"Cuando fue mi cumpleaños T me regaló una hebilla y una petaca y las dos cosas me encantaron. Cuando fue el cumpleaños de T le compré una pistola de agua y le pinté un cuadro. A T le gustó mucho el cuadro, se puso muy contenta y me llevó a cenar a un restaurante japonés. La comida era buena, pero no me apañaba muy bien con los dichosos palillos, así que le pedí al camarero un tenedor. El camarero resultó ser un tío gracioso, me dijo que no tenía tenedores y se rio un rato de mi torpeza, al final de la cena le llamé y le dije que me iba a dar bastante más maña metiéndole los palillos por el culo. A T no le hizo mucha gracia. A veces los camareros asumen su función de siervos miserables y son la cosa más repugnante del mundo. Piensan: «yo sólo soy un camarero pero todavía puedo enseñarle a este imbécil cómo se come en Mi restaurante con Mis palillos de madera», en lugar de pensar: «Otro pobre tipo al que le están jodiendo los dichosos palillos de esta mierda de restaurante que me paga esta mierda de sueldo». Aparte de todo esto, la comida estaba buena, eran pescados crudos y cosas que parecían asquerosas pero que luego estaban muy ricas.
A T le gusta mucho la comida japonesa y también los animales y todas las cosas raras, como la medicina natural o las camas de algodón sobre tatamis de cebada prensada, creo que es cebada prensada, pero no estoy seguro. Afortunadamente no le interesan nada ni la astrología ni el budismo ni las energías interiores que salen del alma y te atan los cordones de los zapatos, y digo afortunadamente porque por alguna extraña razón todas estas cosas suelen venir juntas.
La verdad es que no le dije nada al camarero. Me hubiera gustado, pero supongo que para eso hay que nacer. Como para patinar sobre hielo."

Ray Loriga
Lo peor de todo



"El cuarto mide seis metros, así que puedo recorrerlo entero varias veces al día. Todo lo que un hombre necesita es viajar. No hay nada en los colegios que no se pueda aprender en un autobús camino de la costa. Por alguna extraña razón los hombres muertos del ministerio han escogido prácticamente todos los libros equivocados. Te enseñan bailes que tus pies no pueden seguir. Piensan en cosas en las que no puedes pensar. Te dan regalos y no saben que todos los bolsillos de tu chaqueta tienen que estar vacíos. Persiguen a mujeres a las que no les ves ninguna gracia y tus chicas nunca valen gran cosa para ellos. Sólo estás realmente solo cuando no puedes oír lo que piensas. Hay un millón de mujeres en la calle y todas tienen alguna gracia. O prácticamente todas. Pero también quiero enamorarme, claro. Quiero abrazar mujeres tanto como quiero follármelas. Me gustaría querer abrazar a la misma mujer a la que quiero follar. Todo llegará. Déjame hacer mis planes. Los días tienen bordes afilados como una lata de atún y el cielo cuelga de un gancho de carnicero. Nada de suerte para hoy. Así son los días en el cuarto. Cajas fuertes cerradas por dentro. Me siento francamente bien con mis sueños de cerveza. He aprendido a ordenar mis discos favoritos y sé cuando falta alguno. Necesito un consejo tanto como necesito la sífilis. Puedo estar solo más tiempo del que nadie puede imaginar. La chica rubia no quiere que le hagan más daño. Cuando salga de aquí seré el único hombre para la chica rubia, y ella nunca comerá nada que yo no le dé, y yo nunca le daré veneno sin antídoto. Viviremos juntos, dormiremos juntos y nunca le abriremos la puerta a los extraños. En navidad organizaremos defensas antiaéreas para los regalos que no sean nuestros. No tendremos amigos y yo dispararé sobre sus enemigos y ella contra los míos indistintamente. Por las mañanas la dejaré dormir. Las cicatrices de nuestros golpes no durarán más de una semana. Para cuando las desgracias vengan a visitarnos ya nos habremos mudado. Lavaré los platos y beberé cerveza mientras espero a que vuelva del trabajo. Cuando me pregunte cómo me ha ido siempre le diré que todo ha ido bien y ella nunca sabrá cuándo miento. La chica rubia nunca tendrá que escalar la fachada porque yo siempre estaré en casa."

Ray Loriga
Héroes




"En algo al menos había que darle la razón a Laura: el restaurante del viejo puerto resultó realmente encantador. La vista era sin duda la mejor de la bahía y en una noche de luna llena era difícil imaginar un paisaje más hermoso, sobre todo difícil para Adela, que había viajado muy poco. El mar estaba tranquilo y el cielo claro, y el paisaje desde el ventanal abarcaba desde el faro de punta Compt hasta el faro antiguo del puerto. El ambiente era familiar y honesto, y por una vez no había ni rastro de estudiantes, ni de ellos ni de ellas. El olor a pescado a la parrilla abría el apetito nada más cruzar la puerta. Los manteles blancos estaban bordados con graciosos motivos marineros y había flores en todas las ventanas, que permanecían abiertas dejando pasar una suave brisa con aroma de mar. En fin, que no podía haber a lo largo de la costa un lugar más encantador y que era casi imposible no olvidarse allí dentro, por un instante, de todas las preocupaciones.
Durante la cena —exquisitas langostas de Coversgate, de tamaño exagerado—, la conversación transcurrió encantadora y ligera, regada con abundante vino de Napa Valley conseguido gracias al carné de conducir de Laura, que era en realidad el de su hermana Jenny. Un engaño imposible de descubrir mirando la foto, pues las dos hermanas eran como dos gotas de agua. Tan idénticas que a Adela y a Sara les costó creer que se tratase de dos chicas distintas. Sin embargo, no fue el parecido entre las dos hermanas lo que más sorprendió a Adela al mirar el carné de conducir, sino la medalla que llevaba colgada Jenny en la foto. Parecía la misma que le había entregado el camarero del Inferno, con un sagrado corazón en llamas, la misma que había escondido entre las sábanas de su cama sin que Laura lo supiera. Claro que no podía estar segura: en la foto, como es lógico, era imposible ver el reverso de la medalla, pero le pareció demasiada casualidad y se preocupó por no haberla escondido mejor. Decidió que en cuanto volvieran tendría que encontrar la manera de sacarla de la habitación y ponerla a buen recaudo, lejos de Laura. Decidió también esconder más todas y cada una de sus intenciones, sonreír más, mentir mejor, ganarse, en una palabra, la confianza de Laura y sobre todo no alimentar su natural recelo.
Hablaron de lo que hablan las mujeres cuando están solas: de chicos, de estrellas de cine, de literatura, de salud, de sus propios cuerpos y sus formas y sus correspondientes preocupaciones y orgullos y complejos y no fue hasta que estaban terminando los postres, apenas fruta después de la comilona, que una nube cubrió la luz de la luna."

Ray Loriga
El bebedor de lágrimas



"Escribir no es conocer el mundo sino conocer lo que aún no se conoce del mundo. La porción del mundo que aún no es propia, o al menos propia de la escritura."

Ray Loriga



"Éste es un mundo extraño. Está el rock and roll y un par de cosas buenas. David Bowie, los Clash, los Stones y alguno de los nuevos, como Living Colors o Sonic Youth, pero también está la televisión, y la televisión te recuerda constantemente el terreno que pisas. Televisión nacional y también televisión alemana, italiana, inglesa y mejicana. Puedes volverte loco, porque lo anormal es la norma, y todo es extraño y sorprendente aunque nadie parezca sorprendido. Es tan jodidamente raro que a veces parece lo único real. Piernas cortadas de Cuajo y senadores que se revientan los sesos con una pistola y chicas que se desnudan y empleados de banca que se desnudan y programas concurso donde un tío lo sabe todo sobre ingeniería genética o sobre la fabricación de galletas para perro, y miles de millones en premios y tíos capaces de darle por el culo a la virgen del rocío a cambio de un apartamento en la playa. No sé mucho de nada, pero conozco a todos los presentadores de todas las cadenas y puedo notar cualquier cambio en los decorados de los telediarios. Me quedo toda la noche viendo combates de boxeo. He visto caer a Leonard, y se me saltaban las lágrimas. He visto caer a Tyson, y aún no me lo creo. He visto resucitar a Foreman. A veces apago el televisor y me quedo mirando mi reflejo en la pantalla. Estoy solo y la habitación se comprime para entrar en la pantalla. Me siento como en casa.
No lo sabía cuando cogí la habitación. No sabía que la ventana frente a la cama era el gran agujero del culo de mi alma, y ahora andaban todos asomados. Querían verlo todo. Querían saber más que yo. Había uno en cada balcón. Esperando. Estaban ahí, esperando sin hacer nada, los muy jodidos. Querían un poco de fiesta. Me paseaba por el cuarto desnudo, y les encantaba. Asentían con la cabeza. Así que también bebía desnudo y hasta vomitaba por el suelo. Pero eso ya se lo esperaban. Escuchaban mi música. Les horrorizaba, pero no tenían más remedio que seguir con ello. Subía putas a mi cuarto y les daba por delante y por detrás, con AC/DC a todo volumen. Estaban tan asqueados que volvían al día siguiente, bien temprano. Algunos ya se sabían las canciones y tarareaban “Highway to hell” en voz baja. Seguían allí, esperando, y yo sabía qué es lo que venía después, pero no estaba muy seguro de querer dárselo. Tiraban cuchillas de afeitar por la ventana. Tenían prisa los muy hijoputas. Se habían traído sillas y algo para picar. Vino y cerveza y cacahuetes y refrescos para los críos. Las cuchillas entraban por la ventana como Cantos de sirena. Pero yo siempre he sabido que una sirena no es más que una sardina con malformación congénita. Así que empecé a pensar en mudarme a uno de los cuartos interiores.
A menos de dos manzanas hay un supermercado con un tío sucio sentado dentro. Es el dueño. Se sienta allí todo el día y mira cómo trabajan sus empleados. A veces se levanta y ayuda a las señoras con las bolsas. No es tanto una ayuda real como una especie de atención simbólica. Trato esmerado con el cliente y toda esa mierda. El tío anda siempre sucio y le sale aceite por la cara y por las manos como si fuera un motor viejo. La semana pasada fui a hacer la compra, y al salir me preguntó:
—¿Qué tal anda su chica? —después me guiño un ojo.
No contesté, pero me vine todo el camino de vuelta a casa pensando en esos ojos de grasa lamiendo el cuerpo de T a través de los pasillos de fruta y verduras y congelados y carne y leche y patatas de las que ya vienen cocidas. Me imaginé a T con una de sus cortas minifaldas moviéndose con gracia por el supermercado. Agachándose para coger los botes de abajo y estirándose para coger los botes de arriba y al cerdo del dueño soltando aceite por todas las válvulas. A veces pienso que T no se merece esto y pienso también que algunas de las mejores cosas están dentro de mi casa y que algunas de las peores están ahí fuera, a menos de dos manzanas.
Bob Dylan también mentía todo el tiempo. Decía que sus padres le habían vendido al circo. Yo escuchaba a Dylan y me imaginaba que tenía un caballo o un descapotable rojo. Escuchaba “Sad Eyed Lady of the Lowlands” y me imaginaba que tenía suerte."

Ray Loriga
Días extraños



“Hay que tener el jardín cultivado y bonito para poder ofrecérselo a alguien.” 

Ray Loriga Torrenova



"Jamás diré su nombre. Insiste. Levantando entre su determinación y sus verdaderos impulsos un muro coronado con alambre de espino, como los que alzan entre sí países en guerra. Para luego, cubierto ya por la oscuridad de la noche, arrastrarse de un lado al otro como un desertor o un fugitivo. Cruzando desde este lado, la renuncia; hasta el otro, su nombre."

Ray Loriga
Trífero



“Los golpes que más duelen no son los que recibes sino los que das.” 

Ray Loriga Torrenova



"No tienes lo que mereces, tienes lo que no puedes esquivar."

Ray Loriga Torrenova



“Yo me siento con las mujeres como con los negros, con culpa, porque se lo que el hombre blanco les ha hecho a ambos y no puedo dejar de pedir perdón siempre que conozco a una.” 

Ray Loriga Torrenova