiento y la estrechez de la ciudad, y al fin se ha vengado restituyéndolo a la luz al menos un trozo de aquellos campos que los hombres habían escondido bajo innobles cubos celulares.
En las calles por donde todos pasaban, no paso más que yo. Donde los automóviles aullaban y apestaban, se pasean los plácidos osos. Donde había un bar, hay una fuente de agua clara. Donde el prestamista se hallaba apostado, en espera de una víctima, el chacal se solaza al sol.
Me he pagado, en el corazón de una ciudad orgullosa y colosal, el verdadero lujo, el más costoso del hombre moderno: el aislamiento y el silencio. Los que pasan por el exterior y ven los altos muros desnudos y saben lo que hay dentro, exclaman: ¡Caprichos de un loco! Yo, en cambio, tengo la impresión de haberme fabricado, en el recinto de un vasto manicomio, una pequeña pero alegre celda de sabiduría."

Giovanni Papini
Desquite



“La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde.”

Giovanni Papini



“La metamorfosis es la burla más siniestra que haya podido imaginar el Diablo para humillar y torturar al hombre.”

Giovanni Papini




"La Sagrada Escritura es de inspiración divina, como enseña la Iglesia. En oposición a ella puede haber escrituras humanas de inspiración diabólica. Jamás se ha negado al Diablo alguna forma de perversa genialidad, y sería extraño que no hubiese aprovechado, además de sus propias artes maléficas, el arte literario ejercitado por los hombres. En la literatura europea hay algunas obras que por su contenido sofístico, blasfemo y nihilista podrían haberse debido a dictados del espíritu de Satanás."

Giovanni Papini
El Diablo
Tomado del libro de Jesús Callejo Breve historia de la brujería, página 78




"La salvación de la moral y de la sociedad no se obtienen con vanos y costosos procesos contra los culpables, sino con interminables procesos contra los inocentes."

Giovanni Papini


"La vida es voluntad, la voluntad esfuerzo, el esfuerzo dolor, de donde el dolor es la vida. Alles leben ist Leiden. El esfuerzo es producto de la necesidad y produce la satisfacción pero la satisfacción es breve, renacen los deseos y de este modo se perpetúa hasta lo infinito la cadena del mal. Así deduce Schopenhauer de la filosofía de la voluntad la filosofía del dolor.
Schopenhauer es un pesimista: eso es lo que se sabe de su sistema; mejor, eso es lo único que se sabe de él. No puedo ni quiero hacer una crítica del pesimismo, para que nadie piense que voy a hacer en serio la crítica de una postura sentimental.
Digo, pues, a los optimistas del corte de Lubbock o de Metchnikoff que opongan a los apotegmas schopenhaurianos sus cantos en loor de las alegrías de la vida. Son igualmente necesarios e igualmente justificables los pesimistas y los optimistas. Hay gente que niega la vida, gente que la afirma, gente -como dice Nietzsche- que ha nacido la primera vez, y gente, que ha nacido la segunda vez -añade James-, y es natural y deseable tanto los afirmativos como los negativos, que los nacidos una vez y los nacidos dos veces, tengan sus respectivas filosofías. La escena es divertida, porque se da en ella una singular inversión de las partes: los pesimistas como Schopenhauer experimentan un verdadero gusto y un verdadero placer en mostrar a los hombres el cuadro de su miserable vida, y los optimistas experimentan un serio dolor y una preocupación sincera frente a aquellos males cuya realidad conocen y que no aciertan a desterrar del mundo. Los pesimistas niegan prácticamente su pesimismo con la alegría de calumniar el mundo, y los optimistas niegan prácticamente su optimismo con el dolor de no acertar a perfeccionar el mundo. Pequeñas compensaciones con las cuales los hechos restablecen el equilibrio de las palabras."

Giovanni Papini
El crepúsculo de los filósofos


“Las armas son instrumentos para matar y los Gobiernos permiten que la gente las fabrique y las compre, sabiendo perfectamente que un revólver no puede usarse en modo alguno más que para quitar la vida a alguien.”

Giovanni Papini





"Las ciudades desiertas o desenterradas son incomparablemente más bellas que las vivas."

Giovanni Papini


“Las leyendas exageran, hinchan, deforman, pero algunas veces crean: de cada pompa de jabón, que no parece nada, se puede obtener una gota de agua y de un manojo de tradiciones sospechosas se puede obtener, con paciencia, alguna migaja de verdad.”

Giovanni Papini



"Llegar a ser un autor conocido, apreciado quizá, buscado por los directores de los diarios, deseado por los editores, perseguido por los críticos y por los censores de oficio, traducido a otros idiomas, candidato a la honesta celebridad de los cuarenta años. ¿Y luego? Comenzaba a lograr todo esto y sentía que no me bastaba, que no me hubiera bastado jamás. ¿Qué me importaba llegar a ser un filósofo "brillante" un escritor "muy conocido en el mundo literario" un fabricante y vendedor más o menos afortunado de palabras y de pensamientos?¿Dónde iba a acabar? Poco se requería para saberlo. Aun mirando adelante con toda la locura permitida a los mediocres, sólo veía esto: mis obras impresas en Tréveris, profesor de la universidad, académico, y finalmente, siendo ya un viejo decrépito y alelado, conseguir el premio Nobel. ¡Y nada más! Yo sentía haber nacido para otras cosas, anhelar otros fines."

Giovanni Papini
Un hombre acabado


"Lo que no cuesta ningún esfuerzo, lo que no se obtiene a través de durísimas pruebas y tenaces batallas, no tiene valor. El cordero no hace nada meritorio si se devora a sus semejantes; pero si el lobo se arrodilla delante del hermano santo y reprime su hambre de carne, para él es el reino de los cielos".

Giovanni Papini




"Lo que poseo parece ser mío, pero soy poseído siempre por aquello que tengo."



Giovanni Papini


"Los amigos no son más que enemigos con los que hemos establecido un armisticio, no siempre lealmente observado."

Giovanni Papini


"Los astutos vencen siempre en el primer momento y suelen ser vencidos antes del fin."

Giovanni Papini


"Los ignorantes tienen necesidad de ilusionarse, los obreros tienen necesidad de trabajar y los industriales de ganar dinero." 



Giovanni Papini


"Los hombres se destruyen con el hierro y se compran con el oro."

Giovanni Papini




"Mucho más potente que el oro es, en opinión mía, la inteligencia."



Giovanni Papini


“Muchos pescadores de caña no son más que filósofos disfrazados de aquella manera para pasar inadvertidos entre los imbéciles.”

Giovanni Papini


"Nada más común entre los hombres que el deseo de riqueza. Amontonar dinero de todos los modos, aun los más infames, ha parecido siempre la mejor y más respetada educación."

Giovanni Papini



"No es con las pajas que se hallan en el ojo del prójimo con lo que se construye la casa de Dios, sino con las vigas que retiras de tu propio ojo".

Giovani Papini




"No hay más Dios que el hombre y cada hombre tiene su encarnación."



Giovanni Papini



"No hay señal más segura de ánimo pequeño que el estar contento de todo."

Giovanni Papini


“No puede haber para los hombres sino una única y sola revolución auténtica y eficaz: la revolución interior.”

Giovanni Papini


"No se figure que hablo con enigmas o por medio de símbolos. Lo que le digo es la verdad, la sencilla y tremenda verdad."


Giovanni Papini
La última visita del caballero enfermo



“Nuestro enemigo es también nuestro salvador. Debemos estar reconocidos a los enemigos. Ellos sólo ven claro y dicen sin fingimiento lo que hay de feo y de innoble en nosotros. Nos recuerdan nuestro verdadero ser, despiertan la conciencia de nuestra pobreza moral.”

Giovanni Papini




"Para amar a los hombres es preciso abandonarlos de cuando en cuando. Lejos de ellos, nos acercamos a ellos."

Giovanni Papini




"Para comprender a un gran hombre, es preciso referirse, necesariamente, al día de su muerte."

Giovanni Papini


"Para un estudioso de la historia de las religiones, la variedad es una ventaja, para los hombres en general, un inconveniente." 

Giovanni Papini





"(...) Pero los hombres se destruyen con el hierro y se compran con el oro."

Giovanni Papini



"¿Quién me liberará, pues, de mi soñador?"

Giovanni Papini
La última visita del caballero enfermo


"Quien no ha deseado por lo menos una vez en su vida ser un santo, es, todo lo más, una bestia."

Giovanni Papini

  

"Quiero acordarme de todo, quiero saberlo todo. Y siempre me encuentro como antes, triste como la vida y resignado como la sabiduría".

Giovanni Papini
  

"Recordaba también la casa en que viví durante los años de mi aprendizaje científico. Mis ventanas no se abrían sobre la plaza sino sobre un gran jardín, cerrado entre las casas, donde había, en un rincón, un estanque circuido por rocas artificiales. A nadie le importaba el jardín: el viejo señor había muerto y la hija, aburrida y devota, consideraba a los árboles como herejes y a las flores como vanidosas. También el estanque había muerto por su culpa. Ningún chorro brotaba ya de su seno. El agua parecía tan cansada e inmóvil como si fuese la misma desde hacía una cantidad enorme de años. Por lo demás, las hojas de los árboles la cubrían casi enteramente e incluso las hojas parecían haber caído allí en otoños míticamente lejanos. Este jardín fue el sitio de mis alegrías mientras viví en la pequeña capital. Tenía la libertad de poder visitarlo cada hora y cuando los maestros no me llamaban me sentaba con algún libro junto al estanque, y cuando estaba cansado de leer o la luz menguaba, intentaba mirar mis ojos reflejados en el agua o contaba las viejas hojas y seguía con estática ansiedad sus lentos viajes bajo el hálito desigual del viento. Alguna vez las hojas se apartaban o se reunían todas en el fondo y entonces veía en el agua mi rostro y lo contemplaba tan largamente que me parecía no existir más por mí mismo, con mi cuerpo, sino ser solamente una imagen fijada en el estanque por la eternidad."

Giovanni Papini
Dos imágenes en un estanque


"Regresé al hotel y me tendí en la cama pensando en lo que había visto. He sido siempre favorecedor de los prodigiosos inventos humanos debidos a la ciencia moderna, pero aquella horrible aplicación de la cibernética me confundió y perturbó profundamente. Ver a aquellas criaturas humanas, quizá más infelices que culpables, juzgadas y condenadas por una lúcida y gélida máquina, era cosa que suscitaba en mí una protesta sorda, tal vez primitiva e instintiva, pero a la que no lograba acallar. Las máquinas inventadas y fabricadas por el ingenio de los hombres habían logrado quitar la libertad y la vida a sus progenitores. Un complejo conjunto mecánico, animado únicamente por la corriente eléctrica, pretendía ahora resolver, en virtud de cifras, los misteriosos problemas de las almas humanas. La máquina se convertía en juez del ser viviente; la materia sentenciaba en las cosas del espíritu… Era algo demasiado espantoso, incluso para un hombre entusiasta por el progreso, como yo me jacto de serlo.
Necesité una dosis de whisky y algunas horas de sueño para recuperar un poco mi serenidad. El tribunal electrónico tiene, sin duda, un mérito: el de ser más rápido que cualquier tribunal constituido por jueces de carne humana.
Me llegué hasta esta Universidad para consultar a un célebre estudioso del poeta Walt Whitman. Entre los manuscritos inéditos que hay en mi colección figura el primer esbozo de un desconocido poema del famoso autor de Hojas de hierba.
El sinfónico vate de Manhattan, hoy en día algo relegado a la sombra, pero que según mi juicio continúa siendo la voz más potente e inspirada de la América del Norte, como él mismo lo decía, era «el poeta de lo universal». Y un día pensó en traducir en un grandioso canto la historia universal de los hombres, la dolorosa, ardua, vergonzosa y gloriosa aventura del género humano, desde los moradores de las cavernas a los redentores de continentes: «Poseemos —escribe Walt Whitman en una anotación— el poema de Aquiles y de Ulises, de Eneas y de César, de Tristán y de Orlando, de Sigfrido y del Cid, pero hasta ahora ninguno ha cantado el poema del Hombre, del hombre en todas las tierras y de todas las épocas, del que venció en milenios de gestas, a sus grandes guerras, desde la guerra contra la naturaleza hasta la guerra contra sí mismo. Cantaré la epopeya que no es de un solo héroe ni de un solo pueblo, sino la de todas las naciones y de todos los hombres. Quiero ser el primero en cantar el canto de los hijos de Adán, quiero ser el Homero de la especie humana toda».
«Los historiadores —escribe Walt Whitman en otra anotación— incluso los más grandes historiadores, narran los acontecimientos de los seres humanos, así como un buen periodista describe los delitos perpetrados en la noche y las ceremonias realizadas durante el día. Son escritores diligentes, tranquilos, plácidos, fríos; no olvidan ni un nombre ni un episodio, pero olvidan lo que es más importante: las profundas pasiones y las terribles locuras de los príncipes y de la plebe, aquellas locuras que son el drama y la unidad de las historias particulares y separadas. La historia universal no es una colección de crónicas y de panoramas, es una tragedia humana y divina que se desarrolla en millares de actos, una tragedia tumultuosa y sublime con sus protagonistas y sus antagonistas, con sus apoteosis y sus catástrofes; un gigantesco poema épico en períodos de llanto y de tripudio que ha tenido un prólogo, pero todavía no ha alcanzado su epílogo».
Este manuscrito propiedad mía tiene por título El Poema del Hombre, y juzgando por el rápido sumario que tengo ante mis ojos, hubiera sido la obra más amplia y ambiciosa de Walt Whitman.
En su Prólogo en el Cielo, que tan sólo por el título recuerda al Fausto de Goethe, el poeta habría querido cantar el nacimiento y la juventud de la tierra desde que se separó del sol, astillas separadas de fuego rutilante y errante, hasta que a través de transmutaciones y revoluciones se cubrió con vapores y barro, con océanos ilimitados e islas inmensas. Aquel llameante fragmento de la estrella madre llegó a ser, como lo vemos hoy en día, la habitación y el reino del hombre.
La verdadera historia del planeta comienza con la aparición del hombre. Los primeros seres humanos viven en cavernas como los animales, se cubren con pieles de animales, se alimentan con carne de animales, se muerden y despedazan entre sí como animales, se unen libremente como animales, pero poco a poco se elevan del medio animal, se iluminan con la inteligencia, transforman la piedra en arma, el arma en arnés, la caverna en casa y en templo, convierten el abrazo ciego en amor, el brujo se hace sacerdote, el sacerdote se convierte en monarca, los cazadores se transforman en pastores, éstos en agricultores, las primitivas hordas salvajes se reducen a tribus ordenadas, las tribus llegan a ser los pueblos y naciones.
El hombre llega a ser dueño del fuego, del buey, inventa la rueda y el arado, aprende a sembrar, a pintar, ennoblece los gritos guturales convirtiéndolos en lenguaje articulado; los símbolos diseñados llegan a ser escritura inteligible.
Pero el hombre debe combatir, combatir siempre, combatir eternamente. Su guerra primera se libra contra el hambre, contra las bestias, contra la naturaleza misteriosa y amenazadora, contra las tribus rivales, contra los que abusan del poder para aprovecharse de él y oprimirlo. El hombre siempre será guerrero, combatiente, héroe: deberá combatir contra los hielos y las heladas, contra las marismas y las corrientes, contra la oscuridad y el terror nocturnos, contra la selva venenosa y la furia de los mares; finalmente combatirá contra sus reyes e incluso contra sus dioses.
Los hombres trazan con caminos los desiertos y las selvas, vencen y pasan las montañas, se enseñorean del viento y con los remos golpean las olas para navegar velozmente sobre los ríos y los mares, alzan pilastras de material y columnas de mármol, construyen las casas de Dios y las moradas de los monarcas, modelan en piedra las imágenes de los muertos y de los númenes, construyen las metrópolis. Pero, la guerra entre el hombre y el mundo, entre el hombre y el hombre, jamás se interrumpe, nunca cesa. Las ciudades coligadas o conquistadas se dilatan transformándose en reinos e imperios, los imperios luchan entre sí para lograr el dominio sobre las ciudades, y los reinos crecen, florecen, triunfan, decaen, se derrumban. Se levantan otros imperios que a su vez se pudren y se arruinan."

Giovanni Papini
El libro negro



“Risa significa tener miedo. El hombre es el “animal que ríe” porque sólo él sabe que tiene que morir.”

Giovanni Papini


"Sentirse completamente solo en el mundo, abandonado de repente por todos, abatido por el peso de una vergüenza desconocida o de alguna condena silenciosa es algo más pavoroso y misterioso que la muerte." 

Giovanni Papini


"Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial, ¿por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?"

Giovanni Papini



“Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiese narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que se hayan escrito jamás.”

Giovanni Papini



“Sin el mañana que hace esperar el desquite, en las victorias, en las ascensiones, en las promociones y en los aumentos, los hombres ya no desearían vivir. Sin el lejano perfume del mañana, ellos no querrían comer el negro pan del hoy.”

Giovanni Papini




"Solamente los pequeños industriales atrasados se proponen como fin el ganar dinero."



Giovanni Papini


"Soy un utopista, pero no un loco." 

Giovanni Papini




“Temo a un solo enemigo que se llama, yo mismo.”

Giovanni Papini



"Toda la vida del hombre está hecha de sueños, de ideales, de proyectos y de esperas; todo su presente está hecho de pensamientos en torno al futuro. Todo aquello que es en el presente le parece oscuro, mezquino, inferior, insuficiente, y nos consolamos pensando que este presente no es más que un largo y enojoso prefacio de la bella novela del porvenir."

Giovanni Papini




"Todas las ciencias se reducen a la física, y la física se puede ahora reducir a una sola fórmula."

Giovanni Papini

  
"Todo hombre no vive más que por lo que espera."

Giovanni Papini



“Todo hombre paga su grandeza con muchas pequeñeces, su victoria con muchas derrotas, su riqueza con múltiples quiebras.”

Giovanni Papini


"Todo hombre quisiera ser el primero, aun entre los iguales. Quiere ser superior de una manera o de otra a cuantos le rodean. Quiere dominar, mandar, parecer grande, más rico, más hermoso, más sabio. La historia de los hombres apenas es otra cosa que el terror de la inferioridad."

Giovanni Papini





"Todo lo que sé lo he aprendido de los demás."

Giovanni Papini



"Todos los hombres pagan su grandeza con muchas pequeñeces, su victoria con muchas derrotas, su riqueza con múltiples quiebras."

Giovanni Papini



"Todos nos consolamos pensando que este presente no es más que un prefacio de la bella novela del porvenir."

Giovanni Papini




"Una noche, mientras soñaba en un rebaño de ciegos que iban por un prado de hierba alta, la respuesta vino de manera improvisa: "Yo soy uno para quien los demás no existen". Aquella ceguera y amnesia de los hombres hacia mí era una prueba que de ninguna otra manera hubiera podido superar. Los hombres no me reconocían ya, pero yo me había reencontrado, y ahora podía recomenzar mi vida sin temblar más."

Giovanni Papini


"Una salud demasiado espléndida es inquietante, pues su vecina, la enfermedad, está pronto siempre a abatirla."

Giovanni Papini


"Veamos: yo quisiera, pues, cambiar. Pero cambiar seriamente —¿comprenden?—; cambiar completamente, enteramente, radicalmente. Ser otro, en síntesis. Ser otro que no tuviese ninguna relación conmigo, que no tuviera el mínimo punto de contacto, que ni siquiera me conociese, que nunca me hubiera conocido.

¡Los cambios y renovaciones insustanciales los conozco desde hace tanto! Se trata de plumerazos, de mudanzas, de encaladuras. Se cambia el papel de Francia pero la habitación es siempre la misma; se cambia el color del sobretodo pero el cuerpo que recubre es el mismo; se cambian de lugar los muebles, se cuelga con pequeños clavos un nuevo cuadro, se agrega un estante de libros, un sillón más cómodo, una mesa más ancha, pero el cuarto es el mismo; siempre, siempre, inexorablemente, implacablemente el mismo. Tiene el mismo aspecto, la misma fisonomía, el mismo clima espiritual. Se muda la fachada y la casa, adentro, tiene las mismas escaleras y las mismas habitaciones; se cambia la cubierta, se reemplaza el título, se modifican los adornos del frontispicio, los caracteres del texto, las iniciales de los capítulos, pero el libro cuenta siempre la misma historia —siempre, siempre, inexorable, implacablemente la misma, vieja, fastidiosa, lamentable historia.

Estoy cansado ya de esta clase de cambios y renovaciones. ¡Cuántas veces yo mismo he cepillado mi pobre alma! ¡Cuántas veces le he dado un nuevo barniz a mi cerebro! ¡Cuántas he vuelto a poner orden en la confusión de mi corazón! Me hice trajes nuevos, viajé por nuevos países, viví en ciudades nuevas pero siempre sentí, en lo más profundo de mí mismo, algo que permanece, que siempre permanece, que soy yo, siempre yo mismo, que cambia de rostro, de voz, de andar, pero que permanece eternamente como un guardián incansable e inflexible. A su alrededor las cosas desaparecen pero él no guarda recuerdo de ellas; en torno suyo las cosas aparecen y él no retrocede… Ahora estoy cansado de vivir conmigo mismo, siempre. Hace veinticuatro años que vivo en compañía de mí mismo. Ya basta: estoy definitivamente hastiado."

Giovanni Papini
No quiero más ser el que soy