“Cuando el Cielo se vacía de Dios, la tierra se llena de ídolos.”

Karl Barth



"Esto es lo que en la historia de pascua sucedió en Jesucristo. Pero vamos a reflexionar ahora sobre esto detalladamente y en particular.
El pecado paga con la muerte. Con este principio de la historia de pascua, tendremos que empezar también nosotros ahora.
A la paga del pecado se le llama la muerte. Se podría decir también: la recompensa, la remuneración, el sueldo que el pecado paga a aquéllos que están a su servicio, que trabajan para él. Es digno de notarse que aquí el pecado se nos presenta como el aposentador en el ejército, o como el que proporciona trabajo en un comercio, como su cajero que paga a sus trabajadores y empleados: aquí tienes lo que con todo derecho te pertenece, lo que has ganado con tu trabajo. ¿Concuerda la factura? Te aprecia exactamente según tu valor. Es exacta: esto es lo que tú te has merecido, aquí lo tienes: la muerte, ni más ni menos, sólo esto.
Pero ¿qué clase de aposentador o donador de trabajo es éste, el pecado, que paga de una manera tan espléndida? Podemos pensar ahora en todo lo erróneo, tergiversado, estúpido, egoísta, desagradable y malo que el hombre lleva a cabo, piensa, habla y hace. En todas estas cosas aparece el pecado en acción como en el árbol aparecen sus frutos. Pero todas estas cosas no son aún el mismo pecado, que paga con la muerte. El pecado no es solamente lo malo que nosotros hacemos. El pecado es lo malo en nosotros, lo malo que nosotros somos. ¿Lo llamaremos nuestro orgullo o nuestra pereza, o la mentira en que vivimos? Por esta vez llamémoslo con toda simplicidad la gran obstinación con la que todos somos y seguimos siendo siempre enemigos de Dios, de los demás hombres y de nosotros mismos. Esta obstinación que hay en todos nosotros es el pecado, y es el señor y dueño a quien servimos, para el que trabajamos, y que nos paga con la muerte. Este señor y dueño no tiene otra recompensa para ofrecernos, sino la muerte, y nosotros no hemos merecido otra. Pero él no nos queda a deber esta recompensa, y en esto no hay contradicción alguna."

Karl Barth
Al servicio de la palabra



"¿Hay algún ser humano que pueda afirmar que sabe orar? Me temo que la persona que lo afirmara no sabría, precisamente, orar de verdad. Y lo contrario habría que decirle a quien se queja de que no sabe orar: ¡Precisamente así estás muy cerca de orar de veras! La auténtica oración es, en efecto, algo que nosotros no sabemos hacer, sino que acontece -no debido a una facultad, sino a que Dios nos ha adoptado como hijos suyos-. Si somos sus hijos, también clamaremos a él. El mandamiento bíblico nos ordena: ¡Pedid! ¡Tened presente a nuestro Señor Jesucristo, que también oró por nosotros en la cruz! Lo único que tenéis que hacer es aceptar su gracia. Si decís "sí" a la gracia de Dios, obedecerás esa orden, orarás. Este pequeño suspiro con el que decimos a Dios "¡Ah, sí!" es la oración y la fuente de toda oración. Pues ahí está incluido el Padrenuestro entero y todo Miserere y Gloria que la Iglesia haya rezado alguna vez. En este pequeño suspiro está incluido todo, y todo debe, a su vez, convertirse continuamente en este pequeño suspiro. Ahí no existe ningún arte de la oración. Ahí tan sólo existe el más elemental derecho del hijo de Dios. Si no sabes orar, ejerce este derecho: eso es todo cuanto has de hacer."

Karl Barth
Instantes


“Los hombres nunca han sido buenos, no son buenos, ni lo serán nunca.”

Karl Barth



“Los teólogos deben leer la Biblia, pero también los periódicos.”

Karl Barth