"Amor terminaré por olvidarte.
Si me encandilas con tu mejor mentira,
 responderé con la promesa más hermosa.”

Edna St. Vincent Millay


El concierto

No, voy a ir yo sola.

Volveré cuando acabe.
Sí, por supuesto que te quiero.
No, no se alargará.
¿Por qué no puedes acompañarme?
Eres un amante excesivo.
Te pondrías en medio
de mí y de la música.

Si voy yo sola,
vestida discreta y finamente,
mi cuerpo fallecerá en la silla,
y sobre la cabeza una llama,
una mente que es el doble que la mía,
distinguirá con gélida alegría
el sabio avance y retirada
de ejércitos sin patria
al asalto de una innominada puerta,
arriando terribles jabalinas
desde los chillones muros de una ciudad que canta

¡y en la que ninguna mujer espera!
¡Ejércitos libres de amor y de odio,
procesiones en fila de implacable sonido
que escalan la colina hacia el sol y lanzan
doradas picas a la tierra!
¡Al frente de las filas un corredor plateado
con un estandarte en el que están anotados
la leche y el acero de una herida sin sangre
sanada del todo por la espada!

Nada tenemos que ver ambos con la música.
No podemos hacer de ella un marco de filigrana
en medio del cual tú y yo,
tiernamente alegres por haber acudido,
nos sentemos sonrientes, cogidos de la mano.

Vamos, vamos, confórmate con esto.
Volveré contigo, te juro que lo haré;
y todavía podrás reconocerme.
Seré un poco más alta solamente
que al marcharme.

Edna St. Vincent Millay



He olvidado qué labios me han besado

He olvidado qué labios me han besado,
dónde y por qué, en qué brazos he dormido
hasta el amanecer; pero en el ruido
de la lluvia esta noche han llamado,
mi corazón dulcemente ha sufrido
por los tiernos muchachos que yo olvido
y que ya no despiertan a mi lado. 

Edna Saint Vincent Millay




"La vida sigue..., pero, francamente, no recuerdo por qué."

Edna St. Vincent Millay
Tomado del libro de Earl A. Grollman, Vivir cuando un ser querido ha muerto, pág. 96


Lamento

Escuchen, niños:
vuestro padre ha muerto.
De sus sacos raídos
les haré chaqueticas;
les haré pantaloncitos
de sus viejos pantalones.
Habrá en sus bolsillos
cosas que solía poner allí,
llaves y centavos
cubiertos de tabaco;
Dan tendrá los centavos
para ahorrar en su alcancía;
Anne tendrá las llaves
para hacer un bello sonido.
La vida debe continuar,
y la muerte ser olvidada;
la vida debe continuar,
aunque los hombres buenos mueran;
Anne, come tu desayuno;
Dan, toma tu medicina;
la vida debe continuar;
aunque olvidé por qué.

Edna St. Vincent Millay


“Me he convertido en un socialista. Amo a la humanidad pero odio a la gente.”

Edna St. Vincent Millay


Primavera

¿Con qué propósito, Abril, vuelves otra vez?
La belleza no basta.
Ya no puedes calmarme con el enrojecimiento
de las pequeñas hojas que se abren pegajosas.
Sé lo que sé.
El sol calienta mi cuello mientras observo
las espigas del azafrán.
El olor de la tierra es bueno.
Es evidente que no hay muerte.
¿Pero qué significa eso?
No sólo bajo tierra los cerebros de los hombres
son comidos por los gusanos.
La vida en sí
es nada.
Una taza vacía, un tramo de escaleras sin alfombra.
No es suficiente que cada año, por esta colina,
Abril
llegue como un idiota, balbuceando y esparciendo flores.

Edna St. Vincent Millay


Qué labios mis labios han besado, y dónde y por qué

Qué labios mis labios han besado, y dónde y por qué,
lo he olvidado, y bajo qué brazos ha reposado
mi cabeza hasta la mañana; pero la lluvia
está llena de fantasmas esta noche, que golpean y suspiran
sobre el vidrio y escuchan la réplica,
y en mi corazón se agita un dolor silencioso
por los muchachos olvidados que no volverán
a mirarme a medianoche con un grito.
Así en invierno se levanta el árbol solitario,
sin saber qué pájaros se han ido uno a uno,
pero sabe que sus ramas están más calladas que antes:
no puedo decir qué amores han ido y venido,
sólo sé que el verano cantó en mí por un momento
y que no ha cantado nunca más.

Edna St. Vincent Millay



"Si hablamos sin tapujos, como ahora se me antoja,
¿qué puedo ser salvo ramera y monja?"

Edna St. Vincent Millay


Soneto XLI

Yo, puesto que nací mujer y me acongojan
todos los deseos y caprichos de mi género,
me siento alentada por tu cercanía a hallar
hermosa a tu persona y a sentir cierto placer
al soportar el peso de tu cuerpo sobre mí;
así de sutilmente está el vapor de la vida diseñado
para clarificar el pulso y enturbiarnos la mente
y dejarme otra vez más deshecha y poseída.
No pienses, aún así, por esta traicioncilla
de mi robusta sangre a mi cerebro atónito,
que te vaya recordar con amor o sazonar
mi desdén con piedad. Déjame que sea franca:
no creo que este frenesí sea razón suficiente
para que tengamos que hablar si vuelvo a verte.

Edna St. Vincent Millay


Yo, nacida mujer y angustiada

Yo, nacida mujer y angustiada
por todas las necesidades y nociones de mi género,
me urge por tu proximidad hallar
tu justa persona, y sentir cierto entusiasmo
por llevar el peso de tu cuerpo en mí pecho:
tan sutilmente está diseñado el humo de la vida,
para aclarar el pulso y nublar la mente,
y dejarme otra vez deshecha, poseída.

Sin embargo, no pienses en esto, la pobre traición
de mi sólida sangre contra mi mente asombrada,
te recordará con amor, o salpicaré
mi desprecio con piedad, –déjame aclararlo:
encuentro este frenesí razón insuficiente
para conversar cuando volvamos a vernos.

Edna St. Vincent Millay