“A fin de comprender mejor las cuestiones actuales, a veces es útil alejarse de ellas en el pensamiento para enfocarlas lentamente desde la distancia. De este modo se comprenden mejor, porque quien permanece absorto en las cuestiones de actualidad sin mirar nunca más allá de ellas, puede considerarse prácticamente ciego.”

Norbert Elias


“A pesar de todas las pesadillas inventadas por la ficción, las máquinas carecen de voluntad propia. No se inventan a sí mismas, no se fabrican a sí mismas y no nos fuerzan a ponernos a su servicio. Todas las decisiones y actividades operadas por ellas son decisiones y actividades humanas. Las coacciones y amenazas que atribuimos a las maquinas son siempre, consideradas más de cerca, amenazas y coacciones de grupos humanos interdependientes producidas en sus recíprocas relaciones con ayuda de las máquinas.” 

Norbert Elias


“El asesinato recíproco de los pueblos ha sido elevado por el hombre a una institución reconocida. Las guerras constituyen una sólida tradición de la humanidad. Están enraizadas en sus instituciones y actitudes sociales, en la esencia de los seres humanos, incluso de los más pacíficos.” 

Norbert Elias



"El concepto de civilización se refiere a hechos muy diversos: tanto al grado alcanzado por la técnica, como al tipo de modales reinantes, al desarrollo del conocimiento científico, a las ideas religiosas y a las costumbres (...) si se trata de comprobar cuál es, en realidad, la función general que cumple el concepto de -civilización- llegamos a una conclusión muy simple (...) El concepto resume todo aquello que la sociedad occidental de los últimos dos o tres siglos cree llevar de ventaja a las sociedades anteriores o a las contemporáneas -más primitivas-"

Norbert Elias



“En el grueso de la sociedad el estándar común del pensamiento sobre problemas sociales permite a la gente entregarse hasta tal punto a fantasías colectivas, sin reconocerlas como tales, que el parangón con la dimensión del pensamiento fantasioso acerca de los hechos de la naturaleza durante la Edad Media no está fuera de lugar. En la Edad Media se hacía a los extranjeros, y en particular a los judíos, culpables del surgimiento dela peste y se procedía a matarlos en masa. Entonces todavía no se disponía de manera general de explicaciones más cercanas a la realidad, científicas, para fenómenos como las muertes masivas por epidemias. El miedo todavía no contenido por una saber más realista, el pánico a los inexplicables horrores del contagio, la pasional ira ante un ataque inaprensible pero amenazador se descargaba, como sucede con tanta frecuencia, en fantasías del grupo dominante que hacían aparecer a los más débiles socialmente, a los marginados, como agresores.”

Norbert Elias



“La ciencia es ante todo una destructora de mitos.” 

Norbert Elias



“La sociedad, que con tanta frecuencia se opone mentalmente al -individuo-; está integrada totalmente por individuos y uno de esos individuos es uno mismo.” 

Norbert Elias



“Lo más importante para el hombre es el propio hombre, que puede domesticar la naturaleza, embellecerla o también estropearla.”

Norbert Elias



“(...) Lo que los seres humanos de las sociedad desarrolladas de esta tierra perciben cono naturaleza no es, salvo en algún punto aislado, la naturaleza no domesticada ni manipulada por el hombre, sino, casi exclusivamente, una naturaleza domesticada por el hombre y transformada por él para sus propios fines.”

Norbert Elias



“(...) Pero el tipo habitual de nuestras configuraciones terminológicas y conceptuales las hace como si se tratase de objetos de la misma índole que las rocas, los árboles o las casa. Este carácter cosificador del lenguaje tradicional y, consiguientemente, también de nuestras operaciones mentales referidas a grupos de personas interdependientes, a los que posiblemente pertenece uno mismo, se pone también y muy especialmente de manifiesto en el propio concepto de sociedad y en la manera como se reflexiona sobre ella.”

Norbert Elias


"Por lo general, los miembros de los Estados nacionales industrializados más adelantados ven en su estrategia para la reducción del nivel de peligrosidad de los fenómenos no humanos un simple resultado de sus propias capacidades intelectuales. No atribuyen esta disminución de los peligros no humanos a su posición relativamente tardía dentro del desarrollo de los medios de referencia y de la correspondiente práctica ante la «naturaleza», sino a su propia capacidad de pensar y, sobre todo, a su propia racionalidad. Esta manera de ver el grado relativamente elevado de ajustamiento a la realidad y control de peligros en el campo de los fenómenos naturales hace que el hombre actual sea incapaz de advertir que el ajustamiento a la realidad de sus conceptos y su capacidad para controlar los peligros no se encuentran al mismo nivel en todos los ámbitos de su vida. Cuando se interpreta este mayor ajustamiento a la realidad y este mayor control de los peligros como un resultado de la propia «racionalidad», se impone la idea de que, puesto que en las relaciones del ser humano con la «naturaleza» el modo de adquirir conocimientos y la estrategia práctica que se poseen actualmente son «racionales», también lo son en las relaciones intergrupales e interpersonales. El hecho de tildar de «racionales» las actitudes contemporáneas hacia la «naturaleza» sugiere que las sociedades de una etapa anterior, con sus concepciones animistas, eran «irracionales», y que todos los miembros de las sociedades más desarrolladas son racionales.
El modo conceptual en que habitualmente se comprende este problema no permite, en otras palabras, una comprobación clara del hecho de que el círculo vicioso que en un principio abarcaba todos los planos de la existencia humana —tanto el plano que llamamos «naturaleza», como aquel otro que denominamos «sociedad»— ha podido ser controlado en lo concerniente a la «naturaleza», pero no, o sólo en muy escasa medida, en lo concerniente a la «sociedad». La fuerza del enlace doble continúa prácticamente intacta en la convivencia social del ser humano y especialmente en el plano interestatal, En este plano continúa siendo virulento, y en muy gran medida incontrolable, el movimiento en el que una capacidad relativamente baja para controlar procesos peligrosos que amenazan la supervivencia y el bienestar del hombre —es decir, una capacidad para actuar de forma ajustada a la realidad— y una reducida capacidad para pensar de modo distanciado para sofocar las emociones y las fantasías, alejar los deseos inmediatos y las fantasías del pensar y el actuar, se refuerzan y mantienen mutuamente; por consiguiente, virulentos e incontrolables son también los peligros que los hombres representan los unos para los otros. De hecho, observando el enlace doble que ata a los seres humanos de nuestros días sobre todo en el plano interestatal, se comprende mejor el enlace doble en que las personas de etapas anteriores estaban atrapadas en todos los planos de sus vidas. Aquí, en el plano interestatal, todavía hoy se refuerzan y a menudo se incrementan mutuamente una escasa capacidad de los implicados de controlar la dinámica del desarrollo del proceso y un apenas refrenado predominio de modos de pensar emocionales, comprometidos, que remiten al yo y al nosotros. La situación se hace aún más difícil por cuanto en este ámbito el carácter fantasioso, marcadamente emocional y egocéntrico, de las ideas directrices no se reconoce como tal. La idea de que el ser humano es absolutamente racional actúa como barrera."

Norbert Elias
Compromiso y distanciamiento



“¿Qué clase de seres humanos son los que se amenazan mutuamente una y otra vez con la guerra, el asesinato y la muerte?”

Norbert Elias


"Sería extraño que nuestros lenguajes cotidianos no nos ofreciesen medios de expresión susceptibles de un desarrollo ulterior en este sentido. Tratándose de personas hay, en efecto, toda una gama de instrumentos de esta índole. Tal vez no hay la suficiente conciencia de sus posibilidades como instrumentos de la conceptualización científica porque suponen un tipo de conceptualización que se desvía del tipo reificado tradicional. Entre los modelos más prometedores de una formación de conceptos del tipo indicado, no cosificadora, que nos ofrecen los lenguajes cotidianos, se cuenta la serie de los pronombres personales. Ciertamente, no es nuevo servirse de ella para la construcción de conceptos en ciencias humanas, pero el modo como se hace muestra muy elocuentemente la fuerza de una tradición que nos impone transformar en la reflexión relaciones en objetos estáticos carentes de ellas. Así, el pronombre «yo», que normalmente se utiliza para expresar en una comunicación con otros que un determinado enunciado se refiere al que habla, se transforma de pronto en su uso científico en un sustantivo que de acuerdo con los hábitos dominantes de expresión parece referirse a una figura individual aislada e independiente. El concepto de ego, tal como lo utilizan Freud o Parsons, es un buen ejemplo de esta transformación de un concepto de relación en una especie de concepto-sustancia o concepto-cosa. En este mismo sentido es muy característico de la fuerza del arco de imaginación centrado en torno al individuo que un sociólogo como Parsons destaque el «yo» solitario de la serie de los pronombres personales y le contraponga las demás personas, que nosotros, con mayor realismo, vivimos en términos de tú, él, ella, ello, de nosotros, vosotros y ellos, como alter, como el «otro». Hay pocos rasgos característicos del tipo actualmente predominante de sociología teorética que pongan tan directamente de manifiesto su limitación.
Es fácil ver que las posiciones individuales de esta serie de relaciones no se pueden separar unas de otras. Realmente, la función que desempeña el pronombre «yo» en la comunicación humana sólo se entiende en conexión con las demás posiciones representadas por los otros miembros de la serie. Difícilmente son separables las seis posiciones en juego; es imposible imaginarse un «yo» sin un «tú», un «él» o un «ella», sin un «nosotros», un «vosotros» y un «ellos».
El conjunto de los pronombres personales representa la serie más elemental de coordenadas que pueden aplicarse a todos los grupos humanos, a todas las sociedades. Todos los hombres se agrupan entre sí en sus comunicaciones directas o indirectas como hombres que dicen respecto de sí mismos «yo» o «nosotros», «tú», o «vosotros» en relación con aquellos con quienes comunican aquí y ahora y «él», «ella» o, en plural «ellos» en relación con un tercero que momentánea o duraderamente está al margen de las personas que se están comunicando en ese mismo momento. Otras sociedades se sirven de señales que permiten a sus miembros expresar en sus comunicaciones cuál de las posiciones básicas de este entramado de relaciones adopta en el momento dado aquel a quien se hace referencia en la comunicación. Pero siendo distintos, los símbolos estandarizados de este conjunto de coordenadas son sin duda comunes a todos los grupos humanos. Este mismo conjunto de coordenadas es uno de los universales de las sociedades humanas. Es al mismo tiempo un testimonio de la singularidad y peculiaridad de las formas de conexión vigentes en el plano de integración de las sociedades humanas. La experiencia y la agrupación en estas en términos de «yo», «tú» y «él» o «ella», de «nosotros», «vosotros» y «ellos» carece de equivalente entre las formas de relación de los planos inferiores de integración. No es posible referirlos simplemente a estos o explicarlos sobre la base de estos. Son una muestra de la autonomía relativa de las sociedades que los hombres constituyen entre sí y del tipo de comunicación que es característico de ellas.
Como se ve, la serie de posiciones a que se refiere la serie de los pronombres personales es diferente de las que normalmente se tiene a la vista cuando se habla de las posiciones sociales en tanto que roles, es decir, de series de posiciones como padre-madre-hija-hijo o sargento-suboficial-cabo-soldado raso. Estas expresiones se refieren en una comunicación en cada caso a las mismas personas. Es propio del carácter de relación y de funcionalidad de los pronombres personales que los mismos pronombres puedan servir en la comunicación de varios individuos entre sí para designar a personas diversas, pues lo que expresan es su posición en la relación con el que habla en cada caso o, según circunstancias, también su posición en relación con el conjunto del grupo que se comunica. También el concepto «yo», el pronombre de primera persona, es sintomático del carácter del conjunto de la serie como señalizador de las posiciones específicas de las personas que se comunican en sus mutuas relaciones. Es un instrumento de orientación en tales grupos, se haga tangiblemente presente o no, se diga claramente «yo» en presencia de otros y en relación con uno mismo o se piense calladamente en tales términos, en cualquier caso, incluye la idea que se tiene de los otros, de las otras posiciones del entramado de relaciones a la que se refiere la serie de los pronombres. Como ya se ha dicho: no hay «yo» sin «tú», «él» o «ella», sin, «nosotros», «vosotros» o «ellos». Se ve así lo equívoco que es el uso de conceptos como «yo» o «ego» independientemente de otras posiciones del entramado de relaciones al que se refieren los otros pronombres de la serie."

Norbert Elias
Sociología fundamental


"Un instructivo documento de este tipo, la novela de Chinua Achebe Der Pleil Gottes (la flecha de Dios), puede servirnos de ejemplo. En su punto central hay un conflicto en torno a la determinación del tiempo y nos ofrece un relato de primera mano sobre la vida en una aldea de los iba en Nigeria Oriental, durante el periodo en que el modo antiguo de vivir, bien que todavía intacto, empezaba a sufrir el influjo del nuevo régimen colonial. La grandiosa historia de Achebe muestra discreta y plásticamente el nivel de violencia en la vida cotidiana entre diversos Estados-Aldea, así como dentro de un grupo de aldeas, reunidos bajo la creencia en un dios común y que, por consiguiente, ostentan algunas características de federación de aldeas, de un tipo de república gobernada pro la asamblea de los ancianos y otros hombres de rango. A este círculo pertenecía también el sumo sacerdote de Ulu, dios supremo de seis aldeas, cuyo dominio era el más noble lazo de la federación. El que actualmente detenta esta función, Ezelu, es el protagonista de la novela.
[...]
Pero los hombres ordinarios podrían no estar de acuerdo en si, en realidad, la luna nueva había aparecido, en cuyo caso la función reguladora de la aparición de la Luna como signo temporal que indicaba el comienzo de ciertas actividades humanas, se ponía en peligro. Aparte esto, en este estadio, la experiencia espontánea de mirar la luna nueva, significa también ser visto por ella, y al visitante no le agradaban todos los rostros. Así que era más seguro dejarle al sacerdote el introducir con su tambor la ceremonia de bienvenida al recién llegado y asegurar el bienestar del huésped; esto es, evitar que se convirtiera en "luna mala" y con ello proporcionar a los hombres una señal temporal para que regularan sus actividades.
Achebe describe así la reacción de las mujeres e hijos de Ezelu ante una luna nueva:
Los niños pequeños estaban dispuestos, en el patio de Ezelu, a saludar a la Luna (...). Las mujeres estaban al aire libre y hablaban.
-Luna -decía la más vieja, Matefi-, que tu rostro que se encuentra con el mío, me traiga felicidad.
-¿Dónde está? -preguntaba Ugoye, la más joven- o No la veo. ¿Acaso estoy ciega?
-¿No la ves tras la copa de ese árbol, Ukwa? No, allí no; sigue mi dedo.
-¡Ah, sí, por fin la veo! ¡Oh, Luna, que tu rostro que se encuentra con el mío, me traiga felicidad! Pero, ¿cómo se sienta allí? Su posición no me gusta.
-¿Por qué? -pregunta Matefi.
-Me parece que está torcida, como una Luna mala.
-No -dijo Matefi-. Una Luna nunca es dudosa. Como aquella en que murió Okuata. Sus piernas estaban al aire. -La Luna, ¿mata a los hombres? -preguntó Obiageli y tiró del vestido de su madre."

Norbert Elias
Sobre el tiempo


“Una singularidad que distingue al tipo científico de adquisición de conocimiento del precientífico consiste en la mayor vinculación a las cosas y a la realidad del primero; consiste en que el primero ofrece a los hombres la posibilidad de distinguir a cada paso mejor que antes entre representaciones fantasiosas y representaciones ajustadas a la realidad.”

Norbert Elias