"Casamajor Beaubrun, su mujer Rosanna y sus dos varones los saludaban. Decían: gracias, hermano; por pura cortesía, porque un favor se hace con gusto: hoy, yo trabajo tu campo, tú, mañana, el mío. La ayuda mutua es la amistad de los desgraciados, ¿no es verdad?
Un rato después llegaban Siméon y Dorisca por su lado, con una veintena de negros gallardos.
Dejábamos a Rosanna afanarse a la sombra del tamarindo, alrededor de sus calderos y de sus grandes recipientes de hojalata, de los que subía ya el burbujeo voluble del agua que hierve. Délira y las otras vecinas vendrían más tarde a darle una mano.
Los hombres se alejaban, la azada al hombro. El conuco que debían limpiar estaba a la vuelta del sendero, protegido por un cerco de bambúes entrecruzados. Lianas con flores moradas y blancas se agarraban en manojos desordenados; en los capullos dorados de los cundeamores se abría una pulpa roja como terciopelo de mucosas.
Apartaban los listones móviles de la empalizada. A la entrada del conuco, el cráneo de un buey blanqueaba sobre un poste. Medían ahora el trabajo con la mirada: ese cuadrado de hierbas locas mezcladas con matas rastreras. Pero era tierra buena: la entregarían tan lisa como la superficie de una mesa recién pulida. Beaubrun quería probar este año con las berenjenas."

Jacques Roumain
Gobernadores del rocío



Cuando replica el tam-tam

Tu corazón tiembla en la sombra como el reflejo
de un rostro en las aguas turbulentas.
El antiguo espejismo se eleva en lo más hondo de la noche.
Tú conoces el dulce sortilegio del pasado:
un río que te arrastra lejos de la orilla,
que te lleva hacia un paisaje ancestral.
Tu alma es el reflejo de las aguas donde
tus antepasados inclinaban sus oscuros rostros.

Jacques Roumain




“La experiencia es el bastón de los ciegos.”

Jacques Roumain