"Allí donde dos personas se aman sustraen una parte de su reino a Leviatán."

Ernst Jünger


"El hecho de que el padre Lampros no gustara contradecir a su interlocutor era un signo más de su extremada educación, que en él alcanzaba un gran refinamiento. Y como siempre resultaba él el superior, hacía como si aceptara las palabras de su interlocutor y se las restituyera luego, confirmándolas en un sentido más elevado. Y fue así como respondió al saludo de hermano Othón. Y esta manera de ser no solamente revelaba la bondad que el religioso sabe ganar a lo largo de los años y mejorar como suele mejorarse un buen vino con el tiempo, sino que también revelaba la cortesía que se cultiva en las mansiones patricias y cuyo uso se convierte a veces en una segunda y más sutil naturaleza. Y también revelaba cierto orgullo, pues el espíritu acostumbrado a dominar posee un juicio firme sobre el que descansan las opiniones. Se decía que el padre Lampros era oriundo de una antigua casa de Burgundia; pero jamás hablaba de su pasado. De sus años mundanos había conservado un anillo de sello en cuya roja cornalina había grabada un ala de grifo, bajo la cual campeaba una leyenda que decía: «Espero en paz». Y en estas palabras también se advertían los dos polos de su ser: la modestia y el orgullo.
Bien pronto comenzamos a hacer frecuentes visitas al claustro de la Falcifera, y frecuentemente nos entreteníamos en el jardín, que estaba poblado de flores, o en la biblioteca. Nuestra pequeña flora se enriqueció en seguida considerablemente, pues el padre Lampros herborizaba desde tiempo atrás en la Marina, y nosotros jamás nos despedíamos de él sin llevarnos un buen legajo de datos de su herbario, datos que habían sido anotados por su propia mano y cada uno de los cuales era una pequeña obra maestra.
Nuestras conversaciones con él nos ayudaron mucho en nuestros estudios sobre el eje del crecimiento vegetal, pues siempre es de gran importancia para un proyecto el poder debatir todos sus aspectos de una manera lúcida y penetrante. En este aspecto, teníamos la impresión de que el padre Lampros, de una manera natural y sin la menor vanidad de autor, tomaba parte activa en nuestra obra. No solamente poseía un vasto conocimiento acerca de muchos fenómenos, sino que también sabía suscitar estos instantes privilegiados en los que el sentido de nuestro trabajo parecía iluminarse de pronto.
Cierta mañana nos acompañó hacia un declive del jardín que los jardineros del convento habían escardado, y nos hizo detener ante un lugar en que se veía un gran paño de color rojo extendido sobre el suelo. Nos dijo que creía haber salvado del escardillo una planta digna de alegrar nuestros ojos; pero cuando hubo alzado el trapo no vimos más que un joven brote de esta especie de llantén al que Linneo dio el nombre de mayor y que se encuentra en muchísimos senderos."

Ernst Jünger
Sobre los acantilados de mármol



"El hombre de la calle es como la sacerdotisa del oráculo de Delfos: sus juicios son profundos, pero requieren explicación. Necesitan que intervenga el Otro."



Ernst Jünger


"El individuo nuevo es aquel que devuelve su dignidad y significación a los "excesivamente numerosos"."


Ernst Jünger



"El libre albedrío modifica lo que es necesario, pero lo necesario es algo que no cabe "apartar"."


Ernst Jünger





"El monarca quiere dominar a muchos; el anarca, sólo a sí mismo."

Ernst Jünger




"En el fondo, todo placer es placer del espíritu; allí reposa esa fuente inagotable, manando bajo la forma del deseo que  ninguna satisfacción sabría saciar."

Ernst Jünger
Acercamientos
Citado por Antonio Escohotado en el libro Aprendiendo de las drogas, página 46


"En la casa y en la terraza el tiempo había pasado sosegadamente como en la época de nuestros antepasados. Recordaba la sensación que produce pasear por el bosque, por antiguos senderos. Nada indicaba que no se hallara uno en la primera mitad del siglo XIX o, mejor aún, del siglo XVIII. La mampostería, los revestimientos de madera, los tejidos, los cuadros y los libros, todo era testigo de una sólida artesanía. Se sentían las medidas de antaño: el pie, la vara, la pulgada, la línea… Se sentía que la luz y el fuego, el lecho y la mesa, se cuidaban y apreciaban aún al modo antiguo; se sentía el lujo de la atención humana.
Aquí, en el exterior, era distinto, aunque fuera agradable andar por la arena blanda de un amarillo dorado. Cada dos o tres pasos se borraban las huellas de los pies. Veía un pequeño remolino como si un animal oculto se agitase en la arena. Luego el camino volvía a estar liso como antes. Pero no me hizo falta esa observación para advertir que aquí el tiempo corría con mayor celeridad y que se imponía mayor atención. En los buenos tiempos uno llegaba a sitios en los que «olía a pólvora». Hoy la amenaza es más anónima, es atmosférica, pero se siente. Se entra en un ámbito distinto.
El camino fascinaba; invitaba a soñar. En ocasiones el arroyo se acercaba tanto a él que lo bordeaba. En sus orillas florecía el lirio amarillo, y en los bancos de arena, la cacalia. Por encima volaban los alciones salpicándose el pecho de agua.
Los viveros en que los monjes habían criado sus carpas estaban cubiertos por una alfombra verde de bordes claros. Allí amarilleaban las lentejas acuáticas y blanqueaban las conchas de limneas y las planorbis. Olía a moho, a menta y a corteza de aliso, a pantano húmedo y cálido. Recordé los días sofocantes de verano en que, niños aún, pescábamos con pequeñas redes en esa clase de viveros. Al sacar trabajosamente las piernas del pantano, éste las succionaba y el vaho subía de las huellas.
El muro limítrofe estaba allí mismo. El arroyo lo cruzaba a través de una reja. A la izquierda se veía el techado de paja. Reposaba sobre postes rojos sin tabiques divisorios y coronaba lo que era más una pérgola que un pabellón. Servía para proteger, cuando se hallaba uno en esa zona del parque, de la lluvia o de los rayos solares, pero no del viento ni del frío. Una parte del techado se adelantaba a manera de marquesina. Bajo ella había sillas de caña trenzada y una mesa verde de jardín. Era aquí, pues, donde debía aguardar mi destino."

Ernst Jünger
Abejas de cristal


“La incursión en la anarquía es tan instructiva como la primera aventura amorosa o el primer combate, estos primeros contactos tienen en común la derrota, que suscita fuerzas nuevas y superiores.”

Ernst Jünger


"La adormidera, desde siempre símbolo del sueño y el olvido, tiene además la  propiedad de estirar el tiempo casi hasta el infinito; no el tiempo de los relojes, sino el que es enteramente posesión del hombre, a la vez presente y ausente. Es el mayor de los lujos: tener un tiempo propio."




Ernst Jünger
Acercamientos
Citado por Antonio Escohotado en el libro Aprendiendo de las drogas, página 15



“La palabra que está de moda por el momento es postmodernidad; designa una situación que existe desde siempre. Se llega ya a ella cuando una mujer se coloca en la cabeza un sombrero nuevo.”

Ernst Jünger


"Las conversaciones entre varones deberían desarrollarse igual que las de los dioses, como charlas entre seres invulnerables. El combate con ideas ha de asemejarse a un combate con espadas espirituales, que cortan la materia sin esfuerzo y sin causar dolor; y el goce resulta tanto más puro cuanto más preciso es el golpe que se recibe. En tales acciones bélicas del espíritu es preciso ser inmunes a las heridas.
(...)
En las conversaciones sobre la crueldad de estos días emerge con frecuencia esta pregunta: de dónde salen todas esas fuerzas demoníacas, como los desolladores y asesinos, esas fuerzas que, sin embargo, nadie había visto y ni siquiera sospechado. Pero estaban presentes en potencia, como lo demuestra la realidad. La novedad está en que ahora se han hecho visibles, en que han quedado sueltas, lo cual les permite causar daño a los seres humanos. Ha sido nuestra culpa común lo que ha llevado a dejar sueltas esas fuerzas: al despojarnos de los vínculos desencadenamos simultáneamente lo que había en los subterráneos. No nos es lícito, pues, quejarnos si el mal nos golpea a nosotros también en cuanto individuos.
(...)
La radio anuncia que Himmler ha sido detenido; iba disfrazado. Tal vez la primera vez que no iba disfrazado -el Reichsfürer de las SS vestido de vagabundo, de mendigo tuerto. Sic transit gloria. Al ser detenido mordió una ampolla de cianuro que llevaba en la boca. Desde el comienzo tuve claro que esos caramelos tenían que formar necesariamente parte del equipo, del nécessaire de los hombres de poder puros, no inquietados por ningún escrúpulo. Lo que en ese hombre me resultó siempre raro fue que apestase a burgués. Uno pensaría que alguien que organiza la muerte de muchos millares de personas tendría que diferenciarse visiblemente de todos los demás hombres y que a su alrededor habría un resplandor terrible, un brillo luciferino. En vez de tales cosas, esos rostros, que uno encuentra en toda gran ciudad cuando anda buscando una habitación amueblada y nos abre la puerta un funcionario que se ha jubilado anticipadamente. En eso se hace patente, por otro lado, hasta qué grado ha penetrado el mal en nuestras instituciones: el progreso de la abstracción. Detrás de la primera ventanilla, puede aparecer nuestro verdugo. Hoy nos manda una carta certificada y mañana, la sentencia de muerte. Hoy nos hace un agujero en el billete de tren, y mañana, un agujero en la nuca. Y ejecuta ambas cosas con la misma pedantería, con el mismo sentido del deber. Quien no v eso ya en los andenes de las estaciones y en el keep smiling de las vendedoras camina por nuestro mundo como un daltónico. Ese mundo no tiene sólo zonas y períodos terribles, sino que es terrible de arriba abajo. También habría que meditar sobre lo siguiente: las ideas ampulosas, la fealdad cotidiana de tales personajes son un indicio de su papel subordinado en el imperio del mal. El pensamiento de que millones de personas dejan este mundo porque un señor, un tal Himmler, acciona la palanca de la máquina de aniquilación, ese pensamiento forma parte de las ilusiones ópticas. Si ha estado cayendo nieve todo el invierno basta la pata de una liebre para que se precipite al valle un alud."

Ernst Jünger
Radiaciones



"Le impulsaba una mezcla de sed de aventuras y sed de conocer. No viajaba para establecerse en lo desconocido, sino como geógrafo [...] Pensaba que cada droga lleva en sí una fórmula que da acceso a ciertas estancias y a ciertos enigmas del mundo. Creía, además, que era posible descubrir una jerarquía entre las fórmulas."



Ernst Jünger
Aproximaciones



"Lo grisáceo, lo polvoriento, se adhiere únicamente a la superficie. Quien cava más hondo alcanza, en cualquier desierto, el estrato donde se halla el manantial. Y con las aguas sube a la superficie una fecundidad nueva."

Ernst Jünger
Tomado del libro de J. J. Benítez,
Sólo para tus ojos: Cuarenta y cuatro años de investigación ovni


“Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas.”

Ernst Jünger



“Más profundo que la palabra es el silencio.”

Ernst Jünger



“Nada es más peligroso que la riqueza sin poder.”

Ernst Jünger



"Necesito autoridad, aunque no crea en ella."

Ernst Jünger


"¿Por qué, pues, votar, es decir, elegir, en una situación en que ya no queda elección?" 


Ernst Jünger


"Puedo narrar, puedo también guardar en secreto lo que aprendí en esta región –silencio prudente o impuesto por un temor reverencial-. No sólo he comprendido lo que movió a hombres de los tiempos y lugares más remotos. Lo he visto en su espacio, y con sus ojos."



Ernst Jünger
Acercamientos
Citado por Antonio Escohotado en el libro Aprendiendo de las drogas, página 63




“También hay que prevenir contra los historiadores; se envilecen hasta el punto de convertirse en meros peones y cómplices del periodismo.”

Ernst Jünger



“Un error sólo se convierte en falta cuando se persevera en él.”

Ernst Jünger