"Escucha bien: peca quinientas treinta y nueve veces al día, pero luego arrepiéntete, porque todos pueden pecar y luego arrepentirse, pero tú pecas continuamente y no te arrepientes nunca. De hecho, si pecar es malo, peor es recordar siempre los propios pecados, porque significa que uno está lleno de rencor, y esto no; es bueno. Y sobre todo, no hay nada peor que ser rencoroso y tener siempre en mente los propios pecados. Es mucho mejor que te acuerdes del mal que te han hecho los demás, porque al menos te servirá en el futuro para estar atento a ese tipo de personas; pero el mal que has cometido olvídalo y haz como si no hubiera sucedido nunca. Existe un solo pecado mortal, el desconsuelo; es del desconsuelo de donde nace la desesperación, y la desesperación no es ya un pecado, sino la misma muerte del espíritu. Y además, ¿cuáles son tus pecados?, ¿la embriaguez y cosas por el estilo? Una persona razonable bebe lo que puede soportar y no se emborracha, pero el estúpido bebe hasta agotar incluso el agua de la fuente y esto significa que la culpa no es del vino, sino de la estupidez humana. Otros, en su locura, arden en vodka, y no sólo interiormente; yo mismo he visto a algunos ponerse negros y recubrirse de llamas. Pero llegados a este punto, si el fuego del alcohol
se ha apoderado de ti, no se puede continuar hablando de pecado. En relación a las varias infracciones del séptimo mandamiento te daré un consejo en conciencia: juzgar es difícil, pero alabar es imposible. ¡No, no te lo recomiendo! Cierto, se trata de un placer agudísimo, sobre esto hay poco que decir, pero al final la cosa cansa y abrevia la vida. Si no me crees, escucha lo que dice un reconocido médico alemán». Varsonofij cogía entonces de la estantería un libro de aspecto anticuado y empezaba a hojearlo. «Mira, basta ya con el título: Macrobiótica, de Hufeland. Lee aquí, en la página 176...». Y empezaba a leer con voz sosegada la página en la que el autor alemán recomienda con gran celo no desperdiciar la energía vital. «¿Ves? ¿Y por tanto, por qué una persona inteligente debería echarse a perder de ese modo? Cuando uno es joven y desconsiderado estas cosas le parecen quién sabe qué, pero luego uno se olvida de ellas y se tiene mayor respeto a sí mismo. ¿Qué ganas, entonces, recordando el pasado y pensando: "maldito, querría ser otro, he echado a perder mi inocencia, perdiendo la pureza del cuerpo y del alma"? Créeme, hacer esto es una verdadera estupidez, significa convertirse en un títere en manos del diablo. A él lo que le gusta es que tu alma no vaya ni adelante ni atrás, sino que continúe dando vueltas alrededor del fango. Escucha pues mi consejo: en cuanto el diablo empiece a tentarte con el arrepentimiento, escupe a un lado y haz como si no fuera nada, diciendo: ¡son muy graves todos mis pecados, son verdaderamente graves! Haz esto y ya verás como el diablo te deja en paz... Te lo digo por experiencia personal."

Vladímir Soloviov
Los tres diálogos


“Frente al falso espiritualismo, el amor sexual satisface las exigencias fundamentales: la homogeneidad, la igualdad y la reciprocidad entre los amantes.”

Vladímir Soloviov



"Las diferentes transformaciones de la fórmula utilitaria no la hacen más convincente. Así, partiendo del concepto de utilidad como satisfacción duradera, puede afirmarse que la felicidad personal no procura una satisfacción duradera, puesto que está relacionada con objetos contingentes y pasajeros, mientras que el bien común de la humanidad, en cuanto que también se halla en relación con todas las generaciones futuras, es un objeto que permanece invariablemente, por lo que servirlo puede satisfacer de manera duradera. Si este argumento está dirigido a «cada uno», resulta que cada uno puede objetar lo siguiente: «Aunque la consecución de mi felicidad personal no me dé una satisfacción duradera, el preocuparme por la felicidad de la humanidad futura no me da ninguna satisfacción, porque no me puedo satisfacer en modo alguno con un bien que, si llega a existir alguna vez, existirá en todo caso no como mi bien, porque yo, entre otras cosas, posiblemente no existiré; por eso, si mi bienestar personal no me es útil, tanto menos el bienestar general: ¿cómo puedo buscar una utilidad propia en aquello que a ciencia cierta no voy a utilizar?»
El verdadero pensamiento al que tiende el utilitarismo en sus mejores representantes es la idea de una solidaridad de toda la humanidad, como consecuencia de la cual el bienestar particular de cada uno está en relación con el bienestar general. Pero esta idea no echa sus raíces en el suelo del utilitarismo y no se sitúa, en cuanto principio práctico, dentro de los límites del esquema mental utilitarista y eudemonista en general. Incluso se puede admitir plenamente la verdad de la solidaridad universal y de las consecuencias que se derivan de ella como un orden natural de las cosas, sin que se derive de aquí, sin embargo, ninguna norma moral para la propia conducta. Así, por ejemplo, un rico libertino, que vive exclusivamente para su propio placer y nunca pone el bien de su prójimo como fin de sus acciones, sin embargo puede señalar, y no sin fundamento, que en virtud del curso natural de las cosas su lujo refinado contribuye al desarrollo de la industria y el comercio, las ciencias y las artes, y da trabajo a muchos necesitados.
La solidaridad universal, como ley natural, existe y actúa a través de los individuos independientemente de su voluntad y de su conducta, y si yo, al preocuparme sólo de mi utilidad personal, contribuyo involuntariamente a la utilidad general, ¿qué más se puede exigir de mí desde el punto de vista del utilitarismo? Pero, por otra parte, la solidaridad universal no es ni de lejos lo mismo que el bienestar general. Del hecho de que la humanidad sea solidaria en sí misma no se sigue en modo alguno que haya de ser necesariamente feliz: la humanidad puede ser solidaria en las desgracias y en la ruina. Por eso, si he hecho de la idea de la solidaridad universal la norma práctica de mi comportamiento, y en virtud de ella sacrifico mis ventajas personales al bien común, pero resulta ahora que la humanidad está condenada a la destrucción y su «bien» es un engaño, ¿cuál será la utilidad de mi sacrificio para mí y para la humanidad? Así pues, aunque sea posible la idea de una solidaridad universal, en el sentido de una norma práctica, vincularla intrínsecamente con el principio del utilitarismo sería para éste completamente inútil."

Vladímir Soloviov
La justificación del bien




"Presiento la proximidad de tiempos en que los cristianos se reúnan de nuevo en las catacumbas porque se persiga la fe, acaso de una manera menos brutal que en la época de Nerón, pero con un rigor no menos refinado, por la mentira, la burla y todas las hipocresías."

Vladímir Serguéyevich Soloviov, también conocido con la transcripción de su nombre como Vladímir Soloviev 

Del libro Del sentimiento trágico de la vida de Miguel de Unamuno, página 82