"A continuación llamó a Danny Danziger. Aunque era temprano por la mañana en Nueva York, ella no estaba en casa. Max dejó sus números de teléfono grabados en el contestador automático y le pidió que comunicase la información a Harmon Seldes. Luego, se preparó café y se instaló para realizar un estudio sistemático de los materiales de Madeleine Bayard.
Primero terminó las cartas. La propia Madeleine las había dividido en tres grupos. El primero era todo material erótico: descripciones en prosa muy colorida de hombres y mujeres que habían compartido con ella una experiencia sexual. Algunas eran bastante toscas; otras, insoportablemente literarias. Todas estaban firmadas con un nombre inventado o muy cariñoso: Pete, Lindy, Lengua de azúcar, Hombre de hierro… Mather se preguntó por qué la pintora se había molestado en conservarlas, y entonces comprendió la frase de Leonie Danziger: «Era voyeur tanto como participante».
El segundo grupo estaba formado por cartas de artistas de distintos lugares del país, con quienes ella mantenía correspondencia regular, aunque también la unía a ellos cierto tipo de relación sexual.
... Madi, lo que me encanta en ti es que careces de celos profesionales. Contemplas la obra. La amas o la odias y lo dices con franqueza… Tu juicio es duro, pero sabes de qué estás hablando, porque todos los días trabajas frente a tu caballete... Creo que por eso nunca supuse que te mostrarías tan generosa en el amor.
«... Queridísima Madi...». Esta carta pertenecía a una pintora de Arizona. «¿Qué puedo decir? Sentía fuego en las yemas de mis dedos cuando regresé de Nueva York. Me enseñaste a pintar, del mismo modo que me enseñaste a amar: el color crudo, mezclado sobre la tela, la aceptación de todos los riesgos, ninguna reserva...».
Y de un maestro anciano, ahora medio ciego, pero que continuaba pintando en Vermont:
Te amé desde el día en que nos conocimos; te deseé desde el primer día en que hicimos el amor en tu estudio... Pero me preocupo por ti, Madi. Me preocupan las dos mujeres: la mujer feliz a quien agradaría pintar hermosos grafiti en los muros de Manhattan, y la personalidad sombría que está tratando de salir del infierno gracias a la pintura...
Fue en este paquete donde halló cuatro cartas, escritas en francés. Eran muy breves, y habían sido escritas con una grafía grande y enfática, en papel de cartas de un hotel, y estaban firmadas solo con iniciales. En todas la forma era la misma: una sola frase explícita elogiando la actuación sexual de Madeleine Bayard, un breve juicio sobre su obra, y una despedida.
Quand tu m’enfourches c’est comme si je m’accouple avec un ouragan et je suis transporté au Paradis.
Mais quand je te contemple dans tes peintures, je vois une agonie que je ne sais pas ni partager ni soulager.
Quand même je te convoite nuit et jour. Á bientôt, chérie."

Morris West
Jugada maestra



“Amigos míos, los invito a examinar una proposición mucho más siniestra; a saber, que la violencia, la crueldad y el asesinato son actos totalmente racionales, concebidos con tanta intención como una pieza teatral, para promover los objetivos – políticos, financieros o personales – de quienes los perpetran...”

Morris West


"Charlie Kamakau seguía trabajando de una manera increíble, pero ahora con un ritmo menos desesperado. Había accedido a usar las vendas que le enviara Sally para sus llagas, pero seguía obsesionado por la idea de que los antepasados le habían elegido para que fuera él quien gobernara esa parte de la montaña, y le mostró una increíble variedad de objetos y artefactos, todos ellos pruebas indudables de la elección y del favor místico. Rechazó de plano la propuesta de regresar al asentamiento de la playa. Aceptó recibir a Carl Magnusson, pero no quería que nadie más subiera mientras no hubiera limpiado y plantado toda la terraza. Decidió que él bajaría parte del camino para dejar frutas y verduras para el campamento y recibir en cambio pescado, pero con la condición de que los mensajeros fueran únicamente hombres. Charlie había terminado con las mujeres, y la sola mención de Bárbara desataba en él un frenético torrente de amenazas y obscenidades. Además, empezaba también a sospechar de Tioto, ya que si éste tenía miedo del kapu, eso quería decir que los dioses estaban disconformes con él... Esas entrevistas le alteraban los nervios, y Thorkild se sentía aliviado al alejarse y volver el rostro hacia el mar, donde al menos quedaban vestigios de razón, de risa, de felicidad.
Sin embargo, no todo era alegría. Jenny había empezado a mostrarse apática, y en varias ocasiones la habían encontrado llorando desconsoladamente, junto a la cascada o en algún lugar alejado de la playa. Sally Anderton lo atribuyó a la depresión típica del puerperio y procuró, en vano, ayudarla a superar su estado con admoniciones y cariño. Adam Briggs, que seguía cortejando asiduamente a Jenny, estaba sumido en silenciosa desesperación. Un día pidió a Thorkild que le acompañara a recorrer las redes de pesca, y mientras lo hacían le abrió su corazón:
–...y yo la amo, jefe, la amo tanto que es como un dolor continuo. Y también sé mejor que cualquier médico qué es lo que ella necesita... un hombre que la ame y le devuelva el niño que perdió, y le proporcione seguridad. Yo podría hacerlo, y sería feliz haciéndolo, toda la vida. Pero tal como ella está ahora, apenas si puedo acercármele. Dice que no soporta que la toquen, y al momento siguiente me dice que yo le gusto más que nadie. Cuando le pregunto si es porque soy negro, me jura que no, y llora, y dice que simplemente no puede dominarse... Me tiene preocupado, jefe. Usted no la ve mucho, últimamente; pero le puedo asegurar que Jenny se nos va."

Morris West
El navegante



“Cuando la ley es impotente, caballeros, ¿cómo se ha de hacer justicia?”

Morris West



“Cuando se ignora de dónde llegará la próxima comida, no se puede pensar en el estado del alma ni cuidarla. El hambre no tiene moral, amigo mío.”

Morris West



“Cuando se trabaja para el Gobierno, no hace falta ser decente; con hacer confesiones honestas cuando a uno se las piden, es bastante. ¿Lo escandaliza eso? Estimado señor, si uno contrata a un hombre para diseñar un sistema de misiles, contrata su capacidad y entierra sus pecados.”

Morris West

  

“... cuanto más sabe uno, tanto más vulnerable es...”

Morris West



“Debemos formular juicios racionales sobre la base de la inteligencia concreta...”

Morris West



"Deseaba creer. La sobria admonición de Rodo lo había conmovido casi hasta las lágrimas. Era el testamento de dos seres amados que habían estado en el infierno y regresado. No deseaba refutarlo. Intentaría llevarlo a la práctica, pero ahora anidaba en él un núcleo duro de escepticismo. En el jardín amurallado de Bay House un hombre podía entrever visiones y soñar; por afuera, en el mundo grande, ancho y maravilloso de la gente común, había francotiradores en los techos de las casas y carniceros en los cuartos de la Feria de las Diversiones.
El lunes almorzó con Mike Santos, y después fue a Wilton para echar una primera ojeada a la casa matriz de los Laboratorios Raymond Serum, una sucesión de edificios antiguos agrupados alrededor de una administración central, que parecía más el cuartel de un regimiento que un moderno instituto serológico.
La historia de la corporación era bastante común: una constante expansión a partir de la estrecha base del capital en poder de la familia, buenos antecedentes de producción, con una administración anticuada y costosa, un fundador envejecido con un hijo que era un investigador brillante, un cuerpo ejecutivo disciplinado por años de regimentación. Era el tipo de situación que agradaba a Spada. Podía comprar a bajo precio la empresa, incorporar capital líquido, reformar la administración, elevar el valor de las acciones y después vender la firma o continuar explotándola.
Pero esta vez la situación ofrecía otros atractivos. Spada ansiaba actuar. El campo de la investigación y la producción de sueros era nuevo para él. Tenía la oportunidad de organizar una operación propia, sin las cargas y las distracciones de la responsabilidad por una gran corporación. Además, en un buen equipo de investigación siempre existía la posibilidad de descubrir algo nuevo y marcar un hito en la historia de la medicina."

Morris West
Proteo


"Ejemplo es la lección que todos los hombres pueden estudiar."

Morris West


“El acto de amor es como el de fe: una entrega; y creo que el uno condiciona al otro.”

Morris West



“El dilema de Giordano Bruno es el dilema del hombre moderno. Nunca podrá garantizar que tiene razón: sólo puede insistir en su derecho a equivocarse.”

Morris West


“El hombre bueno nunca va bastante lejos, el malo va siempre demasiado lejos, de suerte que ambos fallan su objetivo.”

Morris West

  
“El odio más grande es silencioso.”

Morris West


"En las heladas horas entre la medianoche y el alba, George Faber permanecía despierto, luchando con su nueva situación. A su lado, saciada y tranquila, Chiara dormía como un niño. En todos aquellos meses de amor, nunca había experimentado una pasión tan tumultuosa, un abandono semejante al de esa noche. Todos sus sentidos se exacerbaron, todas las emociones surgieron y se apagaron en una culminación de unión tan intensa, que la propia muerte pareció hallarse a sólo un suspiro de distancia. Jamás se había sentido tan hombre. Nunca se mostró Chiara tan generosamente, mujer. Nunca había sucedido tan rápidamente la palabra a las efusiones de ternura y a los transportes del deseo... Nunca en su vida se había sentido tan súbitamente abrumado por la tristeza del después.
En cuanto terminaron de hacer el amor, Chiara dejó escapar un leve suspiro de satisfacción, enterró el rostro en la almohada y se quedó dormida. Fue como si lo hubiese abandonado sin previo aviso y sin despedida para embarcarse en un viaje privado; como si habiendo alcanzado los límites del amor, se le dejase solitario para hacer frente a la oscuridad y los terrores de la noche sin fin.
Los terrores fueron más reales de lo que lo habían sido jamás. Alguna vez, en alguna forma, era preciso pagar un placer de tal intensidad. Y sabía, sin género de duda alguno, que sería él quien pagaría. Lo que aquella noche sintió fue un florecimiento primaveral que podría no repetirse, porque su vida se acercaba al fin del verano, al fin de la cosecha, y el recaudador esperaba en la puerta para reclamar su parte.
Para Chiara, la vida era aún su deudora. El pago se había demorado en exceso, y su cuerpo estaba ávido del tributo. Para él, que había traspasado ya la línea de los cuarenta años, el caso era muy distinto. Sabía dónde se ocultaban los rótulos con los precios. Conocía la necesidad que seguía a la viva satisfacción del acto de unión: el ansia de continuidad, la necesidad de hijos nacidos de la semilla derrochada en la lujuria o el amor, la necesidad de un puerto tranquilo y de una mañana de sol tras las tormentas de la noche.
Mientras George meditaba así, Chiara se agitó y se volvió hacia él en busca de su tibieza. Era un gesto ejecutado en sueños, pero más elocuente que las palabras. Hasta su matrimonio con Calitri, Chiara había estado siempre protegida: por padres ricos y afectuosos, por monjas cariñosas, por las tradiciones de su clase. Al fracasar su matrimonio, Chiara encontró otro refugio, y ahora acudía a reposar contra su pecho buscando olvido entre sus experimentados brazos. Mientras George la sujetase en ellos con fuerza, protectoramente, Chiara permanecería a su lado. Pero en cuanto sus brazos aflojaran o su valor disminuyese, se deslizaría hacia otro refugio.
Lo extraño era que Chiara no veía la injusticia de este trato. Había dado a George su cuerpo, su reputación; ¿qué más podía pedirle? Y si George se lo hubiese dicho, no habría comprendido. Casada y madre, Chiara llegaría finalmente a la madurez, pero en su posición actual sería siempre la mujer-niña, en parte encantada con la aventura, en parte temerosa de sus consecuencias, pero sin comprender que la deuda de amor no se pagaba totalmente con la moneda de su carne.
Para la mujer, el delirio amoroso de aquella noche, magnífico, agotador y maravilloso, había sido también una especie de fuga; y George era demasiado viejo, demasiado sabio o demasiado calculador para acompañarla. Instintivamente se volvió, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él, preguntándose al hacerlo por qué la milagrosa unidad de la carne debía durar tan breve tiempo, y por qué, finalmente, los amantes permanecen tan a menudo y durante tanto tiempo como islas en un mar oscuro. La mano inerte de Chiara se atravesaba sobre su cuerpo, sus cabellos rozaban sus labios, su perfume lo rodeaba. Pero el sueño no acudía, y George repasó una y otra vez la charla que ambos habían mantenido mientras cenaban, cuando repitió a Chiara el consejo de Campeggio, y le explicó adónde podría llevar a ambos este consejo."

Morris West
Las sandalias del pescador




“... en un mundo de lunáticos, los locos estaban más seguros que los cuerdos.”

Morris West


“Era el antiguo proverbio: el dinero hace al hombre; lo hace más puro que los ángeles, y para demostrar lo contrario, hay que tener al menos tanto dinero como él.”

Morris West



"Era el lugar en donde se veían los landós más elegantes y algunos de los mejores caballos de Roma. Los cardenales llegaban en sus carruajes y caminaban solemnemente entre los pinos, mientras sus sirvientes, todos de librea, murmuraban juntos. Los nobles de Roma llegaban allí y se saludaban y flirteaban según la costumbre de la época. No todo el mundo saludaba a Mamma. La mayoría de las damas mantenían sus cabezas muy erguidas y miraban a través de ella como si fuera de cristal. Recuerdo que acostumbraba a hacer un gesto despectivo y a maldecirlas en romanaccio: «¡Viejos pedos! La única cosa que les entra alguna vez bajo las faldas es un caballo.» »Bueno, aquella mañana un caballero llegó con su montura y empezó a hablar con Mamma. Era alto y robusto, con una gran nariz parecida a un pico de águila, probablemente como la mía, y una mata de cabello gris. Cabalgaba sobre un animal negro de belfos nerviosos y parecía una gigantesca estatua que hubiera adquirido vida. Mamma era como una muñeca a su lado, pero permaneció erguida y sonriente y le tendió la mano como si fuera el más humilde de los hombres. Hablaron durante largo rato. Luego, repentinamente, él me arrancó de mi poney, poniéndome sobre su propia silla y me llevó a un loco galope por entre los bosques. Hizo correr a su caballo hasta que estuvo cubierto de sudor y entonces desmontó en un pequeño bosquecillo, ¡que hace mucho que desapareció!, donde había una estatua de Pan y un arroyuelo de agua límpida."

Morris West
La salamandra



“La anarquía inevitablemente provocará tiranía. La tiranía es el semillero de la revolución. Y así el ciclo sangriento se cerrará, a menos que podamos hallar un remedio para la locura que nos aflige.”

Morris West


“La libertad más difícil de conservar es la de equivocarse.”

Morris West


“¡La misericordia se otorga, no se gana! Se concede a los mendigos: ¡no la compra la virtud!”

Morris West


“La mitad de la ley es magia pura... tigres de papel que defienden el templo de una diosa con los ojos vendados.”

Morris West


"La teología que nos predicaban era el antiguo código fundamentalista que siguió a la Reforma... En la Congregación, realicé mis primeras experiencias destinadas a lavar el cerebro humano y a doblegar el espíritu. Las practicaba mi maestro de novicios..., un anti-intelectual, afectado de ceguera espiritual, que infligió daños graves, a veces irreparables, a muchos de los jóvenes que estaban a su cargo... Y, sin embargo, aprendí mucho de él. Aprendí a guardar silencio y esperar. Aprendí la inutilidad de discutir con los sordos. Aprendí a no confundir jamás la verdad con el hombre que la predicaba o la deformaba, a sospechar siempre del evangelista... Rogué no ser nunca como él. Sabía que nunca podría creer en el Dios que él predicaba. Para alcanzar la serenidad en la cual, gracias a Dios, resido ahora, tuve que aprender a perdonarlo. Lo que no puedo perdonar y lo que jamás puedo admitir es la crueldad impersonal que las instituciones —mi propia Iglesia entre ellas— ejercen sobre sus miembros y que justifican con mil argumentos... He luchado contra esta crueldad la vida entera.
[...]
Dejó la pluma y se quedó largo tiempo mirando el grueso papel con escudo de armas y la caligrafía que lo atravesaba en líneas urgentes y disciplinadas.
El caso del padre Anselmo era un símbolo de todos los males de la Iglesia del Mediterráneo. No era un caso aislado. Era lo bastante común para constituir una repetición en la paupérrima área del sur, y tampoco era muy raro en el norte. En su contexto local, era un escándalo pequeño: la Iglesia está fundada en la idea del pecado, y su máxima más antigua es que el hábito no hace al monje, ni la tonsura al religioso. Pero en el contexto de una Iglesia nacional, de un país en que el catolicismo es la influencia dominante, señala graves defectos y la necesidad singular de una reforma.
Un hombre como Anselmo Benincasa era producto de un seminario con malos maestros y con un sistema caduco de educación. Había llegado a ordenarse formado a medias, disciplinado a medias, con su vocación totalmente imberbe. Emergió de la ordenación como un sacerdote más en un país donde abundan los sacerdotes pero escasea el espíritu sacerdotal, e inmediatamente se convirtió en una carga para un pueblo pobre. El salario que le asignaba la diócesis era nominal. Con la desvalorización rápida de la moneda, no alcanzaba ni para comprar pan. Y la jerarquía continuaba aferrada a la cómoda ficción de que los que predican el Evangelio deben vivir del Evangelio, sin cuidarse de definir muy claramente cómo lo han de hacer. Él no tenía pensión de retiro ni existía una institución que le recibiera cuando llegara a la vejez, de modo que le perseguían el miedo constante a ella y la permanente tentación de la avaricia.
Cuando llegó a un pueblo como Gemello Minore, fue otra boca que alimentar. Si la abría demasiado, era probable que pasara hambre. Se vio, pues, forzado a acomodarse, a someterse a la tutela del terrateniente local, o a entrar en transacciones deplorables con su mísero rebaño."

Morris West
El abogado del diablo


“Las reglas del juego establecen que los hombres son mortales pero las corporaciones gigantes son sagradas hasta la eternidad.”

Morris West



"Los hombres, como los árboles, crecen en formas diferentes. Pero, mientras la savia fluye y las hojas germinen, no deberían objetarse la forma del hombre o del árbol."

Morris West



“Los imperios son un anacronismo. No pueden durar. Más tarde o más temprano tendrán que dividirse, humanizarse, dar tiempo y oportunidad a las tribus que forjaron su riqueza inicialmente. Esto no se puede hacer de la noche a la mañana, pero es necesario modificar las estructuras para alcanzar el objetivo...”

Morris West



 “Los negocios son como la prostitución.”

Morris West



“Los sistemas políticos son tan imperfectos y corruptos como los hombres que los conciben.”

Morris West



“No hay Biblia, ni Talmud, ni Corán que codifique la moral del mundo moderno.”

Morris West


“No empiece a sentirse culpable, amigo. Eso es fatal.”

Morris West


“Perdono a quien comete un error. Y le corto la cabeza a quien comete dos veces el mismo error.”

Morris West



“¿Qué moral es aplicable?”

Morris West



“Si no pudiera llegar al cielo más que en grupo, no iría allí en modo alguno...”

Morris West



“... se está advirtiendo a los liberales que, ahora que se vieron salvados de la revolución, más vale que se contenten con una tiranía ordenada...”

Morris West



“Su error fue el de todos los liberales: creer que los hombres están preparados para reformarse, que la buena voluntad atrae a la buena voluntad, que la verdad se basta a sí misma.”

Morris West


“Su fe había naufragado en el más difícil de todos los misterios: que un Dios justo pueda crear monstruos y exigirles que vivan como hombres.”

Morris West


“Un hombre deja de tener miedo cuando ha tomado su partido de la muerte y de su propio destino.”

Morris West