“¡A cuántas charlatanerías se somete uno cuando está en una situación apurada cuando todos los medios conocidos han fracasado y está en peligro la vida de un ser querido!”

Sheridan Le Fanu



“Allí estaba yo, dispuesto a arrostrar todos los peligros, a desafiar todas las leyes divinas y humanas, a asesinar si fuera necesario y a meterme en complicaciones inextricables y horribles ( ¿Qué me importaba a mí? ), por una mujer de la que no sabía más que era tan hermosa como imprudente.”

Sheridan Le Fanu



“Aquella conversación me estaba interesando cada vez más. Yo era igual de depravado que los demás jóvenes de mi edad, y el carácter abyecto de mi propósito me importaba un ardite ahora que se habían despertado el amor propio y todas las pasiones que se mezclan en este tipo de romances.”

Sheridan Le Fanu



“Aquella tarde afirmó que la intensa luminosidad de la luna estaba en relación directa con una especial actividad espiritual. Los efectos de una luna llena como aquélla podían ser múltiples. Influía en los sueños, en la locura, en la gente nerviosa y hasta en los hechos materiales.” 

Sheridan Le Fanu




“Como le iba diciendo, soy dentista, y su amiga tiene los dientes más afilados que he visto en mi vida; largos, afilados, puntiagudos como una lanza, como un alfiler. Sí, los he visto perfectamente: son unos dientes peligrosos. Yo entiendo de estas cosas, y aquí estoy con mi lima, mi punzón y mis pinzas. Se los dejaré redondeados y bonitos.”

Sheridan Le Fanu




“Cuando me cuentes la historia de tu vida, estoy segura de que será como si me leyeras una novela de amor.”

Sheridan Le Fanu



“Cuando se abre la vista interior del hombre, es decir, la de su espíritu, aparecen las cosas pertenecientes a la otra vida, imposibles de hacer visibles a la vista corporal...”

Sheridan Le Fanu



“El monstruo que ha traicionado nuestra ciega hospitalidad ha sido el culpable de todo. Creí recibir en mi casa a la inocencia, a la alegría, a una compañía querida para mi Berta. ¡Dios mío! ¡Qué loco he sido! Consagraré los días que me quedan de vida a la caza y destrucción del monstruo.”

Sheridan Le Fanu




“El mundo, prosiguió tras una breve pausa, no tiene fe en la conversión de cualquier hombre, nunca se olvidará de lo que era, nunca le creerá que pueda cambiar, son prejuicios implacables y estúpidos.”

Sheridan Le Fanu




“El vampiro está propenso a ser víctima de vehementes pasiones, parecidas a las del amor, ante determinadas personas. Para obtener su sangre, pone en juego una paciencia infinita y recurre a toda clase de estratagemas a fin de superar los obstáculos que le separan del objeto deseado. No desiste de su empresa hasta que su pasión ha sido colmada y ha podido sorber la vida de la codiciada víctima.”

Sheridan Le Fanu


"En aquel momento oyó cerca una especie de resoplido seco que le hizo volverse bruscamente y percatarse de que su trabajo estaba siendo observado por un desconocido. A un metro y medio por detrás de él se hallaba un anciano envuelto en una capa y tocado con un sombrero cónico de ala ancha; en la mano, que llevaba protegida por una especie de guantelete, portaba un largo bastón de ébano rematado por lo que parecía, a la luz del último resplandor del crepúsculo, una cabeza maciza de oro, y, en el pecho, entre los pliegues de la capa, se distinguían los eslabones de una cadena del mismo metal.
La estancia estaba tan oscura que no se veía nada más allá de aquel personaje, cuyo sombrero impedía que se le vieran los rasgos de la cara. No habría resultado fácil adivinar la edad del intruso; pero cierta cantidad de pelo negro que le asomaba por debajo del sombrero, junto con su porte firme y tieso, permitían suponer que sus años no sobrepasaban la sesentena. Aquella persona desprendía tanta gravedad e importancia, y había un algo tan extraño y hasta se podría decir tan aterrador en su perfecta, pétrea, tranquilidad que el irritado artista consiguió reprimir el amago de comentario hostil que había empezado a aflorarle a los labios. Así, tan pronto se hubo repuesto de su sorpresa, lo invitó
educadamente a tomar asiento y le preguntó si traía algún recado para su maestro."

Joseph Sheridan Le Fanu
Schalken el pintor



“Es deleite del infierno hacer mal al hombre y apresurar su ruina eterna.”

Sheridan Le Fanu


"Esta tarde dirigió su paseo hacia los montes de Golden Friars. Mucho después, el paisaje, abajo, se hallaba en el eclipse del crepúsculo, mientras las amplias y desnudas faldas y los ángulos de aquellas gigantescas elevaciones permanecían todavía iluminadas por el velado sol poniente.
No hay mayor sensación de soledad que la que experimentamos bajo las mudas e inmensas cumbres de las grandes montañas. Elevados por encima del nivel del ruido y las moradas de los hombres, entre las extensiones agrestes y los rasgos colosales de la naturaleza, nos estremecemos en nuestra soledad con extraño temor y júbilo: estamos por encima de las molestias o compañías de la vida y de los temblores de un presentimiento irrazonado y difuso. El diáfano disco de la luna se había elevado por el este y ya bañaba levemente el sombrío paisaje de abajo, mientras Sir Bale permanecía aún en la madura luz de poniente, que aún rozaba las cimas de los picos opuestos de los montes Morvyn.
Sir Bale Mardykes no apresuró su descenso de las alturas, como hubiese hecho por prudencia un forastero, y se demoró mientras hubo un destello de luz. Porque desde su infancia estaba familiarizado con aquellas solitarias regiones; y, además, el delgado círculo de la luna, suspendido en el cielo oriental, alumbraría cuando se hundiese el sol, y colgaría como una lámpara sobre sus pasos.
Había en el rostro bronceado y decidido del baronet, iluminado ahora por los últimos rayos del sol poniente, un parecido con el de Carlos II —no nuestro «divertido» ideal, sino el rostro más enérgico y saturnino que nos han conservado los retratos.
Permaneció con los brazos cruzados, en la ladera, admirando a pesar de sus prejuicios los efectos extraordinarios de la perspectiva tan extrañamente iluminada: los matices del sol poniente sobre los picos opuestos, perdidos en el brumoso crepúsculo, se fundían ahora en la parte baja, en una sombra más densa, a través de la cual se veía oscuramente el perfil de los aleros de piedra y la torre de Golden Friars, y la luz de las velas o los fuegos en las ventanas.
Mientras miraba, se puso el sol, y un súbito crepúsculo cayó sobre él, recordándole la hermosa descripción homérica de un paisaje en que cada roca y farallón se recortaba bajo la luz de la luna."

Joseph Sheridan Le Fanu
La profecía de Cloostedd


“Estamos en las manos de Dios -afirmó mi padre-. Nada puede ocurrir sin su consentimiento, y todo terminará bien para aquellos que le aman. Es nuestro Creador. El nos ha hecho y cuidará de nosotros.”

Sheridan Le Fanu



“Imaginen ustedes que un individuo, suficientemente perverso, se mata. En determinadas circunstancias, los suicidas pueden transformarse en vampiros. Este vampiro empieza a visitar a los seres vivos mientras duermen. Estos últimos se mueren y, una vez sepultados, se transforman casi invariablemente en vampiros.”

Sheridan Le Fanu




“Lo más inexplicable era y sigue siendo cómo pueden salir de su tumba y regresar a ella. La doble vida de los vampiros se mantiene gracias al sueño cotidiano en la tumba. Su monstruosa avidez de sangre de seres vivos les proporciona la energía necesaria para subsistir durante las horas de vigilia.”

Sheridan Le Fanu



“Llega con la vejez un momento en el que el corazón ya no es maleable, y sólo conserva la forma en que se enfrió.”

Sheridan Le Fanu



“Llegan incluso a contraer matrimonio con ella, prorrogando su placer criminal con el refinamiento de un epicúreo. Pero con más frecuencia se encamina directamente a su objetivo, vence por la fuerza y devora a su víctima en un festín.”

Sheridan Le Fanu




“Me juzgarás cruel y egoísta, muy egoísta, pero recuerda que el amor es siempre así. Cuanto más inmensa es la pasión, más egoísta resulta.”

Sheridan Le Fanu


“Me senté, mirando aquel paisaje rico en bosques, refulgente con la luz majestuosa y melancólica que a cada momento disminuía más. Los rincones de la habitación se encontraban ya en sombras. Todo oscurecía y la lobreguez insensiblemente afinaba mi mente, de por sí preparada para lo siniestro. Esperaba a solas su llegada, que no tardó en ocurrir.”

Sheridan Le Fanu


"No sé cuál de las dos debería asustarse —dijo Carmilla, sonriendo de nuevo—. Si no fueras tan bonita, pienso que me habrías asustado mucho. Mas, siendo como eres tan hermosa, y ambas tan jóvenes, únicamente tengo la impresión de que te he conocido hace doce años, y que ya tengo derecho a tu intimidad. En todo caso, parece como si, desde nuestra más tierna infancia, estuviéramos destinadas a ser amigas. Me pregunto si te sientes tan extrañamente atraída hacia mí como yo hacia ti. Nunca tuve una amiga. ¿Encontraré una ahora?
(...)
Y por fin las tinieblas fueron tan espesas que sólo se veían visibles los ojos del animal. Percibí que saltaba ágilmente sobre mi lecho. Dos grandes ojos se aproximaron a mi cara y de repente sentí un dolor punzante, como si dos grandes agujas se clavaran hondamente en mi pecho."

Joseph Sheridan Le Fanu
Carmilla


“Si los espíritus malignos percibieran que están asociados con el hombre y, pese a ello, separados de él; si pudieran infiltrarse en las partes de su cuerpo, por mil medios intentarían destruirlo, pues odian al hombre con odio mortal...”

Sheridan Le Fanu




“Su compañía me hacía feliz por muchas razones. A la luz de día no había perdido su encanto. Era, sin duda, la más hermosa criatura que jamás había visto, y el desagradable recuerdo que conservaba de su aparición en el curso de mi sueño infantil se había trocado en una placentera sensación.”

Sheridan Le Fanu


"Toda aquella atención a mi aspecto personal para dar un simple garbeo por el patio, o por la entrada de la Belle Étoile, era fruto de mi devoción a los maravillosos ojos que había contemplado unas horas antes por primera vez, y que nunca jamás podría olvidar… Dicho llanamente, todo aquello estaba hecho con la vaga, vaguísima esperanza de que aquellos ojos pudieran posarse en el irreprochable atavío de un esclavo melancólico y conservaran la imagen quizá con una secreta aprobación.
Mientras ultimaba los preparativos, la luz vino a faltarme; desapareció el último rayo horizontal de sol, quedando sólo un resplandor crepuscular. Suspiré al unísono con aquella hora melancólica y abrí la ventana de par en par; quería echar un vistazo antes de bajar. Noté que la ventana debajo de la mía estaba también abierta, pues oí dos voces conversando, aunque no pude distinguir qué estaban diciendo.
La voz masculina era muy curiosa; era, como ya les he contado, atiplada y nasal. Por supuesto, la reconocí al instante. Y la voz que le contestaba hablaba con un tono dulce que también reconocí al punto. El diálogo duró sólo un minuto; la desagradable voz masculina reía, creí, con una especie de sátira demoníaca, y luego se alejó de la ventana, de manera que yo casi dejé de oírla.
La otra voz seguía cerca de la ventana, pero no tanto como al principio.
No era un altercado; evidentemente no había nada excitante en aquel coloquio. ¡Qué no habría dado yo para que hubiera sido una trifulca —y cuanto más violenta mejor—, y haber podido intervenir como enmendador de entuertos y defensor de la belleza ultrajada! Pero, ¡ay!, si un juez hubiera tenido que pronunciarse por el carácter de los tonos que oía, aquellos dos podrían haber sido la pareja más tranquila del mundo. Unos instantes después, la dama empezó a cantar una extraña chanson. Huelga recordarles que la voz cantada suena más que la hablada. Así, pude distinguir perfectamente la letra. El timbre de su voz tenía acaso exquisita dulzura característica, creo saber, de una mezzosoprano; había una nota de patetismo y un poco también de burla, creí detectar, en la entonación. Me he atrevido a hacer una traducción torpe, pero fidedigna, de la letra:
Muerte y Amor se desposaron y ahora acechan en paciente emboscada; al despuntar el alba o caer la tarde, moza y mozo se escogen y reúnen.
Ardiente suspiro o gélido aliento enloquece o entumece a él y a ella; Muerte y Amor a su presa atrapan acechando en paciente emboscada."

Joseph Sheridan Le Fanu
La habitación del dragón volador


“Un amor cruel, un amor caprichoso había invadido mi vida. El amor exige sacrificios. Y en los sacrificios corre la sangre.”

Sheridan Le Fanu