"Atenas. Me cambio de hotel. Me voy al Hotel Roosevelt. Veo a Boadella y como con él en casa de Kolasis. Kolasis —un personaje de Balzac— se parece a Malenkov Jruschov en todo. Su señora es espléndida. Hace tres días que como admirablemente en esta casa gracias a Boadella. Paso la tarde trabajando. Con los Kolasis y Boadella en las radios de Atenas. Cena con ellos y la señora Kalymanides, muy buena. A la una en la cama, muy tarde.
Atenas. Por la mañana, con Boadella y Kolasis, visita al director del periódico Etnos —un señor muy simpático que me habla de Rubió, de Guimerà y de los almogávares. Después voy al museo con Boadella. Muy pocas salas (el museo fue parcialmente destruido), pero ¡cuántas maravillas! Hay algunas piezas que nunca había visto. Se me saltan las lágrimas al ver algunas. Se les puede dar la vuelta y nunca falla nada. Por la tarde escribo. Día despejado, bonito, temperatura en alza. La primavera. Día importantísimo.
Atenas. Por la mañana voy al Pireo con Boadella a arreglar el asunto del billete de vuelta. Nos acercamos al Agamemnon, en el que viaja Ignasi Agustí, en croisière. Como en el Averoff —muy bien. Lluvia. Voy al Partenón a ponerme en contacto con los catalanes del Agamemnon. Más lluvia. Llegan con dos horas de retraso. Lluvia torrencial. Llegamos al Hôtel de la Grande Bretagne y Agustí me cuenta su caso. Veo a Boadella. Legación española. Raukos. Paneo. Cena en La Grande Bretagne, invitados por Gaspar. Veo al capellán. El Pireo. Soirée en casa de Bistingüi. En la cama a la una. Enorme fatiga.
Atenas. Un poco más despejado que ayer, sin lluvia, pero hasta ahora no hemos podido ver ni un momento el cielo y la luna del Ática. Mañana en el museo. ¡Qué maravillas! Conservatorio. Como con Boadella en casa de Kolasis. Siesta. A las nueve voy al Club Católico, donde Boadella tenía que dar un concierto que se ha suspendido por la muerte del protonotario apostólico. Cena en casa del gran compositor Kalomiris, en el Falero. La autostrada. Cena magnífica. Palamás. La sinfonía.
Atenas. Día magnífico. Cielo azul con nubes blancas. Viento. Por la tarde, visita al Cerámico (en un lamentable estado de abandono), el ágora griega, el ágora romana, con la biblioteca de Adriano y la torre de los vientos. Conversación con Boadella, muy agradable, en la terraza de un café, enfrente del Parlamento. Comida en el Panthéon. Por la noche trabajo para Destino. Hasta ahora, no he sentido añoranza ni un momento. Las ruinas me producen una depresión terrible. ¿Podré volver a Grecia algún día? La importancia de Palamás. Cuatro semanas desde que salí de Barcelona."

Josep Plá
La vida lenta



“Cada cual nace de una edad, que luego conserva toda la vida.”

Josep Pla i Casadevall


"Cuando desde la butaca del despacho empecé a ver claro, el señor Valls cerraba su habitación con llave. En verano duerme con el balcón abierto. Ahora deja abierta la ventana. La luz matinal no parece molestarlo. Se levanta a primera hora: siempre a las siete de la mañana. Los domingos no madruga. Siempre igual.
Cerrada ya la puerta, se ha quitado la gorra y el impermeable y ha colgado una cosa y otra con gran cuidado en el cuelgarropas de hierro pintado de negro de la pared. Luego ha colocado sucesivamente, sobre el mármol de la mesita de noche, un reloj, una cajita de pastillas de clorato de potasa, un paquete de cigarrillos, un librito de papel de fumar y una caja de cerillas. Después se ha despojado de la americana y el chaleco, que ha depositado en el respaldo de una silla. Pasando los brazos por debajo de los tirantes, éstos han caído sobre sus pantalones, aflojándose en dos curvas pomposas. En seguida se ha sentado sobre la cama para proceder a desabrocharse los zapatos. No le ha sido fácil: ha tenido que aflojar dos nudos muy compactos. Cuando al final los zapatos han podido ser movidos, los ha dejado caer, con una cara un poco avinagrada, sobre la alfombra del lado de la cama. La estera ha neutralizado el rudo golpe que habrían producido los zapatos al caer. Luego se ha sacado los calcetines, y entonces han aparecido los pies del señor Valls, muy blancos, de una palidez exangüe; pero esta impresión algo borrosa podría haber sido efecto del vaho que empañaba los cristales del balcón. De pie, otra vez, se ha desabrochado uno a uno los botones y corchetes del pantalón. Esto ha sido una operación lenta que el señor Valls ha llevado a cabo mirando el techo. Después, sentado en una silla, ha extraído sus piernas cortas de los tubos de los pantalones, los cuales han sido luego cuidadosamente doblados, buscando la raya y colocados sobre el «mundo» que hace pasillo con la cama. Todos estos movimientos los ha llevado a cabo de una manera inconsciente, mecánica y estoy seguro que si la habitación hubiera estado a oscuras lo habría hecho todo con una similar perfección. El señor Valls ha aparecido entonces con medio cuerpo embutido dentro de unos calzoncillos de punto, de color pálido, largos y la parte superior dentro de una camisa flotante. A través de la gasa de lluvia, su figura, en este momento, se me ha antojado de una grotesca comicidad; sin embargo, no he llegado a sonreír. Me ha invadido una especie de descorazonamiento: una oleada de humanidad. Ha deshecho el nudo de la corbata, ha desabrochado el cuello y los botones de la camisa y se la ha sacado haciéndola salir por la cabeza, los brazos hacia arriba, con la natural dificultad.
La camiseta del señor Valls ha resultado también ser de un color de plomo pálido. Después, rápidamente, se ha puesto un pijama rayado que ha encontrado debajo del edredón azul. El pijama le venía grande: le sobraba por todos lados, de brazos y piernas.
Ya vestido con el pijama, el señor Valls se ha acercado a la ventana, ha dado a su cuerpo una posición rígida y ha estirado verticalmente los brazos como si tratara de coger alguna cosa situada muy arriba. Como que este movimiento lo ha repetido muy cerca de la ventana abierta, ha tapado la luz de la parte baja de la ventana. Me ha parecido que mientras estiraba los brazos trataba de ponerse de puntillas, haciendo un esfuerzo tan acusado que todo su cuerpo ha parecido crisparse. «Antes de meterse en la cama —pensé— el señor Valls hace un rato de gimnasia...» No, no fue precisamente eso. Cuando su organismo ha conseguido este primer movimiento de tensión a la distensión y su cuerpo ha recuperado su estado normal, el señor Valls ha iniciado un bostezo considerable, grande, inmenso, ancho, largo... levantando la barba, cerrando los ojos —un bostezo de una insondable profundidad."

Josep Plá
La calle estrecha

"- El arte de escuchar -continúa diciendo [Enric Frigola]- es terriblemente cansado y vale realmente la pena poseer una renta para ahorrarse tener que practicarlo. A mi entender, la forma más concreta y agradable de la independencia es poder vivir sin necesidad de escuchar a nadie".

Josep Plá
El cuaderno gris, Destino, Barcelona, 1981, página 46
Traducción al español de Gloria de Ros y Dionisio Ridruejo



“El dinero no da la felicidad, ciertamente; pero tampoco es un serio obstáculo.”

Josep Plá


"El tesoro de la juventud es el pensamiento; es decir, la confusión y la ingenuidad; es decir, la ambición."

Josep Plá


“Entre dos explicaciones, elige la más clara. Entre dos formas, la más elemental. Entre dos palabras, la más breve.”

Josep Plá



"Es mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. En vista de lo cual todo el mundo opina."

Josep Plá



"Es mucho más fácil describir que opinar. Infinitamente más. En vista de lo cual, todo el mundo opina."

Josep Plá



"La Certidumbre, entonces, de que escribo, y al lado de la pluma va corriendo la esponja con que la muerte borra lo que escribo."

Josep Plá


“La excelencia en la obediencia no es lo mismo que la excelencia en la diligencia.”

Josep Plá


"Lo más parecido a un político español de izquierdas es un político español de derechas."

Josep Plá

"Los que se dejan influir por los grandes maestros demuestran tener una personalidad insignificante. Las influencias de obras más pequeñas, de radio mucho más corto, pueden ser, sobre una personalidad adecuada, sumadas y bien digeridas, mucho mejores: utilísimas."

Josep Plá


"Para entender la presencia de los claustros en Nueva York hay que partir de la Colección George Grey Barnard, el americano que a principios de siglo empezó a comprar por partes arquitectura y escultura de piedra de la Europa medieval. La Colección Barnard no recogió monumentos enteros, pero sí al menos partes de estos monumentos susceptibles de ser desmontadas, numeradas, transportadas y reconstruidas en tierras americanas. Todo el mundo sabe el abandono en el que yacían maravillosos monumentos del pasado, tanto en Francia como en nuestro país. Lo cierto es que el coleccionista compró lo que quiso y creó una colección que, debido al volumen de los objetos, no podía, claro está, instalarse en vitrinas, sino que fue colocada en un hangar inmenso de Fort Washington Avenue (que se encuentra en el extremo norte del barrio universitario), donde se pudo visitar a partir de 1914. El Metropolitan Museum de Nueva York adquirió la colección gracias a un donativo de Mr. John Rockefeller, y así surgió el problema de su instalación definitiva. Rockefeller lo resolvió comprando los terrenos de lo que después sería el Tryon Park y regalándoselos a la ciudad; reservó una parte para instalar la Colección Barnard. La ciudad de Nueva York debe los claustros a Mr. Rockefeller, porque no sólo se compraron las piedras medievales con su dinero, sino también los terrenos para reconstruirlas, y además añadió dinero para el mantenimiento. El conjunto de los claustros se instaló definitivamente en 1938.
Mr. Rockefeller hizo más aún: regaló al museo su colección particular de arte medieval: cuarenta grandes piezas, entre las que se encuentra el magnífico sepulcro de los condes de Urgel, procedente del monasterio de Bellpuig de las Avellanas, obra memorable del gótico catalán que salió de nuestro país a principios de siglo a pesar de la protesta —como escribió Joaquim Folch— de cuatro catalanistas con mucho cuento a los que nadie hace caso. Este sepulcro es una de las piezas más sensacionales de los claustros.
Desde el punto de vista técnico museístico, la instalación fue dirigida por Mr. Breck, subdirector del Metropolitano, con la colaboración de Mr. Rorimer, actualmente jefe de la sección de arte medieval del mismo museo, y del arquitecto Mr. Collans. Cuando murió Mr. Breck, en 1933, la llevó a cabo definitivamente Mr. Rorimer, que conoce muy bien nuestro país y Barcelona, y, huelga decirlo, nuestro museo, del que hace un gran elogio en el libro perfecto que ha dedicado a la historia, a la valoración y al catálogo de los claustros. Este libro de Mr. Rorimer ha sido muy beneficioso para el Museo de Cataluña y para nuestro arte en general."

Josep Pla
Fin de semana en Nueva York


“Todo nacionalismo es separatista. El factor cuantitativo no importa.”

Josep Plá


“Todo pasa. Pasan pompas y vanidades. Pasa la nombradía como la oscuridad. Una sola cosa, Aprendiz, Estudiante, hijo mío, te será contada y es tu Obra Bien Hecha.”

Josep Plá


“Vibrar todos los días, todos los meses, al compás de las palpitaciones de los tiempos.”

Josep Plá


“Xammar me ha enseñado más que todos los libros juntos. Es el hombre más inteligente que conozco, el que tiene un ojo más seguro y un conocimiento del mundo mas vasto. Es, todavía , la naturaleza de hombre más humana que he tratado, la persona menos primaria, el señor que tiene la razón más despierta y el entendimiento más claro.”

Josep Plá