"Cuando llevaron este oráculo a Éfeso, en un primer momento los padres de ambos se quedaron perplejos y no comprendían en absoluto cuál era la enfermedad.
No podían comprender las predicciones del dios, pues no entendían de qué enfermedad hablaba, ni de qué huida, ni de qué cadenas, ni de qué tumba, qué río o qué ayuda de la diosa.
Después de mucho deliberar, les pareció bien tratar de conjurar al oráculo en la medida de lo posible y unir en matrimonio a sus hijos, pensando que ésta era la voluntad del dios a juzgar por lo que había profetizado. Decidieron, pues, esto y pensaron hacerlos viajar después de la boda un cierto tiempo fuera del país.
La ciudad estaba llena de festines, todo estaba cubierto de coronas y se proclamaba la boda que iba a celebrarse. Y todos los felicitaban, a él por casarse con tal mujer y a ella por ir a acostarse con tal joven."

Jenofonte
Efesíacas



"Cuando más posesión se tiene, es entonces cuando más personas la envidian, conspiran y se convierten en enemigos. Son muchas mis posesiones y solo saco esto: más tengo que vigilar, más que distribuir entre los demás, y más preocupaciones que atender."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 87



"Debéis inspirar a los cobardes más miedo que el que les causan los enemigos."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 80


"Después de concluir el foso construyó un muro circular alrededor de la ciudad, con toda tranquilidad. Habiéndose enterado de que había mucho trigo en la ciudad por la buena cosecha del año anterior y considerando que era una lástima arruinar la ciudad y a los aliados con expediciones si se iba a emplear mucho tiempo, puso un dique al río, que era muy caudaloso y corría por medio de la ciudad. Obstruida la corriente, el agua inundó los cimientos de las casas y de la muralla. Una vez mojados los ladrillos inferiores y al no aguantar los superiores, la muralla se agrietó primero y luego cayó. Durante algún tiempo aplicaron maderos y se ingeniaron para que no cayera el torreón; pero luego acordaron destruirlo vencidos por el agua y por temor a que cayendo por algún lado el recinto amurallado fueran presa de la guerra. Los lacedemonios se negaron a pactar si no se distribuían por aldeas. Ellos a su vez, considerando que no había más remedio, consintieron en hacerlo. Cuando los partidarios de Argos y los dirigentes del partido democrático creían que iban a morir, consiguió el padre de Agesípolis darle seguridad a ellos, que eran unos sesenta, si se alejaban de la ciudad. Los lacedemonios se colocaron con lanzas a ambos lados de la ruta, comenzando desde las puertas, contemplando a los que salían."

Jenofonte
Helénicas


"Durante las acciones guerreras debe ser manifiesto que el jefe supera a los soldados en aguantar el sol en verano, el frío en invierno y las fatigas en el transcurso de las dificultades."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 18

"El mando y señorío es de aquellos que vencieron la batalla."

Jenofonte

"El que come con más placer es el que menos requiere salsa."

Jenofonte


"El resultado de la lucha lo decide más el espíritu que la fuerza física."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 80


"Es preciso que el ejército, si pretende cumplir con su deber, siempre esté entrenado. Es conveniente que el ejército nunca esté inactivo."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 134


"Esforcémonos de modo que cada uno de nosotros pueda considerarse a sí mismo como artífice de la victoria."

Jenofonte


"La alabanza es el más dulce de los sonidos."

Jenofonte


"La mayoría del ejército griego quedó persuadida con estas promesas. Menón, por su parte, antes de estar en claro lo que harían los otros soldados, si seguían o no a Ciro, reunió sus tropas aparte y les habló de este modo: «Soldados: si me escucháis, seréis preferidos por Ciro a todos los demás sin necesidad de correr ningún peligro ni pasar ningún trabajo. ¿Qué os aconsejo hacer? Ciro está ahora solicitando a los griegos para que le sigan contra el rey, y yo digo que es preciso que vosotros paséis el Éufrates antes de que esté claro lo que van a responder a Ciro los demás griegos. Si acuerdan seguirle, parecerá que vosotros le habéis obligado a ello principiando a pasar, y Ciro os guardará reconocimiento y os recompensará por haberos mostrado tan dispuesto; nadie como él sabe agradecer los servicios que se le prestan. Y si los otros acuerdan retirarse, todos nos volveremos; pero por haber sido los únicos que le obedecisteis, siempre os considerará como los más seguros para las guarniciones y para el mando de las tropas, y en cualquier cosa que necesitéis Ciro será para vosotros un amigo.»
Oído esto, le obedecieron y pasaron el río antes de que los otros dieran su respuesta. Ciro, cuando supo que habían pasado, se alegró y les mandó a decir por medio de Glun: «Yo, soldados, alabo vuestra conducta y procuraré que vosotros tengáis también más tarde ocasión de alabarme, o no sería yo Ciro.» Los soldados, llenos de grandes esperanzas, le desearon feliz éxito. A Menón se dijo que le había enviado magníficos presentes. Hecho esto, atravesó el río, siguiéndole el resto del ejército. Ninguno de los que pasaron se mojó más arriba del pecho. Los habitantes de Tapsaco decían que nunca como entonces se había podido pasar este río a pie, sino con barcas. Abrócomas, que iba por delante, las había quemado para impedir a Ciro que pasara. Se creyó ver en esta circunstancia algo divino; el río parecía ceder ante Ciro como predestinado a reinar."

Jenofonte
Anábasis


"La verdadera prueba de un líder es si sus seguidores se adhieren por cuenta propia a su causa, sobreviven a las más arduas dificultades sin que se les obligue y permanecen firmes en los momentos de mayor peligro."

Jenofonte


"Lo que más incita a la obediencia es alabar y honrar al sujeto obediente, y deshonrar y castigar al desobediente."

Jenofonte



"Los ricos que no saben usar sus riquezas son de una pobreza incurable, porque es pobreza de espíritu."

Jenofonte


"Para los reyes, el cetro más auténtico y seguro son los amigos fieles."

Jenofonte
Tomada del libro El poder. Un estratega lee a Maquiavelo de Pedro Baños, página 82



"Pues bien, siendo tan grande este tesoro, los tiranos se ven privados de él en mayor grado que nadie; y si quieres, ¡oh, Simónides!, comprobar que lo que digo es verdad, reflexiona sobre lo siguiente. No hay amor más auténtico, me parece a mí, que el que sienten los padres por los hijos, los hijos por los padres, los hermanos por los hermanos, las esposas por los maridos y los amigos por sus amigos. Pues bien, si quieres fijarte en ello, observarás que, mientras en los particulares se dan grandemente estos amores, hay, en cambio, muchos tiranos que han matado a sus hijos, y otros muchos que, al contrario, han sido víctimas de sus hijos, y muchos hermanos que se han dado muerte recíproca por una tiranía, y muchos tiranos que han perecido a manos de sus propias mujeres o de quienes parecían ser -sus mejores amigos. Ahora bien, los que son de tal modo aborrecidos por aquellos a quienes la naturaleza inclina y la ley obliga a amar, ¿cómo es posible que crean que pueden ser queridos por ninguna otra persona?
Por otra parte, aquel en quien se da en tan exiguo grado la confianza, ¿cómo no va a estar privado del mayor de los bienes? Porque ¿qué sociedad es deseable sin confianza mutua, qué trato de hombre y mujer resulta deleitoso sin confianza, qué servidor agrada cuando no se confía en él? Pues bien, de este hallarse confiado con respecto a otros participa el tirano menos que nadie, pues, por ejemplo, jamás se fía de sus comidas o bebidas, sino que, antes de ofrecer primicias de ellas a los dioses, mandan ante todo a los servidores que las prueben ellos, y esto porque sienten desconfianza, no vaya a haber algo malo en lo que coman o beban. En cuanto a la patria, ésta es lo más preciado que hay para los demás hombres, pues siendo ciudadanos se guardan los unos a los otros, sin pago de salario alguno, contra los esclavos, y se guardan también contra los malhechores, para que ninguno de los ciudadanos muera de muerte violenta; y tan lejos han llegado en esta policía, que muchas veces se ha hecho una ley para que no sea puro ni aun quien conviva con un asesino, con lo cual cada uno de los ciudadanos vive seguro gracias a su patria. En cambio, a los tiranos también en esto les ocurre lo contrario: que, en vez de vengar su muerte las ciudades, honran grandemente al que ha matado a un tirano, y en vez de excluirle de los lugares sacros, como a los asesinos de personas privadas, en vez de eso las ciudades llegan incluso a erigir en los templos estatuas de los que han hecho algo de esta índole."

Jenofonte
Hieron


"Se cuenta también que, al ver pasar a Ánito, dijo: "Ahí tenéis a ese hombre lleno de orgullo, convencido de que ha llevado a cabo una hazaña grande y noble con haberme hecho matar porque, al ver que la ciudad le honraba con las mayores distinciones, dije que no debía educar a su hijo en el oficio de curtidor. ¡Pobre desgraciado, que no sabe, al parecer, que aquel de nosotros dos que haya dejado hechas las obras más útiles y más hermosas para siempre, ése será el vencedor!"
"Pero - siguió diciendo - tal como Homero ha atribuido a algunos de sus personajes en el momento de su muerte pronosticar el porvenir, también yo quiero hacer una profecía. Tuve una breve relación con el hijo de Ánito y me pareció que no era de espíritu débil, por lo que afirmo que no permanecerá en la vida servil que su padre preparó para él, sino que por no tener ningún consejero diligente caerá en alguna pasión vergonzosa y llegará lejos en la carrera del vicio".
Y no se equivocó con estas palabras, pues aquel muchacho le tomó gusto al vino y no dejaba de beber ni de día ni de noche, y al final no fue de ninguna utilidad para nadie, ni para su ciudad, ni para sus amigos, ni para sí mismo. En cuanto a Ánito, por la mala educación dada a su hijo, y por su propia falta de juicio, incluso después de muerto conserva su mala reputación.
Al ensalzarse a sí mismo ante el tribunal, Sócrates despertó el odio de los jueces y los impulsó más aún a votar su condena. Por mi parte, creo que ha alcanzado un destino grato a los dioses, pues abandonó lo más duro de la vida y encontró la más fácil de las muertes. Demostró así la fortaleza de su espíritu, pues cuando se dio cuenta de que para él era preferible morir a seguir viviendo, lo mismo que no se opuso a los otros bienes de la vida, tampoco se acobardó ante la muerte, sino que la aceptó y la recibió con alegría.
Por mi parte, cuando pienso en la sabiduría y nobleza de espíritu de aquel hombre, ni puedo dejar de recordarlo ni, al acordarme de él, puedo dejar de elogiarle. Si alguno de los que aspiran a la virtud tuvo trato alguna vez con alguien más beneficioso que Sócrates, considero que tal hombre debe ser tenido por muy feliz."

Jenofonte
Apología de Sócrates


«… Se dice que Sócrates en presencia de otros muchos y del propio Eutidemo dijo que le parecía que a Critias le ocurría lo que a los cerdos, porque estaba deseando rascarse contra Eutidemo como los cerdos contra las piedras. Desde entonces, Critias odiaba a Sócrates, hasta el punto que, cuando llegó a ser uno de los Treinta y redactor de leyes con Caricles —otro de los Treinta—, se acordó de él y entre las leyes dictó una prohibiendo enseñar el arte de la palabra —logos—, tratando así de insultar a Sócrates sin tener por dónde cogerle, más que atribuyéndole lo que la mayoría echa en cara a los filósofos, y calumniarlo ante la multitud (…) Cuando los Treinta condenaron a muerte a un gran número de ciudadanos de los más respetables e impulsaban a muchos al delito, Sócrates dijo que le parecería sorprendente que un pastor de vacas que hiciera menguar y empeorar su ganado no reconociera que era un mal vaquero, pero más sorprendente todavía que un político que hiciera menguar y empeorar a los ciudadanos no se avergonzara ni reconociera que era un mal gobernante. Cuando les llegó esta observación, Critias y Caricles mandaron llamar a Sócrates, le mostraron la ley y le prohibieron dirigirse a los jóvenes. Entonces preguntó Sócrates si podía pedir una aclaración en el caso de no haber entendido algún punto de las normas. Ellos respondieron que sí. “Pues bien”, dijo Sócrates, “estoy dispuesto a obedecer las leyes, pero para no infringirlas por ignorancia, sin darme cuenta, quiero saber con claridad una cosa de vosotros, si creéis que el arte de la palabra del que me mandáis abstenerme es el del razonamiento correcto o el del razonamiento incorrecto. Porque si se trata del razonamiento correcto, es evidente que habría que abstenerse de hablar correctamente, y si es del incorrecto, está claro que hay que intentar hablar correctamente”. Entonces, Caricles, irritándose, le dijo:
— Puesto que eres un ignorante, Sócrates, te hacemos una prohibición que es más fácil de entender: te prohibimos terminantemente hablar con los jóvenes.
Y Sócrates:
— Entonces, para que no haya ninguna duda de que no hago nada fuera de lo prohibido, precisadme hasta cuántos años hay que considerar jóvenes a los hombres.
Caricles dijo:
— En tanto no pueden pertenecer al Consejo por no ser todavía juiciosos. No hables con personas más jóvenes de treinta años.
— Y en el caso de que quiera comprar algo, si el vendedor no tiene aún treinta años, ¿puedo preguntarle cuánto pide?
— Eso sí, dijo Caricles. Es que tú, Sócrates, tienes la costumbre de preguntar cosas que en su mayoría ya sabes cómo son. Esto es lo que no debes preguntar.
— En ese caso, dijo, ¿no debo responder si algún joven me pregunta algo que yo sé, por ejemplo dónde vive Caricles o dónde está Critias?
— Eso al menos sí, dijo Caricles.
Y Critias dijo:
— En cambio tendrás que abstenerte de los zapateros, carpinteros y herreros, pues creo que ya los tienes desgastados y ensordecidos.
— Entonces, dijo Sócrates, ¿pasa lo mismo también con lo que les atañe, lo justo, lo piadoso y otras cosas por el estilo?
— Sí, por Zeus, exclamó Caricles, y también con los vaqueros, pues de lo contrario procura no menguar tú también las vacas.»


Jenofonte
Recuerdos de Sócrates, I



"Ser rápido es bueno, pero la exactitud lo es todo."

Jenofonte


“Sócrates solamente llamaba ricos a los que sabían hacer buen uso de sus riquezas; los demás ricos, aunque poseyeran bienes inmensos, quedaban relegados entre el número de los pobres. Y afirmaba que su pobreza es incurable, porque es pobreza de espíritu.”

Jenofonte



“Sólo a fuerza de favores se conquista a los espíritus mezquinos; a los corazones generosos se les gana con el afecto.”


Jenofonte


"Un caballo es una cosa bella... nadie se cansará de mirarlo mientras se muestre en su esplendor."




Jenofonte