"El cielo era muy alto y de un azul pálido, con nubecillas estriadas, alargadas por el viento y el sol brillaba inseguro sobre las aguas agitadas. Las orillas tenían un aspecto primaveral, las tierras estaban casi limpias de nieve y se veían sombras azules y manchas amarillentas en los matorrales. Pero la nieve relucía en los bosques de abetos, por encima de las lomas que rodeaban como un brocal la aldea de Aker y sobre las lejanas montañas azules, al oeste, hacia el fiordo, permanecían aún blancas huellas."

Sigrid Undset
Cristina, hija de Lavrans



"El sabio franciscano le entregó a Catalina la llave de su celda con el ruego de que enviase allí a alguien con el fin de que la vaciase de todo lo superfluo y se lo diese a los pobres. Fra Giovanni Tantucci hizo lo mismo. Fue éste después uno de los amigos más íntimos de Catalina, siguiéndola a Aviñón y a Roma. Cuando el Papa ordenó que hubiese siempre tres sacerdotes en compañía de Catalina, a fin de poder confesar y administrar los sacramentos a los pecadores que ella convertía, Fra Giovanni Tantucci fue uno de los tres."

Sigrid Undset
Santa Catalina de Siena



“Hay quien ama a los animales y a las flores porque es incapaz de entenderse con su prójimo.”

Sigrid Undset


"La guerra y los años subsiguientes a la misma me confirmaron las dudas que yo tenía acerca de las ideas en las que había sido educada; empecé a pensar que el liberalismo, el feminismo, el nacionalismo, el socialismo, el pacifismo fracasarían, porque se obstinaban en no considerar a la naturaleza humana tal como ella es en realidad. Partían del supuesto de que el género humano tenía que progresar, cambiándose en algo distinto de lo que era. Yo, que me había alimentado de prehistoria y de historia, no creía gran cosa en el progreso."

Sigrid Undset
La zarza ardiente







“La paciencia es una virtud calumniada, quizá porque es la más difícil de poner en práctica.”

Sigrid Undset


"Sólo se distinguía un tenue brillo tras las cortinas enrollables de alguna que otra ventana. Los raíles del tranvía discurrían por medio de la calzada centellando bajo una hilera de farolas eléctricas de color perla que azulaban un pequeño círculo de oscuridad a su alrededor. La ciudad daba la impresión de yacer en el fondo de una hoya y a pesar de la negrura, se podían distinguir las blancas montañas que la rodeaban gracias a los puntitos de luz procedentes de las casas de las laderas. Pero más arriba la noche arreciaba, insondablemente negra y dura como la escarcha. Ida Elisabeth intuía que el cielo estaba despejado, aunque no podía ver las estrellas desde la calle iluminada.
Una de las enfermeras que la acompañaba le pasó el hatillo con el niño envuelto en una manta mientras la otra le colocaba el equipaje en la parte delantera del coche, junto al conductor. Y a continuación Ida Elisabethh partió con Karlemann en el regazo. Las oscilantes luces de los laterales pasaban por encima de ella en la oscuridad del interior del coche, reforzando la sensación que había tenido al salir: toda aquella luz artificial parecía iluminar el fondo de un pozo y, muy por encima, los cubría una noche pesada e inmensa."

Sigrid Undset
Ida Elisabeth