“A fuerza de horadar con nuestros dientes la corteza de las cosas, acabaremos por encontrar la razón oculta de las afinidades y desacuerdos.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 135



“A menudo me digo que nada en el mundo, salvo un orden eterno o una extraña veleidad de la materia por superarse, me explica el porqué de mi esfuerzo por pensar cada día con un poco más de claridad que el anterior.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 133


"¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti."

Marguerite Yourcenar
Fuegos


"Al igual que un nadador agotado de cansancio, se vio hundir a dos brazadas de la orilla, en el momento en que quizá yo hubiese empezado a amarla. Aunque la hubiera poseído entonces habría llorado horrorizada por no haberme sabido esperar. Padeció todos los tormentos propios de las mujeres adúlteras castigadas con dulzura y su desesperación aún se acrecentaba en los escasos momentos lúcidos en que Sophie recordaba que, después de todo, no tenía por qué guardarme su cuerpo. Y, no obstante, la cólera, la repugnancia, la ternura, la ironía, un vago anhelo por mi parte y por la suya un odio naciente, todos aquellos sentimientos contrarios, nos unían uno al otro como a dos amantes o a dos bailarines. Ese lazo tan deseado existía verdaderamente entre ambos y el mayor suplicio de mi Sophie consistió seguramente en sentirlo a un mismo tiempo tan sofocante y tan impalpable.
Una noche (ya que, finalmente, casi todos los recuerdos que conservo de Sophie son nocturnos, salvo el último, que tiene el color macilento del alba), una noche, pues, de bombardeo aéreo, advertí que se recortaba un cuadrado de luz en el balcón de Sophie. Los ataques aéreos, hasta el momento, habían sido muy escasos en nuestra guerra de pájaros de ciénaga; por primera vez en Kratovicé, la muerte nos caía del cielo. Parecía inadmisible que Sophie quisiera atraer el peligro, no sólo sobre ella misma, sino sobre los suyos y sobre todos nosotros. Su cuarto estaba en el segundo piso del ala derecha; la puerta estaba cerrada pero no con cerrojo. Sophie permanecía sentada ante su mesa dentro del círculo de luz proyectado por una lámpara grande de petróleo colgada del techo. El ventanal abierto enmarcaba el claro paisaje de la noche helada. Los esfuerzos que tuve que hacer para cerrar los postigos hinchados por las recientes lluvias otoñales me recordaron las ventanas atrancadas a toda prisa, en las noches de tormenta, en los hoteles de ciertas estaciones de montaña, cuando era niño."

Marguerite Yourcenar
El tiro de gracia


“Amar a alguien no es sólo interesarse porque viva, sino también sorprenderse porque deje de vivir, como si no fuera natural morir.”

Marguerite Yourcenar



"Ardiendo con más fuegos... Animal cansado, un látigo de llamas me azota con fuerza las espaldas. He hallado el verdadero sentido de las metáforas de los poetas. Me despierto cada noche envuelta en el incendio de mi propia sangre."

Marguerite Yourcenar
Fuegos



“El alcohol desembriaga. Después de beber unos sorbitos de coñac, ya no pienso en ti.”

Marguerite Yourcenar



“El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos.”

Marguerite Yourcenar


“El amor y la locura son los motores que hacen andar la vida.”

Marguerite Yourcenar


“El cielo se vuelve gris tan pronto el amor deja de iluminarlo.”

Marguerite Yourcenar



“El descuido es un sucedáneo de la mentira.”

Marguerite Yourcenar


“El mundo no nos pide más que un poco de discreción y un poco de prudencia.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 334


"Ella no respondió. Apresuradamente, corrió los cerrojos. Sus manos agitadas buscaron a tientas sin llegar a levantar el picaporte. Cuando abrió, ya no había nadie al otro lado de la puerta.
El largo pasillo abovedado estaba tan oscuro como el interior de su aposento. La oyó huir mientras en la lejanía se perdía el ruido amortiguado, ligero y precipitado de unos pies descalzos.
Esperó durante un largo rato. Ya no se oía nada más. Dejando la puerta abierta de par en par, volvió a acostarse entre las sábanas. A fuerza de espiar los menores estremecimientos del silencio, acabó por imaginar diversos sonidos: ora el roce de una tela, ora una débil y tímida llamada. Pasaron las horas. Odiándose por su cobardía, sólo se consolaba pensando cuánto debía ella sufrir.
Cuando salió el sol, se levantó y fue a cerrar la puerta. Solo en la habitación vacía, pensaba: «Ella estaría ahora aquí».
Rechazó las mantas con los pies hasta que formaron grandes masas de sombra. Enfurecido, empezó a darle puñetazos al colchón. Y se revolcó en la cama gritando.
Ana pasó todo el día siguiente en su aposento. Las contraventanas estaban cerradas. Ni siquiera se había vestido: la larga bata negra con la cual la arropaban cada mañana las doncellas que iban a peinarla, flotaba alrededor de ella en pliegues sueltos. Había dado instrucciones para que no entrara nadie. Sentada, con la cabeza apoyada en las asperezas del respaldo, sufría sin llorar, sin pensar, humillada por lo que había intentado hacer y, a la vez, por haberlo intentado en vano, demasiado exhausta incluso para sentir su dolor.
Sin embargo, al anochecer, sus sirvientas le trajeron noticias.
Don Miguel, a mediodía, había ido a ver a su padre. Pero el gentilhombre estaba en medio de una de sus crisis de terror místico durante las cuales se creía condenado. No obstante, ante la insistencia de Miguel, los criados le dejaron entrar en el oratorio donde estaba don Álvaro, quien cerró con impaciencia su libro de horas.
Don Miguel le anunció que pronto embarcaría en una de esas galeras destinadas a cazar a los piratas que navegaban entre Malta y Tánger. Cualquiera era aceptado en aquellas embarcaciones casi siempre mal equipadas y vetustas, cuya tripulación se componía de aventureros, a veces incluso de piratas arrepentidos o de turcos conversos, a las órdenes de algún capitán de fortuna. Según las domésticas, informadas no se sabe cómo, era casi seguro que don Miguel se había enrolado formalmente aquella misma mañana."

Marguerite Yourcenar
Ana, soror...


“El silencio es pesado de llevar.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum


"El sufrimiento es uno. Se habla de sufrimiento como se habla del placer, pero se habla de ellos cuando ya nos dominan. Cada vez que entran en nosotros, nos sorprenden como una sensación nueva y tenemos que reconocer que los habíamos olvidado. Son diferentes porque nosotros también lo somos: les entregamos cada vez un alma y un cuerpo modificados por la vida. Y sin embargo, el sufrimiento no es más que uno. No conoceremos de él, como no conoceremos del placer, más que algunas formas, siempre las mismas, de las que estamos presos. Habría que explicar esto: nuestra alma, supongo, no tiene más que un teclado restringido y aunque la vida se empeñe en hacerlo sonar, sólo podrá obtener dos o tres pobres notas."

Marguerite Yourcenar
Alexis o el tratado del combate estéril



“El término cristiano evoca con excesiva frecuencia una religiosidad de simple rutina, estrechamente unida a las conveniencias y decencias sociales, pero de la que se hallan ausentes las grandes virtudes propiamente cristianas como la caridad, la humildad, la pobreza y el amor a Dios.”

Marguerite Yourcenar



 "El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros."

Marguerite Yourcenar




“En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro. Uno sólo muere cuando está solo.”

Marguerite Yourcenar


"En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan."

Marguerite Yourcenar


"En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales que separan, de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres; o por el contrario, de dar demasiada importancia a las simples divisiones administrativas, a los puestos de aduana, o a las garitas de los guardias. Me hicieron falta esos años para aprender a calcular exactamente las distancias entre el emperador y yo."

Marguerite Yourcenar
Cuadernos de notas a las Memorias de Adriano



“Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble.”

Marguerite Yourcenar



"Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad."

Marguerite Yourcenar


“Hay pocos bípedos, después de Adán, que hayan merecido el apelativo de hombres.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum



“Hay que amar mucho a una persona para arriesgarse a padecer. Tengo que amarte mucho para ser capaz de padecerte.”

Marguerite Yourcenar


"Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón."

Marguerite Yourcenar



"Hay que indignarse, ciertamente, al ver como interviene la ley en la intimidad de la vida humana, y como deja en la llaga un hervidero de malentendidos... No obstante, desde los momentos más lúcidos del De Profundis, Wilde había intuido que fueron menos sus costumbres que su temperamento lo que hizo inevitable el escándalo: inquietante tendencia a sobresalir, afán de gustar a disgustar a toda costa, avidez de poeta por penetrar en un medio aristocrático y mundano que sobreexcitaba su imaginación (y si Lord Southampton fue, como parece plausible, el destinatario de los Sonetos, la maravilla, para un poeta sin ancestros, de amar a un ser joven, embellecido además por un blasón y un nombre de leyenda, debió tener también más o menos su importancia para Shakespeare), y finalmente, esa insolencia unas veces disimulada otras chirriante, esa incapacidad para soponar nada, que le hizo responder imprudentemente a una tarjeta insultante que otro, en su lugar, hubiese despreciado. La voz pública nos hace aquí el efecto de un coro en el que se desgañitan muchos necios e hipócritas, pero la tragicomedia se compone, en realidad, de sólo dos actores. Wilde, preocupado por comunicar a su loco amigo la extensión del desastre del que lo juzga, en parte, responsable‑, comienza asegurando, desolado, el perdón.
Este liberado sigue siendo un cautivo... El titulo de la obra, elegido por el albacea testamentario que la publicó, nos engañó durante mucho tiempo sobre la misma. Fragmentos elegidos entre aquello cuyo contenido poético o vaga religiosidad podía enternecer, estrictamente despojados de cualquier alusión personal, adquirían en su aislamiento una calidad desencarnada. El condenado parecía un converso: en lugar de una acusación, una homilía; en lugar de una epístola, un sermón. Una vez restablecido lo escrito, tenemos por fin la clave del texto: no encontramos, de página en página, más que las alternancias de exasperación y de agobio de un hombre desesperado por una carta que no llega. Ese salmo de la no penitencia no es más que una interminable llamada. De profundis clamavi ad te, Domine... Ahora sabemos que el Señor no era Dios.
¡Extraña ausencia de presciencia! En Intenciones, Wilde afirmaba que las obras perfectas son las que menos conciernen a su autor: su gloria, la suya, es autobiográfica. Se deseó pagano, en el sentido en que ese término pasa por significar una vida coronada de rosas; a su De Profudis lo atraviesa un toque fúnebre cristiano. Había maldecido el viejo culto al Dolor, que se vengó de él. Estigmatizaba a los discípulos ladrones de cadáveres, a los Iscariotes ascendidos a cronistas; este despojo y esta disección comenzaron para él estando aún en vida, y el amigo a quien tan apasionadamente invocaba, no supo callarse o quizá no mentir, después de su muerte. Se quiera o no, la anécdota final relega sus obras a la sombra, o proyecta sobre ellas unas extrañas luces que él no preveía. Pero ya Wilde, conscientemente o no, había derogado sus propios principios: tres al menos de las cuatro comedias que le dieron éxito y fortuna, Lady Windermere's Fan, An Ideal Husband y A Woman of No Importance giran en torno al tema que, probablemente, le obsesionó durante toda su vida: el miedo al escándalo. El apuesto Dorian Gray acaba siendo sospechoso y desprestigiado y la horrible putrefacción de su imagen en el retrato mágico responde a la reprobación social y mundana que crece en torno suyo. Desde el principio de su carrera, puede que el entusiasmo ‑tan frecuentemente expresado por Wilde‑ por el artista que lleva una máscara se asociara en él al sentimiento de necesidad de la máscara en un caso como el suyo y siendo la época lo que era. Pero las máscaras acaban por romperle."

Marguerite Yourcenar
Peregrina y extranjer


"He aceptado la pureza como la peor de las perversiones."

Marguerite Yourcenar



“Hermano, en todas las cosas terrestres hay un limo o resabio que acaba por asquearnos y los escasos objetos que, por casualidad, poseen la perfección son mortalmente tristes.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 133



“Jamás me agarré a una idea por temor al desamparo en que caería sin ella. Nunca aliñe un hecho verdadero con la salsa de la mentira, para hacerme su digestión más fácil. Nunca deformé el parecer del adversario para llevar la razón más fácilmente.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 134



"La larga fila "beige" y gris de los turistas se extendía por la calle ancha de Ragusa; los gorros adornados con trencilla y las opulentas chaquetas bordadas, que se mecían al viento a la puerta de las tiendas, encendían los ojos de los viajeros a la búsqueda de regalos baratos, o de disfraces para los bailes de a bordo. Hacía un calor como sólo puede hacerlo en el infierno. Las montañas de la pelada Herzegovina proyectaban en Ragusa sus fuegos de espejos ardientes. Philip Mide entró en una cervecería alemana en donde zumbaban unas cuantas moscas enormes en medio de una asfixiante penumbra. La terraza del restaurante daba paradójicamente al Adriático, que reaparecía allí, en plena ciudad, en el lugar donde menos se le esperaba, sin que aquella súbita escapada azul sirviera de otra cosa que no fuera añadir un color más a lo abigarrado del mercado. Un hedor pestilente ascendía de un montón de desperdicios de pescado blanco que estaban limpiando unas gaviotas, de blancura casi insoportable. No llegaba brisa alguna del mar. El compañero de camarote de Philip, el ingeniero Jules Boutrin, bebía ante una mesa redonda de zinc, a la sombra de una sombrilla color de fuego, que recordaba desde lejos una gruesa naranja flotando en el mar. -Cuénteme otra historia, viejo amigo -dijo Philip dejándose caer pesadamente en una silla-. Necesito un whisky y una historia cuando estoy delante del mar... que sea la historia más hermosa y menos verdaderamente posible, y que me haga olvidar las mentiras patrióticas y contradictorias de algunos periódicos que acabo de comprar en el muelle. Los italianos insultan a los eslavos, los eslavos a los griegos, los alemanes a los eslavos, los franceses a Alemania, y a Inglaterra, casi tanto como a ésta última. Todos tienen razón, supongo. Hablemos de otra cosa... ¿Qué hizo usted ayer en Scutari, luego de saciar su curiosidad por ver con sus propios ojos no sé qué clase de turbinas? -Nada -dijo el ingeniero-. Aparte de echar una ojeada a las azarosas obras de un pantano, dediqué la mayor parte del tiempo a buscar una torre. Tantas veces oí a las viejas de Servia contarme la historia de la Torre de Scurati que necesitaba localizar sus ladrillos desmoronados e inspeccionar si en ellos se encontraba, como dicen, un reguero blanco... Pero el tiempo, las guerras y los aldeanos de la vecindad, preocupados por consolidad los muros de las granjas, la han derribado piedra a piedra, y su recuerdo no se mantiene en pie, sino en los cuentos... A propósito, Philip, ¿tiene usted la suerte de poseer lo que se llama una buena madre?"

Marguerite Yourcenar
Cuentos orientales



"La muerte es como una consagración de la que solo los más puros son dignos: muchos se descomponen, pero son pocos los que mueren."

Marguerite Yourcenar
Tomado del libro del Dr. José Miguel Gaona
El límite, página 672
Editorial La esfera de los libros 2015



“La novela devora hoy todas las formas: estamos casi obligados a pasar por ella.”

Marguerite Yourcenar



“La vida de cada uno es divina, pero poca gente lo sabe.”

Marguerite Yourcenar



" … los cálculos de la precesión de los equinoccios establecida por Hiparco de Alejandría obsesionaban mis veladas, volvía a encontrar en ellos, en forma de demostraciones, y no ya como fábulas o símbolos, el mismo misterio eleusino del pasaje y del retorno. La espiga de la Virgen no está ya en el punto del mapa señalado por Hiparco."

Marguerite Yourcenar
Memorias de Adriano




"Mi muerte, la mía, será de piedra. Conozco las pasarelas, los puentes giratorios, todas las zapas de la Fatalidad. No puedo perderme. La muerte, para acabar conmigo, tendrá que contar con mi complicidad."

Marguerite Yourcenar
Fuegos


"Mientras tañían las campanas de la tarde, Rosalía, al regresar de la iglesia, recibió de manos de la casera una carta sellada de Palermo. Esperó, para abrirla, a estar encerrada en su cuarto: Paolo Farina le avisaba de que la venta por embargo había tenido lugar tal día, al cuidado del abogado Tal; aquel papel blanco y negro le hizo el efecto de ser su propio recordatorio. Se sentó en la cama, en aquella habitación atestada de ruinas, mirando con sus ojos, de los que ya se alejaban las cosas, al suelo donde los muebles, como restos de un naufragio, parecían flotar: el sillón, cuya razón de ser había desaparecido, puesto que don Ruggero no volvería a sentarse en él; la cama donde Angiola ya no volvería a acostarse. Rosalía se había resignado a todas estas pérdidas a fuerza de desesperar, pero creía poder recordar Gemara como algo seguro. Casi se había hecho a la idea de no volver por allí con tal de que, en febrero, cuando llovía en Roma, ella pudiese imaginar la presencia del sol en aquellas terrazas de piedra. Por fin comprendía vagamente a la manera de los que piensan con el corazón, que aquella propiedad ya no estaba situada a unos centenares de leguas, sino a varios años de distancia: la casa era su pasado. La demolición de Gemara sólo tendría lugar en su corazón, pues las piedras no sienten el pico y el padre era demasiado viejo para sufrir; Angiola ya no pensaba para nada en ello. Un molinero enriquecido tenía derecho a derribar Gemara puesto que los de la familia, si es que volvían allí, no serían reconocidos ni siquiera por el espejo. Ella misma, sin saberlo, había derribado veinte veces, para volver a levantarlos después, aquellos viejos muros: el Gemara lujoso que deseaba para su hermana, el Gemara principesco que anhelaba para su padre, para resarcirle de los desdenes de la gente rica, nada tenían que ver con la vivienda de su infancia; ya no existía, ni siquiera dentro de ella, donde los sueños adulteraban los recuerdos. Más aún, aquel desastre no la afectaba por entero: un trozo de espejo roto, encima de la cama, le devolvía la imagen de alguien que no deseaba más que seguir guisando en la cocina y vendiendo cirios, con tal de que la dejaran tranquila. La oscuridad la liberaba poco a poco de aquella extraña que no era sino ella misma. Dio unos pasos por su habitación, cuyas paredes ya no la protegían del vacío. Sin asombro, como si hubiese constatado una necesidad cualquiera de su carne, sintió de repente que tenía ganas de morir.
Herida por la desgracia como por un comienzo de asfixia, abrió la ventana bruscamente. El ruido de Roma, hecho de idas y venidas invisibles en aquella calle no muy transitada, rompió sobre ella como una ola. Sintió frio, aunque la pesadez del aire anunciaba ya el verano. Una serie de balconcillos desiguales formaba, junto con los salientes del tejado, otros tantos jardincillos ralos que las vecinas, con bigudíes y camisola, regaban distraídamente por las noches. Tres pisos más abajo, en el patio de una casa contigua, una mujer a la que se veía de espaldas, echaba de comer a las palomas; sus brazos cubiertos de alas recordaron vagamente a Rosalía los del pequeño ídolo de barro que habían encontrado, medio roto, enterrado en el jardín de Sicilia."

Marguerite Yourcenar
El denario del sueño


"Nunca sabrás que tu alma viaja dulcemente refugiada en el fondo de mi corazón y que nada, ni el tiempo, ni la edad, ni otros amores, impedirá que hayas existido.
Los caminos que seguiste, hoy me señalan el mío, aunque jamás sabrás que te llevo conmigo, como una lámpara de oro para alumbrarme el camino, ni que tu voz aún traspasa mi alma. 
Suave antorcha tus rayos, dulce hoguera tu espíritu. Aún vives un poco porque yo te sobrevivo."

Marguerite Yourcenar


"No hay amor desgraciado: no se posee sino lo que no se posee. No hay amor feliz: lo que se posee, ya no se posee."

Marguerite Yourcenar
Fuegos



"No puede construirse una felicidad sino sobre los cimientos de una desesperación."

Marguerite Yourcenar
Fuegos


“No se es libre mientras se desea, se quiere, se teme, tal vez no sea uno libre mientras vive.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 188


"Nuestra única elección está entre la pura sensualidad y la perversidad pura, entre el realismo mágico que se asocia victoriosamente al mismo ritmo de las cosas, y la renuncia mística, que las rechaza para inventarse un cielo. Hay que elegir entre César en Roma o soñar en el desierto".

Marguerite Yourcenar


“Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.”

Marguerite Yourcenar


"Puede vérsela simultáneamente en el norte y en el sur, y al mismo tiempo en los lugares santos y en los mercados. Las mujeres se estremecen al verla pasar, los hombres jóvenes, dilatando las ventanas de la nariz, salen a la puerta para verla, y los niños recién nacidos ya saben su nombre. Kali, la negra, es horrible y bella. Tan delgada es su cintura que los poetas que la cantan la comparan con la palmera. Tiene los hombros redondos como el salir de la luna de otoño; unos senos turgentes como capullos a punto de abrirse; sus muslos ondean como la trompa del elefante recién nacido, y sus pies danzarines son como tiernos brotes. Su boca es cálida como la vida; sus ojos profundos, como la muerte."

Marguerite Yourcenar
Kali decapitada




“¿Quién sería lo bastante insensato para morir sin haber dado al menos la vuelta a su cárcel?”

Marguerite Yourcenar



“Se dice loco de alegría. También podría decirse cuerdo de dolor.”

Marguerite Yourcenar


"Se puede ser feliz y seguir estando triste."

Marguerite Yourcenar


“Se soporta menos fácilmente en otro lo que se acepta bien en uno mismo.”

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum, pág. 246


"Siempre agradeceré a Scauro que me hiciera estudiar el griego a temprana edad. Aún era un niño cuando por primera vez probé de escribir con el estilo los caracteres de ese alfabeto desconocido; empezaba mi gran extrañamiento, mis grandes viajes y el sentimiento de una elección tan deliberada y tan involuntaria como el amor. Amé esa lengua por su flexibilidad de cuerpo bien adiestrado, su riqueza de vocabulario donde a cada palabra se siente el contacto directo y variado de las realidades, y porque casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego. Entreveía la posibilidad de helenizar a los bárbaros, de aticizar a Roma, de imponer poco a poco al mundo la única cultura que ha sabido separarse un día de lo monstruoso, de lo informe, de lo inmóvil, que ha inventado una definición del método, una teoría de la política y de la belleza.
(...)
Por aquel entonces empecé a sentirme dios. No vayas a engañarte: seguía siendo, más que nunca, el mismo hombre nutrido por los frutos y los animales de la tierra, que devolvía al suelo los residuos de sus alimentos, que sacrificaba el sueño a cada revolución de los astros, inquieto hasta la locura cuando le faltaba demasiado tiempo la cálida presencia del amor. Mi fuerza, mi agilidad física o mental, se mantenían gracias a una cuidadosa gimnástica humana. Pero ¿qué puedo decir sino que todo aquello era vivido divinamente? Las azarosas experiencias de la juventud habían llegado a su fin, y también su urgencia por gozar del tiempo que pasa. A los cuarenta y cuatro años me sentía libre de impaciencia, seguro de mí, tan perfecto como mi naturaleza me lo permitía, eterno. Y entiende bien que se trata aquí de una concepción del intelecto; los delirios, si preciso es darles ese nombre, vinieron más tarde. Yo era dios, sencillamente, porque era hombre. Los títulos divinos que Grecia me concedió después no hicieron más que proclamar lo que había comprobado mucho antes por mí mismo. Creo que hubiera podido sentirme dios en las prisiones de Domiciano o en el pozo de una mina. Si tengo la audacia de pretenderlo se debe a que ese sentimiento apenas me parece extraordinario, y no tiene nada de único. Otros lo sintieron, o lo sentirán en el futuro.
(...)
Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes. Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme. Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros."

Marguerite Yourcenar
Memorias de Adriano



“Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse.”

Marguerite Yourcenar
Memorias de Adriano


“Tengo que confesar que creo poco en las leyes. Si son demasiado duras, se las quebranta con razón. Si son demasiado complicadas, el ingenio humano encuentra fácilmente el modo de deslizarse entre las mallas de esa red tan frágil.”

Marguerite Yourcenar
Memorias de Adriano


"Toda verdad crea escándalo."

Marguerite Yourcenar


“Todo se nos escapa, y todos, y hasta nosotros mismos. La vida de mi padre me es tan desconocida como la de Adriano. Mi propia existencia, si tuviera que escribirla, tendría que ser reconstruida desde fuera, penosamente, como la de otra persona; debería remitirme a ciertas cartas, a los recuerdos de otro, para fijar esas imágenes flotantes. No son más que muros en ruinas, paredes en sombra. Ingeniármelas para que las lagunas de nuestros textos, en lo que concierne a la vida de Adriano, coincidan con lo que hubieran podido ser sus propios olvidos.”

Marguerite Yourcenar



“Un corazón es seguramente algo sucio, pertenece a las tablas de anatomía, al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo.”

Marguerite Yourcenar


"Un hombre que lee, o que piensa, o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo."

Marguerite Yourcenar



Versos órficos

"Según las tablillas encontradas en
tumbas de Grecia y de Grecia Grande

En el umbral de la puerta negra,
A la derecha, a los pies de un álamo,
Corre el agua de olvidar.

Brota a la izquierda el agua de Memoria;
Cristal helado, frío licor,
El agua de Memoria está en mi corazón.

Allí beben mi pena y mi alegría;
Residen en su ribera los sabios:
Yo les diré, Temo la muerte.

Soy hijo de la tierra negra
Pero también del cielo estrellado;
¡Abridme la puerta de la gloria!

La imagen del tiempo transcurrido
Se refleja en mi memoria;
El espejo puro no se enturbia.
Abridme el pozo de la gloria..."

Marguerite Yourcenar



"Zenón se tendió en la cama que habían preparado para él con sábanas limpias, en el piso de arriba. La noche de octubre era fría. Catherine entró con un ladrillo caliente y envuelto en trapos de lana. Arrodillada en el pasillo que quedaba entre la cama y la pared, introdujo el paquete ardiendo debajo de las mantas, tocó los pies del viajero, luego sus tobillos, les dio masaje lentamente y de súbito, sin decir ni una palabra, cubrió aquel cuerpo desnudo de ávidas caricias. A la luz del cabo de vela que sobre el cofre había, el rostro de la mujer no tenía edad, no era muy diferente del que, hacía más de cuarenta años, le había enseñado a hacer el amor. No impidió que ella se acostara pesadamente a su lado, bajo el edredón. Aquella mujer grandona era como el pan o la cerveza, de los que uno se sirve con indiferencia, sin ascos y sin deleites. Cuando se despertó, ella ya estaba abajo, dedicada a sus tareas de sirvienta.
No levantó los ojos hacia él en todo el día, pero le servía abundantemente en las comidas, con una especie de tosca solicitud. Zenón echó el cerrojo a su puerta al llegar la noche, y oyó los pesados pasos de la criada alejándose tras haber tratado de levantar la falleba. Al día siguiente, se comportó de la misma manera que el anterior; parecía haberlo instalado definitivamente entre los objetos que poblaban su existencia, como los muebles y utensilios de la casa del médico. Por un descuido, más de una semana después, se olvidó de echar el cerrojo a la puerta: ella entró con una sonrisa de idiota, levantándose las enaguas para mostrar sus opulentos atractivos. Lo grotesco de aquella tentación pudo con sus sentidos. Jamás había experimentado así el poder bruto de la carne, independientemente de la persona, del rostro, de las líneas del cuerpo y hasta de sus propias preferencias carnales. Aquella mujer que jadeaba sobre su almohada era un lémur, una lamia, una de esas hembras de pesadilla que pueden verse en los capiteles de las iglesias, apenas apta, al parecer, para emplear el lenguaje humano. No obstante, en pleno orgasmo, se escapaba de su abultada boca una retahíla de palabras obscenas en flamenco, como si fueran pompas de jabón; palabras que él no había vuelto a oír ni a emplear desde que iba al colegio. Él le tapaba entonces la boca con la mano.
A la mañana siguiente, venció la repulsión; sentía rencor hacía sí mismo por haber gozado con aquella criatura, lo mismo que uno se reprocha por haber consentido dormir en la cama sucia de una posada. No volvió a olvidar correr el cerrojo todas las noches."

Marguerite Yourcenar
Opus Nigrum


"Yo sufro la ausencia
y el espacio duro.
La pena es un muro."

Marguerite Yourcenar
Escritos al dorso de dos cartas postales