"Aparentemente, la «batalla del dragón y el tigre» no había terminado en victoria ni en derrota y no se sabe si los espectadores estaban satisfechos o no, porque ninguno de ellos expresó su opinión. Pero ni siquiera así vino nadie a buscar a A Q para darle trabajo.
Un día tibio en que una suave brisa parecía anunciar el verano, A Q sintió frío; eso podía soportarlo, pero su mayor molestia era el estómago vacío. Su manta guateada, su sombrero de fieltro y su chaqueta habían desaparecido hacía mucho tiempo y al final había tenido que vender su chaqueta guateada. No le quedaba nada más que los pantalones, sin los cuales no podía quedarse de ningún modo. Tenía una chaqueta forrada destrozada, es verdad, pero como no fuera para hacer suela de zapatos no valía un comino. Hacía tiempo que esperaba recoger algún dinero, pero hasta el momento no había tenido éxito; también había tenido esperanza de encontrar un poco de dinero en su destartalada habitación y había buscado, inquieto, por todos los rincones, pero la habitación estaba absoluta y enteramente vacía. Por lo tanto se decidió a salir en busca de alimento.
Iba por el camino «en busca de alimento», cuando divisó la taberna familiar y el familiar pan cocido al vapor, pero pasó de largo, no sólo sin detenerse ni un segundo, sino aun sin sentir el más mínimo deseo. No era aquello lo que buscaba, aunque él mismo no sabía qué era lo que buscaba.
Weichuang no era un lugar grande y pronto lo dejó atrás. La mayor parte de la región, fuera de la aldea, consistía en plantaciones de arroz anegado, verdes hasta donde la vista podía alcanzar, aquí y allá manchas de objetos redondos, negros y móviles, que eran los hombres que cultivaban los campos. Pero A Q no tenía ojos para los placeres de la vida campesina y simplemente continuaba su camino porque sabía por instinto que aquello estaba muy lejos de su senda «en busca del alimento». En un momento dado se encontró ante las murallas del Convento del Sereno Recogimiento.
El convento también estaba rodeado de campos de arroz; sus blancas murallas destacaban nítidamente contra el verde tierno y, dentro de la baja muralla trasera, de barro, estaba el huerto. A Q vaciló un momento, mirando a su alrededor. Como no había nadie a la vista, saltó sobre la baja muralla, cogiéndose a una mata de polígala. El barro se deshizo con ruido de deslizamiento y las piernas de A Q temblaron de miedo; pero logró asirse a una morera y desde allí dio un salto al interior. Había una profusión de plantas, pero ni rastros de vino amarillo o pan o comestibles. Junto a la muralla occidental había un macizo de bambú y muchos brotes, pero desgraciadamente éstos no estaban cocinados. También había plantas de colza, pero ya habían dado semilla. La mostaza estaba a punto de florecer y la col estaba muy dura.
A Q se sintió tan desilusionado como un escolar fracasado en los exámenes e iba caminando lentamente hacia la puerta del jardín cuando de súbito dio un salto de alegría, porque allí, delante de sus ojos, ¿qué había sino un plantío de rábanos? Se puso en cuclillas y comenzó a arrancarlos, cuando de pronto una cabeza redonda asomó por la puerta y desapareció al instante; se trataba nada menos que de la monjita. A Q siempre había sentido el más olímpico desprecio por seres como las monjitas, pero las cosas del mundo exigen «un paso atrás para la reflexión», de modo que rápidamente arrancó cuatro rábanos, les quitó las hojas y los metió en los bolsillos de su chaqueta. Pero en ese momento había aparecido ya una monja vieja."

Lu Xun
La verdadera historia de A Q



“La esperanza no es ni realidad ni quimera. Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de transeúntes.”

Lu Xun


"Me arrastró a casa, pero allí fingieron no conocerme. Sus miradas eran idénticas a las de los otros. Entré en el estudio y echaron el cerrojo por fuera, como si encerraran a una gallina. Esto me hace aún todo más inexplicable. Hace unos días vino uno de nuestros arrendatarios de la aldea Los lobos a informarnos de la mala cosecha. Le contó a mi hermano que la gente de la aldea había matado a un criminal del lugar, y que algunas personas le habían arrancado el corazón y el hígado y se los habían comido, después de freírlos, para aumentar su propio valor. Al interrumpir yo la conversación, el arrendatario y mi hermano me dirigieron varias miradas. Hoy es cuando me he dado cuenta de que sus miradas brillaban igual que las del grupo que encontré en la calle.
Cuando lo pienso, un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
Si son capaces de comer hombre, ¿por qué no iban a comerme a mí?
Piensa, si no, en los mordiscos de aquella madre, en las carcajadas del grupo de hombres vampiro, en las palabras del arrendatario: evidentemente se trata de una contraseña. Veo que sus palabras son todas veneno; sus risas, puros cuchillos; y sus dientes, tan blancos y bien afilados. Son ciertamente individuos que comen hombre.
A mi modo de ver, aunque no soy una mala persona, desde que pisé el libro de los Ku es difícil saberlo. Parece como si ellos tuvieran intenciones ocultas que yo no puedo adivinar. Además, en cuanto se enfadan con alguien no dudan en calificarlo de criminal. Recuerdo cuando mi hermano me enseñaba a disertar; por bueno que fuese el personaje sobre el que versaba la disertación, bastaba que yo escribiera cuatro frases de crítica para que mi hermano las subrayara en señal de aprobación; y si disculpaba en mi escrito a personajes malos, me decía: «eres verdaderamente original, un genio en llevar la contraria al cielo.» Cómo voy yo a adivinar cuáles son los verdaderos pensamientos de esa gente; y más aún tratándose del momento en que piensan comer.
Las cosas hay que estudiarlas a fondo para poder entenderlas. En la antigüedad a menudo se comía carne humana, yo también me acuerdo, aunque no tengo una idea muy clara. Me he puesto a hojear la historia, pero esta historia no menciona fechas o épocas; en todas las páginas aparecen, de través, los ideogramas ren yi, tao te (bondad y moral). Me ha sido imposible conciliar el sueño, la mayor parte de la noche me la he pasado leyendo atentamente, y al final he descubierto, entre líneas, que todo el libro está ocupado por dos ideogramas: chi ren (comer hombre).
El libro está lleno de ideogramas, muchas fueron las palabras del arrendatario, pero todos, sonriendo, me contemplan fijamente con ese extraño fulgor. Yo también soy hombre, ¡ellos piensan comerme!"

Lu Xun
Grito de llamada



"Tuvo deseos irreprimibles de volverse para ver lo que ocurría a sus espaldas, porque sentía gran animación, que alguien iba y venía varias veces; pero se contuvo y continuó pensando distraídamente:
"Esto parece un poco sensiblero; no se es tan sentimental en la vida de familia. ¿Por qué tengo todo tan confuso en la cabeza? Temo que no voy a llegar a dar fin a esta historia, a pesar de que tiene un título tan bonito...
"Tampoco es absolutamente necesario que hayan estudiado en el extranjero; pueden haber estudiado en una universidad china, pero ambos tienen diploma universitario y pertenecen a la élite intelectual, a la élite... El marido es escritor, la mujer también escribe, o por lo menos es apasionada por la literatura. O bien ella es poetisa y el marido un apasionado por la poesía; él es feminista. O mejor..."
No resistiendo más, volvió la cabeza.
Junto al estante de libros que se hallaba a sus espaldas se levantaba un montículo de coles: tres abajo, dos al centro y una encima, formando una A gigantesca.
"¡Oh!", lanzó un suspiro de asombro; el calor le subió a las mejillas y sintió una picazón corriéndole por la espalda. "Pues..." Respiró profundamente como para desembarazarse de la picazón que tenía junto a la columna vertebral y luego continuó:
"...Es necesario que esta casa feliz tenga muchas habitaciones. Hay una despensa donde se pueden meter los repollos y otros elementos por el estilo. El dueño de casa tiene un despacho personal, con estanterías para libros que cubren todos los muros y junto a las cuales no hay coles, naturalmente. Estas estanterías están colmadas de libros, libros chinos, libros extranjeros, entre los que no falta Un marido ideal..., dos ejemplares. El dormitorio es una habitación separada, con un catre de cobre, o bien una cama más corriente; una cama de madera de olmo como las que fabrican los presos de la cárcel número uno no estaría mal; debajo de la cama hay mucha limpieza..." Echó una mirada al suelo debajo de su propia cama; la provisión de leña para la lumbre se había acabado y no se veía sino un trozo de paja trenzada, estirado en el suelo como el cadáver de una serpiente."

Lu Xun
Una familia feliz