"Comencé a pensar que me vería obligado a buscar comida entre los muy pobres. Los muy pobres son el último recurso seguro del vagabundo hambriento. Siempre se puede contar con los muy pobres. Ellos nunca niegan la comida a los hambrientos. Una y otra vez, por todos los Estados Unidos, me han negado la comida en la casa grande de la colina; y siempre he recibido algo en la pequeña cabaña del barranco o del pantano, con sus ventanas rotas y tapadas con harapos y con su madre de rostro cansado y castigado por el trabajo. ¡Oh, vosotros que habláis tanto de caridad! Id a ver a los pobres y aprended de ellos, pues el pobre es el único que es caritativo: no da ni se guarda nada de lo que le sobra; no le sobra nada; da, sin guardarse nunca nada, de lo mismo que necesita para sí, a menudo de lo que necesita desesperadamente. Darle un hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando estás tan hambriento como él.
En una de las casas donde fui rechazado aquella noche las ventanas del porche daban al comedor y a través de ellas se veía a un hombre comiendo un gran pastel de carne. Me planté en el umbral de la puerta, que estaba abierta, y el hombre siguió comiendo mientras hablaba conmigo. Era un hombre próspero, y su prosperidad había alimentado su resentimiento hacia sus semejantes menos afortunados."

Jack London
En ruta



"¡Cuántos lugares magníficos y desiertos siguen siendo prácticamente desconocidos e ignorados por todos! Desconocidos e ignorados no sólo por los grandes de este mundo, por la gente que "se queda en casa", sino también por los turistas que viajan alrededor del mundo".

Jack London


"Durante toda mi vida he tenido conciencia de otros tiempos y de otros lugares. He sido consciente de la existencia de otras personas en mi interior. Y créanme, lectores, lo mismo les ha sucedido a ustedes. Regresen mentalmente a su niñez, y recordarán esta conciencia de la que hablo como una experiencia propia de la infancia. En aquel momento no habían cobrado una forma fija, no habían cristalizado; eran aún plásticos, un alma fluctuante, una conciencia y una identidad en proceso de formación, de formación —¡ay!— y de olvido.
Han olvidado muchas cosas, queridos lectores, y, aun así, al leer estas líneas, recuerdan vagamente las brumosas visiones de otros tiempos y de otros lugares que presenciaron con ojos infantiles; hoy les parecen sueños. Sin embargo, aun siendo sueños, por tanto, ya soñados, ¿de dónde surge su materia? Nuestros sueños se componen de una grotesca mezcla de cosas ya conocidas. La esencia de nuestros sueños más puros es la esencia de nuestra experiencia. Cuando ustedes eran tan sólo niños soñaron que caían desde grandes alturas; soñaron que volaban por el aire como vuelan los seres alados; les acosaron arañas de innumerables patas y demás criaturas salidas del fango; oyeron otras voces, vieron otras caras inquietantemente familiares, y contemplaron amaneceres y ocasos distintos a los que hoy, al mirar atrás, saben que alguna vez contemplaron."

Jack London
El vagabundo de las estrellas



"El amor, un genuino amor apasionado, lo invadió por vez primera."


Jack London
La llamada de la selva



"El fantasmal silencio del invierno había dado paso al intenso murmullo primaveral del despertar de la vida."


Jack London
La llamada de la selva



“El hombre se distingue de los demás animales por ser el único que maltrata a su hembra.”

Jack London


"Era el final, Subienkov había recorrido un largo camino de horror y amargura, como una paloma que volvía a casa, hacia las capitales de Europa y aquí, mas lejos que nunca, en la América rusa, acababa el sendero. Estaba sentado en la nieve, con los brazos atados a la espalda, esperando la tortura. Miró con curiosidad a un enorme cosaco, tumbado en la nieve, gimiendo de dolor, que tenia ante él. Los hombres habían acabado con el gigante y se lo entregaron a las mujeres. Los gritos del hombre atestiguaban que las excedían en crueldad a los hombres. Subienkov miró y se estremeció. No tenía miedo a morir. Había arriesgado demasiado su vida, en el duro camino que iba desde Varsovia a Nulato, para estremecerse ante el simple hecho de morir. Pero se oponía a la tortura. Ofendía su espíritu. Y esa ofensa, a su vez, no se debía al dolor que tenia que soportar, sino al triste espectáculo que el dolor haría de él.
(...)
Sin duda, en los comienzos del mundo estaba escrito este final, para él, tan fino y sensible, con los nervios a flor de piel, que era un soñador, un poeta, un artista. Antes de que nadie imaginara su existencia, se sentenció que el palpitante manojo de sensibilidad que lo constituía sería condenado a vivir en una brutalidad cruda y aullante, y a morir en esta lejana tierra de la noche, en este oscuro lugar, mas allá de los últimos confines del mundo."

Jack London
El burlado



"Era el hombre que le había salvado la vida, lo que no era poco, pero además, era el amo ideal. Otros hombres se ocupaban de sus perros por sentido del deber y por conveniencia; pero éste lo hacía como si fueran sus propios hijos, porque le salía del alma."

Jack London
La llamada de la selva



Escribo sin más propósito que para añadir algo mío a la belleza.

Jack London


"(...) Estaba sondeando las profundidades de su naturaleza y de aquellos elementos de su naturaleza que surgían de honduras más profundas, que se remontaban a las entrañas del tiempo."


Jack London
La llamada de la selva


"Estaban vivos a medias, o quizá menos. No eran más que bolsas de huesos en las que todavía alentaba un débil soplo vital."


Jack London
La llamada de la selva


"Existe en la naturaleza una paciencia (tenaz, incansable, constante como la vida misma), que mantiene inmóvil durante horas a la araña en su tela, a la serpiente enroscada, a la pantera al acecho. Esa paciencia es propia de los seres cuyo sustento lo constituyen otros seres vivos."


Jack London
La llamada de la selva


"Hay un éxtasis que señala la cúspide de la vida, más allá de la cual la vida no puede elevarse. Pero la paradoja de la vida es tal que ese éxtasis se presenta cuando uno está vivo, y se presenta como un olvido total de que se está vivo. Ese éxtasis, ese olvido de la existencia, alcanza al artista, convirtiéndolo en una llama de pasión. Alcanza al soldado, que en el ardor de la batalla ni pide ni da tregua, y alcanzó a Buck que corría al frente de la jauría lanzando el atávico grito de los lobos y pugnando por atrapar la presa que huía a la luz de la luna. Estaba surcando los abismos de su especie y de las generaciones más remotas, estaba retornando al seno del Tiempo. Estaba dominado por el puro éxtasis de la vida, por la oleada de la existencia, por el goce perfecto de cada músculo, de cada articulación, de cada nervio, y todo era alborozo y delirio, expresión en sí misma del movimiento que lo hacía correr triunfante bajo la luz de las estrellas y sobre la materia inerte y helada."

Jack London
La llamada de la selva


"Hay un momento de éxtasis que marca la culminación de una existencia y más allá del cual ésta ya no puede elevarse. Y la paradoja existencial consiste en que, pese a sobrevenirle cuando más vivo está el sujeto, le llega cuando ha olvidado por completo que lo está."

Jack London
La llamada de la selva



La función del ser humano es vivir, no existir. No voy a gastar mis días tratando de prolongarlos, voy a aprovechar mi tiempo.

Jack London


"La sed de sangre se hizo en él más fuerte que nunca. Era un depredador, un animal de presa, que se alimentaba de seres vivientes; que solo, sin ayuda, gracias a su fuerza y su destreza, sobrevivía triunfante en un entorno hostil en el que únicamente lo hacían los fuertes."



Jack London
La llamada de la selva



¿La vida? ¡Bah! No tiene ningún valor. Dentro de lo barato, es de lo más barato.”

Jack London
El lobo de mar



"La vida fluía a través de él en espléndido torrente, gozoso y desenfrenado, y daba la impresión de que de puro éxtasis acabaría desbordándose y desparramándose con generosidad sobre el mundo."



Jack London
La llamada de la selva



Las palabras de la canción salvaje eran ciertas. Él era el cobarde; ya no le restaba más que huir, correr.

Jack London


"Levantó la maza sobre la cabeza del misionero, asiéndola con las dos manos. Narau, que estaba escondido, oyó el golpe del mazo contra la cabeza y se estremeció intensamente. Después, la salvaje y fúnebre sinfonía volvía a resonar en las montañas, y comprendió Narau que su amado maestro había muerto y que su cuerpo era arrastrado a la hoguera para ser condimentado. Narau gemía angustiado. Las palabras de la canción salvaje eran ciertas. Él era el cobarde; ya no le restaba más que huir, correr."

Jack London
El diente de la ballena



"Me convertí en vagabundo por la cantidad de vida que había dentro de mí, por la pasión de viajar que palpitaba en mi sangre y que no me dejaba tranquilo. Emprendí camino porque no pude evitarlo, porque no llevaba en los bolsillos de mis vaqueros suficiente dinero para un billete de tren, porque nom poseía el mismo carácter que aquellos que trabajan toda su vida en un único empleo de largas jornada laborales. Y en fin, porque es simplemente más fácil irse que quedarse."


Jack London



Muéstrame un hombre con un tatuaje y te mostraré un hombre con un pasado interesante.”

Jack London



No se puede esperar a la inspiración, hay que ir a buscarla.

Jack London



¡Preferiría ser cenizas que polvo! Preferiría que mi chispa se queme en una brillante hoguera a que sea extinguida por seca desintegración. Preferiría ser un espléndido meteoro, cada átomo en mi en magnífico resplandor, que un soñoliento y permanente planeta.

Jack London


"Prevalecía en él la pura irrupción de la vida, la marea de existir, el perfecto goce de cada músculo, de cada articulación y de cada uno de sus tendones, por el hecho de que todo esto era la otra cara de la muerte, delirio y desenfreno expresado en el movimiento, en la carrera exultante bajo las estrellas..."



Jack London
La llamada de la selva




Riqueza significa influencia.

Jack London


Sé que el linaje humano está destinado a retroceder más y más en la noche de los tiempos primitivos, antes de que vuelva a iniciarse la ascensión sangrienta hacia aquello que llamamos la civilización.”

Jack London
La peste escarlata



Sin duda, en los comienzos del mundo estaba escrito este final, para él, tan fino y sensible, con los nervios a flor de piel, que era un soñador, un poeta, un artista.

Jack London


"Soy Darrell Standing. Muy pronto me sacarán de aquí para ahorcarme. Mientras tanto, digo lo que tengo que decir y escribo sobre otros tiempos y otros lugares."

Jack London
El vagabundo de las estrellas




"Su astucia era la del lobo, una astucia salvaje; su inteligencia, la inteligencia del pastor escocés y el san bernardo; y esta conjunción, añadida a la experiencia adquirida en la más feroz de las escuelas, lo convertían en una criatura tan formidable como las que habitaban la selva."


Jack London
La llamada de la selva


"Tenía la fidelidad y la devoción nacidas al amparo del fuego y del techo, pero había conservado la ferocidad y la astucia."


Jack London
La llamada de la selva



Tirarle el hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando se está tan hambriento como él.

Jack London
En ruta



Todo lo que quería era un lugar tranquilo en el campo, donde escribir y pasear.

Jack London


"(...) Y cuando en las noches quietas y frías dirigía el hocico hacia alguna estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y ya convertidos en polvo, los que dirigían el hocico a las estrellas y aullaban a través de los siglos. Y las cadencias de Buck eran las cadencias de ellos, las cadencias con que expresaban su pena y el significado que para ellos tenían el silencio, el frío y la oscuridad."


Jack London
La llamada de la selva

"Y en estos tiempos, quinientos pares hereditarios poseen la quinta parte de Inglaterra; y ellos, así como los oficiales y servidores del rey, y aquellos que forman parte del poder establecido, gastan anualmente en lujos inútiles 1.850.000.000 dólares, o 370.000.000 de libras, lo que representa el treinta y dos por ciento de la riqueza total producida por los trabajadores del país.
En la Abadía, vestido con maravillosos ropajes de oro, en medio del sonido de las trompetas y la música y rodeado por una brillante multitud de dignatarios, lores y gobernantes, el rey era investido con los símbolos de su realeza. Las espuelas le fueron ceñidas a los talones por el Lord Gran Chambelán, y la espada de su majestad, en una funda púrpura, le fue ofrecida por el Arzobispo de Canterbury con estas palabras:
Recibid esta espada real traída del altar de Dios y entregada a vos por las manos indignas de obispos y servidores de Dios.
Y tras serle ceñida, escuchó la exhortación del Arzobispo:
Con esta espada haced justicia, detened la iniquidad, proteged la Santa Iglesia de Dios, auxiliad y defended a viudas y huérfanos, restituid las cosas que han decaído, conservad las cosas restituidas, castigad y reformad lo que está mal, y confirmad lo que está bien.
¡Pero escuchad! Hay vítores en Whitehall; la multitud se mueve, la doble hilera de soldados se pone firmes, y aparecen los barqueros del rey con fantásticas vestimentas medievales de color rojo, como la vanguardia de un desfile circense. Luego una carroza real, llena de damas y caballeros de palacio acompañados de lacayos y cocheros magníficamente ataviados. Más carruajes, lores, chambelanes y damas de la corte… todos lacayos. Luego los guerreros, la escolta del rey, generales bronceados y endurecidos, llegados a Londres de todos los rincones de la tierra, oficiales de cuerpos de voluntarios, de la milicia y de tropas regulares; Spens y Plumer, Broadwood y Cooper que liberaron Ookiep, Mathias de Dargay, Dixon de Vlakfontein; el general Gaselee y el almirante Seymour de China; Kitchener de Kartum; lord Roberts de la India y de todo el mundo… los hombres de guerra de Inglaterra, maestros de la destrucción, ingenieros de la muerte. Una raza de hombres que nada tiene en común con la que está en los talleres y los suburbios, una raza de hombres totalmente distinta.
Pero ahí vienen, con toda la pompa y seguridad de su poder, y siguen viniendo, estos hombres de acero, estos señores de la guerra que han puesto bridas al mundo. Mezclados, pares y comunes, príncipes y maharajás, caballerizos del rey y alabarderos de la Guardia. Y llegan los coloniales, hombres ágiles y osados; y están todas las razas del mundo: soldados de Canadá, Australia, Nueva Zelanda; las Bermudas, Borneo, Fiji y Costa de Oro, de Rhodesia, Colonia del Cabo, Natal, Sierra Leona y Gambia, Nigeria y Uganda, de Ceylán, Chipre, Hong Kong, Jamaica y Wei-Hai-Wei, de Lagos, Malta, Santa Lucía, Singapur, Trinidad. Y los hombres sometidos de la India, jinetes atezados, maestros con la espada, feroces y bárbaros, resplandecientes con sus ropas escarlata y carmesí, sijs, rajputs, birmanos, provincia por provincia, casta por casta.
Y ahora la Guardia Montada, una visión de hermosos caballos color crema, una panoplia dorada, un huracán de vítores, el tronar de la música: «¡El Rey! ¡El Rey! ¡Dios salve al Rey!» Todos se han vuelto locos. El contagio me arrastra… también quiero gritar «¡El Rey! ¡Dios salve al Rey!» Hombres harapientos, con lágrimas en los ojos, agitan sus sombreros y gritan extasiados: «¡Dios le bendiga! ¡Dios le bendiga! ¡Dios le bendiga!» Y ahí llega, en esa suntuosa carroza dorada, la gran corona relampagueando en su cabeza, con la dama de blanco que le acompaña también coronada.
Hago esfuerzos para serenarme y convencerme a mí mismo de que todo esto es real y auténtico, no una visión del país de las hadas. No lo consigo, y es mejor así. Prefiero creer que toda esta pompa, vanidad, ostentación e incalificable necedad viene del país de las hadas, antes que aceptar que es el comportamiento de gente cuerda y sensata que ha dominado la materia y desvelado los secretos de las estrellas.
Príncipes y sus descendientes, duques, duquesas y toda clase de personas coronadas pasan ante nosotros; más guerreros, lacayos, gentes sometidas, y el espectáculo ha terminado. Salgo de la plaza con la multitud y me encuentro en un laberinto de calles estrechas donde las tabernas son un clamor de borrachos, hombres, mujeres y niños mezclados en un colosal libertinaje."

Jack London
La gente del abismo



"Yo antes sería un soberbio meteorito, con todos mis átomos resplandeciendo magníficamente, que un planeta dormido y estable. La función propia del hombre es vivir, no existir.
No desperdiciaré yo mis días en hacer por prolongarlos. Aprovecharé mi tiempo."

Jack London


Yo no vivo de lo que el mundo piensa en mí, sino por lo que pienso de mí mismo.”

Jack London