Algo yace en el campo

Algo yace en el campo, en algún sitio,
confiada a la tierra ciega y olvidadiza,
algo que estimuló en un poeta la profecía,
un poco de polvo invisible y abandonado.

El polvo de la alondra que escuchó Shelley
y que inmortalizó desde entonces,
aunque sólo vivió como los otros pájaros
sin saber que sería inmortal;

vivió su mansa vida y un día cayó,
una pequeña bola de plumas y huesos:
y cómo murió, cómo cantó cuando
se despedía, nadie lo sabe.

Thomas Hardy

"De inmediato enviaron a un hombre a caballo a Castle Boterel, y el caballero conocido como doctor Granson acudió esa misma tarde. Éste afirmó que el sistema nervioso de Elfride estaba bastante alterado; le recetó un bebedizo para aliviarla y dio orden de que bajo ningún concepto volviera a jugar al ajedrez.
A la mañana siguiente, Knight, muy molesto consigo mismo, esperó con una curiosa mezcla de sentimientos que ella entrara a desayunar. Las criadas entraban para los maitines a intervalos irregulares, y siempre que una de ellas aparecía, Knight no podía evitar volver la cabeza con la esperanza de que fuera Elfride. El señor Swancourt comenzó la lectura sin esperarla. A continuación alguien entró sigilosamente; Knight levantó levemente la mirada: no era más que la ayudante del cocinero. Knight se dijo que la lectura de oraciones era un latazo.
Salió solo, y casi por primera vez reconoció que conversar con los atractivos de la naturaleza no era una cuestión de soledad. Al volver a acercarse a la casa advirtió que su joven amiga cruzaba la cuesta por una vereda que conducía a la que él había estado siguiendo en un ángulo de la parcela. Allí se encontraron. Elfride se sentía a la vez exultante y avergonzada: toparse con él le produjo el efecto de entrar en una catedral.
Knight llevaba su cuaderno en la mano y de hecho, cuando se vieron el uno al otro, estaba escribiendo. Dejó una frase a la mitad y afectuosamente preguntó por el estado de salud de Elfride. Ella dijo que se encontraba perfectamente, y la verdad era que jamás había tenido mejor aspecto. Su salud no era tan inconsecuente como sus actos. Tenía los labios rojos, sin el lustre que dan las cerezas, y su rojez limitaba con una piel clara mediante una línea claramente definida, carente de la menor irregularidad. En conjunto, parecía la última persona en el mundo que se dejaría afectar por una derrota ajedrecística, pues tenía un aspecto demasiado efímero para jugar."

Thomas Hardy
Un par de ojos azules 






Después
 
 Cuando el Presente cierre sus puertas tras mi paso
y, cual recién hilada seda, las tiernas rosas
de mayo acune el viento, ¿dirá el vecino acaso:
«Era de los que suelen apreciar estas cosas»?
 
 Si es al ocaso y cruza sobre el denso follaje,
como en un parpadeo, un halcón por la umbría
y se posa en la zarza que el viento arquease,
pensará quien lo vea: «También él lo vería»
 
 Si en la noche oscura y tibia, de insectos poblada,
cuando el erizo corre furtivo por el prado,
tal vez alguien dijera: «Porque nadie dañara
a estas pobres criaturas veló, y poco ha logrado»
 
 Si al oir que he partido, junto al umbral se quedan
contemplando los astros en el cielo de invierno,
¿pensarán los que ver mi rostro ya no puedan:
«Fue alguien que meditó sobre el misterio eterno?

Thomas Hardy


El acantilado de Beeny

Oh, el zafiro y el ópalo de este errante mar de occidente,
y una mujer en lo alto con el cabello al viento cabalga sonriente,
la mujer que amé tanto y que me amó fielmente.
 
 A nuestros pies el rugido continuo y las lejanas olas de la mar
semejaban un cielo inferior, engolfado en su propio palpitar,
mientras reíamos alegres en aquel mes de marzo que no podré olvidar.
 
 Una pequeña nube nos ocultó, y brotó una lluvia irisada,
y se tiñó el Atlántico de una imprecisa y leve pincelada,
luego salió de nuevo el sol y de un tono purpúreo quedó la mar bañada.
 En su profunda y abisal belleza aún el viejo Beeny ocupa bajo el cielo su lugar,
pero ella y yo el próximo mes de marzo no volveremos allí de nuevo a pasear,
ni las dulces palabras que dijimos se volverán a escuchar.
 
Pues aunque todavía la abisal belleza se alza en aquella agreste ribera de occidente,
la mujer, a la que el pony llevaba a paso de andadura está ahora ausente,
ya no sabe de Beeny ni le importa y no volverá a reír jamás alegremente.

Thomas Hardy


El dios enfermo

I.

Cuando los hombres disfrutaban la guerra,
un dios esparció cada cuerpo mortal;
Los pueblos le ofrecieron sus manos y corazones,
Desde la tierra de Israel a islas lejanas.

II.
Su presencia carmesí, con estruendos y repiques,
iluminó toda oscuridad y todo enfrentamiento mortal,
los reyes invocaron su temible ayuda,
con runas y rimas, para violar y saquear.

III.
Sobre moretones y yagas, cicatrices y suturas,
sobre espadas y pernos, lanzó su fulgurante destello;
sus halos marcaron la sangre,
y los cadáveres vistieron su glorioso brillo.

IV.
Alguna reina o rey primitivo vio su esplendor,
y también algún héroe narrativo después;
fue visto por Wolfe y por Ney,
y también por Nelson en sus dominios azules.

V.
Pero luego se propagó una nueva luz.
El oro divino palidece, el blasón agrava y decae;
incluso su esplendorosa forma se disipa, y
nada más que una sombra queda de él.

VI.
La meditación moderna rompió el hechizo,
algunos dicen que las súplicas de los escritores asestaron el golpe,
otros, que sus terribles crímenes
fueron suficientes para enlodar su manto carmesí.

VII.
¡Sí! Hombres más excelentes que él
sembraron semillas de creciente simpatía,
todos saben, aunque por mucho tiempo se desatienda, que
los dioses de los hombres están en paz.

VIII.
De las almas ahora brotan presagios y el pensamiento descubre
la triste multiplicidad de las cosas,
amigos por enemigos, iras aminoradas
y predicciones por exabruptos.

IX.
Apenas le apasionan hoy los vencedores;
vencen y desafían, tensos y pálidos;
y si quisieran levantar el brazo caído
del dios derrotado, no sabrían hacerlo.

X.
Pero las guerras prosiguen, aunque se enfríe el entusiasmo;
a momentos, como un antiguo germen,
dios se levanta socorrido por adornos y listones;
¡pero nunca se parece al de antes!

XI.
Dejen al hombre gozar, déjenlo lamentar.
La primitiva y estridente deidad
se derrumba ante una de mejor salud.
El dios de la guerra ya no es dios.

Thomas Hardy



El funeral de dios

I.
Vi un tren sigiloso
de cejas firmes y ojos abiertos, canoso y encorvado.
Siguiendo en línea recta las llanuras del ocaso,
una excéntrica y aburridísima figura mística.

II.
Por los contagiosos latidos del pensamiento,
o agitado por el conocimiento latente que yacía en mí,
fui arrojado a la conciencia del dolor.

III.
A mis ojos borrosos la figura
le pareció antropomorfa; dispuesta a mutar
en una nube amorfa de maravilloso tamaño,
a momentos dotada de enormes alas gloriosas

IV.
Estas variaciones fantasmales
alguna vez lo poseyeron mientras se dibujaban;
sin embargo, y a pesar de todo, simbolizaban
una gran potencia y una fuerza entrañable.

V.
Casi sin de darme cuenta me arrodillé,
sin palabras, ante las columnas en movimiento;
creciendo en número y masa mientras avanzaban,
expulsaban los enfermizos pensamientos que podían escucharse:

VI.
Oh, figura antropomorfa, de proyección tardía,
como la nuestra, ¿qué moribundos sobrevivirán?
¿De dónde viniste, que estuvimos tentados a crear
algo que ya no podemos mantener con vida?

VII.
Encerrándolo con celo, feroz al principio,
se le hizo justicia por los tiempos,
dispuestos a bendecirlo por circunstancias malditas,
por todas las calamidades y misericordias.

VIII.
Engañados por nuestros propios sueños primitivos,
por necesidad de consuelo, crecimos en el engaño propio,
adoramos nuestra creación, ahora nuestro creador,
y creímos en lo que habíamos imaginado.

IX.
Hasta que en el silencioso sigilo del tiempo,
una intransigente y cruda realidad
mutiló al Monarca de nuestra moldura,
que tembló y se hundió, y ha dejado de existir.

X.
Camino al abandono de nuestro mito,
enlutados, con los labios caídos, a tientas nos arrastramos,
más tristes que los llantos en Babilonia,
que aún albergaban esperanza en Sion.

XI.
Qué dulces fueron los años remotos,
mover las ruedas del día con una plegaria honesta,
recostarse tranquilamente en el recuerdo,
¡y gozar la bendita seguridad de su presencia!

XII.
¿Quién o qué podría ocupar su lugar?
¿Dónde se fijarán, erráticos, los ojos distraídos;
en alguna constelación para estimular la paz;
dónde está la finalidad de lo que se busca?

XIII.
Pude reconocer algunos en el fondo,
dulces mujeres, jóvenes, hombres, incrédulos,
repicando todos juntos: «Esta figura es de paja,
¡una burla de réquiem! ¡Él aún vive para nosotros!».

XIV.
No podría sostener su fe: sin embargo,
conozco a muchos: simpatizo con todos;
y aún sin palabras, nunca olvidé que
se lamentaban por algo que alguna vez también aprecié.

XV.
Incluso me pregunté cómo llevar la pérdida,
pregunta insistente para cada mente pensante,
y mirando el espectro que se ampliaba apareció
un pálido pero auténtico brillo de la tierra.

XVI.
Para levantar la noche general,
algunos que se habían mantenido al margen confesaron:
«Te veo en el horizonte, pequeña luz –
¿Creces?», todo doliente sacudió su cabeza.

XVII.
Formaron una multitud,
algunos tenían la razón, algunos se acercaron,
aturdido y desconcertado, en una mezcla de brillo y oscuridad,
mecánicamente los seguí junto a los demás.

Thomas Hardy


El gamo ante la casa solitaria

Afuera, en las tinieblas, alguien mira
a través del cristal de la ventana
desde la blanca sábana aterida.
Afuera, en las tinieblas alguien mira
cómo, en vela, aguardamos la mañana
junto a la lumbre de la chimenea.
 No alcanzamos a ver esos dos ojos
que nos contemplan desde la intemperie
y reproducen los destellos rojos
del fuego. No advertimos esos ojos,
ojos maravillados, rutilantes,
y sus pasos furtivos, vacilantes.

Thomas Hardy


“El miedo es la madre de la previsión.”

Thomas Hardy


“El pesimismo es un juego seguro. Así no puedes perder nunca, solo puedes ganar. Es el único punto de vista desde el que nunca te sentirás decepcionado.”

Thomas Hardy


“El poeta tienen su propia moral y la costumbre no es argumento para ellos.”

Thomas Hardy


“El principal objetivo de la religión no es lleva el hombre al cielo sino introducir el cielo en el hombre.”

Thomas Hardy


"El regio brillo de Sirio horadaba el ojo con su resplandor acerado, la estrella llamada Capella era amarilla, Aldebarán y Betelgeuse resplandecían de un rojo furioso.
Para las personas que están solas sobre una colina, durante una clara medianoche como ésta, el rodar del mundo hacia el este es un movimiento casi palpable."

Thomas Hardy



“El tiempo lo cambia todo, excepto algo en nosotros que siempre está sorprendido por el cambio.”

Thomas Hardy


“En esta época todo el mundo parece tener talento pero realmente quienes me importan a mí y me merecen tal distinción son aquellos que permanecen en la oscuridad.”

Thomas Hardy


"Era una tarde triste y pesada. Pierston caminaba por el largo pasadizo o estrecho de los Pozos. En las fuentes que por allí fluían a uno y otro lado del camino estaban las muchachas con sus cántaros; y detrás de las casas que formaban el propileo o vestíbulo de la roca, se alzaba el macizo frontal de la isla, culminado de aquella parte por numerosos reductos como una corona mural.
Según nos acercamos al extremo superior del estrecho, parece como si detuviera nuestros pasos y nos cerrara el camino la superficie de la escarpa, casi vertical, que vemos al frente, y que si resbalara aplastaría toda la aldea. Pero, de pronto, notamos que el camino, la antigua carretera romana de la península, da vuelta en ángulo agudo al llegar a la base de la escarpa y asciende en inclinadísima cuesta por la derecha. A la izquierda sube también otro camino en cuesta, de construcción moderna, casi tan escarpado como el primero y perfectamente recto. Es el camino que conduce a los fortines.
Pierston llegó a la bifurcación de la carretera y se detuvo para tomar aliento. Antes de dirigirse por la derecha, que era su propia y pintoresca vía, contempló el camino que por la izquierda conducía a las fortificaciones, y que nada tenía de interesante. Era nuevo, largo, blanco, regular, y se iba estrechando su cono hasta un punto imperceptible como una lección de perspectiva. A la distancia de una cuarta parte, arriba del camino, distinguió a una muchacha que en la margen reposaba con un cesto de ropa blanca, y por la forma de su sombrero y la índole de su carga reconoció que era Avicia, quien no le había visto; y dejando el camino de la derecha, subió lentamente por la cuesta que ella había tomado.
Jocelyn notó que la atención de Avicia estaba concentrada en algo de más arriba, y siguió la dirección de su mirada. Sobre ellos se alzaba la verde-gris montaña de piedra, poblada de hierba, cuya cima estaba explanada por arte militar. La línea del horizonte se veía quebrada de trecho en trecho por garitas semejantes a estaquillas, y cerca de una de ellas un punto rojo se deslizaba hacia atrás y adelante en monótono vaivén, proyectando su silueta en el nublado firmamento."

Thomas Hardy
La bien amada


“Es difícil para una mujer expresar con palabras sus sentimientos cuando las mismas han sido creadas por los hombres para expresar los suyos.”

Thomas Hardy



“Es maravilloso escuchar el silencio del hombre.”

Thomas Hardy



“Hay una condición peor que la ceguera, y es ver algo que no es.”

Thomas Hardy


La educación de dios

Lo vi robar la luz
que cazaba sus ojos:
se fue tan sutilmente que nadie notó
que incluso un día anduvo
deambulando por aquí.

Miré un poco más, y robó también
sus tinturas de lirios y rosas;
toda la vivacidad de su joven alma
desapareció, cuando
cayó bajo su frío control.

Entonces pregunté: «¿por qué la devoras de ese modo?
¿Esperas alguna vez atesorar sus dulzuras?».
«Oh, no», me dijo, «no me satisfacen; lo que ofrezco es
sacrificar su tiempo con indiferencia».

Le dije que «a eso le llamamos crueldad,
nosotros, tu pobre especie mortal».
Meditó. «El pensamiento es nuevo para mí.
Pensaba que dominaba a los hombres,
¡pero es vuestra la enseñanza!».

Thomas Hardy


“La felicidad no depende de lo que uno no tiene, sino del buen uso que hace de lo que tiene.”

Thomas Hardy



"La felicidad se hace, no se halla. Brota del interior, no viene de fuera."

Thomas Hardy



“La paciencia, esa mezcla de coraje moral con timidez física.”

Thomas Hardy



“La poesía es emoción puesta en movimiento. La emoción debe venir por su propia naturaleza, pero la medida puede ser adquirida por el arte.”

Thomas Hardy



“Las personas que están solas en la montaña durante una medianoche clara como ésta casi pueden palpar el movimiento giratorio de la Tierra hacia el este.”

Thomas Hardy



“¡No haga una cosa inmoral por razones morales!”

Thomas Hardy



“Si existe una forma de ser mejor consiste en verlo todo del peor modo posible.”

Thomas Hardy


“Si no puedes leer con placer no puedes leer con beneficio.”

Thomas Hardy


Tiempos

Este es el tiempo que gusta al cuclillo
y me ocurre lo mismo:
cuando abate el chubasco agujas del castaño
y ya el nido abandonan los pájaros pequeños;
y el ruiseñor chiquito y pardo hace primores,
y hay gente en el umbral de La Paz del Viajero,
y salen las muchachas con leves muselinas,
y sueña el ciudadano con el Sur y el Poniente,
y me ocurre lo mismo.

Este es el tiempo en que el pastor se aparta
y yo hago lo mismo;
en que gotean hayas, en pardo y en ceniza,
se agitan y se doblan,
y palpitan las aguas en el monte escondidas,
con anhelo; y arroyos del prado se derraman,
y en fila cuelgan gotas de las puertas de hierro
y se van las cornejas a casa, por familias,
y yo hago lo mismo.

Thomas Hardy


“Un amante sin indiscreciones no es amante en modo alguno.”

Thomas Hardy



Una cita fallida

No apareciste,
y el tiempo prosiguió su curso. Triste,
no tanto por faltarme tu presencia
como por comprender que te faltaba
la compasión que por condescendencia
se impone a la apatía, me apenaba
que al dar la hora anhelada en que debiste
llegar no apareciste.
No me quisiste,
tan sólo en el amor la lealtad existe,
lo sabía y lo sé, nunca estuvo en mis manos
la tuya. Aunque tal vez hubiera sido hermoso
añadir a la suma de los actos humanos
otro en que tú, mujer, un día venturoso
viniste a dar consuelo a un hombre solo y triste;
aunque no me quisiste.

Thomas Hardy


“Y, sin embargo, para cada mal hay uno peor.”

Thomas Hardy