"Allí mantuvieron los dos un largo conciliábulo, terminado el cual descendió el duende a lo largo de la caña y desapareció por la puerta."

Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf, también escrito como Selma Lagerlof o Selma Lagerloef


"Cosa extraña, Nils, el guardador de patos, aquel muchacho no había sentido nunca amor por nada ni por nadie, no había querido jamás a su padre ni a su madre, ni al maestro de escuela ni a sus camaradas de clase, él que nunca había sentido amor. Ahora ellos eran los únicos seres con los cuales había podido entenderse un poco..."

Selma Lagerlöf

"Cultura es lo que queda cuando se olvida todo lo que se aprendió."

Selma Lagerlöf

"De hoy en adelante, siempre que me encuentre en lo que parezca un callejón sin salida, pensaré que no es así. No olvidaré que puede evitarse el daño propio sin necesidad de perjudicar a otro. Nunca falla una tercera salida; lo bueno es encontrarla."

Selma Lagerlöf


"El espectro que está junto a la puerta se estremece. Desde que empezaron a hablar sor Edit y el carretero, no ha cesado de mirarlos. Cada palabra que ella pronuncia y todas las expresiones de su rostro se han grabado en su espíritu. Las recordará eternamente. Todo cuanto ella ha dicho, aun lo más duro, ha sido dulce de escuchar para él. Su angustia y su compasión cuando Jorge ha referido su historia, han embalsamado sus heridas. No sabría él qué nombre dar a aquello que siente por ella. Solamente sabe que, viniendo de ella, lo soportaría todo. Solamente sabe que ella lo ha amado tal cual era él; él, que en mal pago le había dado la muerte. Es maravilloso, indeciblemente maravilloso. Cada vez que él oía decir que ella lo amaba, su alma experimentaba una profunda emoción. Se esfuerza por llamar la atención del carretero, pero éste no mira ni una vez siquiera hacia su lado. Entonces trata de levantarse, pero vuelve a caer, presa de terribles dolores.
Ve cómo la hermanita se agita inquieta y atormentada, extendiendo sus manos juntas hacia Jorge; pero el rostro del carretero permanece severo e impasible.
—Yo te hubiese acordado la prórroga si supiera que iba a servir de algo —dice éste. Pero sé que no tienes poder alguno sobre ese hombre.
Diciendo estas palabras, el carretero se inclina nuevamente sobre la moribunda para pronunciar la frase de liberación del alma de su envoltura terrenal.
Pero en ese momento una figura nebulosa se acerca, reptando al lecho. Con sobrehumanos esfuerzos, y a cambio de un dolor sin comparación posible con cuantos ha experimentado jamás, David Holm ha hecho saltar sus ligaduras. Cree él que este acto será castigado con la eterna perduración de sus dolores, pero sor Edit no esperará y no confiará en vano, puesto que él se halla tan cerca de ella. Se desliza la sombra por el lado opuesto del lecho, allá por donde no pueda verle Jorge, su enemigo, y logra asir una de las manos de la agonizante. Por incapaz que él sea de ejercer la menor presión, ella se da cuenta de su presencia y con un rápido movimiento se vuelve hacia él. Lo ve de rodillas, junto a ella, con el rostro postrado en tierra sin osar levantar los ojos, comunicándole por medio de su mano, que él quisiera estrechar, su amor, su gratitud, su corazón enternecido al fin. Entonces sobre el rostro de la hermanita se desliza un rápido resplandor de felicidad. Mira a su madre, a los dos amigos a quienes no ha tenido tiempo de dar un postrer adiós y los pone por testigos de su dicha. Con su mano libre les muestra el ser postrado en tierra para que participen con ella de la alegría inefable de ver a sus pies a David Holm, arrepentido y contrito. Pero en el mismo instante, el carretero, se inclina hacia ella y le dice:
—Prisionera! ¡Dulce alma amante! ¡Sal de tu prisión!
Sor Edit se desploma de espaldas sobre las almohadas y exhala la vida con un suspiro.
David Holm es arrastrado hacia atrás violentamente. Sus —ligaduras se enlazan nuevamente a sus brazos, pero esta vez sus piernas quedan libres. Jorge, secamente, le da orden de seguirle.
—¡Ven! —le dice—. Nada tenemos que hacer aquí nosotros. Los que deben recogerla han llegado ya.
Y arrastra a David Holm con aspereza. Éste cree ver cómo la habitación se llena repentinamente de seres luminosos. Cree verlos en toda la escalera, hasta la calle, pero se siente transportado tan vertiginosamente que no puede distinguir nada con claridad."

Selma Lagerlof
El carretero de la muerte


"El paseo diario del ingeniero Boraeus, que trabajaba en la fundición Borg, consistía en acercarse al embarcadero a presenciar la llegada del vapor. Para esto solo tenía que atravesar un hermoso bosque de píceas, y siempre encontraba algún pasajero con el que cruzar algunas palabras que lo distrajeran de la monotonía de la vida rural.
A la salida del parque se precipitaban hasta el agua unas grandes lajas donde solían sentarse los que llegaban de lejos a esperar el buque. Siempre había mucha gente en este recodo del camino, el último antes de llegar al muelle, que era conocido como el mirador de Borg. La hora de llegada del vapor nunca se sabía con exactitud, pues aunque no era probable que llegase antes de mediodía, y a veces tardaba hasta la una o las dos, alguna vez se había adelantado una hora y a las once ya estaba amarrado al muelle. Los muy prudentes llegaban al mirador a las diez, y no era infrecuente que tuvieran que esperar toda la mañana.
El ingeniero dominaba desde su estudio en Borg el espléndido panorama del lago Löven. Veía cuándo el vapor doblaba el cabo y por eso siempre bajaba al embarcadero a la hora justa. Nunca había tenido que esperar en el mirador y al pasar delante apenas se fijaba en quienes estaban sentados en las rocas.
Un verano, sin embargo, llamó su atención un hombrecillo de aspecto simpático y bonachón que cada día esperaba allí tranquilamente hasta que el vapor se presentaba a la vista. Entonces se levantaba de un salto y, pintada en su rostro una gran alegría, bajaba precipitadamente para ponerse delante de todos, como seguro de recibir a la persona esperada. Pero nunca llegaba nadie para él, y aquel día, como todos los demás, zarpaba el buque y el hombrecillo se quedaba solo y emprendía su regreso triste, fatigado y envejecido. Al verlo así, parecía que no tendría aliento para subir la cuesta.
El ingeniero no conocía a aquel hombre y quiso saber quién era. Un hermoso día soleado lo vio donde siempre, sentado en el mirador con la vista fija en el lago, pero esta vez se le acercó y, después de saludarlo, le preguntó si esperaba a alguien. Enseguida supo que tenía una hija que se había ausentado de casa y debía llegar ese día."

Selma Lagerlof
El emperador de Portugalia





"(...) En premio a tu piedad has merecido lo que toda tu estirpe viene anhelando desde el día de la creación. Cuando el pajarillo volvió a su nido, le gorjearon sus pequeños: ¡Tu pecho es rojo, las plumas de tu garganta son más rojas que las rosas! Esto no es más que una gota de sangre de la frente de ese desgraciado. Desaparecerá en cuanto me bañe en un arroyuelo o en una fuente -gorjeó el pajarillo por toda respuesta. Pero por más que se sumergió en el agua, el color no se borró de su pecho, y cuando crecieron sus pequeñuelos, brilló la mancha, roja como la sangre, en sus pequeñas plumas, tal como brilla aún hoy día en el pecho de todo petirrojo."

Selma Lagerlöf

"Eran caballeros desde la mañana a la noche, oficiales de ocasión, aventureros y orgullosos bohemios. Hombres famosos, sabían tocar todos los instrumentos, eran ricos en cómicas frases y alegres refranes, y expertos en el oficio del júbilo."

Selma Lagerlöf

"¡Hacedle ver y sentir su amor y haced que el fuego de este amor funda su alma!"

Selma Lagerlöf

"Hay muchos que, aun siendo jóvenes, piensan como Nils, porque cuando el hombre envejece y tiene que contentarse con poco, le satisface más la pobre realidad que la rica fantasía, que, como la ciudad de Vineta, se halla sumergida en el mar."

Selma Lagerlöf


"Hay un día que los niños esperan casi con la misma impaciencia que la Nochebuena: es la noche de la Santa Valborg, durante la cual suelen encender grandes hogueras al aire libre."

Selma Lagerlöf

"Hede sintió cómo el horrible desánimo que le había hecho perder la esperanza empezaba a alejarse de él. «Eres joven y fuerte—proseguía el violín—, capaz de luchar y pelear. Puedes retener aquello que quiere escaparse. ¿Por qué te muestras tan afligido y desalentado?».
Hede al principio tocaba con los ojos bajos, pero ahora alzó la cabeza para contemplar a los que le rodeaban. En el patio se había formado un pequeño grupo de niños y transeúntes que habían acudido a escuchar la música. Aunque no sólo habían venido por la música: el ciego y la niña lazarillo no constituían toda la tropa. Frente a Hede, se hallaba un personaje en leotardos y lentejuelas, que tenía sus desnudos brazos cruzados sobre el pecho. Tenía aspecto viejo y cansado, pero Hede no pudo evitar pensar que era un tipo enorme, con su ancho pecho y sus largos bigotes. Y al lado estaba su mujer, pequeña y regordeta y ya tampoco muy joven, pero radiante de felicidad, con sus lentejuelas y su falda de gasa meciéndose al viento.
Durante los primeros compases de la música permanecieron inmóviles, contando los tiempos. Al poco, se les formó una pequeña sonrisa en el rostro, se cogieron de la mano y, bailando, se colocaron sobre una pequeña alfombra de retales.
Hede reparó en que, durante todos los números acrobáticos que a continuación ejecutaron, la mujer se quedaba casi del todo quieta, mientras el hombre, solo, llevaba a cabo los ejercicios: saltaba por encima de ella, hacía la rueda a su alrededor, y daba volteretas sobre su cabeza. La mujer prácticamente no hacía otra cosa que tirar besos al público.
Pero la verdad es que Hede no les hacía mucho caso. El arco había comenzado a volar sobre las cuerdas, al tiempo que le recordaba la felicidad que proporcionan la lucha y la conquista. Casi parecía congratularle a él por estar en una situación tan delicada. Así que Hede seguía tocando, con creciente valor y esperanza, sin pensar en los viejos acróbatas.
Pero, de pronto, notó la inquietud de estos, que dejaron de sonreír y de lanzar besos al público.
El hombre dio un mal salto, y la mujer comenzó a mecerse al compás de la música. Hede tocaba cada vez con mayor ardor. Terminó El cazador furtivo y acometió una antigua melodía característica de un fauno de los torrentes, que solía volver loco a todo el mundo cuando se tocaba en una fiesta campestre. Los viejos acróbatas, mudos de asombro, perdieron por completo la compostura. Hasta que llegó un momento en que ya no pudieron resistirse. Cogidos del brazo, dieron un paso adelante y se pusieron a bailar el vals sobre la polícroma alfombra."

Selma Lagerlof
La leyenda de una casa solariega


"La alegría es pena que se disimula; sobre la tierra no hay más que dolores."

Selma Lagerlöf


"La vida nos ha hecho sentir mutuamente su dura severidad. Este pensamiento será nuestro consuelo, como un niño mimado con el que podremos jugar."


Selma Lagerlöf




“Lo más sublime de las viejas historias es la del viejo que siguió a su hijo tras el coche policial y que luego se acostó a la puerta de la prisión, sin moverse de allí, hasta que el delincuente hubo expiado su pena.”

Selma Lagerlöf




"Lo que yo quisiera saber es si los campesinos que habitan allá, en la llanura, y los pescadores del arenque, y los comerciantes de Borholm, y los bañistas que vienen todos los veranos, y los viajeros que recorren las ruinas del castillo de Borholm, y los cazadores que en otoño vienen a cazar perdices, y los pintores que se instalan en esta cumbre y pintan los corderos y los molinos de viento; yo quisiera saber, repito, si alguno de éstos ha comprendido alguna vez que esta isla fue una mariposa que voló por los aires con sus grandes alas brillantes."

Selma Lagerlöf

"Los sentimientos agotados del hombre encuentran su único placer en martirizar a los otros seres humanos."

Selma Lagerlöf





"Me di cuenta de lo bochornoso que resulta abandonar a un camarada en las horas de apuro, y esto no lo haré yo nunca."

Selma Lagerlöf

"Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo."

Selma Lagerlöf


"No hay más placer que los elogios de los sabios y capaces."

Selma Lagerlöf

"¡No vaya a evadirse, como lo hizo hace cerca de un año! Eso no sirve más que para prolongar su prisión. ¡Es lo único que se gana con eso! -No tema. Ahora soy mucho más razonable. Sólo pienso en cumplir mi condena. Después, trataré de comenzar una nueva vida. -Tiene razón, Holm; será una vida nueva -dice el carcelero con cierta solemnidad."

Selma Lagerlöf



"(...) Nunca había viajado con la vertiginosa rapidez de entonces; siempre había tenido la ilusión de montar a caballo para correr, correr de manera desenfrenada; pero jamás imaginó, naturalmente, que el aire fuese allá en lo alto de tan deliciosa frescura ni que se aspiraran tan olorosas fragancias, emanadas de la tierra humedecida y de los pinares resinosos. Esto era como volar por encima de las penas."

Selma Lagerlöf

“Por la noche todo toma su verdadera forma y su verdadero aspecto. Al igual que sólo de noche se distinguen las estrellas del cielo, entonces se perciben sobre la tierra muchas cosas que no se ven de día.”


Selma Lagerlöf




"Un hombre debe ser capaz de soportar todo lo que le brinde la vida, con coraje en el corazón y la sonrisa en los labios; de lo contrario no es un hombre."

Selma Lagerlöf



"Yo quisiera saber, continuaba diciendo en voz muy baja, voz de misterio, si hay alguien capaz de explicarme por qué se experimenta aquí, en este sitio, esta nostalgia, nostalgia que he sentido todos los días de mi vida y que se insinúa en el pecho de todos los moradores de la isla. Yo quisiera saber si alguno ha comprendido que esta languidez proviene, simplemente, de que la isla entera es una mariposa que suspira por sus alas..."

Selma Lagerlöf