"Azucena había regresado a su casa a pie. Al caminar recobraba la tranquilidad mental. En la esquina de la calle donde vivía vio que Cuquita iba entrando en su edificio. Le extrañó mucho que apenas estuviera llegando, pues había salido de la oficina de Escalafón Astral mucho antes que ella. Al ver que traía cargando una bolsa del mandado encontró una razón justificada. De seguro había ido al mercado antes de volver a casa.
Cuquita, a lo lejos, también vio a Azucena y no le agradó nada. Intentó entrar lo más pronto posible para no toparse con ella, pero se lo impidió el cuerpo seboso de su borracho marido que se encontraba tendido a lo largo de la puerta. Eso no era nada raro. Prácticamente, su esposo era parte de la escenografía del barrio, y a nadie le extrañaba verlo a diario tirado en el piso todo vomitado y mosqueado. Los vecinos ya habían presentado una queja ante Salubridad y Asistencia y se le había advertido a Cuquita que no podía dejar que su esposo utilizara la calle de dormitorio. «¡Pobre Cuquita!», pensó Azucena. No en vano quería cambiar de esposo. Pero bueno, algo gordo tendría que haber hecho en otras vidas para tener ese karma encima. Desde el lugar donde se encontraba, Azucena observó cómo Cuquita trataba de arrastrar a su esposo hacia el interior del edificio, y cómo el esposo se encabronó y empezó a ponerle a Cuquita una golpiza marca diablo.
A Azucena, ese tipo de injusticias la enfurecían. Sin poderlo evitar, se le subía la sangre al cerebro y se convertía en una fuerza desatada de la naturaleza. En menos que canta un gallo llegó al lado de la pareja dispareja, jaló al marido de Cuquita de los pelos, lo lanzó contra la pared y acto seguido le propinó una fenomenal patada en los huevos. Para rematar le dio un gancho al hígado y, ya en el piso, una buena dotación de puntapiés en los que descargó toda la rabia contenida. Azucena quedó agotada, pero con una gran sensación de alivio. Cuquita no sabía si besarle la mano o correr a levantar el contenido de la bolsa del mandado que había caído por las escaleras. Se decidió por darle las gracias brevemente y empezó a recoger sus cosas antes de que alguien las viera. Azucena se aprestó a ayudarla y se sorprendió enormemente al ver que dentro de la bolsa no había ni fruta ni verduras sino una cantidad impresionante de virtualibros.
Unos meses atrás, Cuquita le había pedido su ayuda para la adquisición de los mismos. Su abuelita era ciega y se desesperaba mucho de no poder leer ni ver la televirtual. Acababa de salir al mercado un invento sensacional de películas para ciegos. Eran unos lentes muy sencillos que enviaban impulsos eléctricos al cerebro sin necesidad de pasar por los ojos y hacían que los ciegos «vieran» películas virtualizadas con la misma claridad que las personas que gozaban del sentido de la vista. La abuelita de Cuquita fue la primera en presentar su solicitud para adquirir el aparato y la primera en ser rechazada. No podía gozar de esos placeres pues su ceguera era karmática, ya que cuando había sido militar argentino, durante sus torturas había dejado ciegas a varias personas. Cuquita, al verla llorar día y noche, se había atrevido a pedirle a Azucena una carta de recomendación en la que dijera que ella era la astroanalista de la señora y que certificaba que ya había pagado sus karmas como «gorila», lo cual no era cierto. Azucena, por supuesto, se había negado. Iba contra la ética de su profesión hacer algo así. Pero para su asombro Cuquita se había salido con la suya y los había conseguido. Azucena estaba de lo más intrigada sobre cómo lo había hecho. ¿A quién habría sobornado? Cuquita no le dio tiempo de suponer nada. Llegó a su lado corriendo, le arrebató uno de los virtualibros de las manos y lo guardó rápidamente dentro de la bolsa. Acto seguido, se dirigió a ella en una actitud de lo más retadora."

Laura Esquivel
La ley del amor


“Creo que actualmente la cocina es el último reducto que el mundo civilizado nos ha dejado para ejercer la generosidad.”

Laura Esquivel



“Cualquier cosa que una persona mencione, cualquier frase dicha, desde un simple comentario, aparentemente inocente, hasta un pensamiento filosófico profundo, reúne dos condiciones: es la manifestación de un pensamiento, pero también la inevitable expresión de una emoción.”

Laura Esquivel



"Dentro del medio científico es aceptado que una persona que presencia un asesinato o que sufre una fuerte impresión de tipo emocional puede quedar ciega o sorda, pero no que podría sanar con sólo cambiar su patrón de pensamiento.
Se tiene conciencia del daño psicológico que puede ocasionar una discusión familiar, la falta de afecto o un sentimiento de inferioridad, pero no del poder curativo que una frase repetida varias veces al día nos puede proporcionar. Sin embargo, no podemos negar ni que los pensamientos negativos afectan y causan daños graves en nuestro organismo ni que una oración pronunciada con fe a veces logra respuestas milagrosas en los enfermos.
Vivimos en un Universo en constante cambio. Minuto a minuto, nacen y mueren estrellas, tormentas, arco iris, nubes, plantas, animales, seres humanos, pensamientos y... emociones. Aceptamos que el viento puede mover una nube de lugar porque lo estamos viendo, pero no que un pensamiento o una emoción, como le quieran llamar —porque, como hemos visto anteriormente, la diferencia entre ambos no es tan lejana como se había considerado—, crean reacciones físicas y químicas dentro de nuestro organismo. Aceptamos la salida del sol y de la luna, sabemos de su poder, de su influencia, incluso les rendimos tributo, pero no alcanzamos a comprender lo que nos puede beneficiar el nacimiento de una sonrisa en nuestro corazón.
Sin embargo, ya que todo en el Universo cambia, esperamos que la tristeza, que la depresión, que el sufrimiento terminen de un momento a otro, que se eclipsen, que se desvanezcan como nubes empujadas por el viento, sin darnos cuenta de que nosotros mismos somos los agentes del cambio. Que la fuerza de una alegría puede ahuyentar el dolor o al menos hacerlo más llevadero.
No nos damos cuenta porque la mayor enfermedad de nuestra época es la depresión y el mayor mal la angustia. Y su influencia, como negros nubarrones, nos ensombrece el alma y el entendimiento.
Ese terrible mal, que aqueja a millones de personas, tiene el poder de encogernos el corazón, pues cuando uno está deprimido, todo el organismo se contrae.
Nuestra capacidad de actuar, de pensar, de gozar, se reduce a su mínima expresión. Estarán de acuerdo conmigo en que la vida moderna que se lleva en las grandes ciudades en nada colabora para ensanchar nuestro espíritu. Nos impone en todo momento grandes exigencias y agudiza aún más la sensación de ahogo. Diariamente hay que luchar a brazo partido por un espacio en el metro, en el estacionamiento, en los restaurantes, en los cines. Hay que soportar el ruido de los automóviles, de las fábricas, de las radios a todo volumen. Hay que llegar al trabajo en medio del tráfico, lo más rápido posible y al mismo tiempo que se cuida la cartera, se evitan los accidentes, se escapa de los asaltantes, para finalmente cumplir con un horario y poder cobrar un sueldo a fin de mes. Con todo esto, las grandes ciudades se han convertido en el mejor caldo de cultivo para las tensiones. Para mantener la tensión muscular de un órgano o de un músculo se requiere de mucha energía. Podríamos decir que cada músculo tenso es, al igual que la gota que cae de un grifo mal cerrado, una fuga constante de energía que nos produce cansancio, adormecimiento, sueño. El estrés, entre otras cosas, ocasiona la contracción y el endurecimiento de los órganos internos, y dificulta su funcionamiento. Les pone una camisa de fuerza que no los deja trabajar. Al contraerse provocan que la membrana que los cubre se les adhiera totalmente y los imposibilite para expulsar el calor y las toxinas que guardan en su interior."

Laura Esquivel
El libro de las emociones


"-Dígame, ¿usted me ama?
-No lo sé, déjeme un tiempo para pensarlo.
-Lo siento pero debería saber que el amor no se piensa. Se siente o no se siente."

Laura Esquivel




“El éxito está en la vida que uno lleva, en cómo vive, cómo goza, cómo se integra, cómo disfruta de las pequeñas cosas.”

Laura Esquivel



"En cierto momento de su vida dejó de buscarse a sí mismo en todo lo que existe y cedió a las tentaciones. O, como dices, pecó y más tarde huyó."

Laura Esquivel



“En la literatura o en cualquier otra actividad, hombres y mujeres tenemos que rescatar aquellos espacios, mal considerados femeninos, que el progreso ha devaluado por considerarlos improductivos. Esos espacios que te conectan con tu espíritu y con lo que en realidad eres. Hablo de ciertos rituales, como pueden ser el de la cocina o el bordado.”

Laura Esquivel



“Generalmente creemos que el amor es algo que te va a dar el otro. Cuando, en realidad, el amor es lo que yo doy, lo que yo comparto. Todos somos energía amorosa y nos damos cuenta de esto cuando la compartimos.”

Laura Esquivel



“La industria convirtió a libros y escritores en objetos de mercado.”

Laura Esquivel



“Las emociones se viven, se sienten, se reconocen, pero sólo una parte de ellas se puede expresar en palabras o conceptos.”

Laura Esquivel


"Las palabras, al igual que el agua, son unas conductoras maravillosas de energía. La que más poder transformador tiene es la amorosa."
 
Laura Esquivel



"Las palabras tienen vida, memoria. Al escucharlas uno se remite al pasado."

Laura Esquivel



"Lo malo de llorar cuando uno pica la cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza y ya no puede parar."

Laura Esquivel



“Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillas en nuestro interior, no las podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender una de las cerillas. Por un momento, nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción.”

Laura Esquivel
Como agua para chocolate


“No me gusta poner etiquetas. Cualquier tipo de etiqueta limita. No me interesa la literatura que excluye, la literatura que se hace para un solo grupito de iluminados que viven en un olimpo separado de los demás.”

Laura Esquivel



“Todos los espacios íntimos son los que se relacionan con la sensualidad, con la vida, con un orden mucho más cósmico.”

Laura Esquivel