"A finales del siglo XVIII, cuando la ciencia había contribuido de modo tan espectacular al conocimiento que el hombre tenía del mundo y de sus propios atributos físicos, empezó a plantearse la pregunta de si la ciencia no podría también coadyuvar a un mejor conocimiento de la sociedad. La concepción de las ciencias sociales, y de la historia entre ellas, fue gradualmente desarrollándose durante el siglo XIX; y el método con que la ciencia estudiaba el mundo de la naturaleza se aplicó al estudio de los asuntos humanos. En la primera parte de este período prevaleció la tradición newtoniana. La sociedad, lo mismo que el mundo de la naturaleza, se concebía como un mecanismo; aún se recuerda el título de una obra de Herbert Spencer, La Estática Social, publicada en 1851. Bertrand Russell, educado en el seno de esta tradición, había de rememorar más tarde el período que esperaba llegaría el día en que hubiese «una matemática del comportamiento humano tan precisa como la matemática de la mecánica».1 Luego, Darwin provocó otra revolución científica; y los especialistas de las ciencias sociales, partiendo de la biología, empezaron a pensar en la sociedad como un organismo. Pero la verdadera importancia de la revolución de Darwin fue que éste, completando la tarea iniciada por Lyell en geología, introdujo la historia en la ciencia natural. La ciencia ya no se ocupaba de algo estático y fuera del tiempo,2 sino de un proceso de cambio y desarrollo. La evolución en ciencia confirmaba y complementaba el progreso en historia. Nada sin embargo vino a modificar la concepción inductiva del método histórico que describí en mi primera conferencia: recopilación de datos primeros, y luego, interpretación. Se partía del supuesto indiscutido de que tal era también el método de la ciencia. Ésta era la noción de que obviamente partía Bury cuando, en las palabras finales de su lección inaugural de enero de 1903, describía la historia como «una ciencia, ni más ni menos». Los cincuenta años siguientes a la lección de Bury han sido testigos de una reacción violenta contra esta concepción de la historia. A Collingwood, cuando escribía en los años treinta y tantos, le preocupaba especialmente la necesidad de deslindar en forma clara el mundo de la naturaleza, objeto de la investigación científica, y el mundo de la historia, y durante este período el aserto de Bury se citó raras veces, salvo en son de burla. Pero lo que no vieron entonces los historiadores es que la propia ciencia había sufrido una profunda revolución, con lo que parece que Bury estuvo más cerca de la verdad de lo que habíamos supuesto, aunque por razones que no son las buenas. Lo que hicieron Lyell con la geología y Darwin con la biología se ha hecho ahora con la astronomía, que se ha convertido en la ciencia de cómo el universo ha llegado a ser lo que es; y los físicos modernos dicen constantemente que ellos no estudian hechos sino acontecimientos. El historiador tiene alguna excusa por encontrarse más a gusto en el mundo de la ciencia hoy que hace cien años."

Edward Hallett Carr
¿Qué es la historia?


"El sencillo dramatismo de la fuga de Bakunin —fuga evidentemente propiciada y aún apoyada por los más altos funcionarios de Siberia— causó una gran perplejidad entre, los occidentales, para quienes resultaba incomprensible el relajamiento de la administración rusa en los apartados distritos del Imperio zarista. La notoria amistad entre Bakunin y los sucesivos gobernadores de Siberia aparecía equívoca de por sí. Semejantes aprensiones estaban reforzadas por el arraigado rumor de que se trataba de un agente al servicio del gobierno ruso. Años más tarde, con ocasión de la disputa entre él y Marx, volvió a salir más de una vez a la luz pública la especie de que el gobierno del zar había deliberadamente dejado escapar a Bakunin a fin de que pudiera dedicarse a desbaratar el juego político de los honestos marxistas. Pero si bien hay que desechar de plano esos rumores, por demás fantásticos, queda, sin embargo, en pie la evidente realidad de la connivencia de Bakunin con las altas jerarquías de Siberia. La investigación oficial abierta con motivo de la fuga de tan importante «delincuente» se prolongó por espacio de más de dos años y medio, y como fuera que los
hilos del desarrollo de esa investigación estaban en manos de Korsakov, para quien resultaba imposible condenar a sus subordinados sin que, a la vez, se pusiese al descubierto su propia negligencia, no se llegó a ningún resultado concreto. En definitiva, sólo se impusieron dos sanciones, ligerísimas por cierto. En mayo de 1864 Afanasiev fue condenado dos meses de arresto por haber requerido al capitán del Strelok para que admitiera como pasajero a Bakunin. Y a un guardiamarina, por no haber entregado con la diligencia debida un despacho de Irkutsk advirtiendo al gobernador de la Provincia Marítima que Bakunin era un desterrado político, se le impuso un mes de confinamiento en el cuartel. Todos los demás complicados en este asunto salieron absueltos."

Edward Hallett Carr
Bakunin

"La función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo, como clave de la comprensión del presente."

E. H. Carr