"A Jesús lo trajo el cielo y el cielo se lo llevó. Desde entonces murió para siempre la esperanza de los tristes."

José María Eça de Queiroz
Tomado del libro de Noé de la Flor Casanova, Viajando por el mundo de mis libros, página 152


"Corrió a la mesa donde quedaban algunos pliegos del papel en que yo escribí a la tía la historia edificante de mi estancia en Alejandría, las noches consumidas embebiéndome en la lectura de los Evangelios... Con la camisa perfumada en brazos, yo sentía dos lágrimas rodar por mis barbas y miraba angustiosamente en torno mío, mirando dónde guardar aquella preciosa reliquia de amor. Las maletas estaban cerradas. El saco de lona estaba lleno.
     Topsisu, impaciente, sacaba de las profundidades del pecho su reloj de plata. El lacedemonio gritaba desde la puerta:
     -Don Teodorico, es tarde; muy tarde.
     Pero mi bien amada ya sacudía el papel cubierto con letras que había trazado, largas, impetuosas y francas como su amor:
     "A mi Teodorico, mi portuguesito valiente, en recuerdo de lo mucho que gozamos".
     -Gracias, riquita. ¿Y cómo llevo yo esto?
     Ya el Alpendrinha, de rodillas, abría desesperadamente el saco. Entonces Maricocas, con una inspiración delicada, agarró una hoja de papel pardo, cogió del suelo un cordel encarnado y sus habilidosas manos de guantera hicieron de la camisita un envoltorio redondo, cómodo y gracioso, que metí bajo el brazo apretándolo con avarienta e inflamada pasión.
     Después fue un murmullo arrebatado de sollozos, de besos, de caricias.
     -¡Mary, ángel querido!
     -¡Teodorico, amor!
     -Escríbeme a Jerusalén.
     -Acuérdate de tu riquita bonita."

José María Eça de Queiroz
La reliquia


“Curiosidad: Impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América.” 

José María Eça de Queiroz



"De un modo sobrenatural llegó a mí la noticia de la existencia de este papel, donde una pobre horca podrida y negra relataba algunas cosas de su historia. Esta horca procuraba escribir sus trágicas Memorias. Debían ser profundos testimonios sobre la vida. Como árbol, nadie conocía tan bien el misterio de la Naturaleza; como horca, nadie conocía mejor al hombre. Nadie puede ser tan espontáneo y genuino como el hombre que se retuerce al extremo de una cuerda, ¡a no ser ese otro que se le sube a los hombros! Por desgracia, la pobre horca se pudrió y murió. Entre los apuntes que dejó, los menos completos son estos que transcribo, resumen de sus dolores, vaga apariencia de gritos instintivos. ¡Si ella hubiera podido escribir su vida compleja, llena de sangre y de tristezas! Es hora de que sepamos, por fin, cual es la opinión que la vasta Naturaleza, montes, árboles y aguas, tiene del hombre imperceptible. Tal vez este sentimiento me lleve algún día a publicar papeles que guardo avaramente y que son las Memorias de un átomo y las Notas de viaje de una raíz de ciprés."

José María Eça de Queiroz
Memorias de una horca



“El arte es un compendio de la naturaleza formado por la imaginación.” 

José María Eça de Queiroz




"En el calendario de tu corazón, ¿cuánto dura la eternidad?" 

José María Eça de Queiroz




"Hay cuartos de hora que dejan arrugas en el rostro humano."

Eça de Queiroz


"¡Infierno! Y entonces los creyentes rezan a la Virgen María; los ateos invocan la muerte, el dulce aniquilamiento de la materia; los más violentos piensan en atraer al mozo de la imprenta con palabras dulces, cortarlo en pedazos con una navaja de afeitar, esconder los fragmentos en la alacena doméstica… ¡Y las botas, allá en el fondo, irónicamente crujen!…
¡Ah, querido Chagas, de ahí vienen las canas precoces! ¿Sabe usted lo que yo hice en una de estas agonías, sintiendo al muchacho de la imprenta toser en la escalera, y no pudiendo arrancar una sola idea útil del cráneo, del pecho o del vientre? Agarré ferozmente la pluma, y medio loco, di una tunda desesperada al bey de Túnez. ¿Al bey de Túnez? Sí, mi querido Chagas, a ese venerable jefe de Estado, a quien yo nunca viera, que nunca me hiciera mal alguno y que incluso creo que en esa época había muerto. No me importó. En Túnez siempre hay un bey; lo aniquilé…
Por eso yo comprendo muy bien que usted no me pudiese citar. ¡Qué demonio! Si me citase, ¡adiós, bellas frases! ¡Adiós, bello patriotismo! ¡Adiós, bello artículo!… Y usted oía en el corredor las suelas malditas crujiendo. Tal vez yo, en su caso, hubiese hecho algo peor…
¿Comprende ahora el lector las razones de orden íntimo que impidieron a mi amigo y colega Pinheiro Chagas el citarme?… Bien, déjeme entonces ponerle delante de los ojos otro párrafo de la Gazeta de Noticias. Escribí yo: “Pero la verdad es que en una época tan intelectual, tan crítica, tan científica como la nuestra, no se logra la admiración universal, ya sea una nación o un individuo, sólo con tener comedimiento en las calles y pagar lealmente al panadero.
Son cualidades excelentes, pero insuficientes. Requiérese más; requiérese la fuerte cultura, la fecunda elevación de espíritu, la fina educación del gusto, la base científica, la cultura del ideal, que en Francia, en Inglaterra o en Alemania, inspira en el orden intelectual la triunfante marcha hacia adelante; y en las naciones de facultades menos creadoras, en la pequeña Holanda o en la pequeña Suecia, producen ese conjunto eminente de sabias instituciones, que son,
en el orden social, la realización de formas superiores de pensamiento”.
Este debía ser (y creo que realmente es) el punto de discusión entre nosotros. Yo digo que Portugal, en esta época en que no puede hacer conquistas ni tiene ya continentes que descubrir, debe esforzarse por lograr un puesto entre las naciones civilizadas, por su educación, su literatura, su ciencia, su arte; probando así que aún existe porque aún piensa… Fuimos grandes, por lo que antaño hacía grandes a las naciones: la fuerza; procuremos hacernos fuertes, por lo que hoy hace a las naciones fuertes: la idea. Fue esta noble superioridad la que yo deseé a mi patria."

José María Eça de Queiroz
El señor Diablo


“La ilusión es tan útil como la certeza; y en la formación del espíritu, para que sea completa, deben entrar tanto los cuentos de hadas como los problemas de Euclides.”

Eça de Queiroz



“Nada hay más difícil que ser claro y breve. Se necesita ser un genio.”

Eça de Queiroz



“No despreciemos la curiosidad. Es un impulso humano de latitud infinita que, como todos, oscila entre lo grosero y lo sublime. Por un lado, lleva a escuchar detrás de las puertas; por el otro, a descubrir América.”

Eça de Queiroz


“Por todos los siglos ha de verse siempre en torno de la leña de las hogueras. en la frialdad de las mazmorras y ante la escalera de la horcas, el afrentoso escándalo de reunirse patricios, magistrados, soldados, doctores y mercaderes para sacrificar ferozmente al justo que, penetrado del esplendor de Dios, enseñase la adoración en espíritu o al que lleno de amor hacia los hombres, proclamase el reino de la igualdad.”

Eça De Queiroz


"Tuve que desalojar de mi cama, blasfemando, un pavoroso diccionario de industria en ¡treinta y siete volúmenes! Sentí en aquel momento el supremo hastío del libro."

Eça De Queiroz



"Una prueba de patriotismo es hablar mal cualquier idioma que no sea el nuestro."

Eça De Queiroz

"Visiones como las suyas ¿quién no las tenía en la Edad Media? Francia, incluso en la época de Juana, estaba llena de inspirados que conversaban con Jesucristo, sudaban sangre, arrastraban multitudes con el embeleso de sus prédicas o con la evidencia de sus milagros. Mujeres que agarrasen una lanza y combatieran en los asedios derrotando a astutos capitanes, tampoco eran raras, incluso en el prosaico siglo XV. En los tiempos de Juana, las matronas de Bohemia batallaban en las guerras de los husitas como «muy feroces diablos», según dice el viejo Monstrelet. No faltaban ni inspiradas ni amazonas; lo que ninguna tenía, como Juana, era el firme y afinado juicio en medio de la alucinación mística, y la dulzura y la tierna bondad en medio de las escaramuzas y de la brutalidad de las armas. En esto consiste su privilegiada originalidad, que le granjeó una espléndida fama como patrona nacional.
Sin embargo, esta gloria de Juana no siempre se mantuvo intacta y reluciente. Bien podemos afirmar que nada más producirse su rehabilitación por Calixto III, y como si Francia hubiera saldado su deuda con la pastora, que por ella había vivido y sufrido, Juana de Arco empezó a ser olvidada. Su memoria debía de resultar incluso inoportuna a la corona y a las clases nobles. Haber recibido un trono, y un trono hereditario, de manos de una pastora de ovejas, no puede ser un recuerdo agradable para una vieja casa real. El único interés del clero, por su parte, era que se estableciese un pesado silencio sobre aquella santa a la que había quemado por uno de esos yerros tan frecuentes en los cleros instituidos, desde el pavoroso yerro del Gólgota. Y por aquel entonces, el pueblo, en Francia, no existía como tal pueblo francés; era apenas una confusa suma de pueblos diferentes, sin comunión de sentimientos, donde no podía nacer un culto patriótico por quien había trabajado tan apasionadamente por la unidad de la patria. En realidad, creo que cuando el último de los capitanes ingleses, para cuya expulsión ella se había armado a la voz de Dios, abandonó el suelo de Francia, Juana ya sólo era recordada con amor por algún oscuro siervo de su aldea de Domremy, o por algún agradecido burgués de la Orleans que ella había salvado.
Los poetas del siglo XVI aún le cantan a la virgen lorenesa, pero a través del naturalismo pagano del Renacimiento aparece con rasgos lamentablemente deformados. Ya no es la dulce, la cándida virgen cristiana, iluminada por Dios para arrancar de su postración al pobre reino de Francia, sino una valiente amazona que ama la sangre y la guerra, y que corre hacia ella por el mero y brutal deseo de destruir, de golpear. Así la representa un poeta de la época: armada, como una Diana, con arco y flechas, y consagrada por entero al fiero Marte."

José María Eça de Queiroz
Desde París