"A pesar, cierto es, de dos artículos, uno muy controvertido de ese maravilloso Sainte-Beuve, el otro quizás –¿Nos atreveremos a decirlo?– un poco corto de Baudelaire; a despecho asimismo de cierta buena opinión pública que de ningún modo la asimila a Luisa Collet, Amable Tastu, Anaïs Segalas y otras marisabidillas literarias sin importancia (olvidamos a Loïsa Puget, por otra parte, divertida, según parece, para los que gustan de esa nota), Marceline Desbordes Valmore es digna por su oscuridad aparente, y también absoluta, de figurar entre nuestros Poetas Malditos, y es para nosotros, desde luego, un deber imperioso hablar de ella lo más extensamente que podamos y con el mayor detalle.
El señor Barbey d’Aurevilly, ha tiempo, la sacó de fila y señaló en ella, con esa extraña competencia que posee, sus rarezas, y también su verdadera competencia, por más que fuera femenina.
En cuanto a nosotros, tan curiosos de buenos o bellos versos, sin embargo, la ignorábamos, contentándonos con las palabras de los maestros, cuando precisamente Arthur Rimbaud entró en relación con nosotros, obligándonos casi a leer todo aquello que juzgábamos era un fárrago con alguna belleza entremedias.
Nuestra extrañeza fue grande y requiere lugar para ser explicada.
Primero, Marceline Desbordes Valmore era del Norte y no del Mediodía, matiz que resulta más matiz de lo que se piensa. Del Norte crudo, del Norte bueno (el Mediodía, tostado siempre, está siempre mejor, pero ese mejor, sobre todo; quizá sea el enemigo de lo verdaderamente bueno) –y esto nos plugo, a nosotros del Norte crudo también– ¿está ya claro?
Además, ninguna pedantería, y un lenguaje suficiente y bastante esfuerzo para no aparecer sin interés. Algunas citas darán fe de lo que llamamos nuestra sagacidad.
En espera de ellas, ¿por qué no hemos de volver sobre la ausencia total del Mediodía en esa obra relativamente considerable? Y, sin embargo, cuán ardientemente ha comprendido el Norte español (¿pero no tiene España una flema y un empaque más fríos que todo britanismo?), aquel Norte
¡Donde a sentarse vienen las fervientes Españas!
Cierto, nada del énfasis, de la cursilería y la mala fe que hay que deplorar en las obras más incontestables de ultra-Loira. Y, empero, ¡qué cálidos son sus cantos de juventud, sus recuerdos de mujer hecha y derecha, sus temblores maternales! ¡Dulce y sincero y... todo lo demás! ¡Qué paisajes, qué amor a los paisajes! ¡Y qué pasión más casta, discreta y no por eso menos fuerte y conmovedora!
Hemos dicho que el lenguaje de Marceline Desbordes Valmore era suficiente; debimos decir: muy suficiente; mas tenemos tal purismo y pedantería que añadiremos a quien nos llame decadente (injuria, entre paréntesis, pintoresca, “muy otoño”, “muy sol poniente”, digna de recogerse en suma) que algunas ñoñerías, mas ninguna ingenuidad, pueden tropezar en nuestros prejuicios de escritor con miras a lo impecable. La verdad de nuestra rectificación estallará en el curso de las citas que vamos a prodigar."

Paul Verlaine
Los poetas malditos



“Abre tu alma y tu oído al son de mi mandolina: para ti he hecho, para ti, esta canción cruel y zalamera.”

Paul Verlaine


Canción por ellas

"Que eres rubia, me dicen,
y toda rubia es traicionera
"como el oleaje", añaden.
¡Da risa su palabrería hueca!
Tus ojos son lo más bello del mundo
y estoy ávido de tu pecho.

Dicen que eres morena,
que una morena tiene brasas en la mirada
y si el corazón ambiciona fortuna,
si se quema... ¡Ah, qué superficiales!
¡Curvo y fresco como la luna,
se agita tu pecho hasta los botones de fresa!

Dicen de ti ¡Castaña!:
insípida y pelirroja, demasiado rosa.
Me olvido de la cantilena
y te amo plenamente:
desde la cabellera, fuente
de ébano o de oro, me digo (¡oh, y lo grabo
en mi corazón!), hasta tus regios pies."



Paul Verlaine
Versión de Jorge Lara Rivera





Canción de otoño

"Los sollozos más hondos

del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo

esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva

el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo."

Paul Verlaine
De Poemas saturnianos, 1866.Versión de Carlos Pujol




"Cansado de vivir con miedo a la muerte,
mi alma está dispuesta a todos los naufragios,
como un esquife, juguete de la mar."

Paul Verlaine



“Cuando en mis sienes calme la divina tormenta, reclinaré, jugando con tus bucles espesos, sobre tu núbil seno mi frente soñolienta, sonora con el ritmo de tus últimos besos.”

Paul Verlaine



“Deja en su musgo errar mis dedos, ahí donde brilla el botón de rosa: déjame, entre la hierba clara, beber las gotas de rocío, ahí donde la tierna flor está rociada; para que el placer, amada mía, ilumine tu frente cándida como, al alba, el azul tímido.”

Paul Verlaine


“Dices que se desborda tu loco corazón y que grita en tu sangre la más loca pasión; deja que clarinee la fiera voluptuosa.”

Paul Verlaine



“Dulzura, dulzura, dulzura.”

Paul Verlaine


“El invierno ha cesado: la luz es tibia y danza, del sol al firmamento claro. Es menester que el corazón más triste ceda a la inmensa alegría dispersa en el aire.”

Paul Verlaine



“El poeta es un loco perdido en la aventura.”

Paul Verlaine


“El que vea una luz en la oscuridad de mi corazón que prenda una vela.”

Paul Verlaine


En el balcón

"En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas

Una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia
Y sonrosada, su vestido ligero, pálido  de desgastado amarillo
Vagamente serpenteaban las nubes en el cielo

Y todos los días, ambas con languideces de asfódelos

Mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda
Saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda
De la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles

Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles

Extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas
De tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres

Tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría

Enfática como un trono de melodramas
Y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras."


Paul Verlaine




“… en el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
las auras matinales cubrieron de rocío;
como en la paz de un sueño se deslice a tu lado
el fugitivo instante que reposar ansío.”

Paul Verlaine



“En mi pecho reclina tu cabeza galana; júrame dulces cosas que olvidarás mañana y hasta el alba lloremos, mi pequeña fogosa.”

Paul Verlaine


“Encantadora mía, ten dulzura, dulzura... Calma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional; la amante, a veces, debe tener una hora pura y amarnos con un suave cariño fraternal.”

Paul Verlaine


“… Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca…”


Paul Verlaine



“Evocando el pasado y los días lejanos lloraré.”

Paul Verlaine



“¡Huye lo más lejos de punta asesina, del espíritu cruel y de la risa impura que hacen llorar los ojos del azur con todo ese ajo de barata cocina!”

Paul Verlaine


Id, pues, vagabundos, sin tregua 

"Id, pues, vagabundos, sin tregua,

errad, funestos y malditos
a lo largo de los abismos y las playas
bajo el ojo cerrado de los paraísos. 
(...)
Y nosotros que la derrota nos ha hecho, ay, sobrevivir,
los pies magullados, los ojos turbios, la cabeza pesada,
sangrantes, flojos, deshonrados, cansados,
vamos, penosamente ahogando un lamento sordo." 


Paul Verlaine


“Incluso este París fastidioso y enfermo parece acoger a los jóvenes soles, y como con un inmenso abrazo tiende los mil brazos de sus tejados colorados.”

Paul Verlaine



“Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz juramentos que mañana ya habrás roto.”

Paul Verlaine


“…júrame dulces cosas que olvidarás mañana
Y hasta el alba lloremos…”


Paul Verlaine




“La felicidad ha caminado codo a codo conmigo; pero la fatalidad en absoluto conoce tregua: el gusano está en el fruto, el despertar en el sueño, y el remordimiento está en el amor: tal es la ley. La felicidad ha caminado codo a codo conmigo.”

Paul Verlaine



"La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino."

Paul Verlaine


“¡La música ante todo, siempre música!”

Paul Verlaine


“…La naturaleza del mundo se aísla
Para castigar como es preciso
La orgullosa melancolía
Que te hace marchar con la frente alta…”


Paul Verlaine





“La propiedad es el robo.”

Paul Verlaine



“Las lágrimas caen en el corazón como la lluvia en el pueblo.”

Paul Verlaine



“Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final.”

Paul Verlaine



“Llora sin razón en este corazón que se descorazona ¡Qué! ¿Ninguna traición? Este duelo es sin razón.”

Paul Verlaine


Nevermore


"¡Oh, recuerdo, recuerdo! ¿Qué quieres? El otoño
hizo volar la arena en los aires en calma,
y al sol dardear sus rayos monótonos y tristes
sobre el bosque amarillo donde el viento cantaba.

Solitarios los dos, marchábamos soñando
ella y yo, pensamientos y cabellos al viento.
De pronto, a mí volviendo volviendo su mirar inquietante:
"¿Cuál -me dijo su voz- fue tu día más bello?", 

su voz dulce y sonora, de fresco timbre angélico.
Respondió a su pregunta mi memoria discreta,
y su mano besé de dedos sonrosados.

¡Ah, qué fragancia tienen las primerizas flores!
Y ¡cómo suena, dulce, su murmullo hechicero
el primer "sí" que sale de los labios amados!"

Paul Verlaine





Pon tu frente sobre mi frente 

Pon tu frente sobre mi frente y tu mano 

en mi mano. 
Y hazme los juramentos que romperás 
mañana. 
Y lloremos hasta que amanezca, 
mi pequeña fogosa.

Paul Verlaine



"Porque es la última de esta serie, quizá definitivamente la última, creo, en verdad, que no existiría esta crónica que me veo obligado a escribir para cumplir todo un programita de impresiones de ningún modo socialistas, como están de moda, ni, sobre todo, anarquistas, una palabra estúpida mal plagiada al «gran» Proudhon de antaño por jóvenes amables, aunque insuficientes.
En diciembre último, fui atacado súbitamente por un dolor reumático atroz, del que ya me resentía hacía tiempo, en la rodilla izquierda; esta vez era en la muñeca del mismo lado. Ello ocurría en el arrabal Saint… donde se encuentra un vasto hospital a cuyo excelente director conocía yo desde hace tiempo, y el cual hizo que me admitieran con urgencia en el servicio del doctor T… Éste fue verdaderamente tan bueno conmigo y asimismo su ayudante interno, que experimenté una verdadera tristeza al separarme de aquellos señores.
Yo ocupaba una salita encristalada que comunicaba con una grande, que era la de T, si bien por la disposición directa de nuestras camas (éramos cinco, de los cuales era yo el quinto y me hallaba hacia un rincón), se me ocurrió compararnos con los «representantes del Depósito de cadáveres»; pero el buen doctor, que conocía mi nombre, la llamó la sala de los Decadentes.
No es que me considerase perfectamente satisfecho en aquel hospital, que espero será el último; pero pasé en él un mes tranquilo, con todos los encantadores cuidados de un perfecto cuerpo médico y de un personal subalterno de lo más abnegado.
Hasta los «compañeros» eran agradables en su mayor parte y cordiales. Uno de ellos, en particular, un soldado —¡qué hombre más terrible, bigote todo él!—, apenas salido de los batallones de África. El buen muchacho no creía en Dios ni en el diablo (parisino, por supuesto); y como yo le objetaba de vez en cuando que allá arriba debía haber alguien más maligno que nosotros, y que estaba en un error al no creer en Él y no confiarse a Él, mi Biribiste me puso «ratichón», lo cual quiere decir «cura» en argot. No me llamaba nunca de otro modo, y este apodo divertía mucho a aquellos de nuestros vecinos que tenían fuerzas para divertirse.
¡Adiós, hospitales míos de estos últimos años, si no he de volver a veros!, ¡os saludo, en todo caso! He vivido tranquilo y laborioso en vuestros edificios. Sólo os he abandonado al uno tras el otro para echaros de menos por cualquier motivo, y si mi dignidad de hombre, relativamente menos y no mucho menos miserable que las más tristemente despojadas de vuestros habituales y mi justo instinto de buen ciudadano que no quiere usurpar los lechos —¡ay!— tan deseados por tanta gente pobre, me precipitaron con frecuencia, y muchas veces de un modo prematuro, fuera de vuestras puertas tan bendecidas a la llegada y no más que a la salida, tened la seguridad, buenos hospitales, de que, a pesar de toda monotonía necesaria, de todo régimen severo por fuerza y de todos los inconvenientes inherentes, en definitiva, a toda situación humana, tengo para vosotros un recuerdo único entre tantas otras remembranzas, infinitamente más desagradables, que la vida exterior me ha hecho, me hace aún y me hará soportar, sin duda alguna, ahora y siempre."

Paul Verlaine
Mis hospitales y mis prisiones



Primavera

Tierna, la muchacha pelirroja,
A la que tanta inocencia enardece,
Dice a su amiguita rubia
Estas palabras, en voz dulce y queda:
Savia que asciende y flor que brota,
Tu infancia es una glorieta:
Deja en su musgo errar mis dedos,
Ahí donde brilla el botón de rosa:
Déjame, entre la hierba clara,
Beber las gotas de rocío,
Ahí donde la tierna flor está rociada;
Para que el placer, amada mía,
Ilumine tu frente cándida
Como, al alba, el azul tímido.

Paul Verlaine



“Que tu verso sea la buena ventura esparcida al viento crispado de la mañana que va floreciendo menta y tomillo... Y todo lo demás es literatura.”

Paul Verlaine



“¡Que venga el verano! ¡Que vengan de nuevo el otoño y el invierno! ¡Cada estación me será encantadora, oh tú, que decoras esta fantasía y esta razón!”

Paul Verlaine



“Se ama por casualidad, por juego, por curiosidad. Y al cabo nada más que porque se ha comenzado.”

Paul Verlaine


Soñé contigo esta noche


"Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas…

Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.

Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios… ¡Qué aliento y qué cintura!

Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela…

Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!"

Paul Verlaine



“Sueño a menudo un sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las huellas sigue de mi existencia errante.”

Paul Verlaine




“Sus cortas telas de seda, sus largas faldas de cola, su elegancia, su alegría, y sus blandas y azules sombras, giran en el torbellino del éxtasis de una luna gris y rosa, y la mandolina murmura en los temblores de la brisa.”

Paul Verlaine


  
“Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue.”

Paul Verlaine

  

“Toma la elocuencia y tuércele el cuello.”

Paul Verlaine



“Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados.”

Paul Verlaine



“Tú crees en un vago y quimérico Dios, o en un santo especial, y, para curar males, en alguna oración. Más yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti.”

Paul Verlaine



“(...) Y es así de todos el peor dolor no saber por qué sin amor y sin rencor mi corazón tanto pena.”

Paul Verlaine


“Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti.”

Paul Verlaine



“Y tú, querida, por tu parte, qué cintura, qué aliento y qué elasticidad de gacela...Al despertar fue, en tus brazos, pero más aguda y más perfecta, ¡Exactamente la misma fiesta!”

Paul Verlaine


“…yo creo en las horas azules
y rosadas que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.”


Paul Verlaine