"A la derecha se hallaban las teas, alineadas ante las ruinas de un palacio inmenso, cuyos muros se hallaban cubiertos de distintas figuras; al frente se veían las gigantescas estatuas de cuatro animales, mezcla de grifo y leopardo, que inspiraban espanto."

William Thomas Beckford




"Agotado por tantas preocupaciones, el Califa perdió por completo el valor; la fiebre se apoderó de él, el apetito le abandonó y, en vez de seguir siendo el mayor comedor de la tierra, se convirtió en el más decidido bebedor. Una sed sobrenatural le devoraba; y su boca, abierta como un embudo, recibía noche y día torrentes de líquido. Entonces aquel desgraciado príncipe, al no poder saborear ningún placer, ordenó cerrar los Palacios de los cinco sentidos, dejó de aparecer en público, de mostrar su magnificencia, de impartir justicia a su pueblo y se retiró al interior del serrallo."

William Beckford


"(...) Al oír estas palabras, los padres de los cincuenta niños lanzaron desgarradores gritos, que las madres repitieron una octava más alta; mientras, los demás, sin saber de qué gritaban, intentaban sobrepasarles con sus aullidos. Pronto se dijo por todas partes: ¡Es una jugada que nos ha hecho el Califa para complacer a su maldito Giaour! Castiguémosle por su perfidia, venguémonos, venguemos la sangre inocente. Arrojemos a este cruel príncipe en la catarata y que incluso su memoria sea aniquilada."

William Beckford



"Aquella noche, cuando la princesa conversaba con Dilara, a la que había hecho venir y que le complacía mucho, Bababalouk vino a decirle que el cielo se veía muy iluminado en dirección a Samarah y parecía anunciar algo funesto. Ella tomó inmediatamente sus astrolabios y sus instrumentos mágicos, midió la altura de los planetas, hizo sus cálculos y vio, con gran descontento, que había en Samarah una formidable revuelta; que Motavekel, aprovechando el horror que su hermano inspiraba, había amotinado al pueblo, se había apoderado del palacio y estaba sitiando la gran torre a la que Morakanabad se había retirado con un pequeño número de hombres que permanecían fieles todavía."

William Beckford







"Como primer plato se sirvió un pescado extraído de un arroyuelo que corría sobre arena dorada, al pie de una colina bastante alta. El pescado era asado a medida que lo iban capturando y se sazonaba luego con finas hierbas del monte Sina; ya que en la mansión del Emir todo era tan piadoso como excelente."

William Beckford



"De inmediato, la orgullosa frente de la intrépida princesa se cubrió con las arrugas de la agonía. Lanzó un grito doloroso y su corazón se convirtió en un ardiente brasero: Se llevó la mano al corazón para no retirarla ya nunca."

William Beckford



"El hombre, o mejor dicho, el monstruo, en vez de responder a estas preguntas frotó tres veces su frente, más negra que el ébano, se golpeó tres veces el vientre, cuya circunferencia era enorme, abrió de par en par unos ojos que parecían dos ascuas y se echó a reír con una risa horrenda, mostrando grandes dientes de color ámbar estriado de verde."

William Beckford



"Entérate que tengo mucha sed y que sólo podré abrir cuando la haya saciado. Necesito la sangre de cincuenta niños: tómalos de entre los hijos de tus visires y los grandes de tu Corte... Ni mi sed ni tu curiosidad estarán satisfechas. Regresa, pues, a Samarah; tráeme lo que deseo; arrójalo tú mismo a este abismo; entonces verás."

William Beckford



“¡Hemos sido hechos donde todo se hace bien; somos la menor de las maravillas de una región en la que todo es maravilloso y digno del mayor Príncipe de la tierra!”

William Beckford



"Juro por la burra de Balaam que, si sigue callando, haré que se arrepienta de su obstinación. Y diciendo estas palabras, el Califa no pudo evitar lanzar sobre el desconocido una de sus peligrosas miradas; éste ni se inmutó: el ojo asesino no le produjo el menor efecto."

William Beckford



“La desgracia caerá sobre el temerario que desea saber lo que debiera ignorar y acometer lo que excede a sus facultades.”

William Beckford


"La noche cayó antes de que el cortejo llegase a la cima del más alto roquedal. Entonces, un viento impetuoso hizo jirones las cortinas de los palanquines y las literas, y dejó a las pobres damas entregadas a todos los furores de la tempestad. La oscuridad del cielo acentuó el terror de aquella noche desastrosa."

William Beckford



"La tierra estaba salpicada de violetas; matas de alhelíes embalsamaban el aire con sus suaves aromas. Cuatro fuentes claras, y tan abundantes que hubieran podido saciar la sed de diez ejércitos, parecían fluir en aquel lugar sólo para mejor imitar el jardín del Edén, regado por ríos sagrados; en sus verdeantes orillas el ruiseñor cantaba el nacimiento de la rosa, su bienamada, y se lamentaba de la poca duración de sus encantos."

William Beckford



"La tórtola lloraba la pérdida de placeres más reales mientras la alondra saludaba con sus trinos la luz que reanima la naturaleza: allí, más que en ningún otro lugar del mundo, el gorjeo de los pájaros revelaba sus diversas pasiones; los deliciosos frutos que picoteaban a placer parecían darles una doble energía."

William Beckford




"Los exploradores, que preparaban el camino del mejor modo posible, y una parte de la vanguardia fueron devorados antes de poder advertirlo. La confusión era extrema; los lobos, los tigres y demás carniceros, invitados por sus compañeros, acudían de todas partes. Se escuchaban crujidos de huesos y, en el aire, un espantoso aleteo; los buitres comenzaban a añadirse al festín."

William Beckford






"(...) Me apetecería mucho ver el palacio subterráneo, lleno de objetos interesantes para gente de nuestra condición; nada me complace más que las cavernas; tengo un gusto decidido por los cadáveres y las momias, y apuesto a que encontrarás la quintaesencia de este género."

William Beckford




“¿No ves que muero, tanto por haber bebido demasiado como por mi necesidad de beber?”

William Beckford



“Para llegar a una vana pompa y a un poder prohibido, se había ennegrecido con mil crímenes, se ve presa de remordimientos y víctima de un dolor sin fin y sin límites.”

William Beckford


“¿Por qué haces el ejercicio de un perro? ¡Oh, Califa, tan orgulloso de tu dignidad y de tu poder!”

William Beckford


"Princesa, cuyos conocimientos y crímenes merecen un elevado lugar en mi imperio, bien hacéis en emplear el tiempo que os resta; pues las llamas y los tormentos que se apoderarán pronto de vuestro corazón os mantendrán bastante ocupada."

William Beckford




“Su rostro era agradable y majestuoso; pero cuando se encolerizaba uno de sus ojos se hacía tan terrible que su mirada resultaba intolerable: el desgraciado sobre quien la fijaba caía de espaldas y, a veces, incluso expiraba en aquel mismo instante.”

William Beckford



“Temo que no haya nada bueno en este mundo si no es componer arias, erigir torres, proyectar jardines, hacer colecciones de muebles en estilo japonés y escribir relatos de viajes a China o a la Luna.”


William Beckford



"Todos se confundieron con la muchedumbre maldita para errar con ella en una eternidad de penas. Este fue, éste debe ser, el castigo de las pasiones desenfrenadas y de las acciones atroces; éste será el castigo de la ciega curiosidad, que desea penetrar más allá de los límites que el Creador puso a los conocimientos humanos; de la ambición que, deseando adquirir ciencias reservadas a más puras inteligencias, sólo adquiere un insensato orgullo y no ve que el estado del hombre es ser humilde e ignorante."

William Beckford