“Cuando Dios tiene su altar en el corazón de la madre toda la casa es su templo.”

G. von le Fort


“Dios es una fuente perenne, cualquier persona puede drenar.”

Gertrud Von Le Fort



“Dios es una fuente perenne; nadie da tanto como él.”

Gertrud Von Le Fort


"Entretanto, el estado de la pobre Blanca persistía, y no debemos engañarnos atribuyéndolo a un choque nervioso característico. Durante todo ese tiempo, María de la Encarnación fue guarda tutelar y consoladora infatigable para la joven novicia. Veo, por otra parte, en esta acción de la gran carmelita, un elemento eminentemente significativo, y pienso que debió alcanzar de modo tanto más fácil su objetivo cuanto que Blanca alzaba los ojos hacia su madre con toda la ardiente admiración de los débiles. Reapareció entonces al cabo de algunos días en el círculo de sus hermanas y se esforzó en forma visible por reparar la mala impresión que hubiera podido dejar el incidente con el comisario: en el refectorio, como es costumbre en los conventos, se acusaba de su debilidad, demostraba su arrepentimiento y se encomendaba a las oraciones de intercesión de sus hermanas novicias. En verdad, era como para sorprenderse de que tanta humildad y buen deseo no debieran producir más frutos en adelante.
Ahora bien, el testigo profano dirá tal vez que era muy natural que una joven religiosa, algo delicada, manifestara cierta perplejidad en los tiempos que siguieron. Yo, al menos, me acuerdo muy bien todavía de que en esa época se supo de pillajes a los conventos en las comarcas más diversas de nuestro país: obligada respuesta del populacho a los decretos de la Asamblea Nacional contra las iglesias. Blanca tenía pues motivos de inquietud, y de hecho estaba preocupada. No lo dejaba ver abiertamente, pero tanto más se notaba cuanto más se defendía. Y aun, considerando lo sucedido en su conjunto yo diría que era como si (pensando en la excelente educación de Mme. de Chalais) un ovillo enrollado con cuidado se devanara de nuevo por sí mismo, o, en otros términos, como si la liebrecilla escapada volviera, para conducirse tal como antes. Así como muy a menudo la habían oído preguntar cuando niña, si las escaleras iban a «desplomarse» y los hombres a ponerse malvados, así ahora, durante el recreo se informaba a veces, con voz extraña y atormentada, de si no se habían producido nuevos saqueos, si realmente se permitiría a las religiosas permanecer en sus claustros, etc.
—No tengo miedo en absoluto —decía, con rostro emocionante en su inverosimilitud (¡ay!, nadie creía en sus fanfarronadas)—. ¡No, es verdad, no tengo miedo! Acaso el rey de Francia no es bastante poderoso, cuanto más…
Recordaba involuntariamente una expresión de Mme. de Chalais, pero de pronto se detenía, acordándose sin duda de la manera como habían maltratado al rey cuando el populacho lo llevaba prisionero de Versailles a París. La Carmagnole y el Çaira, que siempre se oían resonar en la calle, le causaban malestar. Y entonces, de súbito, pedía permiso para ir a buscar a la casa un libro que había dejado olvidado (de nuevo como una niña). Se veía que, por decirlo así, deseaba ocultarse en cualquier parte para no oír más esos cantos."

Gertrud von Le Fort
La última en el cadalso


"Era la de mi padre una naturaleza no sólo histórica, sino también filosófica. La filosofía que mejor concordaba con su carácter era la de Kant. Creía en un orden moral universal que veía vigente no sólo en la vida de cada uno, sino en el acontecer histórico general. El imperativo categórico era para él un mandato creador. Por razón de sus condiciones, podía volverse mi padre áspero y violento, y no era fácil conseguir su perdón cuando se le había disgustado. Pero jamás hubiera sido capaz de cometer una injusticia, ni aun para defenderse de un enemigo. El respeto al contrario constituía para él parte integrante de la propia estimación. Tenía enemigos, como todo hombre cabal. La inflexibilidad de sus principios constituyó un obstáculo -como luego supe- en su carrera profesional. Se manifestaba en la antigua herencia familiar, que prefería renunciar a un éxito a traicionar una convicción."

Gertrud von Le Fort
Legados



Himnos a la iglesia

¡Como el azul amor del cielo sobre todos los seres,
así abovedas tu tabernáculo sobre los dispersos!
¡Como el áureo mar del sol de campiña a campiña,
así tus ondas de alma a alma!
Eres como un torrente universal.
Eres como un abrazo en abismos de bienaventuranza.
Eres como un florecer de nuestra tierra.
Eres como un esclarecimiento de nuestra oscura razón.
Pues yacíamos en el seno de la divinidad, uno dentro de otro;
yacíamos dormidos en el misterio de nuestro Creador;
Estábamos más próximos que el amor;
éramos uno antes de todo alborear de las formas:
¡Y he aquí que te levantas
como una catedral del recuerdo desde el crepúsculo,
te levantas como una torre poderosa
de entre los escombros del tiempo!
Celebras nuestro origen con todas las campanas,
anuncias día y noche nuestro eterno regreso a casa. 

Gertrud von Le Fort



“La justicia está en el infierno, en el cielo sólo la tolerancia.”

Gertrud Von Le Fort



"La literatura también puede ser oración."

Gertrud Von Le Fort



“La traición a la religión dibuja la traición a la cultura.”

Gertrud Von Le Fort




“No tener casa debe ser una cosa horrible, la cosa más horrible que existe.”

Gertrud Von Le Fort


Prólogo

¡SEÑOR, un sueño de Ti guarda mi alma,
mas no puedo llegar a Ti,
porque todas mis puertas están acerrojadas!
¡Estoy asediada como por ejércitos,
estoy encerrada en mi soledad eterna!
¡Por eso se han destrozado mis manos
y se ha herido mi cabeza;
por eso todas las imágenes de mi espíritu
se han convertido en sombras!
Pues ningún rayo de Ti llega a mis profundidades;
¡tan solo llega a ellas la luz lunar de mi alma!
¿Cómo has entrado tú, VOZ de mi Dios?
¿Eres sólo una llamada de las aves salvajes de mis ondas?
Te he llevado a todos los montes de la esperanza,
¡pero tampoco son sino mis propias cumbres!
He descendido a las aguas de la desesperación,
¡pero tampoco son más hondas que mi corazón!
Mi amor es como escalas en el alma:
¡siempre, siempre quedo dentro de mí!
Pero no tengo quietud en ninguno de mis aposentos:
¡el más tranquilo es aún como un único grito!
¡el más recóndito es aún como una antesala;
el más sagrado, como una expectación;
el más grandioso, como un día fugaz!

Gertrud Von Le Fort