"Creaste tu propio infierno, estás dentro de tu misma trampa.
Hay una puerta para salir.
Hay un camino para seguir...
Hay una ley para cumplir.
Hay una meta para llegar y está encerrada en la palabra "AMAR"."

Mario Mendoza


"Es una ecuación triste: A mayor proximidad, menor deseo. Tal vez la razón de esto esté en que nadie nos enseña bien el juego: Las relaciones sentimentales se fundan tanto en la presencia como en la ausencia. Es importante estar cerca, compartir, ser muy solidario con el otro, por supuesto. Pero también es importante no estar, dejarlo libre, soñarlo, anhelarlo, fantasear. Sólo así el deseo se mantiene intacto. (...) He imaginado cientos de veces su final, sus últimos minutos de vida atrapado en el agua y en el hielo invernal, y siempre hay una pregunta que me ronda en la cabeza: ¿qué autores invocó, qué párrafos recordó en esa hora final, qué versos murmuró en voz baja para sí mismo? Daría lo que fuera por conocer esos nombres y esos textos. Porque en esas palabras, tal vez, están no sólo las claves de la vida de mi maestro, sino las claves para entrar en la muerte con cierta placidez inteligente."

Mario Mendoza
La locura de nuestro tiempo


"El cuerpo de Bárbara, su altivez felina en el acto sexual, sus caricias, la manera como me jalaba el cabello, sus posiciones insinuantes en la cama, los gritos y los gemidos que emitía durante sus sucesivos orgasmos, todo me tenía loco, transportado a una dimensión en la que nunca pensé que iba a estar, una dimensión donde la vida era una fuerza misteriosa que se expresaba en pulsiones avasallantes que dejaban atrás cualquier asomo de lucidez y de mesura, que hasta entonces, de manera tediosa, habían sido las marcas imborrables que llevaba mi pasado. No, con Bárbara me sentía pleno, a tope, lanzado a un torbellino de sentimientos que me inundaban por dentro de una energía hasta entonces desconocida. Y lo más extraño de todo es que después de acostarnos juntos ella se quedaba así, desnuda sobre la cama, y entonces empezaba a hablarme de planes de ataque, de ideas para derrotar a los que gobernaban el sistema para su propio beneficio, me hablaba de armas, de cifras de dinero para financiar entrenamiento militar y cosas así, y a mí me parecía mentira que de un momento a otro mi vida hubiera tomado un giro tan inesperado y que yo estuviera ahí, con una terrorista preciosa entregándome toda su ternura mientras planeaba, afuera, destruir ese mundo que nos contemplaba por la ventana. Era, ¿cómo decirte?, cinematográfico, estético, como si de pronto el profesor universitario abúlico y predecible se hubiera convertido en un aventurero intrépido dispuesto a correr cualquier tipo de riesgo. Y después de haber sido el Hombre Murciélago en brazos de una delincuente hermosa y fatal, no tenía la menor intención de regresar a ser Bruno Díaz. ¿Sí entiendes por lo que estaba pasando, lo que sentía, la forma como fui cayendo en un pozo del cual, después, iba a ser muy difícil escapar? Lo único que le pido mientras lees estas palabras es que me trates con indulgencia, que no me juzgues con severidad, y que más bien te apiades de ese loco que no tenía ni idea de lo que hacía ni del peligro que iba a correr al aceptar semejante encargo tan descabellado.
A la noche siguiente, en efecto, Pedro me entregó en casa de Bárbara la lista y me dio algunas indicaciones sobre cada uno de los sujetos. Me sorprendió que en la lista aparecieran dos mujeres. Pedro me dijo que ocasionalmente había concursantes mujeres, pero que nunca sobrepasaban los veinticinco años de edad y que por lo general eran drogadictas o enfermas de sida en su fase terminal. Como me memoricé esa lista para no llevar evidencias conmigo, te transcribo los nombres y algunos datos de los doce concursantes, para que te hagas una idea del tipo de persona que debía contactar y preparar para una contraofensiva.
Jaime Sandoval, alias «El Gordo», un antiguo plomero que vivía en el barrio 12 de Octubre y que sufría de ataques de esquizofrenia en los cuales ciertas voces le anunciaban el fin del mundo. La familia lo había abandonado hacía varios años y el tipo dormía en un lote vacío, entre cajas y cartones, y cuando entraba en trance recorría el barrio pidiéndoles a los vecinos que se confesaran, que se arrepintieran de todos sus pecados porque el fin estaba cerca y porque muy pronto llegaría el castigo y todos morirían entre tormentos atroces y grandes sufrimientos."

Mario Mendoza
Buda Blues