El esqueleto de la ciencia son los hechos, pero los músculos y los nervios son el significado que se les confiere, y el alma de la ciencia son las ideas.

Ruy Pérez Tamayo

"Es importante examinar, aunque sólo sea de pasada, el concepto pragmático de la verdad Si en un momento determinado dos hipótesis distintas, ambas generadas para explicar un mismo grupo de fenómenos, no pudieran distinguirse en función de sus capacidades predictivas en la práctica, las dos deberían considerarse igualmente ciertas. Esto es precisamente lo que ocurrió en Europa durante el siglo XVI, cuando la teoría geocéntrica de Ptolomeo y la heliocéntrica de Copérnico servían para ayudar a la navegación marítima con igual eficacia, por lo que ambas podían haber sido declaradas como verdaderas desde ese punto de vista; en cambio, con la introducción del telescopio la utilidad práctica de la hipótesis de Copérnico superó a la de Ptolomeo, por lo que a partir de ese episodio la verdad ya nada más le correspondió a Copérnico. De igual forma ocurrió en el siglo XIX con las teorías contagionista y anticontagionista de la fiebre amarilla: ambas tenían consecuencias prácticas de valor no sólo médico y filosófico sino también económico, en vista de que decidían la viabilidad y la extensión de las facilidades comerciales entre los distintos países, debido a las famosas cuarentenas portuarias. La información objetiva que existía en este campo hasta antes de Pasteur y Koch se podía explicar en forma igualmente satisfactoria (o insatisfactoria) por las dos teorías, que postulaban hechos diametralmente opuestos; sin embargo, con el descubrimiento del papel patógeno de los agentes microbianos, la teoría anticontagionista dejó de ser verdad y le cedió todo el campo a la teoría microbiana de la enfermedad.
De lo anterior se desprende que el pragmatismo, además de tener fuertes relaciones con el instrumentalismo, también está emparentado de cerca con el relativismo, una corriente filosófica antigua pero que en el campo de la ciencia es relativamente reciente y ha tenido un impacto importante, sobre todo a partir de los trabajos de Kuhn. Pero el pragmatismo también tiene elementos positivistas, que ya hemos señalado y que explican su inclusión en este capítulo. Todas estas influencias e interacciones entre las distintas “escuelas” mencionadas son convenientes en teoría pero falsas (o mejor aún, parciales y artificiales) en la realidad. Los científicos y filósofos cuyos pensamientos y contribuciones hemos mencionado no se preocuparon por mantenerse dentro de esquemas que posteriormente resultaran cómodos a los historiadores, sino que pensaron y argumentaron según su época y su leal saber y entender. Somos nosotros, sus estudiantes e intérpretes, los que intentando comprenderlos mejor, tratamos de encasillarlos en compartimentos más o menos rígidos; la medida en que nuestros esquemas se apartan de la perfección teóricamente anticipada no es sólo reflejo de nuestra incapacidad sino también del grado en que las distintas casillas se superponen."

Ruy Pérez Tamayo
¿Existe el método científico?


"La ciencia tiene una característica maravillosa, y es que aprende de sus errores, que utiliza sus equivocaciones para reexaminar los problemas y volver a intentar resolverlos, cada vez por nuevos caminos." 
Ruy Pérez Tamayo


“La diferencia más sobresaliente entre los hombres de ciencia y los demás profesionales es que los primeros aceptan su ignorancia y parten de ella para realizar sus trabajos y observaciones, mientras que los segundos basan sus actividades en los conocimientos que ya poseen o creen poseer.”

Ruy Pérez Tamayo


La verdad no se decide por el voto popular.

Ruy Pérez Tamayo


"Todo el majestuoso edificio de la ciencia contemporánea descansa en dos proposiciones metafísicas, que pueden enunciarse como sigue: 1: La regularidad de la naturaleza no reconoce excepciones, y 2: El hombre posee la capacidad de comprender la regularidad de la naturaleza."

Ruy Pérez Tamayo


"Una forma un poco más elaborada de postular el “fracaso” de la investigación científica es señalando que, por su misma naturaleza, hay muchas cosas que la ciencia no está capacitada para entender; a continuación se enumeran algunos de estos “misterios”, como el origen del Universo o el sentido de nuestra existencia, o emociones como el goce estético, el amor o el arrepentimiento. En general, la mayoría de tales instancias caen dentro de uno de dos grupos: a) postulados cuya misma realidad no está claramente definida, como podría ser el origen del Universo, ya que nada garantiza que haya tenido un origen, o el sentido de nuestra existencia, ya que pudiera no tener ninguno, y b) conceptos enunciados en un lenguaje que a priori excluye su análisis objetivo al manejar categorías indefinidas, o por lo menos ambiguas, en relación con su esfera de realidad, como en el caso del amor, que todos hemos sentido pero no sabemos ni qué cosa es ni dónde está. El doctor Arturo Rosenblueth solía decir que él se comprometía a realizar un estudio científico de cualquier cosa, siempre y cuando ésta se definiera en términos objetivos; cuando alguna vez le pregunté si podía examinar su propio disfrute de las sonatas de Beethoven, me señaló categóricamente: Defina usted lo que significa el término ‘disfrute’ en lenguaje objetivo y a continuación le describiré un protocolo de investigación científica sobre él. Pero no me pida que haga ciencia sobre una palabra, aunque podría hacerla si considero a la palabra como fenómeno; cuando el significado o contenido de esa palabra también se defina como fenómeno, caerá dentro del universo de la ciencia y podré estudiarlo científicamente.
Finalmente, la forma más común de acusar a la ciencia de haber “fracasado” es señalando su incompetencia para generar un mundo con menos problemas, menos violento y más respetuoso de la vida humana y de la integridad del medio ambiente, menos competitivo y más conducente a la nobleza de los sentimientos y a la elevación del espíritu. Es indudable que el estado actual de la civilización y de las sociedades revela un grado avanzado de deshumanización, que la violencia contra el hombre y la naturaleza aumentan cada día más y que es posible percibir una crisis en los valores humanos caracterizada por un frenético afán de poseer, que sustituye a la aspiración de ser. Pero me parece que esto no tiene que ver nada con la ciencia y sí mucho con la naturaleza humana. No olvidemos que la ciencia es solamente un medio que el hombre usa para obtener conocimientos; los fines a los que estos conocimientos se aplican no están determinados por el instrumento que sirvió para obtenerla. Como el genio que surge de la lámpara cuando Aladino la frota, la ciencia está ahí para cumplir con nuestros deseos, pero no es responsable de ellos. El mismo veneno que sirve para eliminar a las ratas y evitar enfermedades epidémicas de cuya magnitud potencial son testigos silenciosos los millones de seres humanos muertos por ellas a través de la historia, también sirve para envenenar al hombre. Pero la decisión de a quien envenena y destruye no la hace el veneno: la hacemos nosotros."

Ruy Pérez Tamayo
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