“Como decía Orson Welles, para tener material siempre nuevo, basta confiar en las noticias.”

Dario Fo


“El Evangelio es un libro feminista, pero no se entiende así.”

Dario Fo


“La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos.”

Dario Fo



"Me hallo en mi despacho con mis colaboradores. De repente, el cielo se ve literalmente desgarrado por rayos y truenos destroza tímpanos y por una tormenta que descarga sobre toda la ciudad grandes cantidades de agua. La marola, impulsada por un viento incesante, está invadiendo el puerto entero. Desde el palacio puede verse cómo barcos poderosos son levantados y arrojados a los canales. Muchas de las embarcaciones echan a rodar sobre enormes témpanos de hielo arrastrados por las olas. Los cañonazos dan la alarma a todos aquellos que se encuentran aún en las zonas marítimas para que se refugien de inmediato dentro de la ciudad, tras las murallas de protección. Junto con algunos ministros y secretarios me precipito hacia el ala oeste, donde se encuentran las caballerizas con nuestros carruajes y caballos. Pero nuestra iniciativa llega demasiado tarde. No queda siquiera una sola carroza con su caballo. Los empleados y directivos del ministerio se han apropiado de ellas antes que nosotros.
En ese momento, corriendo al galope, pasan cuatro caballos que tiran de una carroza vacía. Con dos de mis ayudantes, tratamos de bloquear la imponente berlina, que da un bandazo y lanza fuera del sendero a mis dos ayudantes. Yo consigo montar en la caja al vuelo, agarro las riendas como puedo e incito a los caballos a reanudar la carrera que nos llevará al palacio real. Confío en que la reina Matilde con su hijo y la servidumbre hayan tenido tiempo para ponerse a salvo, abandonando el palacio.
Consigo entrar con la calesa tirada por los caballos mediante un arriesgado viraje en los jardines reales, que están siendo invadidos por las primeras olas del mar, que derriban árboles, estatuas y solemnes monumentos. Bajo del carruaje aún en movimiento y me apresuro escaleras arriba. Llego a los aposentos de la reina, llamo con golpes vigorosos, nadie me responde. Qué alivio, se habrán ido todos. Hago ademán de alejarme, cuando de repente se abre la puerta y aparece ella, con el rostro pálido."

Dario Fo
Hay un rey loco en Dinamarca


"Narran que el emperador, al llegar frente a Alessandria con su ejército, viendo la ciudad construida apresuradamente con los tejados recubiertos de rastrojo y barro, preguntó, atónito: «Pero ¿qué les ha ocurrido a esos tejados?».
Y uno de sus príncipes le contestó: «¡Los han recubierto a toda prisa con haces de hierba porque estaban al corriente de vuestra inminente llegada, Majestad!».
Y parece ser que este exclamó: «¡Ja ja, la ciudad de paja!». Y desde aquel día todos la llamaron así.
Pues lo sentimos, pero debemos repetir que esta versión de los cronistas oficiales es falsa, puesto que el término «paja» en el antiguo dialecto lombardo no se refiere a los rastrojos del grano, sino que significa «ciénaga». De modo que no debemos llamarla «ciudad de paja», sino «ciudad que flota en una ciénaga», es decir, una fortaleza construida por guerreros rusteghi desharrapados
y acaso también bandoleros, pero dirigida por capitanes geniales y cargados de imaginación.
Si consideramos auténtica la versión que nos ofrecen los cronistas al servicio del emperador y los que están hoy al servicio de la cultura oficial, debemos entender que Barbarroja atacó inmediatamente las murallas de aquella ciudad de tejados de paja con sus tropas y sus máquinas de guerra. Cualquier estratega dotado de un mínimo de cerebro se habría dado cuenta de que, para imponerse, habría sido suficiente con arrojar flechas y bolas de betún y azufre encendidas que alcanzaran los tejados para ver cómo toda la ciudad se convertía en pasto de las llamas. Y, sin embargo, no hay testimonios de esta operación. Por el contrario, las crónicas de Bernardino Corio, Rahewin y Carlo Sigonio cuentan que los sitiados respondieron con ardor y valentía al ataque de los teutones, llegando a derribar sus máquinas de asedio y torres móviles, y que fueron ellos, aquellos desharrapados, los que lanzaron fuego griego en tal cantidad que las llamas devoraron toda la maquinaria de ataque enemiga. Pero no es suficiente.
Mientras que dos ciudades de imponente estructura defensiva como Susa y Asti, frente a ese mismo ejército, habían caído en pocos días, de acuerdo con los cronistas más blasonados, esa aglomeración de murallas levantadas a toda prisa que era Alessandria consiguió resistir no diez días, sino un mes, dos meses, tres meses, hasta seis o siete meses, sin ceder nunca; y aquellos desharrapados llegaron incluso a infligir grandes pérdidas al ejército imperial hasta reducir sus efectivos a la mitad, ¡como si se hubieran topado con siete dragones con siete cabezas ardiendo!
Reconozcámoslo: ¿estamos siguiendo una reconstrucción histórica, o, por el contrario, una fanfarronada del barón de Münchhausen que hace que le disparen desde un cañón y vuela sobre un obús? ¿Cómo se puede dar crédito a una historia según la cual uno de los ejércitos más mortíferos de la época quedó detenido como anonadado durante tantos meses ante una pequeña ciudad con
tejados de rastrojo, defendida por algunos miles de heroicos desharrapados dispuestos a todo? ¿A quién pretenden engañar con este cuento de hadas?"

Dario Fo
Barbarroja y la burla de Alessandria


"No, no, por favor… por favor, estate quieto..., así no me dejas ni respirar... Espera... Claro que me gusta hacer el amor, pero con un poco más de..., ¿cómo diría yo?... ¡Que me estás aplastando! Quítate..., ¡basta! Me estás mojando la cara... ¡No, en la oreja no! Sí que me gusta, pero es que pareces una Moulinex, con esa lengua... Oye, ¿pero cuántas manos tienes? Déjame respirar... ¡Que te levantes te digo! (Se incorpora lentamente, como quitándose de encima el peso del cuerpo del hombre. Se sienta frente al público.) ¡Por fin! Estoy empapada en sudor. ¿Para ti esto es hacer el amor? Sí, claro que me gusta, pero preferiría que hubiera algo más de sentimiento... ¡No estoy hablando de sentimentalismo! Cómo no, ya sabía que me saldrías con lo de que soy una cursi romántica y antigua...
Claro que me apetece hacer el amor, pero a ver si entiendes que no soy una de esas maquinitas que les metes unos duros y se les encienden las luces, tun tun trin toc toc... ¡drin! Mira, yo, si no se me trata bien, me bloqueo, ¿comprendes? ¿Será posible que si una no se coloca de inmediato en una postura cómoda, falda y bragas fuera, piernas abiertas y bien estiradas, se vuelve una estúpida acomplejada, con los traumas del honor y del pudor, inculcados por una educación reaccionaria-imperialista-capitalista-masónica-católica-conformista-y austrohúngara? ¿Que soy pedante? Y una tía pedante os pone muy nerviosos, ¿verdad? Es mejor la mema de risita erótica... (Ríe por lo bajo, en plan erótico-tirado.) ¡Venga, hombre, no te cabrees! No, no estoy ofendida. Está bien, hagamos el amor... (Vuelve a tumbarse de perfil al público.) Y pensar que cuando quieres sabes ser tan dulce..., ¡casi humano! ¡Y un auténtico compañero! (Lánguida, con voz soñadora.) Contigo puedo hablar de cosas que normalmente no sé ni decir... Cosas incluso inteligentes..., eso es, ¡tú consigues que me sienta inteligente! Contigo me realizo... Y además, tú no vienes conmigo sólo porque te gusta cómo hago el amor..., y además, después te quedas conmigo, y yo hablo, y tú me escuchas... (más y más lánguida) ...y yo te escucho.., hablas, hablas, y yo... (Se comprende que está a punto de tener un orgasmo por el tono de voz.) ...y yo... (Cambia de tono: de pronto, realista y aterrada.) Por favor, para... ¡que me quedo embarazada! (Implorante.) ...para un momento... (Perentoria.) ¡¡¡QUIETO!!! (El hombre por fin se ha parado.) Tengo que decirte algo importante. No me he tomado la píldora... No, es que ya no la tomo, porque me sienta mal, se me ponen unas tetas como la cúpula de San Pedro... Está bien, sigamos, pero por favor ten cuidado... No olvides lo que ocurrió aquella vez..., ¡cómo lo pasé de mal! (Cambia de tono.) Sí, ya sé que tú también lo pasaste fatal, pero yo más, si no te importa. Sigamos, pero tú ten cuidado... (Vuelven a hacer el amor. Se queda unos segundos inmóvil, en silencio con los ojos abiertos, luego empieza a mover nerviosa un pie en el suelo. Mira a su compañero imaginario y le susurra con voz llena de aprensión.) ¡Ten cuidado! (Con otro tono.) ¡¡¡Que tengas cuidado!!! (Molesta.) ¡Que no, que no puedo! Esto del embarazo me ha helado la sangre en las venas... ¿El diafragma? Sí, lo uso, pero tú no me habías dicho que hoy..., además, esa goma en la tripa no me gusta nada, me da mucha grima..., me parece como si tuviera chicle en el vientre."

Dario Fo
Ocho monólogos