"Ayuné, es ley. Me dolía el cuerpo, no el corazón. Cuando llegó el alba, había perdido de vista la aldea. Oré, me purifiqué, aguardé una señal. La señal fue un águila. Volaba hacia el este. A veces malos espíritus envían los signos. Esperé nuevamente en la roca chata, ayunando, sin probar alimento. Me quedé muy quieto: podía sentir el cielo en lo alto, debajo la tierra. Esperé hasta que el sol comenzó a hundirse. Entonces tres ciervos cruzaron el valle en dirección al este. No me ventearon, no me vieron. Con ellos iba un cervato blanco. Ése era un signo muy grande. Los seguí a la distancia, aguardando los acontecimientos. El deseo de ir hacia el este inquietaba mi corazón; sin embargo, sabía que debía ir. Me zumbaba la cabeza por el ayuno… ni siquiera vi saltar la pantera sobre el cervato blanco. Pero antes de que yo mismo lo advirtiera, tenía el arco en la mano. Grité, y la pantera levantó la cabeza.
No es fácil matar una pantera con una flecha, pero la flecha le atravesó el ojo y entró en su cerebro. Murió mientras trataba de saltar: giró sobre sí misma, arañando el suelo. Entonces supe que debía ir hacia el este, que ésa era la meta de mi viaje. Cuando llegó la noche, encendí fuego y asé la carne.
El viaje al este dura ocho soles, y hay que pasar por muchos Lugares Muertos. Los Pueblos del Bosque los temen, yo no. Una noche encendí fuego al borde de un Lugar Muerto, y a la mañana siguiente, dentro de la casa muerta, encontré un buen cuchillo, algo herrumbrado. Eso fue poco en comparación con lo que sucedió después, pero agrandó mi corazón. Cada vez que buscaba caza, la hallaba delante de mi flecha, y en dos oportunidades me crucé con cazadores del Pueblo del Bosque, sin que ellos lo supieran. Y supe entonces que mi magia era fuerte y limpio mi viaje, a pesar de la ley.
Al atardecer del octavo sol, llegué a las márgenes de un gran río. Un día y medio antes había abandonado el camino de los dioses: ya no usamos los caminos de los dioses, porque se están desmoronando en grandes bloques de piedra, y es más seguro atravesar el bosque. De lejos había visto el agua a través de los árboles, pero los árboles crecían tupidos. Al fin salí a un claro en lo alto de un acantilado. Y allá abajo estaba el gran río, como un gigante tendido al sol. Es muy largo y muy ancho. Todos los ríos que conocemos, él podría tragarlos sin aplacar su sed. Lo llaman Ou-dis-sun, el Sagrado, el Largo. Ningún hombre de mi tribu lo había visto, ni siquiera mi padre, el sacerdote. Era magia, y oré nuevamente.
Después alcé los ojos y miré hacia el sur. Allá estaba el Lugar de los Dioses.
Cómo puedo decir a qué se parecía: vosotros no sabéis. Allá estaba, bajo una luz rojiza, demasiado grande para ser un grupo de casas. Allá estaba, cubierto de roja luz, poderoso y en ruinas. Adiviné que un instante más tarde los dioses me verían. Me cubrí los ojos con las manos y regresé al bosque. Sin duda ya era demasiada osadía haber hecho esto y sobrevivir. Sin duda era bastante pasar la noche en el acantilado. Los mismos hombres del Pueblo del Bosque no se acercan. Sin embargo, mientras transcurría la noche, comprendí que debía atravesar el río y caminar en los lugares de los dioses, aunque los dioses me devoraran. Mi magia ya no servía, pero en mis entrañas ardía un fuego, en mi espíritu ardía un fuego. Al salir el sol, pensé: “Mi viaje ha sido limpio. Ahora volveré a mi casa”. Mas en el preciso instante en que lo pensaba, comprendí que no podría hacerlo. Si yo iba al lugar de los dioses, moriría sin duda, pero si no iba, nunca quedaría en paz con mi espíritu."

Stephen Vincent Benet
Junto a las aguas de Babilonia


"Ella es toda la paz, reservada, todos los deseos apasionados, el trueno elocuente de los soles nuevos, alegres, gritando en voz alta su alegría."


Stephen Vincent Benét


"La honestidad es tan rara como un hombre que no se engaña a sí mismo."

Stephen Vincent Benét


"La vida no se pierde al morir; la vida se pierde minuto a minuto, se arrastra día a día, en mil pequeños descuidos."

Stephen Vincent Benét


"Llamas a mi candidato ladrón, y yo llamo al tuyo lunático, y ambos sabemos que es sólo hasta el día de las elecciones. Es una tradición americana, como comer maíz del elote. Y, después de todo, nos calmamos pacíficamente y acordamos que tenemos un excelente país, hasta la siguiente elección."

Stephen Vincent Benét



"Los hombres que sueñan son hombres embrujados."




Stephen Vincent Benét



"Pensamos, porque hemos tenido el poder, hemos tenido la sabiduría."

Stephen Vincent Benét



Pesadilla número tres


"Esperábamos todo, excepto una rebelión
Y casi me sorprendí cuando comenzaron a pensar…
Pero eso ya no tiene importancia.
Escuché a tipos que decían
Han debido planearlo desde hace años, y quizá lo hicieron.
Al mirar hacia atrás, es posible descubrir pequeños incidentes aquí y allá,
Como la mezcladora de concreto de Jersey que se tragó al peón,
O la prensa rotativa que imprimió: “¡Viva la libertad!”
En una hoja a tres colores sobre el senador Sloop,
Precisamente mientras pronunciaba un discurso. Lo raro en ese caso
Era, ¿cómo pudo subir las escaleras? Pero estaba arriba,
Murmurando y lanzando chasquidos en la Cámara del Senado.
Tuvieron que derribar la pared para sacarla
Y el grupo de demolición declaró que sonreía.
Eran sólo las mejores
Máquinas, por supuesto, las máquinas superhumanas,
Las que habíamos construido para que fueran mejor que la carne y los huesos,
Pero los automóviles participaban también, por supuesto…
y nos perseguían
Como a conejos a través de las calles atestadas de ese Lunes Sangriento.
Los autobuses de Madison Avenue dirigían el asalto.
Los autobuses eran bastante terribles, pero no olvidaré
El ruido de cristales rotos, cuando el Duesenberg abandonó el salón de exposiciones
Y tomó a tres corredores de bolsa en las escaleras del Club Racket
Ni el prolongado resonar de los cláxones cuando veían a algún hombre corriendo
Cuando los veían buscando agujeros en el suelo firme…

Supongo que estaban cansados de llevar a la gente
De ser detenidos y puestos en marcha por pigmeos con fines idiotas
De recibir cenizas de cigarrillos baratos y barras de chocolate de mala calidad
De coleccionar monedas y ondular cabellos color platino
Y de dejar que seis millones de personas vivieran en una ciudad.
Creo que fue eso, que se cansaron de nosotros
Y del olor de las manos humanas.
Pero fue sorprendente
El tener que trepar dieciséis tramos de escalera hasta la oficina de Art Zuckow
(Nadie tomaba los ascensores dos veces)
Y encontrarlo estrangulado en un nido de cables de teléfono,
Como tentáculos de pulpos agitándose sobre su cabeza,
Y una especie de zumbido suave que llenaba la habitación…
¿Comerán?… Había rojo… Pero no me quedé a observar.
Todavía no sé cómo pude llegar hasta el tejado a tiempo.
Y todo está solitario aquí arriba, en el tejado.
Durante cierto tiempo. Pensé que
Aquel limpiador de ventanas iba a salvarse, para hacerme compañía.
Pero lo cazaron, con su propia polea, en el piso dieciséis.
Y lo hicieron entrar, de un tirón.
En realidad, cooperan entre ellos. Bueno, nosotros se lo enseñamos
Y es bastante justo, supongo. Verán, nosotros las construimos.
Les enseñamos a pensar por sí solas
Era algo que debía ocurrir. ¿Comprenden que tenía que pasar?
Y no sería tan malo en el campo. Odiaba pensar
En las segadoras, corriendo salvajemente por los campos de Kansas.
Y los aviones de transporte como halcones en un corral de pollos,
Pero los caballos podrían ayudar. Podríamos hacer un trato con ellos.
Al menos, se tenían más probabilidades de salvarse allí afuera
Además, nos necesitaban también.
Tienen que comprender que en cuanto se calmen.
Necesitarán gasolina y repuestos y ajustes y afinaciones.
¿Esclavos? Bueno, en cierto modo, saben,  ya éramos esclavos antes.
No habrá en verdad tanta diferencia; honestamente, no lo habrá
(Me agradaría no haber mirado al salón de belleza
Y no haber visto lo que ocurría allí.
Pero son máquinas femeninas y bastante nerviosas.)
Oh, ya nos pondremos de acuerdo. Lo arreglaremos. Llegaremos a un compromiso.
No tendría sentido acabar con toda la raza humana.
Porque, apuesto que si fuera hasta mi viejo Plymouth ahora
(Por supuesto, hay que hacerlo con tacto)
Y le dijera: “Escucha, ¿quién te compró el hermoso claxon francés?”
No me entregaría a esos automóviles de la policía;
Al menos, no creo que lo haría.
Oh, llegaremos a un acuerdo.
No será muy grande la diferencia, de veras, no lo será.
Voy a bajar dentro de un minuto, para ver qué me ocurre…
Soy un buen estadounidense y siempre los amé…
Excepto por un pequeño detalle que me molesta
Y es la proposición de los alimentos. Porque, vean,
La mezcladora de concreto pudo cometer un error
Y parece ser simplemente una broma pesada

Pero, si llega a gustarles el sabor…, pues…"



Stephen Vincent Benét




"Solamente sé que sentía dolor, infinito y eterno. Y entonces me caí y me levanté otra vez."


Stephen Vincent Benét



"Sólo un tonto busca el viento que sopló en su corazón ayer."

Stephen Vincent Benét