“Con esto, yo lo que quiero es dar una lección, por mis muchos años, yo puedo permitir este gusto, a todos los que creen que el futuro está en sus manos y no en las manos, de los que se han apoderado del futuro de todos nosotros.”

Fernando Fernán Gómez



"El cine es un vehículo de expresión, pero no estoy muy seguro de que sea un arte."

Fernando Fernán Gómez



"El periodista debe escribir a gran velocidad porque si no corre el riesgo de que, al llegar al último renglón, ya no tenga actualidad el primero."

Fernando Fernán Gómez



“En el oficio de actor el éxito o el fracaso suelen venir muy acompañados de la casualidad.”

Fernando Fernán Gómez



"Hay que intentar que las grandes ideas parezcan pequeñas, superficiales, cotidianas."

Fernando Fernán Gómez



“¿La amistad entre un hombre y una mujer? Sí, la entiendo, mientras no sea yo el amigo.”

Fernando Fernán Gómez



"La más noble función de un escritor es dar testimonio, como con acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir. Camilo José Cela.
Creían los cómicos, como acaso las gentes de otros oficios -pero esta especie de novela se refiere a los cómicos-, que cuando la guerra concluía llegaba la paz. Creían también que la "paz" era no inaugurar un tiempo nuevo, sino volver al tiempo de antes de la guerra.
Nuestros ingenuos amigos, los cómicos, saben muchas cosas porque las aprenden de las comedias que representan, pero ignoran muchas más, muchísimas, miles. Porque miles son las comedias que no representarán, por largas que sean, sus vidas.
Una de las cosas que no saben es si la repetición de la vida es posible o imposible. Ignoran que éste es un problema de alta y profunda filosofía. Repiten las comedias veces y veces, y por ello en el fondo de su consciencia creen que lo mismo se puede hacer con la vida. Que cuando acabe la guerra volverá aquel tiempo de la paz. Se repetirá aquel tiempo. Ellos, cómicos, actores, histriones, farsantes, farandules, hipócritas, ignoran que los filósofos llevan tiempo meditando sobre esto y aún no saben si la repetición es posible. O si es inevitable.
Sea lo uno o lo otro, los cómicos de cierta edad, no los adolescentes, acabada la guerra buscan en vano por los trenes, los escenarios, los camerinos, los cafés, un año 1937 que no encuentran. No lo encuentran ni en sus recuerdos.
Franco ha cambiado los nombres a los dos cafés más frecuentados por los cómicos en Madrid, el 'Lion d'Or' y la Maison Dorée. Ha prohibido los nombres extranjeros en los establecimientos. Como consecuencia, los dueños han cambiado la decoración de los locales.
Estos dos cómicos de antes de la guerra, Puerto y Soldevilla, se han citado allí.
Pero este café, que ahora se llama Lepanto, no es su café.
Aunque en él, después del cambio de nombre y de la reforma, se haya instalado ya Ortega, el agente teatral, no es su café; no, no lo es.
Pocos días después en la tertulia ya se reúnen seis o siete cómicos. Y acuden a diario si no tienen ensayo o si están parados. El café Lepanto, durante la posguerra, ya es el café de los cómicos. Los que no tienen dinero para la consumición pasean por la cercana calle de Sevilla. Como antes."

Fernando Fernán Gómez
El tiempo de los trenes


“Las mujeres bondadosas no suelen tener gancho; las que lo tienen son las que te pueden destruir, como la Dietrich.2

Fernando Fernán Gómez



“Me he sentido más satisfecho como actor que como director, quizá tengo un mayor dominio de esta primera profesión.”

Fernando Fernán Gómez



“Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban.”

Fernando Fernán Gómez



“Mi proyecto vital ha sido vivir de rentas, pero no lo he logrado.”

Fernando Fernán Gómez




“Muchos hombres y mujeres encuentran su placer erótico en la variación, otros en la mutua fidelidad y algunos en entregarse, místicamente a los deleites de la imaginación.”

Fernando Fernán Gómez
El tiempo amarillo, 1999



“No es que quisiera ser actor de cine, es que quería ser Clark Gable. Esto es lo que quería, y no nada más puro o más profundo.”

Fernando Fernán Gómez


"Rosa repartió las cartas. A veces jugábamos al tute con doña Leona, o con ella y Menéndez. Si estaba Maldonado y éramos cinco, jugábamos a las siete y media. Cuando estábamos solos, jugábamos a la brisca. Siempre en el comedor.
Lo malo fue que en mi cuarto no había muebles: sólo la mesilla de noche, el lavabo y la cama. Eso fue lo malo. Porque tuvimos que jugar en la cama, casi tumbados, el uno frente al otro.
Yo no veía las cartas. Veía los pelos empapados de Rosa, pegados a la frente, a las mejillas. Su blusa, también empapada, pegada a la carne, resaltando las tetas, los pezones... Ella no creo que viera nada en mí; nada nuevo, quiero decir, porque me tenía ya demasiado visto. Pero aquel cerdo repugnante la había puesto tan caliente... De todas formas, ya digo, no fue eso lo malo; lo malo fue que en el cuarto no hubiera una mesa y unas sillas.
Lo que son las cosas... Sin buscarlo, sin proponérmelo, casi podría decir sin pensarlo (aunque de eso ya no estoy tan seguro, ha pasado tanto tiempo que ya no me acuerdo de si alguna vez lo pensé), bueno, pero el caso es que, como digo, sin buscarlo me encontré con aquel regalo. ¡Y qué regalo! Mi prima Rosa del Valle, desde que se desarrolló, siempre me había parecido muy mona, aunque sin comparación con Juanita
Plaza; pero en la cama, entre mis brazos, a sus dieciocho años, era una auténtica maravilla. Y por culpa del lujurioso sastre Menéndez, aquella maravilla era para mí.
Y bien que la disfruté. Claro que no nos resultó fácil. Por las noches yo dormía con Juan Conejo, al que no le contamos nada. Teníamos que aprovechar las mañanas, cuando el sastre Menéndez se encerraba a trabajar en su obrador y doña Leona se iba a la compra. Afortunadamente, la habitación contigua a la mía la ocupaba la vieja sorda, que no se enteraba de nada. Por ese lado no había peligro."

Fernando Fernán Gómez
El viaje a ninguna parte


"Seis, ocho millones de espectadores. Estas son cifras con las que nunca pudo soñar ningún director teatral o novelista y menos aún Esquilo, Sófocles o Eurípides."

Fernando Fernán Gómez




“Tengo fama de gruñón. Lo reconozco y al mismo tiempo lo lamento. En cualquier caso, ya no estoy en edad de corregirme.”

Fernando Fernán Gómez



"Y ríen como simples, como jóvenes que son. No ríen de las explicaciones del padre Imbriani, y mucho menos de los postulados del Maestro Eckhart, sino de ellos mismos, como si se vieran desde fuera y pudieran burlarse de su dificultad para comprender y de sus esfuerzos para lograrlo.
Pero todas estas disquisiciones, se pregunta con insistencia Stefano, por muy trascendentales que sean, ¿guardan alguna relación con su «pecado»?
El director espiritual, en confesión, le ha dicho que lo peor de su pecado es que ha sido contra la pureza; si hubiera sido un pecado de lujuria y no más, la penitencia habría sido más leve, pero, habiendo sido contra la pureza, contra la inocencia, puesto que inocente y pura es Claudia, la penitencia debe ser mucho mayor. Y el arrepentimiento y el propósito de enmienda, absolutamente rigurosos. Se empieza por un simple beso que puede parecer casto, puro, y se puede acabar en el infierno, pues no hay que olvidar que una de las máscaras que más utiliza el diablo es la de la inocencia.
Se siente inclinado Stefano a hacer confidencias a Bruno respecto a lo que le atormenta, pero su timidez, o su pudor, le frena.
Bruno tiene dudas. Está en el convento porque su madre hizo una promesa. A él le atrae del seminario la discusión filosófica, escolástica o no, siempre que esté alejadísima de la mística. A Stefano lo que más espacio de su cerebro le ocupa es el concepto del pecado, sobre todo de «su pecado». Pero no se atreve a comunicárselo a su amigo, pues le han atemorizado las amenazas del confesor.
Y ante la sorpresa de Stefano, un día es su amigo Bruno quien le hace a él esa confidencia. Ha tenido relaciones carnales con una mujer de su pueblo, una mujer de malas costumbres. Él, Bruno, se sintió muy atraído por su propia hermana, dos años mayor que él, y, para desahogarse, para librarse de la amenaza de ese horrible pecado, fue con unos amigos en busca de la mujer de malas costumbres y copuló con ella. Él ya sabía que el pecado de lujuria era menor si no afectaba a la pureza y que también era menor la penitencia. Lo que le parece más difícil es que el arrepentimiento sea sincero."

Fernando Fernán Gómez
La cruz y el lirio dorado