"¡Ahí vienen, ahí vienen! ¿No los veis? Las piernas oscilando, rítmicamente, como metrónomo. Merecen ser una invención prusiana."

Ricardo Güiraldes


“Asimilar horizontes. ¿Qué importa si el mundo es plano o redondo? Imaginarse como disgregado en la atmósfera, que lo abraza todo. Crear visiones de lugares venideros y saber que siempre serán lejanos, inalcanzables como todo ideal.”

Ricardo Güiraldes


"Azules tus ojos. Azules y largos, como un deseo perezoso, cuando el cansancio pesa en tus párpados caídos."

Ricardo Güiraldes

“Crear visiones de lugares venideros y saber que siempre serán lejanos, inalcanzables como todo ideal. Huir lo viejo. Mirar el filo que corta un agua espumosa y pesada. Arrancarse de lo conocido. Beber lo que viene. Tener alma de proa.”

Ricardo Guiraldes


"El caballo galopaba libremente, la confianza del jinete depositada en instinto seguro." 

Ricardo Güiraldes



“En el arte no hay malos motivos; hay motivos mal empleados.”

Ricardo Güiraldes


"En el hierro de sus espadas dormía el coraje pronto a vivir y en sus almas, una gran idea nueva.
La codicia entorpeció a esos hombres. Quisieron conquistar la tierra, pero fueron conquistados por ella. La torpe sed del oro maldito habiéndolos traído, los expulsaría como indeseables piratas.
Había nacido nuestra raza ya y quedaba en pie, hecha de sangre derramada y tierra invicta.
Hablo a mi pueblo porque hablo por mi pueblo.
Él es quien guía mi corazón por la mano mientras digo estas cosas. Mi palabra no es personal ni aspira a expresar sentimientos personales. Entre extraños aprendí a ver lo que en mí había de nacional, lo que hay en mí no de individual, sino de colectivo y común a todo mi pueblo.
Los contrastes evidenciaron lo propio de lo extraño. La incomprensión obró como piedra e hizo nacer el reflejo que me apareció como luz, como mi luz, como nuestra luz.
Paulatinamente, al contacto de otros pueblos y pulsando en la ausencia de ciertos rasgos, cuáles eran los nuestros, propios como creaciones, vi que el conjunto de pequeñas luces rechazadas, hacían una gran luz y que esa luz era «armonía».
La armonía delata la existencia de un ser completo y vi que mi pueblo era un ser completo ante el cual mis ojos se anegaron de cariño.
Me fui por entre el mundo para ver al hombre.
Sentí los límites que no se ven en el idioma de los hombres, en sus gestos. Sentí los climas y las religiones en las costumbres, la moral, el sentir del hombre.
Vi las razas en la fisonomía y las comprendí en sus modos de sentir y de vivir.
Asistí al culto de las religiones distintas y comprendí que ellas hacen en el alma de los hombres, lo que los límites en sus tierras.
Seguí andando por entre el mundo, viendo naciones, razas y pueblos, y comprendí que las razas, las naciones y los pueblos florecen en una religión que es para ellos la representación del estado perfecto y el ideal al cual tienden. En algunas partes no encontré religiones, pero sí filosofías, que es el mismo perro con otro collar.
Siempre pensé en mi pueblo, en mi raza, en mi nación."

Ricardo Güiraldes
El libro bravo


"Encerrado en mi pequeñez como un hombre en una empalizada más alta que su cabeza no puedo ver el horizonte. No hay mas remedio que crecer, pues si mi estatura sobrara la de la empalizada que me rodea, encontraría sin buscar lo que inútilmente buscaría quedándome en mi estatura".

Ricardo Güiraldes


“Estaba por vivir un momento triste. El momento en que en mi vida representaría, más que ningún otro, un desprendimiento.”

Ricardo Güiraldes


"Fabio descubre el mar, el gaucho no se arrodillaba ante nadie, su rumbo era el que el cuerpo mandara, su horizonte la Pampa infinita. Nuevas curiosidades para él, los médanos, el mar de abajo para arriba surge algo así como un doble cielo, que vino a sentarse en una espuma blanca muy cerca de donde yo estaba. Llegaba tan alto aquella Pampa azul y lisa que no podía convencerme de que fuera agua. Me hubiera gustado quedarme un rato si más no fuera contemplando el espectáculo vasto y extraño para mis ojos.
(...)
Fabio ya de estanciero cabalga junto a Don Segundo. Estaba por vivir un momento triste. El momento en que en mi vida representaría, más que ningún otro, un desprendimiento. Tres años habían transcurrido desde que llegué como un simple resero a trocarme en patrón de mis heredades. ¡Mis heredades! Podía mirar alrededor, en redondo, y decirme que todo era mío. Esas palabras nada querían decir. ¿Cuándo en mi vida de gaucho pensé andar por campos ajenos?¿Quién es más dueño de La Pampa que un resero?. Me sugería una sonrisa el solo hecho de pensar en tantos dueños de estancia. ¿Dueños de qué? y esa tarde iba a sufrir el peor golpe. Don Segundo le da la mano a Fabio. Después se aleja cabalgando. Fabio se queda mirándolo. Resultaba ya imposible retenerlo. El estaba hecho para irse siempre. Y tres años de permanencia en un lugar lo habían saturado de inmovilidad. Un rato ignoré si veía o evocaba. Me dije, ahora va a bajar por el lado de la cañada. Recién cuando cruce el río lo veré asomar en el segundo repecho. Sombra, me repetí. Rezar, dejar sencillamente fluir mi tristeza. No sé cuántas cosas se amontonaron en mi soledad. Eran cosas que un hombre jamás se confiesa. Centrando mi voluntad en la ejecución de los pequeños hechos, di vuelta mi caballo y lentamente me fui para las casas. Me fui como quien se desangra."

Ricardo Güiraldes
Don Segundo Sombra


"La luz dormida del camarote, en cuya paz se bañan los muebles precarios y se desmayan los colores de las cortinas, el ambiente que en el pequeño cuarto ambulante ha creado nuestro sentir, todo lo que hay en las maderas, géneros y tapices, de pasajera e intensa intimidad, se va a alejar de nosotros como apartado por las palabras de Clara, cuya ilación expresará el resumen de su vida. Nuestros sentidos van a vivir en sordina, dando paso al privilegio de nuestra imaginación, capaz de trasladarnos en el espacio y en el tiempo.
Con voluntaria tensión auditiva avaloro los velos de emoción que, en intensidades o caídas de tono, hacen vacilar la seguridad del relato:
Una casa patriarcal. Aire triste encerrado en grandes aposentos sonoros como campanas. Institutrices, profesores de música y de artes caseras, delante de una niña de ojos claros y rodillas lastimadas de travesuras. A veces una fiesta en los hieráticos salones hace en la vida monacal un resplandor de luces. Aro de una joya sobre un traje de luto. Entonces la chica prevé una rotación de baile en los rasos crujientes, cuyos colores vivificarán la líquida indiferencia de sus iris.
Crecimiento. Veraneo en la gran quinta de Morón. Lecturas en bibliotecas de estupidez organizada, en que los sentimentalismos se amontonan so pretexto de exaltadas amistades.
Una madre cariñosa y lejana. Un padre que representa severamente el orden.
Las rodillas, afinándose, exigen que se alargue el vestido. Mayor sentimiento de soledad en el jardín, que cobra importancia por su cordialidad para con los ensueños atontados.
Una calle de plátanos, otra de paraísos, una araucaria cuya fuerza da sombra cerca de un paredón cubierto de vidrios rotos y trozos de botella. Y un lago artificial lleno de sapos y ranas que cantan a los días de lluvia o tormenta.
De pronto, un viaje a Europa. Ni amigos ni relaciones a no ser los de los padres, que politiquean y hablan desde la cima de sus cincuenta años. Las primeras inquietudes de mujer, pasadas a la pretina de mademoiselle, fea, descreída y romántica en el ridículo.
Y tan inesperada es la vuelta como la partida.
La que ya es mujer comienza la vida que deseó siendo niña: fiestas, teatros, bailes. Es una intelectual porque así lo quieren las señoras de edad, los graves políticos y algún analfabeto que trajo la noticia de Europa.
Entretanto, el cuidado paterno la mima como a un criminal. Imposible salir sin custodia, imposible tener amigos sin inmediata sospecha, imposible vivir porque una niña «debe cuidarse de espontaneidades».
Por fin, el desenlace: el matrimonio a ojos cerrados y la consiguiente tragedia de la brutalidad."

Ricardo Güiraldes
Xaimaca


“Me fui, como quien se desangra.”

Ricardo Güiraldes


"Mirar mucho para pensar poco."

Ricardo Güiraldes
Xamaica




“Misterioso numen que ilumina, el alma de la plástica divina, que ama por tu cuerpo generoso, el poderoso, argumento de lo hermoso.”

Ricardo Güiraldes



“No me mire, vida mía, con esa cara tan mala, que el corazón se me quiebra como una hojita de chala.”

Ricardo Güiraldes



“(…) No sé cuántas cosas se amontonaron en mi soledad. Eran cosas que un hombre jamás se confiesa.”

Ricardo Güiraldes


Paseo

"De Río a Copacabana.
Se dispara sobre impecable asfalto,
se agujerea una montaña y se redispara,
en herradura, costeando océano
y venteándose de marisco.
El mar alinea paralelas blancas con calmos siseos.
El cielo está siempre clavado al techo, 
por sus estrellas;
los morros fabrican horizontes de montaña rusa...
Y la luna calavereando."

Ricardo Güiraldes


Proa

Hace mar fuerte…fuerte…
Los egocultores decimos así a lo
que nos vence y no es el caso.
El mar arrea cordilleras renovadas,
que columpian al vapor
en cuya proa frenetizo de borrasca.
Busco una metáfora pluriforme
e inmensa; algo como fijar el alma
caótica,que se empenacha de pedrería.
¿Cómo decir?…Mar…mar…y mientras
insuflo el cráneo de espacio
para cantarle mi visión, el insolente
me escupió la cara.

Ricardo Güiraldes



¿Realidad? ¡Qué importa si vivió de inalcanzable!”

Ricardo Güiraldes


“Rezar, dejar sencillamente fluir mi tristeza. No sé cuántas cosas se amontonaron en mi soledad.”

Ricardo Güiraldes


"Sí, humílleme, pero algún día, si Dios quiere, nos hemos de encontrar cara a cara."

Ricardo Güiraldes



"Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo. Y a su vez pregunta: Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?"

Ricardo Güiraldes




"Sólo nuestra voluntad puede encauzarnos hacia nuestra propia creación. Debemos crearnos a nosotros mismos. Para ser dos veces nacido, es necesario que seamos nuestra propia madre. Hasta ahora somos hechos y nada más que nosotros puede lograr que nos hagamos. El segundo nacimiento es el único consciente, el único que obedece a nuestra propia voluntad. El día que nos hayamos creado, según nuestro concepto de perfección -que es intuición del arquetipo hacia el cual nos encaminamos-, seremos verdaderamente lo que queremos y debemos ser."

Ricardo Güiraldes


"Tango fatal, soberbio y bruto. Notas arrastradas, perezosamente, en un teclado gangoso. Tango severo y triste. Tango de amenaza. Baile de amor y muerte."

Ricardo Güiraldes



Tengo miedo de mirar mi dolor

"Tengo miedo de mirar mi dolor.
No vaya a ser que me quede demasiado grande.
Prefiero calzar mi debe como una valentía de espuelas 
e hincando mi pereza, que quisiera morir
cobardemente, andar con frente firme ante la
pampa yerma del dolor de los otros.
Sólo así quiero merecer."

Ricardo Güiraldes


"Una luz fresca chorreaba de oro el campo." 

Ricardo Güiraldes


Verano

"Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre.
La casa abierta, respirando de noche,
todo apagado dentro.
Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul
de zafiro australiano se aleja,
por obra del aturdimiento luminoso que mandan
a los ojos los focos eléctricos.
De tiempo en tiempo, coches pasan, 
en rectilíneos destinos.
En la acera de enfrente, una madre aparea
la obesidad de su flácido descanso 
a las epidérmicas lasitudes de su hija,
que corre mano distraída sobre su muslo,
apenas suavizado por un batón rosa.
El reflejo de los focos se aplasta,
extendido contra el asfalto.
Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío,
pareces un cuento,
infantil,
de madera."

Ricardo Güiraldes




Viajar

Asimilar horizontes. ¿Qué importa si el mundo
es plano o redondo?
Imaginarse como disgregado en la atmósfera,
que lo abraza todo.
Crear visiones de lugares venideros y saber
que siempre serán lejanos,
inalcanzables como todo ideal.
Huir lo viejo.
Mirar el filo que corta una agua espumosa
y pesada.
Arrancarse de lo conocido.
Beber lo que viene.
Tener alma de proa.

Ricardo Güiraldes



“¿Y la muerte? La muerte es un pozo y la filosofía una noria.”

Ricardo Güiraldes