Cada dogma tiene su día, pero los ideales son eternos.”

Israel Zangwill


"Comenzó a divagar sobre voltios, psicometría dinámica y otras palabras de difícil comprensión, las cuales, si bien es cierto que no quiebran la osamenta humana, deberían circunscribirse estrictamente al erudito ámbito privado de los diccionarios.
-«Me siento radiante por tu benéfica presencia» -arguyó, reanudando la conversación en su lengua materna-- «porque si tú no me soliviantaras lo más mínimo con petición alguna, lo más probable es que yo sería el primero en tratar de cambiar tu actitud».
Me manifesté de acuerdo a regañadientes y en el lapso de apenas dos minutos se precipitó por la habitación gritando triunfalmente «22, Albert Flats, Victoria Square, Westminster» hasta que su voz enronqueció. Pero a tenor de su entusiasmo debí haber supuesto que había averiguado mi dirección furtivamente.
De inmediato trajo a colación el tema de Clearing House. El proyecto comenzó como un humilde ático aledaño a la zona de playa. El primer número del catálogo era evidentemente más bien magro. Él estaba suficientemente capacitado para inscribirme en la lista libre de reservas y de hecho pude comprobar su denodado interés en el desarrollo de dicha empresa. Había realizado al parecer un sondeo entre sus conocidos con relación a las suscripciones, pidiendo a todo su amigable entorno claras referencias con respecto a sus recuerdos más herméticos, aquéllos que habían sido postergados. En cuanto pudo permitirse el lujo de publicitar su oferta, el incremento de la clientela fue notable. Siempre hay un público receptivo a los mensajes que no sean en absoluto bizarros y por supuesto un porcentaje de gente que sin dudarlo enviaría trece sellos de la piedra filosofal, remitidos gratuitamente. Ni que decir tiene que el resto de la población le sonrió por lo ingenioso de su reclamo.
El catálogo de "Recuerdos a la venta" creció cada vez más. La edición expedida a los abonados contenía únicamente los artículos, pero la copia de O´Donovan comprendía también los nombres y las direcciones de los proveedores y de nuevo me fue permitido en ese instante echarle un vistazo de manera estrictamente confidencial. Ni siquiera el propio inventor había previsto los extraordinarios usos que se le darían a su nomograma y menos aún el inusual desenlace de tales negocios. Aquí se cita al azar el muestrario de algunos ejemplos sitos en el Nº 13 del catálogo de Clearing House, cuando O´Donovan aún se limitaba a facilitar la venta de recuerdos superfluos:
1. 25, Portsdown Avenue, Maida. Valle.
3. 13502, 17208 (números de billetes).
12. Historia de Inglaterra (se echan en falta unos pocos reyes sajones), de cuantioso éxito en un reciente examen del Colegio de Preceptores. Adaptada a los requisitos exigidos a los candidatos a ser matriculados en los londinenses Oxford y Cambridge.
17. Los testimonios de Paley, junto con otros ejemplares de teología dogmática (de segunda mano), una valiosa colección perteneciente a un clérigo recién ordenado, que no hacía ya uso de ellos.
26. Una docena de tarjetas arrugadas, en su momento usadas por un especulador ahora retirado. Excesivamente económicas.
29. Un completo compendio de fórmulas matemáticas, cuyo completo set englobaba las más recientes novedades y optimizaciones en torno a los elevados planos curvilíneos, así como una cuidada selección de los más útiles logaritmos, propiedad de un combatiente recientemente fallecido. El carácter de las solicitudes debía ser inmediato y ningún pago debería ser concedido a los posibles herederos hasta que dicha voluntad no hubiera sido testada.
35. Argumentos a favor de la autonomía (limpidez de sonido garantizada), propietario, distinguido Gladstonian M.P., para el que desprenderse de tal joya ha supuesto un notable sacrificio. Eminentemente ideal para las elecciones. Únicamente líderes.
58. Ingenioso discurso nupcial. Desarrollado en medio de grandes aplausos por el novio. Se añade un surtido de brindis jocosos y serios, en buena condición. Cabe una reducción al considerar la cantidad.
Políticos, clérigos y ex-examinados pronto se convertirían en jefes y patrones. Los graduados en las artes y las ciencias pronto concordarían en lo inútil y onerosa que resultaba la carga de tal aprendizaje para ubicarse en el mundo. ¿Podrían quizás hacer acopio de algo de dinero extra? En todo caso sus recuerdos se desvanecerían rápidamente en favor de las benéficas carreras de los propietarios. La noble imagen de Lucrecio sería esbozada y la antorcha del aprendizaje sería entregado de generación en generación. O´Donovan era plenamente consciente de que había negocios que merecían mucho la pena y también la amenaza de la eterna maldición que se cernía sobre la raza de los anglosajones. En las manos adecuadas de honestos estudiantes tal invención podría haber derivado en la obtención de gigantes del intelecto y cada neófito habría principiado su inventiva en el instante en que hubiera abandonado su predecesor y añadido más riqueza a esta tradición basada en que los modernos se asentaran firmemente sobre los hombros de los antiguos, en un sentido más literal que el soñado por el propio Bacon. El recuerdo de Macaulay, que todos los ingleses reverencian con razón, podría haber sido poseído por un colegial. Abundaban los idiotas omniscientes que hacían gala de una sabiduría heredada de los padres, pero nefasta ya que apenas sabían cómo ejercitar tal inteligencia."

Israel Zangwill
The King of Schnorrers


"¿Cuál era el punto en que se hallaba su devenir vital? ¿En qué se había convertido?
En Grainger había compañeros que recelaban del arte como una mera evasión muy poco lucrativa. Semejante falacia no se adecuaba para nada a su propio estado de ánimo. Para él el arte era un fin en sí mismo; era de aquéllos que viven para pintar, no de los que pintan para sobrevivir. Incluso en la etapa pretérita de sus días juveniles, cuando le fue posible vender algunos de sus lienzos, el dinero obtenido como rédito siempre le había parecido un agradable subproducto, pero no un motivo en sí mismo. Y ahora, en vez de verter sobre el lienzo toda la efervescencia de la lírica juvenil que inundaba su alma, se dedicaba a colorear fotografías e ilustrar estúpidas historias editadas por editores obtusos, en contra de sus propias ideas acerca de lo que deberían ser las ilustraciones. Porque incluso en Nueva Escocia había plasmado la vida y en sus horas más tristes había decorado muebles por mero placer. Ahora, todo esto le resultaba sórdido, indigno y humillante. Tomó la férrea determinación de que si no podía dedicarse al arte por entero, al menos no lo degradaría. Gracias a su formación en Nueva Escocia, su mano derecha podía hacer algo más que simplemente empuñar un pincel. Mejor sin duda era ganarse el sustento para su familia mediante el ejercicio de algún oficio honesto hasta que llegara el tiempo en el que pudiera vivir del arte honradamente. Sin duda se sentiría mejor siendo un buen artesano que un artista deshonesto. Y mientras ese impulso enardecía su mente, se veía a sí mismo en las columnas de los anuncios del Clerkenwell Chronicle, respondiendo a tres demandas; una para un carpintero, otra para un maestro calderero de azúcar y finamente la tercera para un limpiador de arneses.
Únicamente respondió al anuncio de la firma azucarera y se le pidió que llamara. Afirmó que había adquirido una experiencia considerable en la manufacturación en Nueva Escocia, pero una breve conversación del solicitante con el director logró convencer a éste de que aquél nada sabía de lo relacionado con la ebullición científica del azúcar, de los motores que intervenían en el proceso y de las diferentes labores implícitas; no obstante, su sobriedad, su respetable apariencia y su capacidad de convicción le resultaron extremadamente útiles y fue contratado a prueba ganando dieciocho chelines a la semana, con la posibilidad de que dicha renta ascendiera a la nada despreciable cifra de cuarenta. Su confianza a la hora de manejar los más nimios detalles y su firme resolución le llevaron a escribir a sus mecenas refiriendo su actual posición en la debida y forma y haciendo gala del aderezo de un superfluo sarcasmo y una feliz mañana, poco después de la salida del sol, logró reparar en la fábrica una banda de rodadura flotante que había sido puesta en funcionamiento en aquel día memorable."

Israel Zangwill
The Master




“El egoísmo es el único ateísmo verdadero; el anhelo y el desinterés, la única religión verdadera.”

Israel Zangwill




“La moral fue creada para el hombre, pero no el hombre para la moral.”

Israel Zangwill