Aún cae la lluvia

"Aún cae la lluvia
oscura como el mundo de los hombres:
negra como nuestra destrucción:
ciega como los mil novecientos cuarenta clavos
hincados en la cruz.
Aún cae la lluvia 
con un son parecido al latir del corazón
convertido en golpear de martillo
en el campo del Alfarero, y al son del pie impío
sobre la tumba.
Aún cae la lluvia 
en el campo de la sangre, donde crecen diminutas esperanzas,
y el cerebro del hombre
se nutre de codicia, aquel gusano de rostro de Caín.
Aún cae la lluvia
a los pies del hombre extenuado
pendiente de la cruz.
Cristo, día y noche clavado, apiádate de nosotros,
del opulento y de Lázaro:
bajo la lluvia las llagas y el oro son lo mismo.
Aún cae la lluvia
cae la sangre aún del herido costado del hombre extenuado:
lleva en su corazón las heridas todas, las de la luz que se extinguió,
la última y débil chispa
del corazón suicida, las heridas de la triste e incomprendida oscuridad,
las heridas del oso atrapado:
el oso ciego y gimiente, cuya carne indefensa
azotan los guardianes... las lágrimas de la acosada liebre.
Aún cae la lluvia
Entonces -"Oh, saltaré hasta mi Dios, que me ata al suelo"
-ved cómo la sangre de Cristo surca el firmamento:
se derrama de la frente que clavamos al madero
hasta el profundo y moribundo, el sediento corazón
que custodia los fuegos del mundo,
desgarrado de dolor
como una cesárea corona de laurel.
Entonces se oye la voz de Aquel que,
como el corazón del hombre,
fue una vez niño y durmió entre animales:
"Te amo aún, derramo aún mi luz
inocente y mi sangre por ti."

Edith Sitwell



Canción callejera

"Amad mi corazón una hora, pero mis huesos todo un día...
El esqueleto al menos sonríe, pues tiene un mañana; pero
los corazones de los jóvenes son ahora el oscuro tesoro
de la Muerte, y el verano ha quedado solitario.

Consolad a la luz solitaria y al sol en su tristeza,
venid como la noche, pues terrible como la verdad
es el sol, y a la luz muriente muestra sólo el hambre de paz
del esqueleto, bajo la carne como la rosa estival.

Ven a través de las tinieblas de la muerte, como viniste
antaño a través del follaje de la juventud, a través de la
sombra como la puerta florecida que lleva al Paraíso,
lejos de la calle... tú, la ciudad aún
por nacer vista por los desamparados
la noche de los pobres.

Andáis por los caminos de la ciudad, donde la sombra amenazante
del Hombre ribeteada de rojo por el sol como Caín tiene una
forma cambiante: esbelta como el Esqueleto, agazapada como el Tigre,
con la presteza y la vieja sabiduría del Simio.

El pulso que late en el corazón tórnase el martillo que resuena en
el Campo del Alfarero donde construyen un mundo nuevo con
nuestros Huesos, y las inmundicias que dejan caer y el clamor
durante el día de las rapaces que se alimentan de carroña... Pero
tú eres mi noche y mi sosiego,

la noche santa de la concepción, del descanso, la oscuridad
consoladora en que todos los hombres son iguales: el réprobo
y el justo, el rico y el pobre no son ya naciones separadas,
sino hermanos en la noche.
Tal fue la canción que oí: ¡pero los Huesos son mudos!
Quién sabe si el son era el de la luz muerta que llamaba,
de César haciendo rodar cuesta arriba la piedra
de su corazón, o la carga de Atlas despeñándose."


Edith Sitwell



“El buen gusto es el peor vicio jamás inventado.”

Edith Sitwell


"El invierno es tiempo de comodidad, de buena comida y calor, del contacto de una mano amistosa y de una charla junto al fuego. Es el tiempo del hogar."

Edith Sitwell


“El oscurantismo es, en el mejor de los casos, una forma de escapismo; en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!”
Edith Sitwell


"El público creerá cualquier cosa, siempre y cuando no esté fundamentada en la verdad."


Edith Sitwell


“El surgimiento y la difusión de la superstición, la seudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura.”

Edith Sitwell


"Este collar de oro fue hecho para mí por una mujer estadounidense llamada Millicent Rogers. Ella fue una de mis mejores amigas, aunque yo sólo la ví una vez. Ella me lo envió y el Museo Británico lo expuso cuatro días y pensé que era pre-Columbino, sin duda, de la tumba de un inca, aunque no podían distinguir cómo el oro podría ser reforzada de una manera que no estaba en existencia en esos días. Pero tengo que tener cuidado con el ruido metálico cuando estoy recitando y no lo suelo llevar por eso."

Edith Sitwell


Sir Belcebú


Cuando
Sir
Belcebú pidió su postre en el hotel del infierno,
Donde Proserpina cayó primero,
Azul como la gendarmería eran las olas del mar,
(Meciendo y sorprendiendo a la camarera)

Nadie viene a darle su ron, pero el
Borde del cielo, como un hipopótamo glotón,
Mejora las chances de agradecer con un benigno
Alfred Tennyson, cruzando la barra de libaciones,
Con la vegetación fría de las pálidas delegaciones
de los trabajadores de la templanza (todos firmados In Memoriam)
Esperando con gloria tropezar con los pies del Laureado,
(De lado a lado en metros clásicos)

Al igual que Balaclava, del techo descendía la lava,
Mientras la azulada y marítima gendarmería
Los retiene mientras Belcebú por su ron rugía.
...¡Ninguno de ellos viene!

Edith Sitwell


“Soy paciente con la estupidez, pero no con aquellos que están orgullosos de ella.”

Edith Sitwell


"Supongo que en los siglos XVI y XVII los enfermos imaginarios no eran tan frecuentes como lo son hoy, pues caer enfermo era demasiado peligroso, si tenemos en cuenta que al paciente se le podían administrar remedios como estos: Piojos de cerdo vivos, Coque quemado y apagado con aguardiente, Coral rojo, Lombrices de tierra recién cogidas, Sapos vivos, Puntas negras de patas de cangrejo, Cráneo humano, Pezuñas de alce, Láminas de oro, Huesos humanos calcinados, Piel interna de molleja de capón, Estiércol de ganso recogido en primavera y secado al sol, La piedra de la cabeza de una carpa, Cuerno de unicornio, Diente de jabalí, Mandíbula de lucio, Diente de hipocampo raspado, Hígado de rana, Estiércol blanco y seco de pavo real, Carne de sapo, Carne de víbora."

Edith Sitwell




“Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.”

Edith Sitwell


“Yo no soy excéntrica. Es sólo que estoy más vivo que la mayoría de personas son. Soy una anguila eléctrica impopular viviendo en un estanque de peces de colores.”

Edith Sitwell
Citado en la revista Life 4 de enero 1963