"Hugo, desde una primeriza edad sufrió ya el abandono filial por parte de unos progenitores de avanzada edad, y buscaba solazar su atribulada ánima recorriendo los campos en las gélidas mañanas invernales, observando la nieve dispersa por doquier, mientras transitaba en torno a las almibaradas viviendas de la gleba, no lejos ya del bosque de pinos. Muy atrás quedaba ya el castillo y las torres apenas eran visibles ya desde donde se encontraba. Fue testigo de cómo unos infantes jugaban a arrojar piedras, dio los primeros paso bajo la arboleda y presenció la maravilla de los árboles ya talados y se apercibió del rastro que habían dejado algunos animales hospedados en aquel reino forestal, a alguno de los cuales pudo reconocer, aunque aún no fuera capaz de pronunciar sus nombres. La nieve se precipitaba indolente sobre el ramaje de los pinos, cubriéndolos por completo. Mientras que asistía al espectáculo de aquella solemne procesión blanca, alzó su mirada y se encontró con la primera de las aves que surcaba la bóveda celeste y, seguidamente, una segunda y, posteriormente, toda una perfecta y armónica formación. Se dio cuenta de que llevaban abiertos medianamente sus picos, en aquel largo o corto recorrido hasta posarse en el saliente de un tronco, lejos de penetrar su cuenca. Su amarillo cuerpo podía distinguirse claramente entre los árboles, afianzadas sus garras, y podías sentir que tu sangre se congelaba. Daba la impresión de que manaran del propio árbol, como si se tratara de pájaros carpinteros, como si picotearan aquella corteza sumidos en una profunda envidia. Hugo ponderó el valor de aquella perenne inmovilidad, suscitada en su alma por aquellas aves que simplemente retozaban o que se habían topado con un niño de apenas nueve años recién cumplidos. Sin embargo, pensó que quizás sólo fuera el eco de su propio pensamiento."

Simon Vestdijk
De oubliette



"Mientras la multitud trataba de guarecerse de la cruel helada, la cándida persona de Ina Damman no era ninguna excepción a aquella oscilación general, y podía vislumbrar la huella que sus dedos dejaran en los canalones de las ventanas, cual si fuera el testimonio de un gélido y níveo sello, hasta que transcurrido el lapso de apenas cinco minutos la crudeza de aquel abominable tiempo traicionara la inocencia de unos helechos cercanos, que semejaban haber sido adornados con el boato de unas férreas plumas y sus introspectivas meditaciones versaban acerca de la hora en que podría venir a disfrutar del patinaje, toda vez que la roja insignia fuera expuesta en la esquina de la calle de la escuela. Asintió y sonrió con indulgencia e incluso dio un paso excluyente hacia un lado, sintiéndose verdaderamente alborozada. ¡Todos los estímulos hacían presagiar que principiaba una nueva salvación! Succionaba profundamente aquel gélido aire que lo envolvía todo, se deleitaba oliendo todos los odores que le eran ofrecidos, clarificando adecuadamente su condición a cada instante. Se entusiasmaba con el olor a humo de leña trasladado por ese heraldo que llamamos viento o bien, curiosa, trataba de diferenciar esos extraños olores aparentemente inodoros propios del individuo que padece un indeseable resfriado."

Simon Vestdijk
De Aeolusharp



"Quien ama de veras no impone su nombre a todas las cosas."

Simon Vestdijk