"Ciertamente, todo lo que pertenece a esta discusión ya ha sido expuesto bajo otro nombre, pero por eso es también necesario hablar expresamente de este asunto bajo esa denominación, a fin de poner en relación mi exposición con lo que ha sido habitual hasta ahora.
Querer es pasar, de manera absolutamente libre, de la indeterminación a la determinación, teniendo conciencia de este paso. Esta acción ha sido suficientemente descrita antes. En la investigación se pueden separar entre sí el Yo objetivo, el que transita de la indeterminación a la determinación, y el subjetivo, el que se intuye a sí mismo en ese paso; en el querer, están unidos. El impulso, el anhelo, el deseo, no son la voluntad. En el primero existe una propensión y una inclinación; en el último hay también conciencia del objeto de la inclinación, pero ninguna determinación del Yo activo, sino una indeterminación. El deseo quisiera que su objeto viniese a él; ni siquiera tiene ganas de mover una mano o un pie para conseguirlo. Es por medio del querer que sucede la determinación.
Si se considera, en general, la facultad de dar ese paso con conciencia -y en virtud de las leyes de la razón teórica se está constreñido a añadir con el pensamiento semejante facultad de manifestación-, se obtiene el concepto de voluntad en general como de una facultad de querer. Éste es un concepto abstracto, nada real perceptible, no algo así como un hecho, según se expresan algunos. Si se da un paso real y que puede ser observado, entonces se tiene un querer. Ahora bien, el querer no está completo ni hay, en general, ningún querer si no existe ninguna determinación. Entonces se llama una voluntad, como en la expresión "ésa es mi voluntad", o sea, una volición. En la vida corriente no se hace esa distinción entre la voluntad en general, como una facultad, y una voluntad, una determinada voluntad, como manifestación determinada de una facultad, porque ahí no es necesario; y en la filosofía, donde sería sumamente necesaria, tampoco se la ha hecho."

Johann Gottlieb Fichte
Ética


"Dime qué es lo que verdaderamente amas, lo que buscas con todo tu empeño y me habrás dado con ello una expresión de tu vida."

Johann Gottlieb Fichte



“El hombre es el más cruel enemigo del hombre.”

Johann Gottlieb Fichte



"El sujeto ha de pensarse como único fundamento, abstraerse del ente libre exterior y atribuirse a sí solo su actividad."

Johann Gottlieb Fichte


 “Fíjate en ti mismo, desvía tu mirada de todo lo que te rodea y dirígela a tu interior. He ahí la primera petición que la filosofía hace a su aprendiz. No se va a hablar de nada que esté fuera de ti, sino exclusivamente de ti mismo.”

Johann Gottlieb Fichte





"Hay que decir la verdad, aunque el mundo entero estalle en mil pedazos."

Johann Gottlieb Fichte



"La exigencia contendría el fundamento real de una decisión, si fuera aplicable aquí el fundamento real. Según lo establecido hasta ahora, la exigencia a un actuar libre y la determinabilidad deben ser la misma cosa. Sólo que la determinabilidad significa la posibilidad de una mera determinación; no hay en ella ningún fundamento de que se siga o no se siga la determinación; la determinabilidad es sólo la esfera general desde la que puede surgir la determinación. Por el contrario, en la exigencia debe ya residir el fundamento desde el que puede explicarse la determinación. Por tanto, en la exigencia se pone algo que se NIEGA en lo determinable. Según esto, no se confirma lo que suponíamos: la determinabilidad y esta exigencia no serían uno como afirmábamos, sino completamente distintas una de la otra. Pero ahora añadimos: aquella determinabilidad debe ponerse también únicamente como determinabilidad, no como otra cosa. Sólo desde aquí se sigue la proposición establecida. ¿Qué significa que la determinabilidad es sólo determinabilidad? Esto: que impide que algo más que ella aparezca en la conciencia; sólo ella tiene que llenarla totalmente. Si también presentara al mismo tiempo algo distinto, entonces tendría que considerarse esto como lo determinado, y entonces lo determinable no llenaría la conciencia. En este sentido, la determinabilidad es una con aquella exigencia."

Johann Gottlieb Fichte
Doctrina de la ciencia


“La moralidad y la religión son una misma cosa; ambas constituyen una inserción en el mundo espiritual: la primera con la acción y la segunda con la fe.”

Johann Gottlieb Fichte



"Lo principal no es ser feliz, sino merecerlo."

Johann Gottlieb Fichte



“Necesariamente siempre triunfa el entusiasmo sobre el que no está entusiasmado. No es la fuerza de los brazos ni la destreza en el uso de las armas, sino la fuerza del carácter la que consigue el triunfo.”

Johann Gottlieb Fichte


"Para llegar al saber, primero hay que romper con la historia o mundo de la experiencia. Una vez obtenido el conocimiento filosófico, el sabio debe desarrollar esta idea a través de una deducción expresada en la Doctrina de la Ciencia. Tras haber recorrido ese camino, se debe retornar a la historia para fundamentarla ya que ésa es la tarea del sabio, como conocedor de la quintaesencia de su momento histórico contemporáneo. El sabio es aquel que recoge, guarda en sí y porta el espíritu esencial de su tiempo, quien carga con el peso de su mundo, y quien, una vez que lo ha recogido y custodiado, puede darle una expresión, manifestarlo, configurando las azarosas circunstancias exteriores."

Johann Gottlieb Fichte
Sobre la esencia del sabio... 


"Sólo sobre un punto os debo todavía una explicación. Las ciencias, como sabéis sin duda todos, no han sido descubiertas para la ociosa ocupación del espíritu ni para las necesidades de un lujo más refinado. Pues entonces pertenecería el sabio justamente a la clase a la que pertenecen todos los instrumentos vivientes de este lujo que no es otra cosa que lujo, e incluso en esta clase el puesto más alto le podría ser disputado. Toda nuestra investigación debe apuntar al fin supremo de la humanidad, el ennoblecimiento de la especie de la que somos miembros, y los pupilos de la ciencia constituyen el centro a partir del cual la humanidad en el sentido más elevado del término tiene que irradiarse. Toda aportación que recibe la ciencia, incrementa los deberes de sus servidores. Por consiguiente, será cada vez más necesario tomar en consideración muy seriamente las cuestiones siguientes: ¿Cuál es el destino propio del sabio? ¿Qué lugar se le ha asignado en el orden de las cosas? ¿Qué relaciones mantienen los sabios entre sí, con los otros hombres en general, y especialmente con los diferentes estamentos? ¿Cómo y con qué medios pueden cumplir mejor los deberes que les son impuestos por estas relaciones? ¿Y cómo deben formarse para desarrollar las habilidades que requiere ese fin? Éstas son las cuestiones que intentaré responder en las lecciones públicas que he anunciado con el título Moral para los sabios. No esperéis de estos coloquios una ciencia sistemática: el sabio falla más a menudo en su obrar que en su saber. Permitidnos más bien, como una sociedad de amigos reunidos por más de un solo lazo, emplear estas horas juntos en despertar en nosotros mismos el sentimiento ardiente y elevado de nuestros deberes colectivos."

Johann Gottlieb Fichte
Algunas lecciones sobre el destino del sabio


"Yo: No puedo saber más. Yo no puedo pensar algo fuera de mi pensamiento; pues, si lo pensara, se trataría también de mi pensamiento y quedaría dentro del ámbito de sus leyes ineludibles.
El Espíritu: Mediante este pensamiento surge ahora para ti una conexión entre tu estado, que sientes, y el espacio, que intuyes. Tú, con el pensamiento, sitúas la causa del primero en el segundo. ¿O no es así?
Yo: Sí, así es. Has demostrado claramente que la conexión entre ambos en mi conciencia la produzco yo mediante mi pensamiento, y que tal conexión no se siente ni se intuye. De una conexión fuera de mi conciencia no puedo hablar, ni tampoco representarla de ningún modo; pues, precisamente al hablar de ella, tendría ya conocimiento de ella y, dado que esa conciencia sólo puede ser pensamiento, la estaría ya pensando; por tanto, esa es exactamente la misma conexión que se da en mi conciencia natural ordinaria, y no otra. Yo jamás he sobrepasado esa conciencia un ápice, lo cual sería tan irrealizable como saltar por encima de mí mismo. Todos los intentos de pensar esta conexión en sí -una cosa en sí que conecta con el yo en sí- no son sino ignorancia de nuestro propio pensamiento, un olvido muy singular de que no podemos tener un solo pensamiento ¡justamente sin pensarlo! La cosa en sí es un pensamiento, un pensamiento magnífico, pero que nadie admite haber pensado.
El Espíritu: ¿De ti, por tanto, no debo temer ninguna objeción al establecimiento de este principio: la conciencia de una cosa fuera de nosotros no es absolutamente nada más que el producto de nuestra propia imaginación, y acerca de la cosa no sabemos nada más sino lo que precisamente sabemos, lo que mediante nuestra conciencia establecemos, lo que -dado que tenemos conciencia y, además, una conciencia determinada de cierto modo y sujeta a ciertas leyes- producimos?
Yo: No puedo objetar nada; así es.
El Espíritu: ¿Ninguna objeción contra una formulación más audaz del mismo principio, a saber: nosotros, en eso que llamamos conocimiento y contemplación de las cosas, siempre y en todos los casos nos conocemos y contemplamos únicamente a nosotros mismos, y en nuestra entera conciencia no sabemos absolutamente de nada más que de nosotros mismos y de nuestras propias determinaciones?
Yo afirmo lo siguiente: tampoco contra eso podrás objetar nada; pues si efectivamente lo exterior-a-nosotros en general sólo surge en nosotros a través de la conciencia, entonces también lo particular y múltiple de ese mundo exterior no puede surgir por otra vía; y si la conexión de este exterior-a-nosotros con nosotros es sólo una conexión en nuestros pensamientos, entonces la conexión de los múltiples entre sí no ha de ser otra. Esas leyes según las cuales para ti una multiplicidad de objetos -que no obstante se conectan entre sí, se determinan mutuamente con necesidad férrea y construyen de ese modo un sistema del mundo como tan acertadamente has descrito-, esas leyes yo podría mostrártelas en tu propio pensamiento, y tan claramente como acabo de mostrarte cómo surge un objeto en general y la conexión de tal objeto contigo; pero me abstengo de hacerlo, porque creo que debes admitir el resultado -lo único que me interesa- sin necesidad de hacerlo.
Yo: Entiendo todo; y lo admito.
El Espíritu: Pues con esta comprensión, ser mortal, quedas libre y salvado para siempre del temor que te humillaba y angustiaba. Ya nunca más temblarás ante una necesidad que tan sólo se da en tu pensamiento; ya nunca más tendrás miedo de verte subyugado por cosas que son tus propias fabricaciones; ya nunca más te considerarás tú, el que piensa, en la misma categoría que lo pensado, que de ti procede. En tanto pudiste creer que un orden de cosas como el que te representabas existía fuera e independientemente de ti, y que tú no eras más que un engranaje de ese orden, tal temor estuvo justificado. Ahora, una vez que has comprendido que todo eso sólo se da en ti mismo y por ti mismo, no volverás a tener miedo de lo que has reconocido como creación tuya.
Yo sólo quería libertarte de este temor. Salvado estás, y ahora quedas abandonado a ti mismo."

Johann Gottlieb Fichte
El destino del hombre