"ANASUYA.- Querida Priyamvada, aunque Sakuntala, al casarse a la manera de los Gandharvas, logre su felicidad en unión de un esposo digno de ella, y aunque a tal idea mi corazón se regocije, no dejo de sentir cierta inquietud.

PRIYAMVADA. - Y ¿por qué?

ANASUYA. - Pues porque hoy el gran rey, despedido por los anacoretas, luego de consumado el sacrificio se ha tornado a su corte; y yo me digo si cuando se encuentre en su harén, lejos de aquí, ¿se acordará de lo pasado?...

PRIYAMVADA. - Desecha esa inquietud, amiga mía. Personajes tan ilustres como el rey Duchmanta no juegan así con el honor. Pero, y el padre, ¿qué dirá cuando se entere de lo sucedido?

ANASUYA. - Lo más probable es que dé a todo su consentimiento.

PRIYAMVADA. - ¿Cómo?

ANASUYA. - Siempre fue su deseo hallar para Sakuntala esposo noble y sabio; y si el destino mismo se adelanta a complacerle, ¿no es natural que se alegre de ello el venerable padre?

PRIYAMVADA. - (Después de mirar al cestillo de flores.) Amiga Anasuya, mira, a ver si ya tenemos bastantes flores para la ceremonia del sacrificio.

ANASUYA. - ¿No te parece que debemos ofrecer un homenaje a la deidad que vela por la dicha de nuestra querida Sakuntala?

PRIYAMADA. - Sí, es muy justo. (Sigue cogiendo flores. Por detrás de la escena se oye una)

VOZ. - ¡Ea, ya estoy aquí otra vez!

ANASUYA. - (Prestando atención.) Amiga Priyamvada, parece la voz de un forastero.

PRIYAMVADA. - ¿No está Sakuntala en su cabaña? (Aparte.) ¡Aunque su corazón se halle en otro sitio!

ANASUYA.- Es verdad. Mira; ya hay bastantes flores. (Salen)

VOZ.- ¡Ay de ti, que no acudes a recibir al huésped¡ “Aquel en quien sin cesar piensas y que teniendo tu espíritu alejado de todos, te impide reparar en mí, austero penitente, no te recordará aunque lo repitan tu nombre, del mismo modo que el borracho olvida las palabras que pronunció sereno."

PRIYAMVADA.- ¡Ay qué desgracia, qué desgracia! Sin duda Sakuntala, abstraída en sus sueños de amor, se ha hecho culpable de una desatención para con algún personaje, digno de respeto. (Mirando hacia donde sonó la voz) ¡Oigo! Y no se trata de un cualquiera, sino de Durvasa, el gran ermitaño, tan propenso al enojo. Después de lanzar esa imprecación, le vi alejarse a paso rápido desalado y temblón, sin que fuera posible detenerle. ¿Quién sino el fuego podría inflamarse así?

ANASUYA.- Ve, amiga mía, y echándote a sus pies, desarruga su ceño y tráetelo contigo para que yo pueda ofrecerle el agua y el ARGHYA, a fin de que perdone a nuestra amiga.

PRIYAMVADA.- Voy corriendo. (Sale.)

ANASUYA.- (Fingiendo tropezar al andar.) ¡Ay¡ Al correr, aturdida por la precipitación, he dejado caer el cestillo de flores! (Recoge las flores.)

PRIYAMVADA.- ¿Quién podría dulcificar carácter tan violento? Algo se ha calmado no obstante.

ANASUYA.- (Sonriendo.) Para lo que él es, ya es suficiente. Pero cuenta.

PRIYAMVADA.- Como no quería volver atrás la vista, le dirigí este ruego: Venerable, en atención a ser la primera vez que esto sucede y a que la joven ignora el poder de las austeridades, vuestra santidad debería perdonar su irreverencia."

Kalidasa
Sakuntala


"El ayer es un sueño, y el mañana una ilusión. Si vives bien el hoy harás del ayer un recuerdo feliz y del mañana una visión de esperanza."

Kālidāsa o Kalidás


Infinito

Mira a este día:
En efecto, es la vida, la vida misma de la vida.
En su breve curso
Están todas las verdades y realidades de tu existencia.
La dicha de crecimiento,
La gloria de la acción,
El esplendor de los logros
Pero son experiencias del tiempo.

Para ayer no es más que un sueño
Y mañana es sólo una visión;
Hoy en día hace bien vivida
Ayer un sueño de felicidad
Y cada mañana una visión de esperanza.
Usted ve, por lo tanto, a día de hoy;
Este es el saludo al amanecer siempre nueva.

Kalidás



La nube mensajera

Nube abrigada de viento,
tú que eres libre, lleva noticia de mí a mi esposa,
de quien los irritados dioses me han arrancado.
Ve a la ciudad de Alaka, do viven los yakshas;
una ciudad de palacios blancos so refulgente luna.

Que las mujeres que encuentres, nube, y alcen cabezas de ondulantes y bellas trenzas, te vean corriendo el camino del viento.

De golpe soplará suave una brisa que susurrar hará a las ramas arbóreas. Mira: los pájaros te rinden vasallaje, nube magnífica; te consideran reina de los aires.

Cuando llegues a Avanti, pósate en esa ciudad
parte del cielo sobre la tierra; soplan allí aires perfumados
llenos de canto de pájaros que alegran los sentidos
y languidecen a las mujeres cual si anduviesen enamoradas.
En esta ciudad verás bazares espléndidos atestados de joyas:
diamantes enormes rodeados de perlas,
esmeraldas del resol del mar y miles de pedacitos de coral
que han dejado exangüe el mar de preciosa pedrería.
Llegarás a la ciudad de Alaka, a cuyos pies el Ganges
se extiende como tapiz de lapislázuli.
Se halla cubierta de nubes oscuras de las que cae lluvia
como perlas desprendidas de la cabellera de una mujer.
En el palacio de Alaka, las mujeres llevan lotos en las manos
y flores en sus cabellos recién cortadas.
Allí no existen tinieblas porque la luna brilla eterna para siempre.

Los dioses, abrazando los cuerpos de sus mujeres,
se pasean por brillantes terrazas alumbradas de estrellas
y los yakshas se pasean con las hijas de los dioses por jardines enaromados.

Allí, nube, verás mi casa: bajo árboles cargados de flores
a la vera de un estanque al que baja una escalinata de piedras preciosas; está cubierto de lotos de oro y rodeado de flamencos que te esperan como amiga.

Allí verás a mi esposa joven y bella, de mirada triste y pechos prominentes. La dio al mundo Brahma como modelo de las otras.

La verás como flor abandonada, sola y triste porque su esposo no está con ella. Sus ojos rebosan lágrimas, y su rostro, escondido entre cabellos despeinados, será como la luna cuando la oscureces con tu masa negruzca.

Entonces, nube, transmítele mi mensaje,
la hallarás en su lecho tendida, llorando, enflaquecida como luna menguante,
suspirando y buscando sueño, imaginando que recibe mis besos.

Al verla derramarás gotas de lágrimas y verás entonces cómo tu presencia abre sus ojos a flores de loto semejantes.

Si duerme, nube, acércate a ella y respeta su sueño, no interrumpas su ilusión, en la que tal vez cree apoyar su cabeza entre mis brazos.

Pero, en cuanto despierte con la brisa dulce de las gotas de agua, déjala oír los susurros que tus palabras serán, y dile:

"Tu esposo no ha muerto: vive en una ermita y piensa en ti todo el tiempo".

Kālidāsa



"Los grandes espíritus son como las nubes; recogen para derramarse."

Kalidasa




"Puede que la tristeza que sienten los hombres al ver figuras bellas y escuchar dulces melodías nazca de un débil recuerdo de alegrías pasadas, y de los vestigios de un vínculo con un estado de existencia anterior."

Kālidāsa
Tomada del libro Musketaquid de Henry David Thoreau



Salutación al alba
 
“¡Cuida este día!
Porque es la vida, la vida misma de la vida.
En su breve curso
yacen todas las verdades y realidades de tu existencia:
         La dicha del crecimiento,
         la gloria de la acción,
         el esplendor de la belleza.
Porque ayer no es más que un sueño
y mañana sólo una visión,
pero el hoy bien vivido hace de cada ayer un sueño
         de felicidad
y de cada mañana una visión de esperanza.
¡Cuida bien, pues, de este día!
Tal es la salutación al alba."

Kalidasa