"A través del penoso trabajo de este periodo Hegel se ha convertido en un metafísico. Había renunciado al método filosófico genuino, tal como había sido fundamentado por el análisis que Kant hizo de la ciencia. En el nivel de la metafísica, al que había llegado desde el idealismo crítico, tenía que demostrar que el centro de la filosofía radicaba en una lógica superior; sin embargo, al renunciar al método analítico auténtico había renunciado también a los recursos intelectuales para la solución de este problema. Mas como esta metafísica descansaba en la conexión vivida del espíritu, se le abrieron desde este punto nuevas perspectivas sobre la vida histórica. Se anuncia en esta metafísica el «proceso» con su variabilidad «legal». Y también ahora se nos muestra la unidad interior de la situación histórica, de la vivencia y de la metafísica en el desenvolvimiento de Hegel. En el mundo histórico que le rodea se le ofrece un espectáculo que ha seguido siempre con la misma tensión, a saber, las incesantes transformaciones del Estado francés y, bajo su influencia, los cambios en los demás estados, cambios entre los cuales investigó con especial penetración los que iban teniendo lugar en Alemania; en suma, el ejemplo máximo del proceso histórico, en su inquietud sin pausa, que haya experimentado jamás un pensador de la historia. Se sumió desde su metafísica altura en las últimas profundidades de la historia. Empezaron a asomársele categorías históricas de tipo especial. Intentó resolver su problema mediante un método dialéctico real. La conquista más importante y segura lograda en esta época consistió en un ahondamiento en la interioridad del mundo histórico que fue bastante más allá de toda la historiografía anterior. El hecho de que Hegel se sumergiera en la historia partiendo de la religiosidad fue decisivo para la magnitud de la obra aportada a la ciencia europea. Se encuentra junto a Niebuhr —cuyo genio político y cuya crítica histórica crearon la primera historia de un cuerpo político—, como fundador de la historia de la interioridad del espíritu humano. Para esto traía consigo cualidades rarísimas, sobre todo aquel retener trabado en el ánimo todo lo vivido, en lo que tanto se parecía a su amigo Hölderlin, y de esto procedía su conciencia, no sólo de cómo esta o aquella adquisición de una época es legada a la siguiente, sino de cómo toda la trama espiritual de una época como algo vivido, conservado, superado, constituye la condición de la situación que se forma después. Y de la cautelosa hondura de un espíritu, que el mundo no ha conseguido fragmentar, le viene la energía para poder convivir los movimientos espirituales en torno suyo, lo cual le permite a su vez revivir hasta en su entraña más recóndita el pretérito, con todo lo que llevó dentro, con desgarramiento, con dolor, nostalgias y dichas. Lo que en esa época alcanzó en inteligencia concreta de la realidad histórica constituye el fundamento de su Fenomenología del espíritu, y a veces hasta idénticas palabras resuenan en la más poderosa de sus obras."

Wilhelm Dilthey
Hegel y el idealismo


"El desarrollo de la historiografía moderna ha ido acompañado siempre de obras que se ocupaban del estudio de la historia, y su número fue creciendo en todos los países cultos durante la época de la Ilustración. Especialmente a fines del siglo XVII comienza la batalla del escepticismo contra toda clase de saber, también contra la tradición histórica, y así surgieron fuertes estímulos para consideraciones de orden metodológico. Junto a estos trabajos, encaminados a fundamentar el saber histórico, en las universidades se imponían las enciclopedias de la ciencia histórica. Pero ¡qué distancia la que existe hasta entre el intento de Wachsmuth de establecer una teoría de la historia, que surge en 1820 de las alturas de la moderna historiografía, y la obra contemporánea de Humboldt, impregnada por el espíritu de la nueva historiografía! Aquí tenemos una frontera neta.
La nueva teoría de la historia encuentra sus dos puntos de partida en el idealismo filosófico alemán y en la transformación de la ciencia histórica. Hay que partir de lo primero.
Fue problema de Kant cómo sería posible encontrar una conexión unitaria, "una marcha regular" en el decurso histórico. No pregunta, con propósitos epistemológicos, por las condiciones de la conexión que se da en la ciencia en cuestión, sino que su pregunta se encamina a saber cómo de la ley moral a la que se halla sometido todo obrar, se pueden derivar principios a priori para la captación de la materia histórica. El curso histórico es un miembro de la gran conexión natural, pero ésta, a partir de la presencia de los organismos, no puede ser sometida a un conocimiento de su orden según las leyes causales, sino que es accesible únicamente a la consideración teleológica. Así niega Kant la posibilidad de encontrar leyes causales en la sociedad y en la historia y trata, por el contrario, de poner en relación la meta del progreso, tal como la había fijado la Ilustración en la perfección, en la felicidad, en el desarrollo de nuestras capacidades, de nuestra razón, de la cultura en general, con el a priori de la ley moral, estableciendo así, a priori, el sentido y la significación de la conexión teleológica."

Wilhelm Dilthey
El mundo histórico


"La naturaleza se explica, la vida del alma se comprende." 

Wilhelm Dilthey



“La vida es una extraña mezcla de azar, destino y carácter.” 

Wilhelm Dilthey

 
"La vida humana tiene una dimensión esencialmente histórica, su sustancia es la historia, la historia es la vida misma."

Wilhelm Dilthey


"Nos podemos insertar en la historia, e incluso en la circunstancia histórica, para sumir una visión que, aunque no se nos ofrezca en presente, permite inferir el sentido del futuro. Ello se relaciona con el antagonismo tradicional de las ideas y los sistemas, ya que conduce al escepticismo al convertir la historia en un "inmenso campo de ruinas" mientras nuestro espíritu excluya todo lo definitivo y se complazca en decir algo nuevo para corregir o superar lo que antes se dijo. Sólo cuando se concede el reconocimiento de la intemporalidad se advierte el valor del pasado. Nuestro más grave error es el de suponer lo nuevo como válido, sin restricciones de ninguna especie, y, por consiguiente, estimar lo pasado como carente de mérito o de significado. Manejar la historia como un mero repertorio de errores a corregir en el presente, es desconocerla. Lo que cambia no es la historia sino el hombre, y no únicamente por estar inmerso en la historia, sino porque, además, es historia. La vida humana, en consecuencia, tiene una dimensión esencialmente histórica, su sustancia es la historia, la historia es la vida misma. Esa realidad presente de cosas y personas constituye un complejo de relaciones vitales. Cada cosa u objeto no es más que un ingrediente de ella, de tal forma que es a través de los objetos como adquiere sentido. Es la vida quien se sirve del individuo para crearle su propio mundo."

Wilhelm Dilthey
El mundo espiritual


"Sobre la base del vivir y del comprenderse uno a sí mismo, y en la constante interacción mutua de ambos, se forma el comprender manifestaciones de la vida y personas ajenas. Tampoco aquí se trata de construcción lógica ni de análisis psicológico, sino de análisis con intenciones epistemológicas. Se trata de fijar para el saber histórico la ganancia de la comprensión de otros.
Lo dado son aquí siempre manifestaciones de vida. Aparecen en el mundo de los sentidos, pero son expresión de algo espiritual; de modo que nos posibilitan su conocimiento. Entiendo aquí por manifestaciones de la vida no sólo las expresiones que mientan o significan algo (o quieren hacerlo), sino también aquellas que, sin tal intención, en tanto que expresión de algo espiritual, lo hacen comprensible para nosotros.
El modo y los logros del comprender varían según las clases de manifestaciones de la vida.
La primera clase la constituyen conceptos, juicios, conformaciones mayores del pensamiento. En tanto que partes componentes de la ciencia, desligadas de la vivencia en la que aparecen, tienen, en su adecuación a la norma lógica, un carácter fundamental común. Reside éste en su mismidad, independientemente del lugar que ocupen en la conexión del pensamiento en la que aparecen. El juicio declara la validez de un contenido de pensamiento independientemente de la alternancia de su aparición, de la diversidad de los tiempos o de las personas. Precisamente aquí reside también el sentido del principio de identidad. Así, el juicio es el mismo en el que lo pronuncia y en el que lo comprende; como transportado, pasa inalterado de la posesión del que lo declara a la posesión del que lo comprende. Esto determina, para cada conexión de pensamiento lógicamente perfecta, el carácter específico de comprender. El comprender está aquí dirigido al mero contenido de pensamiento, éste es igual a sí mismo en cada conexión, y así, el comprender es aquí más perfecto que en la referencia a cada manifestación vital. A la vez, sin embargo, no declara, para el que capta, nada de sus relaciones con el oscuro trasfondo y la plenitud de la vida anímica. No tiene aquí lugar ninguna indicación de las particularidades de la vida de las que ha brotado, y precisamente de su carácter se sigue que no contenga ninguna existencia de retrotraerse a la conexión anímica."

Wilhelm Dilthey
Dos escritos sobre hermenéutica