“Con tu lengua y con tus ojos, tú y yo juntos vamos a inventar de nuevo la historia. Lo que no quieren ellas, lo que no quiere nadie, es verte vivo de nuevo, es que volvamos a ser jóvenes, mientras ellas y todos están enterrados desde hace tanto tiempo.”

Fernando del Paso


“Cuando un lector abre un libro, una novela, se coloca en una actitud muy especial, en la de creer lo que le va a contar el autor. Pero creer ¿En qué sentido? , es decir, él sabe que eso no fue verdad, en el sentido de que no tuvo lugar, eso no sucedió, son personajes, situaciones, paisajes, etcétera, inventados por el novelista, a partir de elementos de la realidad, claro. Sin embargo al lector le interesa, pero no se plantea a cada página ¡Ah! , esto no es verdad. Si lo hiciera, no resultaría el libro. Por eso hay gente a la que no le gustan las novelas, porque no les entretienen las cosas que no son verdad, verdad entre comillas.”

Fernando del Paso




“El trabajo, la ciencia y las artes, son más dulces que los destellos de una corona...”

Fernando del Paso


Ella y yo hacíamos el amor diariamente.

En otras palabras,

los lunes, los martes y los miércoles

hacíamos el amor invariablemente…

Los jueves, los viernes y los sábados,

hacíamos el amor igualmente…

Por último los domingos

hacíamos el amor religiosamente.

Hacíamos el amor compulsivamente.

Lo hacíamos deliberadamente.

Lo hacíamos espontáneamente.

Hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres,

por favor, por supuesto, por teléfono,

de primera intención y en última instancia,

por no dejar y por si acaso,

como primera medida y como último recurso.

Hicimos el amor por ósmosis y por simbiosis:

Y a eso le llamábamos hacer el amor científicamente.

Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí:

es decir, recíprocamente.

Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo

y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla,

entonces hacíamos el amor lastimosamente.

Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me

imaginaba que no iba a poder, y no podía,

y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía,

o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo.

Decíamos, entonces,

que habíamos hecho el amor aproximadamente.

O bien a Estefanía le daba por recordar las ardillas que el tío

Esteban le trajo de Wisconsin

que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina,

y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos,

con sus sillas vienesas y sus macetas de rosas‚

esperando la eclosión de las cuatro de la tarde…

así era como hacíamos el amor nostálgicamente,

viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.

Muchas veces hicimos el amor contra natura,

a favor de natura,

ignorando a natura.

O de noche con la luz encendida,

o de día con los ojos cerrados.

O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia.

O viceversa.

Contentos, felices, dolientes, amargados.

Con remordimientos y sin sentido.

Con sueño y con frío.

Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida,

y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro,

entonces hacíamos el amor inútilmente.

Para envidia de nuestros amigos y enemigos,

hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente.

Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente.

Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.

Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente.

Hacíamos el amor físicamente,

de pie y cantando,

de rodillas y rezando,

acostados y soñando.

Y sobre todo,

y por la simple razón

de que yo lo quería así

Y ella también,

hacíamos el amor…

voluntariamente.

Fernando del Paso
Palinuro de México




“En la justicia se fundan los imperios.”

Fernando del Paso



"Ese cuerpo que tanto amé y conocí, que hoy podría esculpirlo, de memoria y con la lengua, en un bloque de sal."

Fernando del Paso
Palinuro de México



“Europa ya tiene intereses en México. Los ingleses controlan todas las minas de plata de la región central del país.”

Fernando del Paso



"Federico agradece con una inclinación de cabeza. Basilia corresponde de igual manera y sale.
Federico: Llevo aquí ya varios días y sabed que se me trata como rey en cuerpo y alma.
Luis Rosales: La casa de los Rosales es hoy, y siempre, tu casa.
Federico: Lo cual tiene sus ventajas, pues tiene más poesía que vivir con los García. Porque bien mirado, dime: ¿qué quiere decir 'García'? En cambio, tú bien lo sabes, si uno vive en “los rosales", uno tiene por vecinas de las flores, las mas finas, aristócratas y hermosas, a las que llamamos rosas. Y en el nombre de tu madre, Doña Esperanza Rosales, dama gentil, valerosa y de bondad diamantina, cifro toda mi esperanza ¿y por qué no? la de España.
Esperancita: Pensaba yo, Federico, que tenías dos esperanzas...
Federico: ¡Claro que sí, Esperancita, mi divina carcelera! Y no me olvido de Luisa, que es entre todas las tías, la enésima maravilla… Se entristece durante los siguientes párrafos en pos que Federico denuncia hechos, Luis Rosales hará ademanes y gestos que indiquen una aceptación tácita, como dándole la razón, cuando menos a medias. Pero te lo digo, Luis… ”soy feliz”, es un decir. Tengo la cara de luna, de una luna iluminada, pero al igual que ella, tengo oculta, otra cara oscura… Lo sabes, querido Luis: España entera está en llamas. Se lucha en todo el país. Aquí mismo, en mi Granada, las fuerzas nacionalistas han hecho correr en ríos de ardiente y rojo barniz la sangre republicana que baja del Albaicín por la carrera del Darro y la cuesta del Chamiz...
Luis Rosales: Te recuerdo que los rojos casi bombardean la Alhambra...
Federico: ¿Los rojos? ¡Si han fusilado los que hoy se llaman franquistas a médicos, concejales, profesores, abogados y muchachos de quince años! Y no falta un general, que es un loco desatado, llamado Queipo de llano.
Doña Esperanza: Y que habla todos los días…
Tía Luisa: …desde Radio de Sevilla...
Federico: ¡Invitando a los franquistas a matar republicanos como si fueran curianas, alimañas, sabandijas!
Luis Rosales: Se ve que no sabes nada del ya célebre energúmeno que llaman la Pasionaria…
Federico: Oradora extraordinaria... Y a propósito de radio: he escuchado el otro día la carta de Montesinos, la carta que mi cuñado escribió desde su celda... que dice que han fusilado por cada bomba que cae, a cinco hombres de los nuestros, es decir, republicanos: los del Frente Popular… ¿Te das cuenta, amigo Luis? Han aprehendido a Manuel, ¡al esposo de mi hermana! ¡al alcalde de Granada! Si eso le hicieron a él, ¿Qué no harán, di tú, de mí?
Luis Rosales: Federico, amigo mío, no seas tonto, te prometo, así me llamo Rosales, que mi digno y fino amigo Fernández de Montesinos saldrá libre, salvo y pronto."

Fernando del Paso
La muerte se va a Granada


"Hoy ha venido el mensajero a traerme noticias del Imperio. Vino, cargado de recuerdos y de sueños, en una carabela cuyas velas hinchó una sola bocanada de viento luminoso preñado de papagayos. Me trajo un puñado de arena de la Isla de Sacrificios, unos guantes de piel de venado y un enorme barril de maderas preciosas rebosantes de chocolate ardiente y espumoso, donde me voy a bañar todos los días de mi vida hasta que mi piel de princesa borbona, hasta que mi piel de loca octogenaria, hasta que mi piel blanca de encaje de Alenzón y de Bruselas, mi piel nevada como las magnolias de los Jardines de Miramar, hasta que mi piel, Maximiliano, mi piel quebrada por los siglos y las tempestades y los desmoronamientos de las dinastías, mi piel blanca de ángel de Memling y de novia del Béguinage se caiga a pedazos y una nueva piel oscura y perfumada, oscura como el cacao de Soconusco y perfumada como la vainilla de Papantla me cubra entera, Maximiliano, desde mi frente oscura hasta la punta de mis pies descalzos y perfumados de india mexicana, de virgen morena, de Emperatriz de América.
El mensajero me trajo también, querido Max, un relicario con algunas hebras de la barba rubia que llovía sobre tu pecho condecorado con el Águila Azteca y que aleteaba como una inmensa mariposa de alas doradas, cuando a caballo y al galope y con tu traje de charro y tu sombrero incrustado con arabescos de plata esterlina recorrías los llanos de Apam entre nubes de gloria y de polvo. Me han dicho que esos bárbaros, Maximiliano, cuando tu cuerpo estaba caliente todavía, cuando apenas acababan de hacer tu máscara mortuoria con yeso de París, esos salvajes te arrancaron la barba y el pelo para vender los mechones por unas cuantas piastras. Quién iba a imaginar, Maximiliano, que te iba a suceder lo mismo que a tu padre, si es que de verdad lo fue el infeliz del Duque de Reichstadt a quien nada ni nadie pudo salvar de la muerte temprana, ni los baños muriáticos ni la leche de burra ni el amor de tu madre la Archiduquesa Sofía, y que apenas unos minutos después de haber muerto en el mismo Palacio de Schönbrunn donde acababas de nacer, le habían trasquilado todos sus bucles rubios para guardarlos en relicarios: pero de lo que sí se salvó él, y tú no, Maximiliano, fue de que le cortaran en pedazos el corazón para vender las piltrafas por unos cuantos reales. Me lo dijo el mensajero. Al mensajero se lo contó Tüdös el fiel cocinero húngaro que te acompañó hasta el patíbulo y sofocó el fuego que prendió en tu chaleco el tiro de gracia, y me entregó, el mensajero, y de parte del Príncipe y la Princesa Salm Salm un estuche de cedro donde había una caja de zinc donde había una caja de palo de rosa donde había, Maximiliano, un pedazo de tu corazón y la bala que acabó con tu vida y con tu Imperio en el Cerro de las Campanas. Tengo aquí esta caja agarrada con las dos manos todo el día para que nadie, nunca, me la arrebate. Mis damas de compañía me dan de comer en la boca, porque yo no la suelto. La Condesa d'Hulst me da de beber leche en los labios, como si fuera yo todavía el pequeño ángel de mi padre Leopoldo, la pequeña bonapartista de los cabellos castaños, porque yo no te olvido.
Y es por eso, nada más que por eso, te lo juro, Maximiliano, que dicen que estoy loca. Es por eso que me llaman la loca de Miramar, de Terveuren, de Bouchout. Pero si te lo dicen, si te dicen que loca salí de México y que loca atravesé el mar encerrada en un camarote del barco Impératrice Eugénie después que le ordené al capitán que arriara la bandera francesa para izar el pabellón imperial mexicano, si te cuentan que en todo el viaje nunca salí de mi camarote porque estaba ya loca y lo estaba no porque me hubieran dado de beber toloache en Yucatán o porque supiera que Napoleón y el Papa nos iban a negar su ayuda y a abandonarnos a nuestra suerte, a nuestra maldita suerte en México, sino que lo estaba, loca y desesperada, perdida porque en mi vientre crecía un hijo que no era tuyo sino del Coronel Van Der Smissen, si te cuentan eso, Maximiliano, diles que no es verdad, que tú siempre fuiste y serás el amor de mi vida, y que si estoy loca es de hambre y de sed, y que siempre lo he estado desde ese día en el Palacio de Saint Cloud en que el mismísimo diablo Napoleón Tercero y su mujer Eugenia de Montijo me ofrecieron un vaso de naranjada fría y yo supe y lo sabía todo el mundo que estaba envenenada porque no les bastaba habernos traicionado, querían borrarnos de la faz de la Tierra, envenenarnos y no sólo Napoleón el Pequeño y la Montijo, sino hasta nuestros amigos más cercanos, nuestros servidores, no lo vas a creer, Max, el propio Blasio: cuídate del lápiz-tinta con el que escribe las cartas que le dictas camino a Cuernavaca y de su saliva y del agua sulfurosa de los manantiales de Cuautla cuídate, Max, y del pulque con champaña, como tuve yo que cuidarme de todos, hasta de la Señora Neri del Barrio con la que iba yo todas las mañanas en un fiacre negro a la Fuente de Trevi porque decidí, y así lo hice, beber sólo de las aguas de las fuentes de Roma en el vaso de Murano que me regaló Su Santidad Pío Nono cuando fui a verlo de sorpresa sin pedirle audiencia y lo encontré desayunando y él se dio cuenta de que estaba yo muerta de hambre y de sed, ¿quiere unas uvas la Emperatriz de México? ¿Se le antojaría un cuerno con mantequilla? ¿Leche quizás, Doña Carlota, leche de cabra recién ordeñada? Pero yo lo único que quería era mojar los dedos en ese líquido ardiente y espumoso que me habría de quemar y tostar la piel, y me abalancé sobre el tazón, metí los dedos en el chocolate del Papa, me los chupé, Max, y no sé qué hubiera hecho yo después de no haber ido al mercado a comprar nueces y naranjas para llevarlas al Albergo di Roma: yo misma las escogí, las limpié con la mantilla de encaje negro que me regaló Eugenia, examiné las cáscaras, las pelé, las devoré y también unas castañas asadas que compré en la Via Appia y no puedo imaginar cómo me las hubiera arreglado sin la Señora Kuchacsévich y sin el gato, que probaban toda mi comida antes que yo, y sin mi camarera Matilde Doblinger que se procuró un hornillo de carbón y me hizo el favor de llevar unas gallinas a la suite imperial para que yo pudiera comer sólo aquellos huevos que viera poner con mis propios ojos."

Fernando del Paso
Noticias del Imperio



"La tía Luisa y Jean Paul un día visitaron La Tour du Merveilleux, que era, para asombro de la tia Luisa, una casa al revés: se entraba por el desván, y se subía después al tercer piso y luego al segundo, y al primero, y así hasta llegar a la planta baja y al sótano. Las alfombras y los muebles estaban clavados en los techos, las lámparas se levantaban en medio del piso como fuentes de cristal, y a través de las ventanas y gracias a un juego ingenioso de espejos y cristales, se veía todo París al revés.
(...)
Lo que nunca jamás pudimos medir fue nuestro amor, porque era infinito.
Era, si, como cuando Palinuro le preguntaba al abuelo cuánto lo quería.
- Mucho, muchísimo le contestaba el abuelo Francisco.
- Pero ¿cuánto, cuánto abuelo? ¿De aquí a la esquina?
- Más, mucho más.
- ¿De aquí al Parque del Ajusco?
- Más, muchísimo mas: de aquí al cielo de ida y de regreso, yéndose por el camino mas largo de todos y regresando por un camino todavía más largo. Y eso después de dar varios rodeos, de perderse a propósito, de tomar un café con leche en Plutón, de recorrer los anillos de Saturno en patín del diablo y de dormir veinte años como Rip Van Winkle, en uno de esos planetas donde las noches duran veintiún años: porque a mi me gusta levantarme temprano, cuando menos un año antes de que amanezca.
(...)
Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.
Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente.
También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente."

Fernando del Paso
Palinuro de México



“Las distancias son tan cortas que vivir fuera del propio país ya no es lo que era veinte años antes, cuando las comunicaciones no existían o eran precarias y entonces uno sí vivía en el exilio, como una especie de inmigrante, aunque bueno yo nunca he tenido una mente de inmigrante.”

Fernando del Paso


“Mientras estén controlados, todos esos comunistas y republicanos serán una prueba de que existe la libertad de expresión, de que ésta es una monarquía constitucional. Porque eso es lo que necesita el mundo, mi querido Príncipe: dictaduras liberales.”

Fernando del Paso



“La poesía debe asaltar todas las manifestaciones artísticas que pretendan ser memorables.”

Fernando del Paso



“Pero de todos modos, y como decía Monsieur Masseras, redactor en jefe del periódico publicado en México en francés, "L'Ere Nouvelle", esa desafortunada nación no esperaba sino una sola cosa: un gobierno de orden, de organización y prosperidad, tres palabras, agregaba el periodista, que referidas a México, terreno proverbial de revoluciones y contrarrevoluciones, resultaban por demás irónicas.”

Fernando del Paso




“Porque además de vigilar el orden, la paz, la justicia y la democracia al igual que un presidente, un Príncipe tiene que velar por la belleza y la tradición, por la elegancia.”

Fernando del Paso


Que te acaricie yo, tus pechos, ave...


"Que te acaricie yo, tus pechos, ave,
como rezar las cuentas de un rosario.
Y que mi amor badajo y campanario
te lo repique yo, que yo te clave.

Que sean mis manos, de tus muslos, llave.
Tu rosa, de mis dedos, relicario,
y en su fronda la lengua de un canario
con mi lengua, la sal, que yo te lave.

Nada más eso pido, quiero, ruego.
A eso me dedico y a adorarte
a quererte, y a eso me consagro.

Y te juro, las manos sobre el fuego,
que volveré otra vez a codiciarte

cada vez que cumplas el milagro."

Fernando del Paso




“Se trata de defender las tradiciones y la cultura latinas y en última instancia las tradiciones y la cultura europeas que pertenecen también a millones de indios de ese continente.”

Fernando del Paso



“Si lo único que dije en ella fue la verdad: que con el decreto sobre la libertad de cultos, la Iglesia mexicana ha sido rebajada a la condición de esclava del derecho público...”

Fernando del Paso


"Viajar, se viaja siempre: el viaje como imagen de la vida y como aventura de la imaginación han sido dos constantes de nuestro pensamiento. La vida es un viaje de la luz a la oscuridad. La vida es siempre el viaje del héroe de las mil caras, del millón de caras, y cada día viajamos de la mañana a la noche; de noche viajamos en nuestro sueños; de día viajamos por los sueños que tenemos con los ojos abiertos. Y no tenemos que ir muy lejos. Viajamos en nuestros recuerdos y podemos viajar en los recuerdos de otros, en las memorias y las autobiografías de Zweig, Neruda, Casanova. Leer a Balzac es viajar a la Francia del siglo XIX, leer a William Faulkner es viajar al sur profundo de Estados Unidos de los años treinta, leer a Mariano Azuela es viajar a las entrañas de la Revolución. Vámonos con Martín Luis Guzmán y Pancho Villa a la toma de Zacatecas. Vámonos con Alejo Carpentier al siglo de las luces. Vámonos con Rafael F. Muñoz a Bachimba. Vámonos con Borges de ida y vuelta al infinito. Vámonos con Alicia al otro lado del espejo. ¿Por qué no decirle a nuestros niños que cuando abrimos un libro, sus páginas se transforman en velas, y con ellas desplegadas podemos navegar a los rincones más lejanos de nuestro país, a los recovecos más misteriosos de nuestra historia, a las tierras más altas de la imaginación? Fueron viajeros Robinson Crusoe y Arthur Gordon Pym. Viajó Gulliver, viajó Simbad, viajó Tartarín y el capitán Ahab ¿Por qué no decirle a nuestros niños y a nuestros jóvenes que con los libros pueden viajar por el dolor y la alegría de los seres humanos, y por sus esperanzas, por su soledad, su amor y sus pasiones? ¿Por qué no decirles que con los libros podrán viajar al centro de sí mismos, por los mares de sus conciencias, por las profundidades de sus pensamientos?"

Fernando del Paso
El viaje como aventura de la imaginación


"Y también por tus ciudades y pueblos me viste, me vió, me vieron pasar preguntando ¿José Trigo? Y mientras tanto en balde y para qué poniendo todas o casi todas las palabras, palabras más palabras menos. Abajo las palabras tierra, campamentos; arriba las palabras cielo, estrellas y entre la manaña por la tarde, además y con la noche las palabras nada y nadie. Porque todo esto y esto es un decir fue la manaña, la tarde, la noche en que soñé o creí soñar que buscaba a José Trigo por cielo y por tierra, bajo todos los cielos habidos sobre todas las tierras por haber y no vi nada ni a nadie. Nada bajo el cielo y sobre la tierra nadie."

Fernando del Paso
José Trigo