"A medida que avanzaba, la sombra de las altas palmeras hacía que refrescase; la corriente de la mortecina brisa las agitaba por arriba, con más rapidez que las libélulas o las golondrinas, destellos de la luz del sol revoloteaban por todas partes, se quedaban suspendidos en el aire, regresaban. Bajo los pies, la arena era bastante firme y lisa; esto hacía que los pasos de Herrick fuesen tan silenciosos como si pisara nieve recién caída. El sendero conservaba huellas de haber sido limpiado de malas hierbas, como en un jardín inglés; pero también en esto se había dejado sentir la peste, la mala hierba empezaba a aparecer de nuevo. Los edificios del lugar, que podían verse por todas partes a través de los huecos de la columnata, estaban recién pintados, cuidados y elegantes; todo estaba silencioso como una tumba. Aquí y allá, oculto, al otro lado de la casa con la terraza, podía oírse el rumor y el canto de unas aves de corral; Herrick vio que salía humo, oyó el crepitar del fuego.
A la derecha, cerca de donde él estaba, había varias casas de piedra. La primera estaba cerrada, en la segunda se entreveía, a través de una ventana, cierta acumulación de conchas perlíferas apiladas en un rincón. La tercera, abierta de par en par, atrajo la atención de Herrick por la gran variedad y desorden de románticos objetos que encerraba. Había cables, molinetes y calzos de toda clase y condición; en la confusión y oscuridad del cobertizo había ventanas de camarote y escaleras, depósitos oxidados, una escotilla, una bitácora con su base de latón y con una brújula que inútilmente señalaba a un olvidado polo; también había cabos, anclas, arpones, un cucharón de cobre para la grasa de ballena enmohecido con los años, una rueda de timón, una caja de herramientas con el nombre del navío en la tapa, Asia, que contenía, a su vez, toda una tienda de curiosidades y efectos navales, grande y pesada, difícil de levantar y de romper, reforzada con cobre y forrada de hierro. Al menos dos naufragios habían sido necesarios para reunir este heterogéneo conjunto de utensilios. Mientras Herrick observaba todo esto, se le ocurrió pensar que en el fondo era como si las dos tripulaciones de ambos barcos estuvieran presentes, como si escuchara sus pisadas y susurros, como si viera por el rabillo del ojo los vulgares fantasmas de los marineros."

Robert Louis Stevenson
Bajamar


"Algo debe haber hecho mal o no sería tan famoso."

Robert Louis Stevenson


"Antes de partir, brindemos por la muerte."

Robert Louis Stevenson


"Aquella noche llegué al fatal cruce de caminos. Si me hubiera enfrentado con mi descubrimiento con un espíritu más noble, si me hubiera arriesgado al experimento impulsado por aspiraciones piadosas o generosas todo habría sido distinto, y de esas agonías de nacimiento y muerte habría surgido un ángel y no un demonio. Aquella poción no tenía poder discriminatorio. No era diabólica ni divina. Sólo abría las puertas de una prisión y, como los cautivos de Philippi, el que estaba encerrado huía al exterior. Bajo su influencia mi virtud se adormecía, mientras que mi perfidia, mantenida alerta por mi ambición, aprovechaba rápidamente la oportunidad y lo que afloraba a la superficie era Edward Hyde, y así, aunque yo ahora tenía dos personalidades con sus respectivas apariencias, una estaba formada integralmente por el mal, mientras que la otra continuaba siendo Henry Jekyll, ese compuesto incongruente de cuya reforma y mejora yo desesperaba hacía mucho tiempo. El paso que había dado era, pues, decididamente a favor de lo peor que había en mí."

Robert Louis Stevenson
Doctor Jeckyll y Mister Hyde



“... aunque largo el camino,
y duros sean el sol y la lluvia, rocío y polvo;
aunque la desesperación y el ansia
a los viejos entierren y a los menos
estraguen; al final, seguro, amigos,
hagáis lo que hagáis o donde vayáis,
al cabo de todo, al fin de los fines,
veréis asomar la ciudad dorada.”

Robert Louis Stevenson

  

"Bajo el cielo ancho y estrellado
         Cávame una tumba y deja que me tienda;
Contento viví y contento muero,
         Y me tiendo en la tierra con ganas."

Robert Louis Stevenson



"Cada frase, por medio de expresiones sucesivas, debe primero entrar en una especie de nudo, y luego, tras un momento de suspensión del sentido, resolverlo y aclararlo."

Robert Louis Stevenson



“Cuando amamos, servimos; cuando servimos se puede decir que somos indispensables. Así es que ningún hombre es útil mientras tiene un amigo.”

Robert Louis Stevenson



“Damos una imagen extraña mientras avanzamos hacia nuestras quimeras, en una marcha sin fin, racionándonos los momentos de descanso, pioneros y aventureros infatigables. Es verdad que nunca alcanzaremos la meta, es más que probable que nos exista tal lugar, y, aunque viviéramos varios siglos y tuviéramos los poderes de un dios, al final no nos acercaríamos tanto como deseamos. ¡Oh laboriosas manos de los mortales! ¡O pies incansables, que viajáis sin saber dónde! Creéis que pronto, pronto, llegaréis a una cima conspicua y que, sólo un poco más allá, recortándose contra el sol poniente, divisaréis las agujas de El Dorado. Qué mal conocéis vuestra suerte, porque viajar esperanzado es mejor que llegar, y el verdadero éxito reside en el esfuerzo.”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 188



“De cualquier forma los celos son en realidad una consecuencia del amor: os guste o no, existen.”

Robert Louis Stevenson



"De todos modos, los celos son una consecuencia del amor, os guste o no os guste, ello es así."

Robert Louis Stevenson



"El arte de la literatura se diferencia de sus hermanas en que el material que el artista literario utiliza es el dialecto de la vida; de ahí, por una parte, la extraña frescura e inmediatez con que se ofrece a la inteligencia del público, preparada para comprenderlo; de ahí, por otra, una singular limitación. Las artes hermanas tienen la ventaja de servirse de un material plástico y dúctil, como la arcilla de modelar; tan sólo la literatura está condenada a trabajar en mosaico con palabras limitadas y completamente rígidas. Seguramente habéis observado esos trozos de madera que suele haber en los cuartos de los niños: éste una columna, aquél un frontón. el tercero un jarrón o una ventana. Precisamente con bloques de tamaño y forma igualmente arbitrarios está condenado el arquitecto de las letras a diseñar el palacio de su arte. Y eso no es todo, porque siendo estos bloques, o palabras, la moneda de uso corriente en nuestro quehacer cotidiano, no le están permitidas ninguna de las supresiones mediante las cuales las otras artes obtienen relieve, continuidad y vigor: ninguna pincelada de jeroglífico, ningún empaste alisado, ninguna sombra inescrutable, como sucede en la pintura; ningún muro ciego, como en la arquitectura; cada palabra, cada frase, cada oración y cada párrafo deben avanzar en progresión lógica y transmitir un significado claramente inteligible.
Ahora bien, la primera virtud que nos atrae en las páginas de un buen escritor o en la charla de un conversador brillante es la adecuada elección y el contraste de las palabras que emplea. No hay duda de que se requiere un raro talento para tomar estos bloques, toscamente concebidos para los menesteres del mercado o la taberna, y a fuerza de disciplina dotarlos de sus más depurados significados y matices; devolverles su fuerza primitiva; verterlos inteligentemente en otro contexto, o, en fin, convertirlos en un tambor que despierte las pasiones. Mas aunque esta clase de mérito es sin duda el más perceptible y sugestivo, dista mucho de aparecer en la misma medida en todos los escritores. El efecto de las palabras en Shakespeare, su singular justeza, realce y encanto poético, es muy distinto del efecto de las palabras en Addison o en Fielding. O, por citar un ejemplo más común, mientras que en Carlyle parecen electrizadas por una energía de trazos vigorosos como rostros de hombres convulsos de ira, las palabras en Macaulay, de significado preciso y sonido armonioso, se deslizan de la memoria para, como unidades indiferenciadas, fundirse en el efecto general. Pero los grandes escritores no poseen el monopolio del mérito literario. En cierto modo, Addison es superior a Carlyle, Cicerón mejor que Tácito, Voltaire más excelente que Montaigne; excelencia que no radica ciertamente en la elección de las palabras, ni en el interés o valor del asunto, ni tampoco en el vigor de la inteligencia, la poesía o el humor. Los tres primeros son como párvulos si los comparamos con los tres últimos; sin embargo, en un aspecto particular del arte literario, cada uno de ellos aventaja a su superior. ¿Cuál es este aspecto?
Aunque goce de un estatuto particular debido al uso general y al gran destino reservado a su herramienta en el quehacer humano, la literatura es una más entre las artes. En ellas podemos distinguir dos grandes apartados: aquellas artes, como la escultura, la pintura y el teatro, que son representativas o, como solía decirse muy torpemente, imitativas; y aquellas otras, como la arquitectura, la música y la danza, que son autosuficientes y meramente mostrativas. A tenor de esta distinción, cada grupo obedece a principios muy distintos; no obstante, ambos pueden reclamar para sí un campo común de existencia, y cabe decir, con suficiente justicia, que todo arte consiste en realizar un modelo; un modelo de colores, de sonidos, de actitudes cambiantes, de figuras geométricas o de líneas imitativas, pero en todo caso un modelo. En ese plano todas las hermanas coinciden; por eso son artes; y si resulta conveniente que en ocasiones olviden su origen infantil y apliquen la inteligencia a tareas viriles, llevando a cabo inconscientemente la función que justifica su existencia, realizar un modelo, no por ello deja de ser imperativo que tal modelo sea efectivamente llevado a cabo.
La música y la literatura, las dos artes temporales, construyen en el tiempo su modelo de sonidos o, en otras palabras, de sonidos y de pausas. La comunicación puede producirse merced a un lenguaje incorrecto, las tareas de la vida cumplirse solamente mediante sustantivos; pero esto no es lo que entendemos por literatura; la verdadera tarea del artista literario consiste en trenzar o tejer lo que pretende decir, haciéndolo girar en torno de sí mismo, de manera que cada oración, en frases sucesivas, forme primero una especie de nudo que, tras un momento de suspensión del significado, se resuelva y se aclare. En toda sentencia bien construida habría de advertirse ese obstáculo o nudo, de modo que (aun delicadamente) se invite al lector a prever, esperar y dar la bienvenida a las frases posteriores. El placer puede intensificarse gracias a algún elemento inesperado, como muy burdamente ocurre con la figura vulgar de la antítesis o, de forma más sutil, cuando se sugiere una antítesis que después se elude con habilidad. Además, cada frase debe ser bella por sí misma; y entre el alcance global de la oración y su desarrollo existir un satisfactorio equilibrio de sonidos, pues nada hay más decepcionante para el oído que una sentencia solemne y sonora que concluye de un modo abrupto y sin fuerza. El equilibrio tampoco debe ser demasiado llamativo y exacto, ya que la norma por excelencia es la variedad; interesar, decepcionar, sorprender y, sin embargo, deleitar; cambiar, por decirlo así, la puntada y con todo producir un efecto de inteligente elegancia.
El placer que experimentamos al contemplar a un ilusionista haciendo juegos de manos con dos naranjas reside en que ninguna de las dos es en ningún momento soslayada o pasada por alto. Ocurre lo mismo con el escritor. Su modelo, que ha de agradar al oído hipersensible, responde, no obstante, en primerísimo lugar a las exigencias de la lógica. Por más oscuridades que existan, por intrincada que sea la idea, no debe menoscabarse la elegancia del tejido, o con otro caso el artista demostrará no estar a la altura de su propósito. Por otra parte, no se debe seleccionar ninguna expresión ni hacer nudo alguno entre dos frases, a menos que nudo y expresión sean necesarios para exponer y dar mayor claridad al argumento; quien vulnera esta regla hace trampas en el juego. El espíritu de la prosa rechaza el cheville no menos enfáticamente que las leyes de la versificación, y tal vez convenga aclarar a alguno de mis lectores que el cheville es cualquier frase aguada o sin sentido empleada para establecer un equilibrio de sonidos. Modelo y argumento viven el uno en el otro, y por la concisión, el encanto, la claridad o el énfasis del segundo juzgamos la fuerza y propiedad del primero.
El estilo es sintético; y el artista que, por decirlo así, busca un punto de apoyo en torno al cual trenzar la trama, toma dos o más elementos o dos o más ideas del asunto que le ocupa; los combina, los enreda y contrasta; y mientras, en cierto modo, no buscaba más que la ocasión de hacer el nudo necesario, se encuentra con que ha enriquecido considerablemente lo que quería decir, o que ha despachado en una sola frase lo que precisaba dos. En el paso de las sucesivas afirmaciones hueras del viejo cronista al flujo denso y luminoso de la prosa altamente sintética, se encuentra implícita una considerable proporción de filosofía e ingenio. La filosofía es patente, advirtiéndose en el escritor sintético una visión de la vida mucho más profunda y estimulante, y una más aguda percepción del origen y afinidad de los acontecimientos. Acaso se piense que el ingenio ha desaparecido de la escena, pero, lejos de eso, es justamente el ingenio, los continuos y atractivos artificios, las dificultades vencidas, el doble propósito logrado, las dos naranjas danzando simultáneamente en el aire lo que, consciente o inconscientemente, proporciona placer al lector. Más aún, el ingenio, que apenas se advierte, es el órgano imprescindible de esa filosofía que tanto admiramos. Por todo ello, el estilo más perfecto será, no como quieren los necios, el más natural, pues natural es la cháchara inconexa del cronista, sino aquel otro que consigue veladamente el más alto grado de fecundas y elegantes implicaciones; o si lo hace de un modo abierto, el que más enriquezca el sentido y el vigor. Incluso el cambio del (pretendido) orden natural de las frases es un estímulo para la inteligencia; y gracias a una alteración tan intencionada pueden controlarse más adecuadamente los elementos de un juicio o ligarse los pasos de una acción intrincada con mayor sagacidad.
La trama, pues, o el modelo; una trama sensual y lógica a la par, una textura fecunda y elegante; eso es el estilo, ése es el cimiento del arte literario. Bien es verdad que se siguen leyendo libros, por el interés del dato o de la fábula, en los que esta cualidad se halla pobremente representada, si bien está presente. ¿Y cuántos libros cuyo único mérito consiste en la elegancia de su textura seguimos leyendo y releyendo con placer? Estoy tentado de citar a Cicerón, y puesto que Mr. Anthony Trollope está muerto, creo que me está permitido hacerlo. Constituye un desabrido alimento espiritual, una «crítica de la vida» muy incolora y desdentada; pero nos complace su textura, extremadamente compleja e ingeniosa; cada puntada es un alarde de elegancia y buen sentido; y las dos naranjas, incluso si una de ellas está podrida, siguen danzando con gracia inimitable."

Robert Louis Stevenson
Ensayos Literarios



"El arte es un juego pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega."

Robert Louis Stevenson




“El mentiroso habitual puede ser un tipo muy sincero, y vivir de verdad con su mujer y sus amigos, mientras que otro hombre que nunca ha contado una mentira formal en su vida puede ser él mismo una falsedad, en cuerpo y alma, de la cabeza a los pies. Ésa es la clase de mentira que envenena la intimidad. Y, viceversa, la verdad hacia el sentimiento, la verdad en una relación, la verdad hacia tu propio corazón y tus amigos, nunca simular o falsificar la emoción: ésa es la verdad que hace posible el amor y feliz a la humanidad.”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 190




"El matrimonio es como la vida real; un campo de batalla y no un lecho de rosas."

Robert Louis Stevenson

  

“El paso que había dado era, pues, decididamente a favor de lo peor que había en mí.”

Robert Louis Stevenson



“El placer que obtenemos de la vida es de dos clases: el activo y el pasivo. Por un lado creemos tener un gran dominio sobre nuestro destino, por otro nos vemos arrastrados por la circunstancia, que, como una enorme ola, nos empuja sin saber cómo hacia el futuro. Por un lado nos gusta nuestro comportamiento, por otro sólo nos gusta nuestro entorno. Sería difícil decir cuál de esos modos de satisfacción es más efectivo, pero el último es desde luego el más constante.”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 203



"El precio que tenemos que pagar por el dinero se paga en libertad."

Robert Louis Stevenson


"El único signo enfermizo que pude observar fue un extraño brillo de los ojos que más bien intensificaba la general impresión de vivacidad y energía.
Aquellos con quienes hablé eran de temperamento singularmente apacible, y en su porte y conversación denotaban lo que me atrevo a llamar santa alegría. Conviene advertir que previenen a los visitantes que no se ofendan si quienes les sirven son cortos de palabras, pues deber es de los monjes hablar poco. La prevención podría excusarse, ya que los encargados del hospedaje me deleitaron con su inocente conversación hasta el punto de que fue más fácil iniciarla que interrumpirla. Excepto el padre Miguel, que era hombre de mundo, todos los demás mostraron infantil curiosidad por toda clase de asuntos, tanto de política como de mis viajes, llamándoles mucho la atención mi sacó de dormir, y parecían complacerse en el sonido de su propia voz.
En cuanto a los que están contraídos al silencio, no puedo por menos de admirar cómo soportan su grave y melancólico aislamiento. Aun prescindiendo de todo aspecto de mortificación, hecho de ver cierta disciplina, no sólo en la exclusión de las mujeres, sino en el voto de silencio. Tengo alguna experiencia de los falansterios seglares, de un artístico por no decir bacanal carácter, y he visto más de una comunidad fácilmente formada y más fácilmente todavía disuelta. Con la regla del Cister tal vez hubiesen sido más duraderas. En vecindad de mujeres sólo cabe formar una comunidad volandera de hombres débiles. Vence la electricidad de mayor potencial. Los sueños de la infancia, los proyectos de la juventud se desvanecen y desbaratan después de una entrevista de diez minutos y las artes, las ciencias y el varonil gozo de la profesión se abandonan al instante por los lindos ojos y un cariñoso acento. Y además de esto, la lengua es el gran disolvente.
Casi me avergüenzo de proseguir esta mundana crítica de una regla religiosa; pero aún hay otro punto en que la orden trapense me parece un modelo de sabiduría. A las dos de la madrugada suena la campana y sigue sonando de hora en hora y a veces de cuarto en cuarto, hasta las ocho en que toca a descanso, y así se divide infinitesimalmente el día en diversas ocupaciones. Por ejemplo, el fraile que cría conejos deja sus conejeras para ir a la capilla, a la sala capitular o al refectorio, según la hora del día, porque en cada una de ellas tiene o una misa que celebrar o un deber que cumplir. Desde las dos en que se levanta palpando las tinieblas, hasta las ocho en que vuelve a recibir las caricias del sueño, está de pie y ocupado en múltiples y variadas tareas. Miles de personas hay que no son tan afortunadas en disponer su vida."

Robert Louis Stevenson
Viaje en burra por las Cevenas



“Enterradme y dejad que descanse bajo el vasto y estrellado cielo. Gozoso viví y gozoso muero.”

Robert Louis Stevenson



"Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor...Oh amor mío, habíamos amado.

Ahora el hielo envuelve nuestro río, con su blancura cubre la nieve nuestra isla, y junto a la lumbre invernal Joan y Darby dormitan y sueñan. Sin embargo, en el sueño, fluye el río y la barca del amor aún se desliza.

Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos.

Oh amor mío, ama el pasado...
pues algún día fuimos felices...
y algún día nos amamos."

Robert Louis Stevenson
Algún día nos amamos




“Es quizás más afortunado disfrutar coleccionando caracolas que el haber nacido millonario.”

Robert Louis Stevenson



"Es una lástima, pero no existe un deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices."

Robert Louis Stevenson



“Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos. Oh amor mío, ama el pasado, pues en algún día fuimos felices y algún día nos amamos.”

Robert Louis Stevenson


"Estaba muy oscuro. Había una linterna colgada en el cenador que iluminaba la mesa y las caras de los interlocutores, y, a lo largo del arco, las hojas del enrejado, iluminadas frente al cielo oscuro de la noche, creaban como un dibujo de verde transparencia sobre un morado oscuro. El joven gordo se levantó y cogiendo a Will por el brazo le llevó bajo el cielo abierto.
—¿Alguna vez has mirado las estrellas? —preguntó, señalando hacia arriba.
—Muy, muy a menudo —contestó Will.
—¿Y sabes lo que son?
—Me he imaginado muchas cosas.
—Son mundos como el nuestro —dijo el joven—. Unas son más pequeñas; otras, un millón de veces más grandes, pero algunas de las que ves y menos brillan son no sólo mundos, sino racimos enteros de mundos girando sobre sí en medio del espacio. Desconocemos lo que puede haber en ellos: quizá, la respuesta a todos nuestros problemas, o la cura de nuestros sufrimientos. Y, sin embargo, jamás podremos llegar a tocarlas. Toda la destreza del nombre más astuto es insuficiente para equipar una nave que llegue hasta la más cercana de estas nuestras vecinas; la vida del hombre más longevo sería insuficiente para realizar ese viaje. Mientras se pierde una gran batalla o muere un amigo, mientras estamos tristes o, por el contrario, animadísimos, ellas permanecen allí, brillando incansablemente encima de nosotros. Podríamos reunirnos aquí abajo formando un ejército entero y gritar hasta partirnos el corazón, que no les llegaría ni un susurro.
Podríamos escalar las montañas más altas y no conseguiríamos estar más cerca de ellas. Lo único que podemos hacer es ponernos de pie aquí en el jardín y quitarnos el sombrero.
La luz de las estrellas ilumina nuestras cabezas y, aunque la mía está un poco calva, me atrevo a decir que puedes verla brillar en la oscuridad. La montaña y el ratón. Probablemente es lo único que tengamos que ver con Arcturus o Aldebarán. ¿Puedes aplicarte la parábola? —añadió, poniendo su mano sobre el hombro de Will—. No es lo mismo que una razón, pero, por lo general, sí mucho más convincente.
Will permaneció cabizbajo un momento, pero luego alzó la cabeza hacia el cielo una vez más. Las estrellas parecían crecer y brillar con más fuerza y, a medida que elevaba sus ojos cada vez más alto, parecían multiplicarse bajo su mirada."

Robert Louis Stevenson
Will el del molino


Fogatas de otoño

En los muchos jardines
que hay por todo el valle,
¡de fogatas de otoño
mira el humo que sale!
Ya se marchó el verano
con sus flores y zumos,
la fogata crepita,
hay grises torres de humo.
¡Canta a las estaciones!
¡Algo brillante y hondo!
¡Flores en el verano,
fogatas de otoño!

Robert Louis Stevenson



“Guárdate tus miedos, pero comparte tu valentía con otros.”

Robert Louis Stevenson



“Hay solamente una diferencia entre una larga vida y una buena cena: en la cena, el postre llega al final.”

Robert Louis Stevenson



“Hay tantas cosas buenas en nuestras impurezas y tantas cosas malas en nuestras imperfecciones, que sería mejor no hablar de nosotros mismos.”

Robert Louis Stevenson


"La casa se alzaba en la falda del monte y era visible desde el mar. Por encima, el bosque seguía subiendo hasta las nubes que traían la lluvia; por debajo, la lava negra descendía en riscos donde estaban enterrados los reyes de antaño. Un jardín florecía alrededor de la casa con flores de todos los colores; había un huerto de papayas a un lado y otro de árboles del pan en el lado opuesto; por delante, mirando al mar, habían plantado el mástil de un barco con una bandera. En cuanto a la casa, era de tres pisos, con amplias habitaciones y balcones muy anchos en los tres. Las ventanas eran de excelente cristal, tan claro como el agua y tan brillante como un día soleado. Muebles de todas clases adornaban las habitaciones. De las paredes colgaban cuadros con marcos dorados: pinturas de barcos, de hombres luchando, de las mujeres más hermosas y de los sitios más singulares; no hay en ningún lugar del mundo pinturas con colores tan brillantes como las que Keawe encontró colgadas de las paredes de su casa. En cuanto a los otros objetos de adorno, eran de extraordinaria calidad, relojes con carillón y cajas de música, hombrecillos que movían la cabeza, libros llenos de ilustraciones, armas muy valiosas de todos los rincones del mundo, y los rompecabezas más elegantes para entretener los ocios de un hombre solitario. Y como nadie querría vivir en semejantes habitaciones, tan sólo pasar por ellas y contemplarlas, los balcones eran tan amplios que un pueblo entero hubiera podido vivir en ellos sin el menor agobio; y Keawe no sabía qué era lo que más le gustaba: si el porche de atrás, a donde llegaba la brisa procedente de la tierra y se podían ver los huertos y las flores, o el balcón delantero, donde se podía beber el viento del mar, contemplar la empinada ladera de la montaña y ver al Hall yendo una vez por semana aproximadamente entre Hookena y las colinas de Pele, o a las goletas siguiendo la costa para recoger cargamentos de madera, de ava y de plátanos."

Robert Louis Stevenson
El diablo de la botella



“La dedicación perpetua que un hombre le da a su negocio, debe ser sostenida con una negligencia perpetua hacia muchas otras cosas.”

Robert Louis Stevenson


"La dicha, eterna o temporal, no es la recompensa que busca el hombre. No lo diré en voz alta, porque una creencia predilecta del hombre es su apego a esa felicidad que invariablemente desdeña; por eso le conviene creer en una felicidad ulterior: no tiene que detenerse y probarla; puede entregarse a la áspera y amarga tarea que alegra a su corazón; y sin embargo puede encantarse con este cuento de hadas de una eterna reunión social y disfrutar de la fantasía de que él, a un tiempo, es él y es otro, y de que se reunirá con sus amigos, todos planchados y castrados, y sin embargo amables —como si el amor no se alimentara de los defectos de la persona amada."

Robert Louis Stevenson
Tomada del libro El libro del cielo y del infierno de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, página 39



“La dificultad de la literatura no es escribir, sino escribir lo que quieres decir.”

Robert Louis Stevenson



“La juventud es enteramente experimental.”

Robert Louis Stevenson


"La literatura es el dialecto de la vida. Y, puesto que eso es así, contribuimos, en cada una de esas dimensiones, a conformar la suma de sentimientos y valoraciones que constituyen eso que llamamos 𝘖𝘱𝘪𝘯𝘪ó𝘯 𝘗ú𝘣𝘭𝘪𝘤𝘢 o 𝘚𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳 𝘊𝘰𝘮ú𝘯. El conjunto de todo lo que lee un país —vivimos días de apogeo de la prensa diaria— modifica en gran manera el conjunto de lo que un país habla, y la lectura y el habla, tomados como unidad, forman el instrumento más efectivo para la educación de la juventud."

Robert Louis Stevenson
El compromiso moral del escritor


“La literatura es el más triste lugar común; pero después de todo los lugares comunes son las grandes verdades poéticas.”

Robert Louis Stevenson


"La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás."

Robert Louis Stevenson





“La política es, tal vez, la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación.”

Robert Louis Stevenson


"La prosa es la forma más difícil de la poesía."

Robert Louis Stevenson



La suerte está echada y para siempre

La suerte está echada y para siempre
maestro y discípulo, amigo, amante, padre e hijos,
caminarán separados, aunque cercanos parezcan.
Cada uno ve a los que ama tan lejos como estrellas.
Así nosotros, por siempre separados nos acercará el llanto,
con llantos contemplaremos la bahía,
las Grandes Puertas,
como dos grandes águilas que volaran sobre las montañas,
sólo unidas por sus lamentos, hasta perderse entre los cedros.
Los años irán acercándonos,
día tras día irán atrayéndonos, semana tras semana,
hasta que la muerte disuelva esta separación.
Porque amamos lo que soñamos,
y en nuestro sueño, aunque muy lejos el uno del otro,
vivimos juntos, corazón a corazón.
Olvidamos lo que somos,
nuestras almas están protegidas por un vano sueño.
Como el soldado que de una atroz guerra vuelve sin temor,
o el marino desde los abismos,
como el caminante regresa de la helada noche y de los bosques a su refugio,
aún con los ojos llenos de rocío y de oscuridad

Robert Louis Stevenson


"La vergüenza y la confusión se apoderaron de mí a un tiempo mismo, y, volviendo el papel a su sitio, me batí en retirada. Ni Felipe ni su madre eran capaces de leer aquellos libros ni de escribir aquellos versos, aunque no sublimes, tan sentidos. Era, pues, evidente que la alcoba que yo acababa de hollar con pies sacrílegos pertenecía a la hija de la casa. Sabe Dios que mi propia conciencia me lo reprendía y castigaba cruelmente. La sola idea de que hubiera yo osado penetrar a hurto en la intimidad de aquella niña, a quien la vida había colocado en situación tan extraña, y el temor de que ella lo averiguase de algún modo, me oprimían como pecados mortales. Amén de esto, me reprendía yo a mí mismo por mis sospechas de la noche anterior, corrido de haber atribuido aquellos descomunales gritos a una mujer que ya se me figuraba una santa, de semblante espectral, desvaída por la maceración, entregada a las prácticas de la devoción, y conviviendo entre sus absurdos parientes con una ejemplar soledad de alma. Y como me inclinara yo en la balaustrada de la galería, para ver el jardinillo de gustosos granados y la somnolienta dama del vistoso atavío —quien en aquel preciso momento se desperezaba, humedeciéndose delicadamente los labios, en la más completa sensualidad del ocio—, vino a mi mente una rápida comparación entre aquel cuadro y la fría alcoba que miraba al norte, hacia las montañas, donde vivía la hija reclusa.
Aquella misma tarde, de lo alto de mi colina, vi que el sacerdote cruzaba la reja de la residencia. La impresión que me causó descubrir el misticismo de la joven se había apoderado de mí hasta el punto de borrar casi los horrores de la noche pasada; pero al ver al digno sacerdote, no sé cómo, las tristes memorias revivieron. Bajé de mi atalaya y, haciendo un rodeo por el bosque, me aposté a medio camino para salirle al paso. En cuanto le vi aparecer lo abordé y me presenté solo, diciéndole que yo era el huésped de la casa. Tenía un aire muy robusto y buenazo, y fácilmente adiviné en él las mezcladas emociones con que me consideraba, a la vez como extranjero y hereje, y como herido de la buena causa. Habló de la familia con reserva, pero con evidente respeto. Le dije que aún no había yo visto a la hija de la casa, a lo cual repuso —mirándome de soslayo— que era natural. Finalmente, me armé de valor y le conté la historia de los gritos y extrañas voces que me habían sobresaltado durante la noche. Me escuchó en silencio, y luego, con un leve movimiento, me dio a entender claramente que debíamos separarnos."

Robert Louis Stevenson
Olalla



“La vida... ¿qué es la vida?
En un páramo inhóspito
ver el amor llegar,
ver el amor marcharse...”

Robert Louis Stevenson





“La vanidad muere con dificultad. En algunos casos obstinados, sobrevive al hombre.”

Robert Louis Stevenson



"Las mentiras más crueles son dichas en silencio."

Robert Louis Stevenson



“Las vi lejanas como el cielo,
mudas y brillantes y muertas,
estrellas de la noche, ociosas,
más queridas que mi sustento...”

Robert Louis Stevenson



Lluvia

Está lloviendo en todas partes,
en campos y árboles al par,
aquí llueve sobre paraguas
y sobre barcos en el mar.

Robert Louis Stevenson




"Lo importante no es llegar sino ir."

Robert Louis Stevenson



"Lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare."

Robert Louis Stevenson


"Los hombres de ciencia nos dicen que todas esas aventuras de marinos en el mar, que toda esa resistencia de tribus y razas que se confunden en el polvo y rumores de la historia, surgieron debido a algo tan abstruso como las leyes de la oferta y la demanda, además de un instinto natural por la comida barata. Para cualquiera que piense con profundidad, esto aparecerá como una explicación aburrida y digna de lástima."


Robert Louis Stevenson



“Los libros son bastante buenos en sí mismos, pero son una pálida sustitución de la vida.”

Robert Louis Stevenson



"Los tópicos son las grandes verdades poéticas."

Robert Louis Stevenson


"Los viejos tienen los defectos que les son propios; tienden a volverse cobardes, tacaños y suspicaces."



Robert Louis Stevenson
Tomado del libro de Salvador Bermúdez de Castro, Vida, destino y muerte, página 63


“Mejor ser tonto que muerto.”

Robert Louis Stevenson



“Mi memoria es magnífica para olvidar.”

Robert Louis Stevenson



"Mientras me decía esto, levanté los ojos y vi a tres sujetos que discutían en la calle apasionadamente. Uno de ellos era el que acababa de abandonar la taberna, y los otros, por sus rostros morenos y expresivos y los sombreros blancos con que se cubrían, parecían de la misma raza. Se había formado a su alrededor un grupo de chiquillos que gesticulaban imitándoles en su habla. Destacaba particularmente, en aquella calle sombría, bajo el cielo gris, el tercero de los hombres parados. De alguna forma, ante su presencia, y sin razón alguna que lo explicase, yo mismo empecé a participar del miedo a los italianos de que me habían hablado.
Atardecía cuando, tras devolver los periódicos a la rectoría, marchaba a través de los «links» en busca de mi refugio. Nunca olvidaré aquella tarde. Reinaba un intenso frío. Se había levantado un fuerte viento que me cortaba los pies, enredándose en la dura yerba; una lluvia sutil y arrastrada a veces por violentas ráfagas de viento, cortaba mi rostro, mientras contemplaba cómo se levantaban montañas de nubes sobre los confines del mar. Ciertamente que el anochecer era lúgubre, y fuera por influencia del mismo, o por el nerviosismo que me había producido cuanto viera y escuchara en el pueblo, lo cierto es que mis pensamientos caminaban al compás de aquellos siniestros presagios.
Las ventanas altas del pabellón se alzaban sobre una gran extensión de los arenales, en dirección a Graden Wester. Para evitar que me divisasen, precisaba caminar por el borde del mar, al abrigo de las dunas más elevadas, y dirigirme desde allí hacia las lindes del bosque. Ya el sol estaba poniéndose, muy baja la marea, al aire las ciénagas, y yo caminaba pensativo, reflexionando sobre todos estos hechos y visiones, cuando me quedé aterrado al descubrir huellas de pasos marcados en la arena. Iban paralelas a mi propio caminar, no bordeantes del césped, sino depositadas sobre la propia playa, y al examinarlas, descubrí enseguida, por el tamaño y la tosca forma del calzado, que no pertenecían a nadie de los que en el pabellón se encontraban. Es más, dada la peligrosidad del paraje, sólo un forastero que no conociera la zona ni supiera de las arenas movedizas por allí extendidas, se hubiese atrevido a adentrarse por aquella siniestra playa de Graden.
Seguí las huellas paso a paso, hasta que un cuarto de milla más adelante vi cómo desaparecían en el borde sudeste de la ciénaga. Fuese quien fuese, allí había muerto el desgraciado. Dos gaviotas, que tal vez presenciaran su desaparición, volaban sobre su tumba emitiendo sus melancólicos gritos. El sol, que había conseguido tal vez por última vez en el día romper los celajes, sombreaba rojizamente la planicie. Helado de frío y abatido por mis propios pensamientos, rodeado de muerte por todas partes, contemplé aquella escena. Pensé si los gritos del infeliz, e ignoraba cuánto se habían prolongado los mismos, habrían llegado al pabellón. Iba a volver sobre mis pasos, cuando una violenta ráfaga de viento batió la playa. Y divisé entonces, tan pronto arrastrándose por la arena como balanceándose en el aire, un sombrero negro de fieltro blando, de copa, similar al que viera esa tarde en la cabeza de los italianos. Aunque no pueda asegurarlo, creo que grité. Arrastraba el viento el sombrero hacia la costa, y corrí rodeando la ciénaga para alcanzarlo cuando llegara. La ráfaga, por momentos abatida, lo dejó sobre las arenas movedizas, para al soplar de nuevo lanzarlo a pocos metros de donde yo me encontraba. Lo cogí cuidadosamente.
Y más tarde, en la tienda, tuve la sensación de que una extraña pesadilla sacudía mi sueño. Pero algo más había que esto, como pude observar al darme cuenta de que el toldo de la misma, que yo cerrara cuidadosamente al acostarme, estaba desatado, y al percibir un fuerte olor de aceite quemado. Sin duda alguien me había alumbrado con el foco de una linterna despertándome. Una simple visión de mi rostro y se había alejado. ¿Por qué? Sin duda, quien fuese, buscaba otra persona. De haberla encontrado, ¿qué hubiese sucedido?
No cabía duda: el pabellón estaba amenazado. Y pese a lo terrible de la noche, no dudé en salir de la tienda e internarme en la espesura que rodeaba el barranco, caminando casi a tientas, empapado por la lluvia, golpeado por la furia del huracán, y temiendo arrojarme en cualquier momento en los brazos del enemigo. Tal era la oscuridad, que aunque me encontrase en medio de un ejército, no podría apercibirlo, pues en el fragor del temporal ni la vista ni el oído me servían ya.
Rondé la interminable noche por los alrededores del pabellón sin ver alma viviente ni escuchar otros ruidos que los del viento, el mar y la lluvia. Sólo una débil luz, que se filtraba por el resquicio de una de las ventanas superiores, me hizo compañía hasta la amanecida."

Robert Louis Stevenson
El pabellón en los links



Mirando al futuro

Cuando yo crezca y sea mayor
me sentiré orgulloso y con honor.
Y a cada niño y niña le diré que respete
y me dejen en paz con mis juguetes.

Robert Louis Stevenson




“Nada levanta más nuestro asco que el canibalismo, pero nosotros damos la misma impresión a los budistas y vegetarianos, pues nos alimentamos de recién nacidos, aunque no de los nuestros.”

Robert Louis Stevenson



“No existen tierras extrañas. Es el viajero el único que es extraño.”

Robert Louis Stevenson



“No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas.”

Robert Louis Stevenson

  

"No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies."

Robert Louis Stevenson


No se viaja para ir a ninguna parte, sino para ir."

Robert Louis Stevenson



“Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa.”

Robert Louis Stevenson



“¡Oh mente frívola del hombre, liviana ignorancia!”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 191




 “Parece que se pueden conseguir muchas cosas en un mundo donde se producen tantos matrimonios y batallas decisivas, donde todos nosotros, a ciertas horas del día, con gran brío y diligencia, guardamos, de forma final e irreparable, una parte de las vituallas en la bolsa que nos contiene. Y también puede parecer, al echar un rápido vistazo, que conseguir el mayor número de cosas posible es la meta principal de la problemática vida del hombre. No obstante, en lo que afecta al alma, eso no es más que apariencia. Vivimos en una escala ascendente cuando somos felices, y una cosa lleva a otra en una serie interminable. Siempre hay un horizonte nuevo para aquellos que miran hacia delante, y, aunque vivimos en un planeta pequeño, estamos inmersos en asuntos de poca monta y sólo duramos unos pocos años, nuestra constitución es tal que nuestras esperanzas resultan siempre inaccesibles, como la estrellas, y la esperanza dura lo mismo que dura la vida. Ser verdaderamente felices depende de cómo empezamos y no de cómo acabamos, de lo que queremos y no de lo que tenemos. Una aspiración es una alegría eterna, una posesión tan sólida como una finca, una fortuna que nunca podemos agotar y que produce año tras año unos ingresos de actividad placentera. Tener muchas es ser rico espiritualmente. La vida sólo es un teatro muy aburrido y mal dirigido si no nos interesa la obra; y, para aquellos que no tienen arte ni ciencia, el mundo es una mera disposición de colores, o un camino difícil donde es muy posible que se rompan las espinillas. Es por su propio deseo y su curiosidad por lo que una persona sigue existiendo con paciencia constante, por lo que se deleita contemplando a la gente y las cosas, por lo que se despierta cada mañana con ansias renovadas de trabajo y placer. El deseo y la curiosidad son los dos ojos a través de los cuales ve el mundo con los colores más sugerentes: son ellos los que hacen hermosas a las mujeres o interesantes a los fósiles; un hombre puede dilapidar su fortuna y verse en la mendicidad, pero si conserva esos dos amuletos, sigue siendo rico en cuanto a las posibilidades del placer. Imaginad que una persona pudiera hacer una comida tan compacta y tan completa que nunca más tuviese hambre; imaginad que, de un solo vistazo, abarcase todos los elementos del mundo y aplacase la sed de conocimientos; imaginad que pudiera hacer eso en cualquier ámbito de la experiencia: ¿no le faltaría después la diversión?”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, págs. 185-186


Pensamiento feliz


Tan lleno el mundo está de cosas miles,
que debemos cual reyes ser felices.

Robert Louis Stevenson




"Perdonarse a uno mismo es ser feliz."

Robert Louis Stevenson


“Porque amamos lo que soñamos, y en nuestro suelo, aunque muy lejos el uno del otro, vivimos juntos, corazón a corazón.”

Robert Louis Stevenson



“¡Qué cosa tan vacía y triste es eso que se llama popularidad!”

Robert Louis Stevenson



"Que un hombre hable durante largo tiempo y hallará creyentes."

Robert Louis Stevenson


"Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite."

Robert Louis Stevenson
El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde



"Ser lo que somos, y llegar a ser lo que somos capaces de ser, es el sólo la finalidad de la vida."

Robert Louis Stevenson


“Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare.”

Robert Louis Stevenson



“Si tu vida es insípida por depender de principios morales; esos son equivocados.”

Robert Louis Stevenson



“Si un hombre ama su trabajo, por encima del éxito o la fama, es un elegido de dios.”

Robert Louis Stevenson


“Sin el encanto, el resto de las virtudes son inútiles.”

Robert Louis Stevenson


“Sólo al intentar comprender a los otros podemos conseguir comprender nuestro propio corazón.”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 198



“Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.”

Robert Louis Stevenson



“Tenemos tanta prisa de hacer, de escribir, de acumular negocios, de hacer sentir nuestra voz por un instante en el burlón silencio de la eternidad, que olvidamos aquella única cosa de la cual los demás no son sino partes: es decir, vivir.”

Robert Louis Stevenson


"Tengo gran memoria para olvidar."

Robert Louis Stevenson



“Toda palabra dicha o escrita es lenguaje muerto.”

Robert Louis Stevenson


“Todos intentamos acertar equivocándonos.”

Robert Louis Stevenson
Memorias para el olvido, pág. 198



“Todos los seres humanos están hechos a base de bien y mal.”

Robert Louis Stevenson


“Todos podemos soportar nuestra carga, por pesada que sea, hasta que caiga la noche. Todos podemos hacer nuestro trabajo, por arduo que sea, durante un día. Todos podemos vivir con dulzura, con paciencia, con amor y pureza hasta que se pone el sol. Y eso es todo lo que la vida significa realmente.”

Robert Louis Stevenson



“Todos somos viajeros en el yermo de este mundo, y lo mejor que podemos encontrar en nuestro recorrido es un amigo honesto.”

Robert Louis Stevenson


“Tu puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar.”

Robert Louis Stevenson



"Un amigo es una imagen que tienes de ti mismo."

Robert Louis Stevenson


“Un hombre no debe negar sus capacidades manifiestas, porque significa evadir sus obligaciones.”

Robert Louis Stevenson



“Un objetivo en la vida es la única fortuna digna de ser buscada; y no se debe buscar en tierras extrañas, sino en el propio corazón.”

Robert Louis Stevenson



“Una aspiración constituye siempre una alegría, una sólida posesión como si fuese una hacienda, una fortuna que nunca llegaremos a consumir y que nos proporciona todos los años una renta de actividad agradable. Poseer muchas significa ser espiritualmente ricos.”

Robert Louis Stevenson
El Dorado


"Una finalidad en la vida es la única fortuna digna de ser buscada; y no hay que buscarla en tierras extrañas, sino en el propio corazón."

Robert Louis Stevenson


"Una intimidad tan desigual nunca ha sido rara en Escocia, donde el espíritu de clan sobrevive, donde la criada suele pasar la vida sirviendo al mismo amo, una ayuda al principio, más tarde una déspota y pensionista por último; donde, además, no se le priva necesariamente de su orgullo, sino que, tal vez, como Kirstie, tiene algún parentesco con el amo y, al menos, conoce la historia de su propia familia y puede estar emparentada con algún muerto ilustre. Porque es eso lo que caracteriza al escocés de cualquier clase, algo impensable para un inglés: su actitud hacia el pasado, que recuerda y aprecia la memoria de sus antecesores, malos o buenos, y arde en él, vivo, un sentido de identidad con los muertos que llega, a veces, hasta la vigésima generación. No podríamos hallar un ejemplo más característico que la familia de Kirstie Elliott. Todos, y Kirstie la primera, se mostraban dispuestos a poner por delante las particularidades de su genealogía, embellecida con cualquier detalle que viniera a la memoria o la fantasía fabricara y, préstese atención, porque, de cada rama del árbol genealógico, colgaba un dogal. Los Elliott habían tenido una historia accidentada y, además, provenían de tres de los clanes más desdichados de la frontera con los ingleses: los Nickson, los Ellwald y los Crozer. Se podía ver a un antepasado tras otro, un instante, entre la lluvia o la niebla de las colinas, apresurándose en dirección a sus negocios furtivos, quizá camino de su casa con un botín exiguo de caballos cojos y vacas flacas, o gritando e impartiendo la muerte en alguna riña de páramo entre hurones y gatos monteses. Uno tras otro habían acabado sus aventuras sombrías al aire libre en un santiamén, colgados en la horca real o en el árbol de un barón fronterizo. Porque el trabuco oxidado de la justicia escocesa, que por lo general no dañaba a nadie sino a los mismos jueces, se convirtió en arma de precisión para los Nickson, los Ellwald y los Crozer. Sólo el efecto vigorizante de sus hazañas parecía hechizar la memoria de sus descendientes, que olvidaban las vergüenzas. Renacía en sus pechos el rescoldo del orgullo cuando declaraban su parentesco con «Andrew Ellwald de Laverockstanes, llamado Dand El Desdichado, que fue ajusticiado en Jeddart con otros siete del mismo nombre, en los días del rey Jaime VI». En todo este embrollo de crimen y desgracia, los Elliott de Cauldstaneslap se jactaban de algo legítimo: los varones eran carne de horca, infractores de la ley desde la cuna, ladronzuelos y pendencieros a muerte, pero según idéntica tradición, las hembras eran todas castas y fieles. El poder del linaje sobre el carácter no se reduce a la herencia de células. Si compro antepasados al peso con el permiso del jefe de la corte heráldica de Escocia, mi nieto (si es escocés), sentirá la misma emulación de sus hazañas con pasión. Entre los Elliott, los hombres que asumían y continuaban la tradición eran orgullosos, sin ley, tan violentos como si tuvieran derecho a serlo. Y las mujeres lo mismo. Y la mujer de naturaleza apasionada e inquieta que se acurrucaba en la alfombra al resplandor del fuego contando estas leyendas, había atesorado toda su vida una integridad salvaje en la virtud.
Su padre, Gilbert, había sido un fanático de la disciplina a la antigua, profundamente devoto, aunque se dedicaba con éxito al contrabando. «Recuerdo que, cuando yo era pequeña, me daba cachetes a menudo y me iba azuzando hacia la cama como a un pollito», contaba ella. «Eso era cuando los muchachos y sus grandes barriles estaban en camino. De doce a tres de la madrugada hemos tenido en la cocina muchas veces a la gentuza de dos o tres condados. Y sus linternas colgadas en el corral; sí, una veintena de ellas a la vez. Pero en Cauldstaneslap no se permitía hablar de forma irreverente. Mi padre era un hombre razonable en su conversación y en su conducta. Si a alguien se le escapaba un juramento, le señalaba la puerta. Tenía ese fervor por Dios, Nuestro Señor; oírle rezar era maravilloso, pero la familia siempre tuvo ese don.» Ese padre se casó dos veces; una, con una morena de la vieja estirpe de Ellwald, con la que tuvo a Gilbert, ahora en Cauldstaneslap; y la segunda vez con la madre de Kirstie. «Cuando se casó con ella, era ya un viejo, un viejo déspota con una voz potente; podías oírle gritar desde todo lo alto del establo», contaba ella. «Pero su mujer era una perfecta maravilla. Era de sangre noble, Archie, puesto que era de tu sangre. Todos en la comarca se volvían locos por ella y por su pelo rubio. El mío no puede compararse con el de ella, y pocas mujeres lo tienen más abundante que yo, ni de color más hermoso. Con frecuencia, le decía yo a mi querida Miss Jeannie, a tu madre —¡ay!, andaba enojada siempre con su pelo, porque era muy delicado y fino, ¿sabes?—, "¡Vamos, miss Jeannie!", le decía yo, "tire sus jabones y mejunjes franceses al fuego de la chimenea, porque ése es su sitio; váyase a un arroyo, lávese en el agua fría de las montañas, y seque su hermoso pelo al viento fresco de los brezales, como mi madre hacía con el suyo y yo he hecho siempre con el mío. Haga lo que le digo, señora, y me dará buenas nuevas de su pelo. Lo tendrá abundante y una trenza tan gruesa como mi brazo", le decía, "y el color más bonito que el de las guineas de oro limpias, y los muchachos en la iglesia no le quitarán ojo!". Bueno, le duró el tiempo que vivió, ¡pobrecita! Le corté un mechón del cadáver, que estaba ahí ¡tan frío! Un día de éstos te lo enseñaré, si eres bueno. Pero, como te decía, mi madre...»
Al morir el padre, quedaron la Kirstie del cabello de oro, que entró al servicio de los Rutherford, parientes lejanos, y el Gilbert de faz oscura (moreno como su madre), veinte años mayor, que se dedicó a la agricultura en Cauldstaneslap, se casó y tuvo cuatro hijos, de 1773 a 1784, y una hija, como una postdata, en 1797, el año de Camperdown y el Cabo de San Vicente . Parece que era tradición en la familia finalizar con una hija tardía. En 1804, a los sesenta años, Gilbert tuvo un fin que podría calificarse de heroico. Solía llegar del mercado a su casa a una hora cualquiera entre las ocho de la tarde y las cinco de la mañana, y llegaba de cualquier humor, entre lo pendenciero y lo brusco, porque mantuvo hasta esos años las buenas costumbres del campesino escocés. Se sabía que, en aquella ocasión, iba a casa con bastante dinero y había corrido la voz como la pólvora. El señor había aireado sus guineas y, sí alguien hubiera estado atento, habría visto a una panda de mal jaez, vagabundos, gentuza de Edimburgo, que salía del mercado mucho tiempo antes del anochecer y cogía el camino del monte por el lado de Hermiston, en donde no era de creer que fueran a un asunto legal. A uno de la comarca llamado Dickieson, se lo llevaron de guía, ¡y lo pagó bien caro! En el vado de Broken Dykes, aquel clan de parásitos se echó de golpe sobre el señor, seis contra uno, y él tres partes dormido por exceso de alcohol. Pero tratar de atrapar a un Elliott no es de sentido común. Durante un buen rato, de noche y con el agua embarrada que le llegaba a las cinchas de la silla, luchó con el bastón como un herrero en el yunque, y el clamor de las blasfemias y los golpes infundía miedo. Así acabó la emboscada y continuó a caballo hasta su casa con una bala en el cuerpo, tres cuchilladas, una costilla rota, sin dientes, la brida en dos pedazos y el caballo moribundo. En la negrura de la noche, con las riendas rotas y la cabeza débil, clavó las espuelas en los ijares y el pobre caballo, que estaba peor que él, relinchaba dando grandes alaridos, mientras corría, como una persona, y el eco en los montes repetía su dolor y la gente de Cauldstaneslap se levantaba de la mesa y se miraba con la cara pálida de miedo."

Robert Louis Stevenson
El Weir de Hermiston



“Vale más asegurar un interés que ganar mil libras esterlinas.”

Robert Louis Stevenson



"Vale más vivir y morir de una vez, que no languidecer cada día en nuestra habitación bajo el pretexto de preservarnos."

Robert Louis Stevenson


“Viajar esperanzadamente es mejor que llegar.”

Robert Louis Stevenson


"Y a la tercera repetición del coro, empujó las barras del cabrestante al frente de ellos con gran brío. Más aun en aquel momento de excitación, ese canto lúgubre me trasladaba con la imaginación, en un segundo, a mi vieja posada del Almirante Benbow, en la cual oía de nuevo la voz de aquel capitán sobresaliendo sobre el coro entero. Pero muy pronto el ancla estaba ya fuera y se la dejaba colgar, escurriendo junto a la proa. Pronto se izaron también las velas, que comenzaron a hincharse suavemente con la brisa, y las costas y los buques empezaron a desfilar ante mis ojos de uno y otro lado, de tal manera que, antes de que hubiera ido a buscar en el sueño una hora de descanso, ya La Española había zarpado gentilmente, empezando su viaje hacia la isla del Tesoro."

Robert Louis Stevenson
La isla del tesoro


“Yo no viajo para ir a alguna parte, sino por ir. Por el hecho de viajar. La cuestión es moverse.”

Robert Louis Stevenson